Terceras Jornadas de Medio Oriente, 9-10 de noviembre de 2000
Estados Unidos y el Medio Oriente después de la Guerra del Golfo.
Departamento de Medio Oriente
Instituto de Relaciones Internacionales
Universidad Nacional de La Plata, República Argentina
LA POLITICA EXTERIOR NORTEAMERICANA EN EL MEDIO ORIENTE; COHERENCIA
Y PREVISIBILIDAD
Matias R. Lobos
Universidad de Buenos Aires
Introducción
La finalidad del presente trabajo consiste en delinear los objetivos y estrategias de la política internacional norteamericana.
La primera sección contiene una exposición de los objetivos que son considerados intereses nacionales vitales por los dirigentes estadounidenses. Se esbozan las estrategias de compromisos selectivos y estados pivot como herramientas políticas concretas para la consecución de los objetivos centrales de la política externa.
La segunda sección intenta trasladar la lógica de la política internacional americana a un ámbito regional como es el Medio Oriente. Se explican las causas de que la mencionada región sea considerada una zona central para la defensa de uno de los intereses nacionales vitales de los EEUU. Como correlato de lo anterior se aborda la teoría de política de Statu Quo como instrumento preciso para la construcción regional de un equilibrio de poder sin fuerzas políticas preponderantes.
La tercera sección ejemplifica con un caso particular la dinámica regional que le imprime al proceso político la diplomacia norteamericana. La evolución desde la posición de respaldo a Irak en la guerra con Irán hacia los acontecimientos bélicos de la Guerra del Golfo es analizada desde el prisma mencionado.
Finalmente se procura determinar las razones que convierten al accionar político internacional norteamericano en un hecho previsible y coherente.
La política exterior de los EEUU: poder compartido con liderazgo norteamericano.
El pensamiento político norteamericano ha sostenido siempre el deseo de luchar por un orden global fundamentado en la democracia, el libre comercio y el derecho internacional. Para ello, ha oscilado entre dos posturas contradictorias. La primera consistió en actuar como faro para el resto de la humanidad, perfeccionando el sistema político democrático en el interior de su nación y asumiendo una política internacional aislacionista. La segunda asumió la premisa de que los EEUU debían asegurar el desarrollo de las democracias en todo el planeta. El intervencionismo norteamericano se justificaba por un mandato imperativo moral superior, por el cual los EEUU debían actuar como cruzados en esta defensa universal de la democracia y el respeto a los derechos humanos (1).
La política de la contención desplegada por los gobiernos norteamericanos, con el objetivo de frenar la expansión comunista en el marco de un orden internacional bipolar, se encuadra perfectamente en la segunda postura de la tradición diplomática norteamericana.
La derrota política y militar sufrida en Vietnam llevó a que EEUU dejara de creer que sus valores e intereses eran aplicables a todo el mundo. El legado de Vietnam más trascendente en la política exterior estadounidense consistió en cuestionar la tradición de "excepcionalidad". La fe casi universal de la singularidad de los valores norteamericanos y su aplicabilidad en todo el mundo dio paso a profundas divisiones en el interior de la opinión pública norteamericana con respecto a la validez de los mencionados valores y a cuán lejos podía llegar la política de intervención para promoverlos y defenderlos (2).
La gestión ejecutiva de Reagan promovió el retorno de la doctrina intervencionista y la superación del "síndrome Vietnam" con una estrategia de aplicación innovadora. La misma consistía en reabrir el espacio para acciones militares unilaterales directas, apoyadas por el Congreso y la opinión pública (Granada y Panamá), con involucramientos breves y con costos modestos. También preveía la intervención norteamericana indirecta, es decir con el aval de sistemas de seguridad colectivos que sustentaran acciones militares multilaterales con liderazgo norteamericano (Guerra del Golfo). La fórmula de poder compartido con liderazgo norteamericano resulta la más conveniente a los intereses norteamericanos en el orden internacional Post – Guerra Fría (3). La toma de decisiones compartida obliga a efectuar una distribución equitativa de las responsabilidades políticas y de los costos materiales. Esto explica la constante presión de los EEUU para que Europa y Japón opten por la alternativa globalista.
