Lhamo Dhondup nació el 6 de julio de 1935, en una aldea al noreste del Tíbet. Creció en el seno de una familia de agricultores hasta los dos años, cuando el sueño de un hombre se cruzó en su camino. En él aparecían una carretera, un monasterio, una casa humilde con tejado azul y en ella un pórtico en el que había un perro y, a su lado, un niño. El soñador envió a la provincia de Amdo, que por sus características se asemejaba a la de la revelación, a un grupo de monjes a buscar al pequeño, y ellos lo encontraron en un pueblo llamado Taktser (que significa “el tigre que ruge”) donde residían veinte familias que vivían precariamente de la tierra. Allí estaba, jugando con un can en el pórtico de una casa de tejado azul.
El sueño había sido una revelación. Por medio de su “alma o espíritu” Thubten Gyatso, el decimotercer Dalái Lama que murió en 1933, había comunicado su nueva vida bajo el nombre de Lhamo Dondhup, hijo de Choekyong y Diki Tsering, una pareja de escasos recursos que trajo al mundo al que fue reconocido como la reencarnación del XIII Dalái Lama Thubten Gyatso. Existe la creencia de que los Dalái Lamas son manifestaciones de Avalokiteshvara o Chenrezig, el bodisatva de la compasión y el santo patrón del Tíbet. Se cree que los bodisatvas son seres iluminados que han pospuesto su propio nirvana y han elegido renacer para servir a la humanidad. Por lo general, las creencias de esta religión dictan que al morir, los grandes maestros tardan al menos 49 días para encontrar un nuevo cuerpo. El bebé, desde los primeros días, mostrará un carácter especial, según cuentan.
“Un pasatiempo favorito de niño era empaquetar cosas en una bolsa como si estuviera a punto de emprender un largo viaje. Decía: me voy a Lhasa, me voy a Lhasa. Esto, junto con mi insistencia en que se me permitiera presidir la mesa, fue considerado más tarde como un signo de que yo debía saber que estaba destinado para grandes cosas”.
Tenzin Gyatso
Al pequeño lo pusieron a prueba: le mostraron algunos objetos y tenía que identificar cuáles le habían pertenecido en su vida anterior. Además de lograrlo, logró llamar por su primer nombre a todos los monjes que lo visitaron. Fue llevado a Lhasa para iniciar su noviciado y ser educado en todo lo necesario para asumir su liderazgo espiritual y más tarde, también político. A los seis años inició sus estudios monásticos con cinco materias mayores (lógica, arte y cultura tibetana, sánscrito, medicina y filosofía budista) y cinco menores (poesía, música y arte dramático, astrología, composición y expresión, y sinónimos). En 1959 superó con honores su examen final en el templo Jokhang de Lhasa durante el festival anual Monlam (gran plegaria) y se le concedió el grado de Geshe Lharampa, el más alto grado académico, equivalente a un doctorado en filosofía budista.
Es el líder espiritual del Tíbet, pero Tenzin Gyatso se autodefine como un simple monje budista. En el verano de 1950, el Dalai Lama acababa de salir del cuarto de baño en Norbulingka, cuando sintió que la tierra se empezaba a mover bajo sus pies. Más que un terremoto, la gente sostuvo que era un presagio. Ello le recordó la profecía que había revelado su predecesor:
“Muy pronto en esta tierra, mezcla armoniosa de religión y política, podrán ocurrir actos engañosos al interior y exterior. Para ese momento, si no protegemos el territorio y las figuras espirituales, incluidos el Panchen Lama y al Dalái Lama, podrían ser exterminados sin dejar rastro; las residencias de nuestros Lamas reencarnados y de los monjes pueden ser eliminadas. Peor aún, nuestro sistema político desarrollado por los tres grandes reyes del Dharma, desaparecerá sin que quede nada. La propiedad de todas las personas será confiscada y la gente será sometida a la esclavitud. Todos los seres vivos tendrán que soportar días interminables de sufrimiento y serán afectados por el miedo. Tal tiempo vendrá”
Thubten Gyatso
La profecía se hizo realidad con la invasión china al Tíbet en octubre de ese año y a partir de ese momento Tenzin Gyatso asumió la plena responsabilidad política. Viajó a Beijing para negociar la paz y entablar un diálogo pacífico con Mao Zedong y otros dirigentes chinos, como Deng Xiaoping y Chou Enlai. Pero los intentos de obtener la autonomía para la región del Tíbet no estaban funcionando. El actual Dalái Lama tuvo que refugiarse en el norte de la India: había recibido una invitación a una obra de baile tradicional que se realizaría el 10 de marzo de 1959 en el cuartel del Ejército chino en Lhasa y se sospechaba que era una trampa para secuestrar al líder espiritual tibetano. Protegido por su pueblo, se vistió de soldado para pasar desapercibido entre la muchedumbre y hace más de 60 años gobierna el Tíbet desde el exilio.
Apeló en varias ocasiones ante las Naciones Unidas, recibió el premio Nobel de la Paz, se mantuvo firme en su postura de no-violencia incluso frente a agresiones extremas, es además autor y coautor de más de 110 libros, ha mantenido diálogos con los líderes espirituales de diferentes religiones y ha participado en muchos eventos promoviendo la armonía y el entendimiento entre las religiones. Tras las muertes de Nelson Mandela y Fidel Castro, se convirtió en una de las pocas figuras históricas que han transformado el siglo XX y que aún sigue con vida. En 2011 el actual Dalai Lama renunció al poder político del Tíbet y anunció su intención de democratizar el Gobierno en el exilio y de promover una nueva generación de líderes. Esto supuso poner fin a la teocracia existente en el llamado Techo del Mundo para separar la política de la religión y evitar una guerra de sucesión política tras su muerte. China es consciente de que, aunque luego sucederá otro líder espiritual, cuando fallezca Tenzin Gyatso, la causa tibetana recibirá un duro golpe.
María Sol Aldonate
Colaboradora
Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales (CoFEI)
Departamento de Historia
IRI – UNLP