Reuniones multilaterales en Arabia Saudita

El último día del mes de mayo se produjeron dos importantes reuniones diplomáticas en el Reino de Arabia Saudita: La cumbre de la Organización de Cooperación Islámica y la del Consejo de Cooperación del Golfo. Muestran el complejo entramado de actores existentes en la región donde se cruzan países árabes, con turcos, con iranios donde conceptos geopolíticos como Medio Oriente, África del Norte, África, Eurasia se superponen creando una realidad que escapa a las simplificaciones.

La 14 º cumbre de la Organización de Cooperación Islámica, que reúne a 57 Estados, estuvo marcada por la tensión entre el presidente entrante (Arabia Saudita) y el saliente (Turquía) por el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en territorio turco.

Varios países miembros de esta organización están pasando por profundas crisis, recordemos los cambios en Sudán y Argelia, el conflicto abierto en Libia, por no mencionar las diversas crisis del continente africano.

Uno de los temas centrales de la agenda fue el tema palestino y particularmente la oposición a la decisión del presidente norteamericano Donald Trump por reconocer las alturas del Golán como territorio israelí. Turquía, durante su presidencia de esta organización, había dado gran importancia al traslado de la Embajada de los Estados Unidos a Jerusalén.

El comunicado final de la cumbre señala su rechazo a los tres principales puntos de la política exterior norteamericana en cuanto a este conflicto: El reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, de las alturas del Golán como territorio israelí y de una propuesta de acuerdo de paz entre israelíes y palestinos que no esté de acuerdo “con los inalienables y legítimos derechos del pueblo palestino” (Punto 6 del comunicado final).

Esta oposición a la política de los Estados Unidos por parte de algunos estados miembros contrasta con la otra reunión que se realizó el mismo día en la misma ciudad de Meca.

Se trata de la reunión de emergencia del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) realizada en la ciudad de Meca (Arabia Saudita) el pasado 31 de mayo resulta de suma importancia para las relaciones regionales de Medio Oriente. La misma fue convocada por el gobierno saudí luego de los ataques a oleoductos en su territorio realizados desde Yemen y a barcos petroleros en las costas de Emiratos Árabes Unidos.

Cualquier problema en la región del golfo, que comprometa la seguridad de la navegación y el comercio libre tendría un impacto directo y negativo en el mercado global de hidrocarburos.

En primer lugar, la cumbre marcó el regreso de Qatar a esa instancia regional de la cual se encontraba separada desde la crisis que se generara entre el gobierno de Doha y los de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, otros dos miembros del CCG conformado por estos tres estados Omán, Bahrein y Kuwait.

En segundo lugar, señala que la crisis inter-árabe se ha convertido en un tema de segundo orden frente al tema de la crisis entre Arabia Saudita e Irán y que el principal interés saudí es lograr un consenso de los países árabes del golfo ante el gobierno de Teherán.

Aunque todavía es precipitado afirmar que el bloqueo impuesto por Arabia Saudita a Qatar va a finalizar lo cierto es que la invitación realizada muestra la percepción saudí del peligro regional ante la crisis desatada por la imposición plena de sanciones norteamericanas a Irán y los anuncios iraníes hacia los otros firmantes del acuerdo nuclear acerca de que se considerará liberado de sus responsabilidades si los demás no cumplen su parte. Si hay sanciones, regresaría el programa nuclear iraní a ponerse en funcionamiento fuera de las garantías y controles de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Así de simple en las palabras, así de complejo en la realidad.

Decimos complejo porque si Irán da ese paso le sería muy difícil desandar el camino. Para Irán no representaría una violación al acuerdo nuclear, sería una violación al esquema mismo de no proliferación global, es decir regresar a enero de 2006 cuando el problema pasó al ámbito del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En ese contexto los Estados que apoyan a Irán no encontrarían incentivos para hacerlo o si los encuentran los costos serían pagados por Teherán.

El mensaje diplomático del CCG hacia Irán ha tenido dos elementos: Por un lado, mostrar unidad (de ahí la importancia de incorporar a Qatar) y en segundo lugar reafirmar su cercanía con los Estados Unidos. Precisamente el punto 8 de la Declaración Final de la Cumbre señala que: Existe un nivel de coordinación y consultas con los Estados Unidos y un reforzamiento del esquema de cooperación estratégico tanto en el ámbito regional (Estados Unidos – CCG) como en el bilateral con cada uno de los Estados miembros de esta organización para asegurar la seguridad y estabilidad regionales.

Hay dos elementos a tener en cuenta: Por un lado, los ataques en Arabia Saudita y en Emiratos Árabes Unidos señalan la tendencia que tendría un conflicto militar: No sería uno tradicional de fuerzas armadas de un estado contra las de otro, con un frente y una retaguardia sino más bien una combinación de fuerzas estatales y paramilitares actuando a nivel regional. Una pesadilla.

El segundo elemento, vinculado con el anterior, es la preocupación de todos los Estados de la región por el inicio de un conflicto bélico ya que sus consecuencias no se limitarían al campo militar sino que el impacto económico tendría un alcance global. Hay mucho interés en disminuir los niveles de tensión. De ahí la proliferación de interesados en mediar entre Estados Unidos e Irán: Irak, Japón, Omán, Rusia.

Incluso Estados Unidos e Irán han disminuido su retórica belicista. Posiblemente haya en estos momentos encuentros que intenten solucionar por medios diplomáticos el conflicto.

Las Declaraciones Finales de las dos Cumbres deben ser vistas como ejemplos de la compleja realidad regional, donde los estados intentan conseguir sus objetivos y asegurar sus intereses en un equilibrio siempre inestable.

Las dos Cumbres realizadas en Arabia Saudita, con su impacto regional y global, contrasta con la escasa o nula cobertura mediática desde Argentina, un país miembros del G-20 y que, como tal, debería generarse un marco de análisis y debate sobre esos temas. Precisamente luego de la cumbre de Japón a finales de este mes será Arabia Saudita el próximo presidente del G-20.

Sin un seguimiento detallado de los desarrollos regionales (en este caso, las dos cumbres) tendríamos una visión sesgada y por ello equivocada. Sin analizar la cada vez más compleja realidad internacional, centrándonos en debates domésticos, nunca podremos generar los anticuerpos necesarios para evitar los problemas derivados de inestabilidades externas que impactan en nuestra economía, seguridad y posibilidades políticas.

No podremos ver las oportunidades que se nos abren ni los peligros que se acercan. El mundo nos seguirá sorprendiendo mientras discutimos detalles.

Paulo Botta
Coordinador
Departamento de Eurasia
IRI – UNLP