Desde hace casi una década, desde la Cátedra Libre de Estudios sobre el Sáhara Occidental -única en el mundo- del IRI-UNLP, nos abocamos a la cuestión saharaui en su calidad de contencioso internacional donde se mantiene la condición de Territorio No Autónomo pendiente de descolonización, en el seno del conocido como “IV Comité” de las Naciones Unidas. Por ello, se espera que la ONU organice un Referéndum de Autodeterminación, pendiente desde 1991, a través del cual el pueblo saharaui pueda elegir libremente su destino.
Sin embargo, contrariamente a los mandatos del Derecho Internacional, el presidente saliente de los EE.UU., Donald Trump, ha manifestado recientemente que reconoce al Sáhara Occidental como territorio bajo soberanía marroquí. De esta declaración se desprenden varias reflexiones de las cuales, por razones de espacio, mencionaremos tres.
La primera de ellas es que, siguiendo la línea de varios de sus antecesores, Trump hace gala de la convicción de ser el hombre más poderoso del mundo y, a partir de allí, se arroga la facultad de decidir de modo unilateral sobre todo lo que sucede en el orbe, sin importar que la comunidad internacional en pleno sostenga una posición contraria a sus decisiones -como es este caso- dado que, hasta el momento, ningún Estado ha reconocido válidamente la pertenencia del Sáhara Occidental al Reino de Marruecos.
En tal sentido, tampoco debemos perder de vista que, si bien esas declaraciones no son de cualquier Jefe de Estado sino del primer mandatario de una superpotencia, tal decisión fue comunicada compulsivamente a través de una red social sin que el Congreso haya tomado parte en la misma y, además, con el rechazo de varios líderes de su propio partido político.
La segunda cuestión es que, desde la Resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU, momento que halla al Sáhara Occidental como colonia (y luego provincia) española, el organismo internacional viene reclamando hasta hoy, a través de innumerables resoluciones, tanto la descolonización del territorio como la facultad del pueblo saharaui de elegir su forma de gobierno y disponer de sus recursos naturales. En esto ha coincidido históricamente el bloque regional que conocemos hoy como Unión Africana. A pesar de ello, este reclamo fue desoído primero por España y, desde 1975, por el Reino de Marruecos.
En tercer lugar, junto a la Asamblea General, otros órganos como el Consejo de Seguridad y el Secretario General, fueron en reiteradas oportunidades en el mismo sentido, a lo que se suman la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia del 16 de octubre de 1975 y recientes sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europa que sostienen, respectivamente, que no hay lazos de soberanía entre Marruecos y el Sáhara Occidental y que los productos comerciales de este territorio no pueden considerarse de origen marroquí.
Es dable destacar, entonces, que las declaraciones compulsivas de Donald Trump -exhibiendo el interés en términos de poder del realismo clásico más extremo y desactualizado- lejos de alentar una salida “seria” y “realista” al conflicto, lo agudizan al alejarlo de la legalidad internacional, lo cual provocará un incremento de la violencia y la inestabilidad en zonas ya de por sí sensible como lo son el norte de África y la región del Sahel.
Finalmente creemos que, si se quiere lograr la paz y la estabilidad en la región, la mejor solución es respetar el Derecho Internacional y evitar el uso de la fuerza, realizando el referéndum pendiente desde hace casi tres décadas, donde el pueblo saharaui elija si quiere vivir bajo soberanía marroquí, sujetarse a un plan de autonomía u obtener su independencia y -lo más importante- que la comunidad internacional respete esa decisión, independientemente de cuál sea la opción elegida por ese pueblo. Autodeterminación. De eso se trata y ese es el mejor, legítimo y más pacífico camino.
Norberto Consani
Director
Luz Marina Mateo
Secretaria
Cátedra Libre de Estudios sobre el Sáhara Occidental
Departamento de África
IRI – UNLP