La fórmula de poder compartido con liderazgo norteamericano puede ser comprendida como una medida estratégica tendiente a proteger los intereses vitales de los EEUU en un mundo que indefectiblemente dejará de ser unipolar. La caída del Muro, el desmoronamiento del comunismo real en el bloque soviético y el desmembramiento de la URSS fueron acontecimientos que marcaron el inicio de un período transitorio signado por el predominio unipolar hegemónico de los EEUU.
La teoría del equilibrio de poder nos permite entender el tránsito desde el actual orden mundial unipolar hacia otro con varios centros de distribución de poder sobre la base de dos postulados claves. De acuerdo al primero, el desequilibrio actual de poder a favor de EEUU constituye el principal incentivo para la inestabilidad política del sistema internacional. Los países que sustentan un poder abrumador estarán tentados a hacer un mal empleo del mismo, y aun cuando el empleo de ese poder no implique un abuso, los demás países lo considerarán así. Este desequilibrio conducirá a que otros estados, inquietos por la posición dominante de EEUU, comiencen a equiparse como grandes potencias. De acuerdo al segundo, un poder abrumador no atrae sino más bien repele. En el sistema político internacional, es el poder más fuerte el que amenaza a los otros poderes. Los estados que se vean amenazados por el poder hegemónico, si pueden, tenderán a congregarse para enfrentar al poder abrumador que los amenaza (4). El nuevo concepto de defensa anunciado por el presidente electo ruso Vladimir Putin, que facilita el uso de armas nucleares al reservarse el derecho de emplearlas en caso de que todos los otros medios para arreglar la situación se hayan agotado o se hayan revelado ineficaces (5); y el reciente anuncio de la cancillería china de que ese país se aliaría con Moscú si Washington cumple con su plan de construir un sistema de defensa antimisiles (6); son sólo dos ejemplos que ratifican los postulados de la teoría del equilibrio de poder.
Por lo tanto, el excepcionalismo norteamericano será cada vez menos aplicable. Los EEUU conservarán la economía más poderosa del mundo hasta bien entrado el siglo XXI, pero se verán sometidos a una competencia económica y tecnológica que nunca experimentaron durante la Guerra Fría. Los EEUU serán una nación grande y poderosa, pero una nación que tendrá sus iguales. Serán primus inter pares pero serán, no obstante, una nación como otras (7).
El objetivo de los EEUU, en el mediano y largo plazo, consistirá en conservar la actual política de liderazgo norteamericano en el interior de sistemas de seguridad colectivos multilaterales con responsabilidades y estructuras de costos compartidas.
Las estrategias de compromisos selectivos y estados pivot constituyen dos programas de acción concretos para el cumplimiento del objetivo norteamericano.
La estrategia de los compromisos selectivos sostiene que los EEUU solo deben intervenir en aquéllas situaciones internacionales que pongan en peligro el ejercicio de sus intereses nacionales vitales. Estos intereses se reducen esencialmente a tres: primero, la prevención de eventuales ataques con armas de destrucción masiva al territorio de los EEUU; segundo, la consolidación de un equilibrio geoestratégico entre las potencias de Eurasia; y tercero, el suministro regular de producción petrolera a precios estables y razonables (8).
La existencia de armas de destrucción masiva justifica el mantenimiento de las armas nucleares de EEUU, de acuerdo a lo expresado por el secretario de defensa norteamericano Dick Cheney en una exposición ante el Senado en Junio de 1990. En Marzo de 1990, el Informe de Evaluación Militar Neta de Jefes de Estado Mayor Conjunto señala la necesidad de identificar como objetivos de la política externa militar estadounidense a los proliferadores del Tercer Mundo. Allí se subraya la obligación de conservar las armas nucleares estratégicas de los EEUU como mecanismo de defensa militar para enfrentar las amenazas cada vez más concretas por parte del Tercer Mundo (9).
