el odio y la crueldad. No perduraría”
George Orwell
Lejos de indicar lo que su nombre expresa, este Estado estuvo muy distante a ser democrático y repúblicano. Calificado como un autoritarismo, fue gobernado por cuatro décadas por el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED). Fue impuesto a la socialdemocracia por parte del Partido Comunista para poder mantener su influencia en Berlín.Bien lo definió al sistema autoritario Schedler en su artículo “Elections without democracy: The menú of minupulation” en 2002. El mismo afirmaba que los regímenes autoritarios tratan de conseguir cierta apariencia de legitimidad democrática, para llegar a satisfacer tanto a actores internos como externos. El sueño de los autoritarios es poder cosechar los frutos de la legitimidad sin correr los riesgos de la incertidumbre democrática.
Siguiendo la línea de Schedler, es posible constatar que algunas acciones que llevó a cabo la RDA intentaban mostrar una imagen más democrática. Por ejemplo, cuando decidió permitir la existencia de otros partidos que integraban el “bloque de partidos democráticos antifascistas”; sin embargo, esto sólo era una ilusión pues el poder real sólo lo detentaba el SED. A su vez, y siguiendo el modelo de la URSS, el sistema político alemán era invertido pues el Estado estaba subordinado al Partido y muchos de los cargos que se ejercían en éste, sólo podían ser ocupados por miembros destacados del Partido oficial. En ese mismo sentido, era el Partido el que tomaba las decisiones a nivel administrativo, judicial y legislativo. La censura fue una de las herramientas más utilizadas para luchar contra la oposición, junto con las intervenciones en las comunicaciones y el control intenso del aparato estatal, mediante una de sus grandes armas: la Televisión Pública.
Hacia 1960, entendieron que no podían basarse solo en la fuerza para mantener la legitimidad y entonces crearon mecanismos de premios sociales. Para ampliar la base social, diseñaron un esquema donde aquel que obedecía las medidas impuestas y no atentaba contra la política, tendría una vida asegurada con las necesidades básicas satisfechas. También se amplió el programa de reformas progresistas para la época y, especialmente, se le otorgó un papel preponderante a la mujer, asegurándole trabajo y sueldo, una red de guarderías, anticonceptivos y el acceso al divorcio.
El sistema educativo fue construido sobre los pilares del marxismo-leninismo y en su economía mantuvo un sistema planificado y con un rol intervencionista del Estado. La capital era Berlin Este y su frontera estaba delimitada por la Linea Óder-Neisse.
En materia de derecho internacional, se aplicó contra este Estado, la doctrina Hallstein. Muchos países occidentales no reconocieron a la RDA y la RFA la consideraba un territorio con ocupación extranjera y recién la reconoció hacia 1970.
Con la división de Alemania, las huidas de la RDA hacia la RFA le costaron la vida a muchos ciudadanos alemanes. Esta emigración empezó a costar al gobierno del SED su legitimidad y su credibilidad acerca de la democracia. Hacia 1961, se tomó la decisión de frenarla. Para ello se ejecutó una decisión que conmovió al mundo durante la Guerra Fría. Se trata de la construcción del Muro en Berlín para evitar las fugas de habitantes. Sin embargo, este muro no frenó los intentos de muchos alemanes para abandonar la ciudad. La emigración continuó, pero a un menor ritmo.
En 1990 Alemania se reunificó bajo el nombre de República Federal Alemana.
Aun hoy, los fantasmas del siglo XX siguen golpeando a este país. En 2009, un 20% del electorado habría votado a un personaje que proponía volver a levantar el Muro, sumado al surgimiento de nuevas fuerzas de extrema derecha y una demonización a la democracia cristiana y a la socialdemocracia. En 2017, y por primera vez desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, entró al parlamento un partido xenófobo y antieuropeo; lo hizo con el 13% de los votos.
Recordando hoy, a 70 años, la creación de la RDA debemos prestar atención a la historia para no repetir errores del pasado que nos lleven a lamentarnos con las consecuencias que ello conlleva.
Paula María Espinosa
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP