Terceras Jornadas de Medio Oriente, 9-10 de noviembre de 2000
Estados Unidos y el Medio Oriente después de la Guerra del Golfo.
Departamento de Medio Oriente
Instituto de Relaciones Internacionales
Universidad Nacional de La Plata, República Argentina
LA DEMOCRACIA: ¿UN VALOR UNIVERSAL?
ALEJANDRO BARTOLETTI
AÑOS ‘90 Y MOVIMIENTOS ISLAMICOS
El derrumbe del sistema político, económico, social y cultural imperante en los países del Este Europeo (comúnmente figurado con la caída del Muro de Berlín - 1989) y de la U.R.S.S. (1991), entre otras cosas, propiciaron la difusión de la democracia a las distintas regiones del mundo, fenómeno que ya había comenzado a propalarse. Así es que millones de personas comenzaron a hablar de democracia, de querer democracia en sus Estados, de ser democráticos, aún sin conocer, y menos todavía, saber su cabal significado y la implicancia de su práctica.
La democracia ganaba una nueva batalla y aumentaba el número de adeptos, por el sólo hecho de ser el régimen político imperante en los Estados occidentales, en aquellos donde las libertades políticas y el bienestar económico habían decidido asentar su morada.
La democracia fue elevada por las potencias vencedoras de la Guerra Fría al panteón de los valores universales, el cual compartía con el respeto a los derechos humanos, el imperio de la ley, la no discriminación, el ejercicio de las libertades políticas, el secularismo, el liberalismo, etc.(1)
Su adopción y práctica, a menudo imperfectas, principalmente porque quienes las organizan y ejercen no son democráticos ni demócratas; se difundió de forma vehemente en el sudeste asiático, en los ex - países socialistas de Europa, en muchos Estados de Africa, y especialmente, en nuestra Iberoamérica. ¿Pero que ocurre al respecto cuando deslizamos la lupa hacia los pequeños Estados del Medio Oriente?. Se observa que los mismos gobiernos que exportan la democracia hacia todas las latitudes, han creado una zona franca en esa región.
Esto tiene su razón de ser en que encontramos en los países de la región un elemento que a simple vista convierte su realidad en particularidad, que es el papel que desempeña el Islam en su idiosincrasia.
La ascendencia y compromiso que la religión alcanza en estas sociedades es el principal fundamento del temor de EE.UU. y Europa Occidental para estimular la adopción de la democracia e incentivar la organización de un sistema multipartidista que posibilite la participación de movimientos y/o partidos políticos islámicos.
Estos movimientos y sus lideres se han organizado en redor del Islam, pero no con un fin meramente político, ya que su organización data ya de algunas décadas, y su primer y cardinal función ha sido la asistencia y el desarrollo en el campo religioso y social, como forma de oponerse al neocolonialismo impulsado por EE.UU.; el cual mutó, y ahora es principalmente cultural.
Su razón de ser se basaba, por un lado, en intentar detener la introducción de principios y valores ajenos; por el otro lado, resistir el deterioro de los propios pilares culturales y religiosos; a efectos de evitar una anemia generalizada que facilite la rápida inserción de una cultura foránea.
Notable significación en su estructuración y rauda acogida en la sociedad tuvieron los gobiernos y las elites de la mayoría de los Estados árabes, que generaron una inmensa pobreza material y una descomposición moral en las poblaciones urbanas; desastre este que se potenció con las migraciones del ámbito rural al urbano donde masas de personas, principalmente jóvenes, se vieron gravemente desamparadas.
Atento los acontecimientos, los movimientos islámicos fueron los que organizaron sistemas comunitarios paralelos a los gubernamentales y comenzaron a prestar diversos y esenciales servicios. Construyeron hospitales, orfanatos, escuelas y hogares; repartieron alimentos, ropas, medicinas y herramientas de trabajo.
La inercia gubernamental permitió este amplio desarrollo en actividades que debieron ser satisfechas por los organismos estatales, lo cual dio una firme plataforma a los militantes musulmanes para desarrollar su programa político que se vio favorecido por la utilización que hicieron de las mezquitas a guisa de tribuna política; también durante éste período se construyeron un sinnúmero de mezquitas. Fueron los dirigentes islámicos quienes denunciaban con todo vigor la incuria en el manejo de los fondos fiscales, el enriquecimiento de los funcionarios públicos, las prebendas políticas, las injusticias y violencia de las fuerzas militares y policiales, y por sobre todo, la servidumbre respecto de los gobiernos occidentales y la decadencia moral y espiritual que embargaba a las elites locales.
