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70 años de la República Popular de China

El 1 de octubre de 2019, la República Popular de China cumplió 70 años. La Nueva China, la de la Revolución Comunista, del Gran Salto hacia adelante, de la Revolución Cultural, de la Reforma y Apertura, del socialismo con características chinas, de la economía socialista de mercado, del sueño chino, del desarrollo pacífico, de la nueva normalidad.

Los festejos que tuvieron lugar en honor a este importante aniversario en la Plaza Tian’anmen involucraron a millones de soldados, artistas y espectadores bajo la guía del director artístico que ya había organizado los Juegos Olímpicos del 2008.

Lo que sorprende de esta celebración es el sentimiento colectivo de patriotismo (爱国), un sentimiento auténtico, hacia una organización política que se dirige a la gente, a través de un pueblocentrismo, que coloca a los ciudadanos en el centro de las elecciones del partido, como bien descripto se encuentra en el Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para la nueva era. Este anhelo por la gente incluso se globaliza, a través del llamado constante a construir una comunidad de destino compartido para la humanidad. China, como se destaca en el último Libro Blanco “China y el Mundo en la Nueva Era”, publicado a fines de septiembre de este año, dos días antes de los 70 años de la RPC, «ha encontrado un camino de desarrollo adecuado a sus condiciones reales», que constituye «una oportunidad para el mundo», hacia la construcción de «un mundo próspero y bello que es la aspiración común de todos los pueblos». Y por lo tanto, como conclusión de un silogismo perfecto, «China contribuye a un mundo mejor». Estos son los capítulos del White Paper.

El sentimiento patriótico de los chinos ciertamente depende de la mejora progresiva de la vida que siguió a los 40 años de reforma y apertura celebrados en diciembre de 2018. Más de 800 millones de personas han salido de un estado de pobreza extrema, nuevas leyes y regulaciones, en línea con los tratados internacionales de los derechos humanos han proporcionado protecciones cada vez más avanzadas para la seguridad social, la salud pública, la educación y el trabajo. Lo sorprendente del enfoque chino es la mirada hacia el futuro, que coincide con la atmósfera que se respira al caminar por las calles de Beijing o Shanghai, es decir, la sensación de que todo es posible, todo es modificable, todo fluye (como el panta rei de los antiguos griegos) hacia un objetivo común: una vida digna. Es en este sentido, Xi Jinping dice que «la aspiración de todos los pueblos es común», es en este sentido la retórica occidental de la política de los partidos debe tomarse en serio, lo que en última instancia representaría la verdadera ideología contra la «sóla» capacidad de administrar bien los recursos colectivos, hacia objetivos comunes, hacia el bienestar de todos.

Cuando nos encontramos discutiendo sobre China, a menudo llegamos a la palabra “democracia”. Parecería que en China el desarrollo fue posible precisamente “gracias a”la falta de democracia. Sin embargo, la notable mejora en las condiciones de vida de la población más grande del mundo constituye un resultado no descartable.

Acaso la democratización de la vida del pueblo chino, visible a través del pueblocentrismo de las políticas de los últimos 40 años, pone en tela de juicio el concepto estático de la democracia occidental.

Acaso, la acción indicada por el verbo «democratizar» no implica de manera simplista la libertad de voto, si uno tiene que elegir al candidato menos peor, menos corrupto.

Acaso, como nos avisó Norberto Bobbio, la democracia social es la más difícil, la más efectiva, ya que representa la necesidad de limitar y eliminar progresivamente las diferencias económicas y sociales entre los ciudadanos.

Acaso lo que necesitamos rescatar sobre el desarrollo chino es el “desarrollo humano”, de aquellas personas que han salido de un estado de indigencia absoluta, de una condición de analfabetismo paralizante, de la imposibilidad de construir una vida, una familia.

Acaso lo que necesitamos aprender de China no es aquello simplemente relacionado con inversiones y transacciones comerciales, sino la construcción de un sueño colectivo que pueda realizarse.

Es evidente que en estos 70 años las contradicciones del desarrollo de China son multiples. Sinembargo, cabe preguntarse, en relación a la utopía china que está aquí y ahora, hic et nunc, ¿cuál es la nuestra?

Maria Francesca Staiano
Coordinadora
Centro de Estudios Chinos
IRI – UNLP