EEUU no puede permitir la aparición de una superpotencia en la esfera euroasiática que altere el actual equilibrio de poder. Alrededor del 75% de la población mundial vive en Eurasia y la mayor parte de la riqueza material se concentra también en ella (60% del PNB del mundo). Las tres cuartas partes de los recursos energéticos conocidos se ubican allí. También es el lugar donde están situados la mayor parte de los estados políticamente activos y dinámicos (10). Los EEUU se ven compelidos a actuar activamente en la dirección de asegurar un sistema de equilibrio de poder en esta zona central que evite la concentración del poder y de los recursos en un solo polo hegemónico.
Los mayores productores de petróleo en el mundo son Rusia y los EEUU. Pero en cuanto a las reservas petroleras, los países árabes de la costa occidental del Golfo Pérsico e Irán concentran alrededor del 70%. Los dos principales productores de petróleo consumen toda su producción, mientras que los estados petroleros del Medio Oriente exportan la mayor parte de su producción. Esta situación convierte a los países occidentales y a Japón en dependientes de las importaciones petroleras provenientes del Medio Oriente (11). La mencionada situación convierte al acceso de las reservas petroleras del Medio Oriente en interés nacional vital de la política norteamericana.
Sostuve que con la estrategia de los compromisos selectivos EEUU se concentra en aquéllas cuestiones que hacen a la defensa de sus intereses nacionales vitales. La intervención norteamericana para la defensa de sus intereses no necesariamente debe efectuarse de manera directa. La estrategia de utilizar alianzas tácticas con estados pivot, que sean los responsables de ejecutar políticas regionales que aseguren la defensa última de los intereses norteamericanos, configura un modelo de intervención estadounidense indirecta.
Un estado pivot es aquél que posee la capacidad de garantizar la estabilidad política regional. Se identifica un estado pivot por su población numerosa, su ubicación geográfica importante y por su potencial económico en su zona de influencia (12). Los EEUU deben formular políticas específicas para cooptar y/o controlar a los estados euroasiáticos claves desde el punto de vista geopolítico (13). La existencia de estados pivot de EEUU también puede ser de gran utilidad para la contención de futuros estados centrales que pretendan convertirse en potencias mundiales a partir de la hegemonía unilateral en el gran tablero euroasiático.
La política norteamericana en el Medio Oriente: la conservación del Statu Quo.
El Medio Oriente constituye uno de los intereses nacionales vitales para los EEUU. En un discurso televisivo del 8 de agosto, el entonces presidente Bush sostuvo, con motivo de la Guerra del Golfo, que estaban en peligro intereses económicos norteamericanos vitales (14). Definí anteriormente que uno de los intereses nacionales vitales de los EEUU radica en el acceso a los recursos energéticos petroleros de manera continua y a precios razonables.
Una política internacional de Statu Quo es aquella que persigue como finalidad manifiesta la conservación de la estructura de distribución de poder existente entre un conjunto de estados determinado (15). El objetivo inmediato de una política de Satu Quo radica en desactivar todo proyecto político que busque la modificación sustancial del equilibrio de poder vigente en un ordenamiento político internacional.
EEUU aplica en la actualidad una política de Statu Quo destinada a preservar el interés nacional vital de los EEUU en la región. La estrategia norteamericana consiste en lograr que ningún poder único llegue a controlar este espacio geopolítico y que la comunidad internacional pueda acceder libremente a ella en el terreno económico y financiero (16).
La política actual de los EEUU continua con extraordinaria coherencia los lineamientos básicos de una política que aplicó con anterioridad en la región. EEUU procuró desmantelar el proyecto de unidad árabe conducido por Nasser desde Egipto en los años cincuenta. El proyecto panárabe consistió en la apelación a la unidad de la extensa nación árabe para superar las confrontaciones políticas intrerestatales de los países de la región. La unidad de los estados de la región, bajo una supuesta identidad nacional homogénea, hubiese posibilitado la concreción de un control político unificado de los recursos petroleros. El desarrollo exitoso de la mencionada experiencia se convirtió en un peligro real para los intereses de EEUU en la zona.