El mayor activismo de los lideres y partidos de base religiosa terminaron por propugnar la necesidad de que el Islam tenga un mayor grado de injerencia en la vida pública y política, desempolvando sus preceptos, de orden privado pero también públicos, que fueron maniatados por los gobiernos de turno desde la independencia, relegando a la religión al ámbito personal y familiar, estigmatizando cualquier atisbo que tendiera a la organización política, para lo cual, a pesar de haberse válido del poder aglutinador y movilizador del Islam durante las luchas independizadoras, sometiron a aquel y a gran parte de los dirigentes religiosos, al férreo control estatal.
LA RELIGION Y EL NUEVO TABLERO MUNDIAL
Con la terminación de la Guerra del Golfo se pudo apreciar, por un lado, la tendencia de una nueva división del mundo, según la cual los bloques político-culturales, se estructurarán de acuerdo a la religión que profesa la mayoría de sus habitantes. Por el otro lado, ahondó más la brecha preexistente entre las poblaciones de los Estados del Medio Oriente y sus elites gobernantes.
Cuando las roncas voces de los cañones y los sórdidos ruidos de los aviones de la O.N.U. se acallaron, cuando los soldados y los periodistas de la C.N.N. regresaron a su país, cuando parecía que la guerra había concluido ¿exitosamente?, nos dimos cuenta que el conflicto que permanecía no era el de Irak – Kuwait, sino un enfrentamiento mucho más amplio, mucho más profundo, mucho más serio, mucho más trascendental para nosotros, ya que desde ese momento ya no podríamos volver a ser espectadores sino que seríamos actores principales, el conflicto era y es cultural y religioso, o como lo denomina Huntington, es un "Choque de Civilizaciones".
Las sociedades que primero están dándose cuenta de que la religión los une, a la vez que los diferencia, son las sociedades musulmanas. Aunque ahora percibimos que está resurgiendo, después de un prolongado letargo, esa filosofía de identificarse con la religión.
La concepción de una entidad o sociedad única, que englobe a todos aquellos que abrazan una misma fe, claramente, no es nueva, y estuvo presente desde los albores mismos del nacimiento de todas las religiones, por ejemplo, se refleja en el concepto de Iglesia o en el de Umma.
Los Estados occidentales, con EE.UU. como estandarte, han buscado imperiosamente mantener el esquema de enfrentamiento bipolar imperante durante la Guerra Fría, reencarnado en los seguidores del Islam a su nuevo enemigo, cuando estos pretenden llevar los dogmas de su fe más allá del mero campo personal y/o familiar, como ser, al campo social, económico, normativo, político, etc.(2)
El desmoronamiento del comunismo hizo que EE.UU. elevara a la categoría de enemigo y amenaza mundial a los movimientos, grupos, partidos políticos, dirigentes, gobiernos y sociedades en general donde la mayoría de sus habitantes comulgan con el Islam.
El primer gran error que debe subrayarse en el enfoque de este paradigma es que la supuesta amenaza islámica no es tal, ya que no reconoce una única línea de conducción o de articulación, o autoridades religiosas que sean respetadas y seguidas en varios Estados, o un movimiento, frente o partido que esté organizado de tal manera que expanda su influencia regionalmente, menos aún podemos aceptar concebir que un Estado centralice el poder, las decisiones y los sentimientos de todos o una abrumadora mayoría de los musulmanes que militan en los diferentes países.
En el Medio Oriente coexistían gobernantes apoyados por EE.UU. y Europa Occidental o por la ex - U.R.S.S. y sus satélites, y al producirse la desaparición de ésta última como superpotencia mundial, las elites locales consiguieron continuar detentando el poder gracias a que no fueron objeto de desestabilización externa, esto se debió a la inacción de Occidente y al recelo de que los gobiernos de la región fueran controlados por un partido o movimiento de base religiosa-islámica. Esto inmovilizó a EE.UU. quién prefirió mantener el status quo, incluso frente a la supina ofensa y posterior derrota de Irak en la Guerra del Golfo Pérsico (agosto 1990 - febrero 1991), admitiendo al nada democrático Saddam Hussein continuar en el poder; ni siquiera intento ver nacer un nuevo régimen que fuera acorde con las posiciones de su política exterior, sino que primó su realpolitik para la región. Le bastó con poder subyugar a Irak a través de la asfixia económica y reducir la soberanía sobre su territorio, la cual quedó en manos de la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.).
