¿De dónde surge la frase “Nunca Más”? Miles de artículos narraron la misma anécdota. El rabino Marshall T. Meyer, integrante de la CONADEP, la propuso como título al documento. Meyer evocó la consigna de los judíos que participaron del Levantamiento del gueto de Varsovia, cuando se enfrentaron a los nazis en abril de 1943, durante Pésaj, la Fiesta de la Libertad. El 21 de abril de 1944, un año después, Hannah Arendt escribió en un artículo que un pueblo encuentra el coraje de luchar aunque vislumbre la más mínima chance de éxito. La acción más decidida para defender la libertad, se resume en el grito Nunca Más.
Nunca Más no es una prédica contra la repetición de lo ocurrido, sino un compromiso activo a no olvidarlo frente a quienes lo niegan. El riesgo de la amnesia colectiva es la vulnerabilidad de una comunidad: despojada a una desnudez de elementos para prevenir atrocidades en su contra, tampoco podrá impedirlas cuando se cometan en su nombre.
El conteo de las víctimas, la veracidad de los acontecimientos, las lecturas sobre la participación de gobiernos y comunidades enteras, fueron objeto de acuerdo y de discusión. Pese a incontables documentos, a la supervivencia de sitios donde se perpetraron los crímenes, testimonios de quienes los cometieron, de los sobrevivientes y de quienes los refugiaron, pese a la recuperación de fosas e identificación de víctimas, existen quienes niegan la Shoá.
Esta semana se celebró en Jerusalén, en el Museo Yad Vashem, el Foro Mundial del Holocausto, en ocasión del 75° aniversario de la liberación del campo de concentración Auschwitz-Birkenau. Allí se demostró que la discusión sobre el antisemitismo, el genocidio y el odio está atravesada por múltiples intereses que articulan distintas versiones de Nunca Más.
El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, y el francés, Emmanuel Macron, advirtieron el surgimiento de nuevas formas de antisemitismo. Reconociendo los horrores cometidos por ambas sociedades, los mandatorios asumieron el desafío presente de combatir, desde agresiones cotidianas hasta expresiones políticas que reivindican el nazismo. Para Steinmeier la lección no fue del todo aprendida y, por eso, “Nunca Más” es la única respuesta posible: no puede dejar de ejercitarse la memoria.
La vigencia del antisemitismo recorre partidos que compiten democráticamente en Europa Occidental hasta gobiernos de Europa Central y del Este. Por ejemplo, el presidente Viktor Orbán representa sectores conservadores y racistas de Hungría aunque mantiene una política de presunta “corrección” respecto a la cuestión judía, que facilita un mejor vínculo con Israel y Occidente que el que entabló Andrzej Duda, presidente de Polonia. En 2018, Duda respaldó una enmienda al Acta sobre la Institución de la Memoria Nacional, que criminaliza la vinculación de la participación polaca en los crímenes cometidos durante el nazismo.
A todo esto, Macron señaló que no puede jugarse con la historia, distorsionarla o desafiarla y el Príncipe Carlos se expresó en modo similar. Sin embargo, el Foro terminó siendo el escenario donde se disputaron lecturas sobre la historia. En su discurso, el presidente ruso, Vladimir Putin, enfatizó el rol de quienes lucharon contra los nazis, liberando a sus víctimas, y el de sus colaboradores, cuya crueldad, destacó, fue incluso más cruel que la de los propios oficiales del Tercer Reich. Para Putin, la “memoria del Holocausto seguirá siendo una lección y una advertencia sólo si la verdadera historia es contada, sin omitir los hechos. Desafortunadamente, hoy la cuestión del Holocausto se ha vuelto un tema político”.
Así, el presidente ruso dirigió la cuestión a una disputa que mantiene con su par polaco por establecer con qué ética actuaron ambas naciones durante la Segunda Guerra Mundial, y sobre cómo merecen ser recordadas. Una de las partes sostiene que el pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov de 1939, firmado por Alemania y la Rusia soviética, vuelve a estos actores responsables por la guerra, y por la división y ocupación de Polonia. La otra parte señala que previo a ese acuerdo, otros gobiernos habían negociado con los nazis, y que fue el Ejército Rojo el que liberó a Europa y a los prisioneros de los campos de concentración: es más, que el antisemitismo polaco asistió voluntariosamente a la persecución contra los judíos.
En el Foro, los únicos mandatarios que tendrían oportunidad de dirigirse al público fueron los representantes de Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia e Israel. Pese a que fue invitado, y a que el presidente israelí, Reuven Rivlin, le insistió que habría oportunidad para dar un discurso, Duda no asistió. Por su parte, el primer ministro Benjamin Netanyahu, ofreció un monumento al heroísmo de la resistencia de Leningrado al sitio nazi, en el parque Sacher, cerca de las oficinas de gobierno y de la Corte Suprema. Putin, que negoció con Netanyahu la transferencia de la custodia de iglesias ortodoxas a autoridades rusas, agradeció el gesto.
También compartieron intereses Netanyahu y el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, quien en su discurso pronunció la frase Nunca Más. Trump, de hecho, también la incluyó en un comunicado escrito. Ahora bien, la expresión de la consigna asumió un significado distinto: no sólo referido a la Shoá, sino a la enemistad actual entre estos gobiernos y el de la República Islámica de Irán, al que se acusó por promover el antisemitismo.
La oportunidad de inmiscuir intereses geopolíticos en la discusión del Foro, también sirvió para que Netanyahu redoblara la iniciativa de anexión del Valle del Jordán: esta región se halla dentro de los Territorios Ocupados que los palestinos reclaman, junto a Gaza (donde hubieron protestas contra la realización del Foro) y Jerusalén Este, como parte de un futuro Estado.
Frente a la alteridad con Irán y Palestina, se destaca la visita de Mohammed al-Issa y la comitiva de autoridades islámicas de “mayor” jerarquía en la historia, a Auschwitz. Esto puede interpretarse como una señal del reciente acercamiento entre las monarquías del Golfo e Israel. al-Issa, allegado al príncipe heredero saudí, dirige la Liga Mundial Islámica desde La Meca.
Desde el primer pronunciamiento del Nunca Más, su reverberación ofreció a la humanidad la posibilidad de reconocimiento de un triunfo sobre la injusticia. Desde Varsovia se propagaron levantamientos en distintas localidades y campos de concentración que resultaron infructuosos, pero su fuerza dramática acompañó movimientos que, tiempo después, lucharon contra el terror y el autoritarismo. En nuestro país, esto significó el triunfo sobre la ESMA y los centros clandestinos de detención: implicó la posibilidad, a pesar de tantos obstáculos, de luchar por restituir la identidad de los desaparecidos y establecer que siempre recordaríamos lo ocurrido para jamás regresar a ello. En el Foro por los 75 años de la liberación de Auschwitz-Birkenau, se recordaron los horrores de Bosnia y Rwanda, pero poco se dijo sobre la situación actual en Siria, Libia y Yemen. Sólo el ejercicio activo de la memoria, verdad y justicia pueden lograr que el eco de Varsovia persevere en versiones de la frase como la de Meyer.
Ignacio Rullansky, coordinador del Departamento de Medio Oriente de IRI – UNLP