EEUU colabora para la consecución y consolidación de un delicado equilibrio regional, en el cual ningún estado pueda convertirse en potencia regional hegemónica con capacidad para concentrar las reservas petroleras mundiales. No actúa solo en esta política. Turquía (miembro de la OTAN), Arabia Saudita (uno de los principales compradores de armamento estadounidense), Israel (enclave occidental estratégico en el Medio Oriente), y en menor medida Egipto (luego del giro en su política externa con Sadat), mantienen relaciones bilaterales privilegiadas con los EEUU, convirtiéndose de esta forma en pivotes geoestratégicos claves.
En la actualidad, el paradigma panárabe se encuentra muy desarticulado y sin la capacidad de poder aglutinar y movilizar a los estados árabes bajo una consigna unificadora de liberación e independencia. El paradigma con mayor capacidad de movilización es el Islámico. Es también el menos discutido como alternativa regional institucional, en parte porque sus más abiertos defensores son considerados en la actualidad parias internacionales (Irán y Sudán) (17).
El Islam aparece motorizado como un vehículo de cohesión social y política que puede retomar las consignas de independencia y liberación de la dominación de las potencias extranjeras entre los países del mundo árabe e islámico. El Islam reaparece como una verdadera religión política que permite la recuperación de la identidad perdida y el logro del desarrollo económico y social (18).
El resurgimiento islámico emerge en el presente como un movimiento que desafía la occidentalización (no la modernidad) que impusieron las potencias centrales. Este movimiento pretende conseguir la unidad de los pueblos árabes e islámicos utilizando a la religión del Islam como un instrumento de unidad política y cohesión social. En tanto movimiento que busca la unidad política de los países de la región en torno a los postulados religiosos del Islam, es una amenaza para los intereses vitales de los EEUU en la región, ya que la eventual unidad de estos pueblos se traduciría en un control político centralizado de las reservas energéticas.
El resurgimiento islámico representa en la actualidad un peligro potencial y no real para los EEUU. Esto sucede así por tres motivos básicos. El primer motivo consiste en que el movimiento político islámico no es una realidad monolítica homogénea. Por el contrario, la heterogeneidad teológica y la diversidad ideológica son dos de sus características centrales (19). Estas dificultan la ejecución de un programa de acción único y uniforme. El segundo motivo radica en que los grupos islámicos han tenido un papel sumamente activo en la oposición a los gobiernos. Han jugado un rol clave en implantarse en el interior de organizaciones sociales que operan en el terreno de la sociedad civil. Pero a mediados de los noventa solo en Irán y Sudán habían llegado al gobierno grupos islámicos (20). Esto se debe a que la mayoría de los países musulmanes cuentan con regímenes no democráticos: monarquías, sistemas de partido único, regímenes militares, dictaduras personales o una combinación de estos sistemas políticos (21). El tercer motivo estriba en que los grupos islámicos no cuentan con un respaldo social homogéneo. Estos movimientos no reciben mucho apoyo de las elites rurales, los campesinos y la gente mayor. En cambio, reciben un fuerte respaldo de estudiantes e intelectuales, clase media urbana y emigrantes recientes a las ciudades (22). En síntesis, las condiciones políticas internas (heterogeneidad y fragmentación) y las condiciones políticas externas (regímenes políticos internos no democráticos y presión de las potencias extranjeras) convierten al resurgimiento islámico en un paradigma contestatario sin la capacidad de cristalizar su potencial revolucionario en un programa de acción concreto e inmediato.
EEUU ha instrumentado e instrumenta en el Medio Oriente una política de Statu Quo que ha tenido y tiene una única finalidad: la protección sistemática del acceso a las fuentes de reservas petroleras (principal recurso energético hasta dentro de cincuenta años por lo menos). Para ello debe procurar que ningún poder regional (llámese proyecto panárabe, resurgimiento islámico, potencia regional independiente) amenace con conquistar el control político unificado del mencionado recurso económico vital para el desarrollo de la economía norteamericana.