Tan grande es el pánico que infunde el sólo hecho de la posibilidad de que en la organización de un gobierno pueda participar uno o más partidos o movimientos islámicos que se relegan parte de los propios intereses nacionales estadounidenses en la región.
La porción de intereses que se relega es la que muestra la duplicidad del discurso y de la Agenda Exterior del Departamento de Estado, ya que mientras los derechos humanos, el pleno desarrollo de la mujer, la libertad de expresión, el pluripartidismo, los derechos civiles y la democracia son exportados y apuntalados en los diferentes países y regiones donde EE.UU. llega con intención de difundir sus intereses; en el Medio Oriente ninguno de los países practica estos valores, más grave aún es el hecho de ver que Estados abiertamente amigos de Occidente, como Arabia Saudita, Jordania, Kuwait, Egipto o Israel no cumplen con estos, llegando a legalizar la tortura, aplicando normativa y punitivamente(3) la Sharia(4), relegando totalmente a la mujer, conculcando los derechos de las minorías religiosas, manteniendo presos políticos, etc. Tales conductas no son más que las que los detractores de los islamistas le endilgan como probables acciones a perpetrar si llegaran al poder, obviamente, es una suposición carente de sustento fáctico y absolutamente parcial.
Podemos nosotros afirmar y compartir la idea que unos movimientos y/o partidos políticos islámicos, más algunos lideres religiosos, están realmente en una posición privilegiada para oponerse, para combatir, para desafiar el poderío de toda índole que sustenta a Occidente y que este produce, es decir, alterar ese circulo virtuoso que se retroalimenta.
Puede alguno de estos lideres o movimientos, incluso si llegare al poder, producir un efecto cascada que traiga al redil de los Estados gobernados por movimientos islámicos a otros Estados; de manera tal que organicen un bloque que se erija en un coloso militar, político y económico que dispute el poderío a nivel mundial de EE.UU.
En la mayoría de los países, sus habitantes, no obstante, reconocerse musulmanes, también, reconocen su deseo y necesidad de vivir en paz, en libertad, de expresarse libremente, de acceder al desarrollo, al progreso material, etc. Puede ser que un movimiento de base religiosa gane las elecciones, pero nunca obtendrá una mayoría más abultada que la media que contemplamos en cualquier democracia, con sus consabidas limitaciones en la esfera interna y externa, constituidas por el sabio andamiaje de contrapesos de los cuales se nutre el sistema democrático.
En caso de alentar elecciones libres y democráticas, EE.UU. y Europa Occidental tienen temor no a hundirse en la ciénaga del poder islámico o ser vencidos por él; si no que su temor se centra en la posibilidad concreta de tener que compartir todo su poder, de tener que ejercerlo responsablemente, empezando a considerar que otros también tienen derechos, pero hay algo más que los incomoda, saber que puedan ejercerlos.
Palmario es que las potencias occidentales no pueden ilusionarse con desvirtuar los fundamentos, medios y fines sobre los cuales se cimienta, apuntala y dinamisan las organizaciones islámicas, no se puede creer que éstas únicamente aspiran a que EE.UU. realice un enroque en el tablero regional y mundial por las actuales elites de los Estados del Medio Oriente.
Los movimientos y/o partidos de ascendencia religiosa proponen y anhelan ser el interruptor que encienda definitivamente la reislamización de sus sociedades, una aspiración tan legítima como la que tienen los católicos, evangélicos, judíos, hindúes, y tantos otros, sobre las sociedades en las cuales tienen amplia acogida, como respecto de aquellas en que están ensayando sus primeros avances.
Intentarán superarse echando mano a su acervo cultural y a su religión, ambicionan ser interlocutores legítimos, integrarse con la riqueza de sus diferencias y ser confiables a los ojos e intereses de Occidente y del resto del mundo. Ese es el gran desafío pendiente de los dirigentes, partidos y movimientos islámicos de cara al futuro.
