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El Alba del RCEP: la consolidación de la arquitectura regional comercial del Asia Oriental

Tras un proceso de siete años, en el marco de la trigésimo quinta Cumbre de la ASEAN realizada en Tailandia a principios de noviembre, quince de los dieciséis estados participantes dieron cierre a las negociaciones iniciadas en 2012 en la Cumbre de Camboya, en las que se planteó un acuerdo de libre comercio entre las economías del sudeste asiático (Indonesia, Tailandia, Singapur, Malasia, Filipinas, Vietnam, Myanmar, Camboya, Laos y Brunei) y los seis estados de Asia-Pacífico (Australia, China, India, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda).

Dicho acuerdo, basado en las negociaciones de líderes de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), a diferencia de su antecesores el TPP y el CPTTP, los cuales se limitaban a impulsar los intercambios regionales de la cuenca del océano Pacífico, busca fortalecer las relaciones comerciales entre los países asistentes y mantener el multilateralismo de un tratado que representa el acuerdo económico más importante de los últimos tiempos, cuyos participantes, al contar con casi la mitad de la población mundial y el 30% del PBI, incidirán de manera directa en un contexto global de alta incertidumbre, polarizado por las potencias de China y Estados Unidos.

Si bien la república de China muestra especial interés en el cumplimiento del acuerdo, para encontrar los orígenes del RCEP hay que remontarse al año 2011, cuando el gobierno japonés propuso la conformación de la Asociación Económica Integral del Asia Oriental (CEPEA, por sus siglas en inglés), basada en el mecanismo de la ASEAN+6, luego tomada y reelaborada por la ASEAN. A su vez, el RCEP procura homogeneizar las reglas comerciales surgidas a partir de los acuerdos comerciales bilaterales que la ASEAN, como organización, firmó con China en 2004 (de bienes) y en 2005 (de servicios); con Corea en 2006 (de bienes) y en 2007 (de servicios); con Japón en 2008; con India, con Australia y Nueva Zelanda en 2009. La economía del bloque, a partir de su PBI, es más grande que las economías individuales de la India, de Australia, de Nueva Zelanda o de Corea del Sur, superada solo por China y Japón. En otras palabras, Los acuerdos comerciales rivales también reflejan la competencia estratégica entre Estados Unidos y China por el liderazgo en Asia y el Pacífico.

La India, por su parte, presidida por el líder nacionalista Narendra Modi, resolvió dar un paso al costado por razones de interés nacional, alegando que el acuerdo podría significar una amenaza tanto para la industria del país, en especial por la importación de manufacturas Chinas, como para los sectores de producción agrícola, que encontrarían en naciones como Australia y Nueva Zelanda nuevos competidores para las economías regionales. De alguna manera, la ausencia del gigante asiático merma los alcances del acuerdo, en especial cuando Estados Unidos, desde la asunción de Donald Trump en 2017, disminuyó su participación en los encuentros con los distintos países del bloque asiático, en contraposición a las políticas exteriores llevadas a cabo en la gestión del ex presidente Barack Obama. La unilateralidad de Estados Unidos generó -y genera- gran desconfianza en los países de la región, que encuentran en las reiteradas ausencias del presidente norteamericano, representado en varias oportunidades por su compañero de fórmula Mike Pence, el Consejero de Seguridad Nacional Robert O´Brien y el Secretario de Comercio Wilbur Ross, una clara señal de desinterés que la república de China, principal impulsora del RCEP, supo interpretar como un vacío, o lo que es igual, como una oportunidad para liderar la economía del continente asiático.

En este contexto, el repliegue de Estados Unidos y la iniciativa de China dan pie para entender la decisión de India de abandonar las negociaciones, amparada en la idea que el RCEP profundizaría las dinámicas comerciales del país con el resto de los quince integrantes del acuerdo, con once de los cuales mantiene un saldo comercial deficitario. Es por eso que, entender el proceso desde la perspectiva del enfrentamiento monetario- financiero, económico- productivo, científico- tecnológico, político y medio ambiental entre Estados Unidos y China, tiende a desdibujar y, por consiguiente, a invisibilizar el rol del resto de los actores.
En líneas generales, la eventual firma del RCEP no solo representa una victoria para las políticas exteriores chinas, sino que también es un logro a la integración económica de la región del Asia Oriental en el nuevo orden del Indo-Pacífico. O dicho de otro modo, la derrota del trans-regionalismo económico de la cuenca del Pacífico, impulsado con distintos matices por los Estados Unidos.

Ezequiel Ramoneda
Coordinador
Centro de Estudios del Sudeste Asiático
IRI – UNLP

Agostina Cacault
Coordinadora
Cátedra Libre de la India
IRI – UNLP