El caso Irak: un estado árabe laico que se proyecta como potencia regional independiente.
El derrocamiento del Sha en Irán en 1979, a través de un proceso revolucionario popular, llevó a la instauración de la Revolución Islámica. Las ideas fundamentales de tal revolución se expandieron por el mundo árabe e islámico. El objetivo de los líderes revolucionarios consistió en convertir a Teherán en un faro ideológico – religioso – político y base logística para los musulmanes que lucharán por conformar un contrapoder al american way of life (23). El gobierno iraní no sólo pretendía expandir su interpretación religiosa del Islam, sino que como consecuencia de ello, pretendía desestabilizar a los regímenes laicos existentes y fomentar la instalación de gobiernos afines al mismo.
La revolución que alentaba la proclamada República Islámica de Irán pretendió presentarse como una alternativa de salvación espiritual y económica para el conjunto de los musulmanes (24).
La expansión de los postulados revolucionarios que emanaban de Teherán se encontró limitada por restricciones ideológicas internas del mundo árabe e islámico y por limitaciones estructurales externas al mismo.
Las restricciones ideológicas internas provinieron de las diferencias ideológicas surgidas del enfrentamiento entre la interpretación shiíta del Islam y la interpretación sunnita. Los iraníes son de nacionalidad persa y sostienen la visión shiíta del Corán. La mayoría de los pueblos árabes son sunnitas.
Estas discrepancias internas tuvieron un efecto devastador sobre la expansión de la revolución iraní en la región. De hecho, salvo contadas excepciones, como el Hezbolá libanés o los líderes de Sudán, muy pocos movimientos islámicos pasaron a formar parte de la expansión ideológica iraní.
Las limitaciones estructurales externas radicaron en la política norteamericana hacia Irán con motivo de su revolución. La expansión iraní amenazaba con modificar profundamente la estructura de distribución del poder en la región. EEUU debía aplicar una política de Statu Quo para conservar el orden político regional establecido. En el contexto de la citada estrategia EEUU respaldó a Irak en su guerra con Irán. El objetivo de los EEUU era que los dos contendientes quedaran seriamente debilitados e incapacitados de proyectarse en su zona de influencia como potencias regionales independientes. Esta premisa puede contribuir al análisis del Irangate, aquélla escandalosa venta de armas a Irán en su conflicto bélico con Irak.
Saddam Hussein, aliado estratégico clave de los EEUU en la contención de la expansión iraní, después de la invasión iraquí a Kuwait, será considerado la nueva amenaza para el "Nuevo Orden Internacional" propulsado desde Washington.
Hussein decide su invasión a Kuwait por varios motivos. La búsqueda del liderazgo regional y la conquista de territorios pueden ser marcados en primer término. En segundo, las necesidades políticas internas del régimen de Bagdad de mantener su estructura militar. Y finalmente, las causas económicas en tercer lugar (25). Con respecto a estas últimas, conviene señalar dos cuestiones claves. La primera de ellas consiste en que Hussein acusa en una asamblea de la Liga Arabe a Kuwait de estar librando una guerra económica en su contra al aumentar la producción petrolera por sobre lo estipulado entre los países productores y provocar la caída internacional del precio del petróleo. La segunda radica en la deuda externa de 35000 millones de dólares que Irak mantenía con Kuwait (la mitad de la deuda externa total de Irak en ese momento) (26).
La invasión de Irak a Kuwait, de acuerdo a algunos analistas, habría estado motivada por una supuesta luz verde dada desde Washington. Al respecto, todavía no existen documentos oficiales que puedan dar crédito a esta versión. También circula la versión de que el plan de Hussein era desmantelar a Arabia Saudita liderando una coalición de estados árabes hostiles a la monarquía saudí. Al respecto, tampoco se puede afirmar con certeza los contenidos de la mencionada hipótesis.