El proyecto se basa en fortalecer el tándem de la propia identidad y cultura evocando su religión, esto seguramente tenderá a morigerar, excluir o socavar la substancial penetración de la cultura occidental, el rechazo de sus principios y valores, de su modo de vida y a sus medios y fines; no implica desoír sus enseñanzas y valerse del progreso y desarrollo conquistado en casi todos los campos de la ciencia.
Los EE.UU. y Europa Occidental tendrán que lidiar, tal vez, con gobiernos o una oposición política o una elite u otras organizaciones que desean acceder a la modernización conseguida por ellos, solicitarán y exigirán que la compartan, aprenderán, competirán y mejoraran; pero no avalarán y serán renuentes a la diseminación de la cultura occidental; es decir, querrán tener acceso al bienestar y al progreso pero rechazarán toda posible occidentalización.(5)
Frente a ese objetivo tendrán que trastrocar parte de su estrategia, no bastará con idolatrar y mantener los lujos de una elite o de algunas familias reales, sino que tendrán que expandir el desarrollo y el progreso que tanto anuncian pero que escasamente comparten, tendrán que adaptar parte de su inconmensurable industria cívico-militar, destinada a esclavizar y empobrecer a las personas, por otra destinada a expandir la modernización y avances que han obtenido, buscando liberar y exaltar la centralidad del hombre.
LA DEMOCRACIA: ¿UN PRODUCTO MAS PARA CONSUMIR?
La democracia fue fraguada por occidente dentro de su cultura, imbuida de una filosofía, de una religión, de una teleología, respetando una concepción del hombre y del Estado que sedimentan esa cultura; y como todo proceso, la democracia tuvo su largo período de gestación, la cual embargó a sus padres de dolores, enfrentamientos e incertidumbres, pero al igual que un ser vivo, una idea o una ideología, el engendrado lleva consigo los genes de sus progenitores, es decir, que la democracia es apodícticamente una heredera de la idiosincrasia de EE.UU. y los países de Europa Occidental.
Empero, ser la democracia una creación cultural occidental, ella es digna de adoptarse y adaptarse, no traspolarse, a todas las sociedades sin diferenciar civilizaciones, ya que contiene un elemento que la hace maleable y única, que es su centro, que es el código de sus genes, este es EL RESPETO A LA LIBERTAD DE CADA PERSONA, lo cual se puede honrar sólo si todos están convencidos que su libertad tiene un limite infranqueable y vivificador, la libertad de los otros; y que a cada DERECHO que me asiste, se le contrapone un DEBER, que no es una carga ni algo tedioso y negativo, sino el reaseguro de que todos los derechos serán respetados.
Los fundamentos sobre los cuales descansa la democracia son aceptados por casi todos los partidos y movimientos políticos islámicos como forma de organizar políticamente a sus sociedades, y al acto eleccionario, como el medio a través del cual alcanzar el poder y de someterse a la voluntad de los ciudadanos, esto se ve corroborado con la participación en las escasas elecciones que han tenido lugar en los países de la región donde existen mayoría de musulmanes, como ser, Turquía, Palestina, Irán, Egipto y Argelia.
Es de esperar que del fomento de la democratización, el imperio de la ley, el respeto de los derechos individuales, el diálogo con los movimientos islámicos, la organización de una prensa independiente de la órbita estatal y el multipartidismo; veremos surgir partidos y/o movimientos políticos islámicos que competirán por el poder, ya que desde la década del setenta vienen creándose y fortaleciéndose, pero es la única forma de incorporar a un proceso de legalidad a estos y poder sentar a la mesa del diálogo a representantes legítimos de una porción importante de la población, como de sus intereses (6).
¿Pero cuál o cuáles son los argumentos que se blanden contra lo expresado?. El que a menudo esgrimen quienes sostienen que no debe alentarse el multipartidismo y la democratización de las sociedades de la región, consiste en sostener que de llegar al poder partidos islámicos, impedirán el normal fortalecimiento y desenvolvimiento de las estructuras que sostienen a la democracia, se apartarán de ella para fundar un Estado Teocrático, aplicarán la Sharia, violarán toda clase de derechos y libertades, se opondrán al poder de EE.UU., incluso podrían tratar de desestabilizarlo, al igual que a Israel, a través de la fuerza bélica.
Si escudriñamos los hechos reales y nos esforzamos por ser imparciales, podremos observar lo inconducente de los argumentos que a diario escuchamos, ya que la Sharia se aplica indistintamente en Estados aliados como enemigos declarados de occidente, Arabia Saudita e Irán, respectivamente. Que la negación de la democracia ha sido y es una constante en los países de la región, no obstante, ser muchos pro occidentales, como Egipto, Arabia Saudita, Kuwait o Jordania. Que de resultar ganadores de las elecciones, mutarán hacia un régimen Teocrático, aunque el único Estado de esas características en la región no ha sido el resultado indeseado de elecciones democráticas sino el resultado de la corrupción moral y material enquistada en un Estado extremadamente occidentalizado y socio de EE.UU., como lo fue el Irán del Sha Reza Pahlevi. La negación y vulneración de todos los derechos fundamentales del hombre son cosa cotidiana en países como Arabia Saudita, Israel, Egipto, Argelia o el ahora anatematizado Irak, los cuales nunca son objeto de reprimendas por parte de las potencias occidentales o de los organismos internacionales. Como excelentes mercaderes, los árabes han logrado exportar la amenaza islámica creando un halo de malignidad destructiva y potencial chantaje en materia petrolera sobre los movimientos y lideres religiosos.(7)
Por lo tanto, la única potencial consecuencia cierta que vaya a tener lugar sea la de Estados menos comprometidos a seguir como vasallos de EE.UU. y defensores de sus intereses, y sí dispuestos a exigirle compartir parte de su poderío político, económico, financiero, tecnológico, etc., aunque pretender que los indignos y cobardes ataques terroristas serían un medio para alcanzar dichos fines, está tan lejos como lo está el egoísmo de la caridad.
De continuar esta situación donde los movimientos, partidos y lideres musulmanes no se oponen a la democratización de sus sociedades, pero se les niega la posibilidad de organizarse para democratizarlas, se profundizará el desprestigio al que se está sometiendo al concepto de democracia en el ideal de los ciudadanos de estos Estados, ya que pareciera que ella apaña las desigualdades, las injusticias, las prebendas, los privilegios; que el juego democrático no consiste en elegir libremente a quienes van a gobernar sino que gobiernan quienes hacen primar los intereses de EE.UU. por sobre los intereses nacionales; se asociará a la democracia a una forma de neocolonialismo.
Paralelamente a este proceso, también observamos que EE.UU. hace caso omiso a ciertas realidades que se suceden en los países de la región, como ser, la constante violación de los derechos humanos, la completa falta de libertades políticas, la carencia de organizaciones intermedias libres, la proscripción de la prensa, la conculcación de los derechos de la mujer, la común aplicación de parte de la ley religiosa, etc., empero, dichos Estados y sus gobernantes gozan del beneplácito de la superpontencia, quien los jerarquiza, con lo que parecería ser una norma ISO 9.000 de la política, cuando los califica de democráticos, libres y respetuosos de los derechos humanos y de las minorías.(8)
Con asiduidad advertimos que en los países de la región los líderes e integrantes de los partidos y/o movimientos islámicos son detenidos, encarcelados, deportados, asesinados o desconocida su legitimidad obtenida de la participación en elecciones, éste hecho reiterado en el tiempo como en el espectro de los países, empeora drásticamente la situación y corroe toda posibilidad de diálogo y de esperanza de alcanzar una solución definitiva. El atentar contra los líderes, es igual que decapitar al órgano racional de estos movimientos, y así nos encontramos frente a un cuerpo que será guiado por un corazón que sabe de ímpetu violento y respuestas irracionales.
Generalmente, al cercenarse a la cúpula política de los partidos y/o movimientos, se vigoriza, adrede o no, al ala inclinada a la lucha armada dentro de ellos, la que propugna alcanzar el poder por la fuerza(9), aquella que no se detiene a plantearse la legalidad o no de sus medios y fines, como asimismo, la necesidad de legitimidad que avalen sus proyectos de organización de la sociedad y del Estado.
Esa actitud de negación respecto de los lideres y del ala política y legalista, que prohijan los gobiernos de los países de la región, muchas veces con la anuencia implícita o explícita de gobiernos extranjeros; apareja indefectiblemente el inicio o la escalada de la violencia en los propios Estados como en el extranjero. Asimismo, observamos que se multiplican los discursos y diatribas a favor de la idea que la soberanía sólo deviene de Dios, y por ende, se subraya la inaplicabilidad de los principios que sustentan la democracia. Todo lo cual, se convierte en una profesión autocumplida de aquellos que pregonan que los movimientos islámicos no son interlocutores válidos, que son generadores de violencia y desprecian a occidente, sumando a sus dichos la siempre urticante y sensible cuestión de que se está frente a una posible guerra santa por ser la potencias occidentales cristianas.