La contención de la expansión iraquí fue producto de limitaciones políticas internas y externas al mundo árabe e islámico.
Las limitaciones internas provinieron de la falta de apoyo del resto de los gobiernos árabes a Irak durante la Guerra del Golfo. Los pivotes geoestratégicos claves de EEUU en la región acataron las disposiciones impartidas por la ONU. Me refiero a Arabia Saudita, Turquía, Egipto (en menor medida) y por supuesto el estado de Israel (enclave occidental central en la región). El gobierno iraní, el coronel Kadafi de Libia y el rey Hussein de Jordania tampoco sostuvieron un respaldo político y militar al accionar del líder iraquí. Hussein intentó involucrar a los gobiernos árabes en el conflicto especulando con una respuesta militar de Israel a los bombardeos lanzados desde Irak. El plan de expandir el conflicto y transformarlo en una disputa regional entre árabes y occidentales fue desbaratado por la estrategia norteamericana de solicitar a Israel que se abstuviera de responder a las agresiones militares.
Las limitaciones externas a la expansión iraquí provinieron del desafío que significaba para la distribución del poder en la región la postura expansionista del régimen militar iraquí.
El entonces presidente Bush sostuvo que el objetivo de los EEUU era la construcción de un nuevo orden internacional libre de la amenaza del terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más seguro en la prosecución de la paz. En el marco de esa nueva construcción, el orden internacional no podía permitir que Irak se tragase a Kuwait y que disponga del poderío económico y militar para intimidar y ejercer coerción sobre sus vecinos (27).
La política exterior norteamericana con motivo de este conflicto, una vez más, consistió en reestructurar el equilibrio regional con una distribución del poder sin actores hegemónicos preponderantes. Una vez más, EEUU aplicaba una política de Statu Quo para detener las modificaciones sustanciales al equilibrio regional de poder que significaba la expansión del poderío económico y militar de Irak.
La postura de los EEUU con respecto a Medio Oriente ha sido, desde los años cincuenta, que las reservas petroleras (las más grandes y baratas del mundo), deben estar controladas por los EEUU y sus aliados occidentales. Lo fundamental es que no podían permitir la aparición de una potencia regional independiente que ponga en peligro el acceso norteamericano a dichas reservas. Esta fue la razón que provocó el enfrentamiento norteamericano con Nasser en los años cincuenta. El tema central para los EEUU es controlar las mayores reservas de energía del mundo. Es sabido que quien controla las ganancias, quien establece los niveles de producción y fija los precios, dentro de unos límites, sin dar mucho margen, dispone de un poderoso instrumento para controlar los asuntos del mundo. EEUU debe asegurarse que el mencionado instrumento esté en manos norteamericanas (28).
El interés nacional vital de los EEUU en la región ha sido que ninguna fuerza política regional independiente (la experiencia panárabe nasserista, los movimientos de resurgimiento islámico o la expansión militar de un estado laico árabe), logre la unificación del control político sobre las reservas petroleras del Medio Oriente. Tal situación provocaría no solo una alteración sustancial de la estructura de distribución del poder regional, sino también mundial.
El interés de los EEUU por la conservación de un delicado equilibrio regional sin potencias excluyentes se demuestra en la política seguida hacia Irak luego de la Guerra de Golfo.
Un Irak totalmente desmembrado implicaría un vacío de poder en la zona que puede ser peligrosamente ocupado por otro estado con pretensión de proyectarse como potencia regional independiente. En los hechos, si a EEUU le hubiese convenido el resquebrajamiento total de Irak, hubiese podido alentar las revueltas políticas internas de los kurdos en el norte de país y de los shiítas en el sur. Pero no lo hizo, en cambio toleró las represiones que Hussein lanzó a los dos mencionadas revueltas. Los EEUU requieren de un Irak debilitado política y militarmente, pero no totalmente desarticulado.
Conclusión: la coherencia y la previsibilidad como rasgos sobresalientes de la política exterior norteamericana.
La política exterior norteamericana encuentra los fundamentos principales de su accionar político en el idealismo y el realismo.
De acuerdo a los postulados idealistas de Wilson; el sistema internacional no debía basarse en el equilibrio de poder, sino en la autodeterminación étnica; su seguridad no debía depender de alianzas militares, sino de una seguridad colectiva; y su diplomacia ya no debía ser dirigida en secreto por expertos, sino sobre la base de acuerdos abiertos (29).
La tradición de "excepcionalidad" de los valores políticos norteamericanos (la de casi universal en la singularidad de los valores políticos norteamericanos y su aplicabilidad en todo el mundo) sustenta la política de cruzados que los gobiernos estadounidenses deben realizar. EEUU actúa conforme a un mandato moral superior que lo obliga a intervenir en cualquier parte del planeta en donde haya que defender la democracia, los derechos humanos y el derecho internacional.
La tradición de "excepcionalidad", la política de cruzados y el sistema internacional basado en la seguridad colectiva y la autodeterminación étnica considero que constituyen los tres elementos centrales del idealismo de la política internacional estadounidense.
El realismo sostiene que el objetivo inmediato de la política internacional, al igual que la política interna, es la lucha por el poder. Las acciones políticas, en el plano interno y en la esfera externa, procuran mantener el poder, aumentarlo o demostrarlo. Las políticas internacionales que intentan conservar la estructura de distribución de poder existente entre los estados son políticas de Statu Quo. Las políticas externas que procuran modificar la mencionada estructura mediante una adquisición progresiva de mayor poder constituyen políticas imperialistas. La naturaleza verdadera de la política de Stau Quo e imperialista se oculta tras justificaciones ideológicas y racionalizaciones (30).
Las contradicciones entre los fundamentos realistas e idealistas en la política exterior norteamericana no debe hacernos suponer que existe una falta de coherencia en la misma. Las verdaderas motivaciones de la política exterior estadounidense deben buscarse en los fundamentos realistas, es decir, la lucha por la adquisición y el mantenimiento del poder. Los postulados idealistas son sumamente eficaces para fundamentar el discurso sobre el cual se estructurará la política exterior. Los principios idealistas sirven para construir un discurso racional que justifica ideológicamente las motivaciones reales de la acción política. La política norteamericana es extremadamente coherente, conduce su accionar concreto por motivaciones realistas, y limita el accionar del idealismo al plano discursivo.
Con respecto a la coherencia de la política exterior de EEUU en materia de intervenciones, Noam Chomsky sostiene: "...Los EEUU actúan de una manera muy coherente ante las agresiones. Son lícitas si benefician los supuestos intereses de los EEUU. Son ilícitas si se oponen a los supuestos intereses de los EEUU. Es así de simple. No hay ninguna incoherencia. ... Su coherencia es casi perfecta. ... " (31).
La previsibilidad es otro rasgo que pretendo destacar como sobresaliente en la política exterior norteamericana.
EEUU, frente a la realidad de recursos finitos y capacidades limitadas, no posee la voluntad política de intervenir en cualquier parte del mundo. De acuerdo a la estrategia de compromisos selectivos expuesta por Robert Art, a los EEUU le conviene implementar una acción política externa selectiva centrada en la defensa de los intereses nacionales vitales. Recordemos que estos intereses son tres: la defensa del territorio norteamericano de ataques con armas de destrucción masiva, el equilibrio de poder en Eurasia y el suministro seguro de petróleo a precios estables (32).
Para finalizar, la coherencia y la previsibilidad de las acciones políticas norteamericanas en el terreno internacional en temas de alta política (temas estratégicos de seguridad nacional en el plano de la defensa militar), no niega la realidad de que los estados no conforman entidades monolíticas. Las agencias gubernamentales heterogéneas de los estados intercambian relaciones y no siempre los objetivos de alta política son los prioritarios. En ciertos momentos políticos se les da prioridad a las cuestiones militares y políticas vinculadas a la seguridad nacional y la defensa estratégica, y en otros, son las relaciones comerciales y económicas las que adquieren preeminencia.
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