Frente al hecho de que un partido o movimiento islámico ganara unas elecciones libres y multipartidistas, debe ser EE.UU. el primer interesado en evitar que se desobedezca la voluntad popular y la legitimación que envuelve a los legisladores y/o gobernantes electos. Deberá reconocer al nuevo gobierno electo, como también, respetar la promoción de sus intereses nacionales e internacionales, aunque se opongan o compitan con los suyos, no debe intentar desestabilizarlo, como en otras oportunidades ha hecho, debe aprender, y más aún, practicar una política que a través del diálogo, la buena fe, el trato justo y la observancia de los principios del derecho natural logre crear un ámbito de beneficios mutuos.
Cumpliendo todos con sus deberes, con certeza podrá aspirarse a hacer de la región en estudio una zona donde prime el diálogo interconfesional, se definan los límites territoriales de los Estados y se consolide la paz y la seguridad a través del reconocimiento del derecho de todos los actores involucrados, no parecen objetivos inalcanzable cuando observamos que cristianos, musulmanes y judíos vivían en armonía y respeto hace 7 u 8 décadas atrás.
BIBLIOGRAFIA:
AUTORES VARIOS: "El Islam ante el nuevo orden mundial"; Ed. Barbarroja, Madrid, España, 1996.
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BRIEGER, Pedro: "¿Guerra Santa o Lucha Política?: entrevistas y debate sobre el Islam"; Ed. Biblos, Bs. As., Argentina, septiembre 1996.
BURGAT, Francois: "El Islamismo Cara a Cara"; Edicions Bellaterra, Barcelana, España, 1996.
GARAYDY, Roger: "Los Integrismos: ensayo sobre los fundamentalismos en el mundo"; De. Gedisa, Tercera Edición, octubre 1995, Barcelona, España.
HADAR, Leon T.: "What Green Peril?; Foreign Affairs, Spring 1993, Vol. 72 Nº 2.
HUNTINGTON, Samuel P.: "El Choque de Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial"; Ed. Paidós, Bs. As., Argentina, septiembre 1997.
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SOROS, George: "Capitalismo versus Democracica"; Diario La Nación, 21 de Julio de 2000, Bs. As., Argentina, p. 17.
NOTAS
(1) "El concepto de civilización universal es un producto característico de la civilización occidental. En el siglo XIX, la idea de <la responsabilidad del hombre blanco> sirvió para justificar la extensión de la dominación política y económica occidental sobre sociedades no occidentales. A finales del siglo XX, el concepto de civilización universal sirve para justificar la dominación cultural de otras sociedades por parte de Occidente y la necesidad de que dichas sociedades imiten las prácticas e instituciones occidentales". Huntington, Samuel P.: "El Choque de Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial", Ed. Paidós, Bs. As., Argentina, 1997, p. 76.
(2) "La civilización occidental naturalmente es maniquea, propone que hay polos, uno absolutamente bueno y puro y otro absolutamente malo y negativo, violento. Siempre necesita confrontar con un polo contrario para afirmar su pretendida pureza o bondad; esto incluso se ve en el cine estadounidense. Desde la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética ve al Islam como una supuesta amenaza". Brieger, Pedro: "¿Guerra Santa o Lucha Política?: Entrevistas y debate sobre el Islam"; Entrevista al Imam Mahmud Husain, Ed. Biblos, Bs. As., Argentina, 1996, p. 95.
(3) "The Saudi goverment is actually more rigid in its application of Islamic law and more repressive in many respects than the one in Tehran. Saudi Arabia has no form of popular representation, political rights are totally denied to women and non-muslims, and the regime has consistently applied Sharia to criminal justice, ... Its ruler, King Fahd, has publicly stated that the <democratic system that is predominant in the world is not a suitable system for the peoples of our region>, and that <the system of free elections is not suitable to our country>". Hadar, Leon T.: "What Green Peril?", Ed. Foreingn Affairs, Spring 1993, Vol. 72, Nº 2, p. 39.
(4) "Sharia: La ley sagrada del Islam. Basada en los preceptos del Corán y en los Hadith, fue elaborada por los juristas en el transcurso de los siglos". Pipes, Daniel: "El Islam", Edición en cast., Espasa Calpe, Madrid, España, 1987, p. 495.
(5) "Modernización, dicho en pocas palabras, no significa necesariamente occidentalización. Las sociedades no occidentales se pueden modernizar y se han modernizado de hacheo sin abandonar sus propias culturas y sin adoptar indiscriminadamente valores, instituciones y prácticas occidentales. Esto último, desde luego, puede resultar casi imposible; sean cuales sean los obstáculos que las culturas no occidentales plantean a la modernización, palidecen ante los que plantean a la occidentalización.
... La modernización, por el contrario, fortalece esas culturas y reduce el poder relativo de Occidente. En muchos aspectos, el mundo se está haciendo más moderno y menos occidental". Huntington, Samuel P.: "El Choque de Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial", Ed. Paidós, Bs. As., Argentina, 1997, p. 91.
(6) "Para concluir el imposible debate, nos conformaremos con indicar una línea de respuesta que, de hecho, es la de todo este ensayo. Son muchos los que hoy están convencidos de que las posibilidades del proceso reformador y modernizador (y por lo tanto, de una y otra forma, las de la democracia) dependen de que el proceso de reislamización se detenga, o quede relegado fuera del campo de la expresión política. Nosotros, por el contrario, creemos que no hay nada de incompatible entre los dos procesos principales que encontramos hoy en el mundo árabe: por un lado la reconciliación de la doctrina política con las categorías de la cultura musulmana, y por otro la lenta y difícil aparición de conductas pluralistas y tolerantes acordes con el mundo de la democracia". Burgat, Francois: "El Islamismo Cara a Cara"; Ed. Bellaterra - Biblioteca del Islam Contemporáneo, Barcelona, España, 1996, p. 224.
(7) "Creo que el conflicto árabe-israelí juega una función importante para frenar los cambios, y que los dirigentes árabes entendieron que le pueden <vender> la amenaza islamista a los dirigentes occidentales. Hoy, frente a la aspiración de la sociedad a tener más democracia, la mejor manera de evitar la democratización es decir que con ella los islamistas van a llegar al poder. Por esta razón sostienen que deben mantener las dictaduras. Y los occidentales cayeron en esta trampa, sin ver que están preparando la llegada al poder de los islamistas, pero en las peores condiciones. Se puede tomar el caso de Egipto porque es central para Estados Unidos; en Washington hay pánico de lo que pueda pasar, en caso de que los islamistas lleguen al poder. Pero nadie puede controlar por adelantado lo que puede suceder después; esto se vio claramente durante la guerra del golfo". Brieger, Pedro:"Guerrra Santa o Lucha Política? Entrevistas y debate sobre el Islam" Entrevista a Alain Grash, Ed. Biblos, Bs. As., Argentina, 1996, p. 144.
(8) "Pero tampoco basta con ser antiislamista, como lo fue Sadam Husein (en la época de la guerra contra Irán), o anti-Sadam (como el emir de Kuwait), militar o francófono (en Argelia), para formar parte de ese supuesto campo democrático cuyo monopolio otorga Occidente a unos regímenes desacreditados o a las oposiciones laicas marginadas por el avance islamista". Burgat, Francois: "el Islamismo Cara a Cara"; Ed. Bellaterra - Biblioteca del Islam Contemporáneo, Barcelona, España, 1996, p. 225.
(9) "... la lógica de la reislamización <desde arriba> que caracterizó a la década islamista revolucionaria, de mediados de los años setenta a mediados de los ochenta.
Para comprender el desplazamiento de <arriba abajo> que caracteriza a los movimientos de reislamización hacia el final de los ochenta, es preciso remitirse al significado de la <ruptura> islámica (en árabe, uzla o mufasala). Para la mayoría de los discípulos de Sayid Qutb, esta ruptura conducía a la lucha contra la yahiliya encarnada por el déspota impío, seguida de la toma del poder y la instauración de un Estado islámico que aplicaría la Sharia. Los métodos para alcanzar este fin han sido muy diversos, desde la socialización alternativa del grupode Chukri Mustafá hasta el terrorismo, pasando por la constitución de partidos políticos islamistas". Kepel, Gilles: "La Revancha de Dios"; Ed. Anaya & Mario Muchnik, segunda edición en castellano, Salamanca, España, febrero 1995, p. 58.