El pasado 9 de abril tuvo lugar una reunión entre altos funcionarios iraníes y saudíes en Bagdad, Irak.. La relevancia de este encuentro viene dada en razón de que sus protagonistas son dos actores que antagonizan por motivos étnicos, sectarios, ideológicos y políticos. Aún más, se trata de dos países que no mantienen relaciones diplomáticas desde hace ya cinco años, luego del quiebre que se produjese tras la ejecución del clérigo shiíta, Nimr al-Nimr, y el posterior incendio de la embajada saudita en Teherán. En esta dirección, conforme con el diario Financial Times -medio de prensa que informó respecto a este primer encuentro-, los contactos, que están siendo auspiciados por el primer ministro iraquí, Mustafa al-Kadhimi, tendrían como objetivo reestablecer los vínculos entre estas dos potencias regionales.
La rivalidad entre la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita es histórica, sus vínculos se encuentran cimentados en la desconfianza mutua, la competencia entre ambos poderes por imponer su propia visión del Islam y su lucha por el liderazgo regional. Steinberg (2014) y Jahner (2012) sostienen que la rivalidad entre los mismos se acentuó a partir del año 2003, tras la invasión de los Estados Unidas a Irak. Ello en virtud de la desaparición, tras la caída del régimen de Saddam Husseim, del esquema triangular que permitía que los tres grandes poderes del Golfo- Irán, Arabia Saudita e Irak- se balanceasen entre sí para dar lugar a una estructura bipolar, en la cual los dos primeros pasaron a medirse en el escenario regional (Jahner, 2012).
Ahora bien, las relaciones entre Riad y Teherán se deterioraron con el inicio de la primavera árabe. De hecho, el Reino juzgó que las protestas que se iniciaron entre finales de 2010 y principios de 2011 en el escenario de Medio Oriente podrían ser explotadas por su rival con vistas a ganar mayor influencia en la zona. Un temor que, desde el punto de vista saudí, no tardó en convertirse en realidad.
En este marco, hay quienes han llegado hablar de una guerra fría en Medio Oriente (Gause, 2014). En tanto, Arabia Saudita e Irán no se han enfrentado y es poco probable que se vean envueltos en un combate militar en forma directa, si bien se han disputado la capacidad de influir en los sistemas políticos de otros Estados más débiles de la región. Entre ellos, Bahréin, Irak, Siria y Yemen son sólo algunos ejemplos.
Vale detenerse aquí en el caso de Yemen, donde Riad lidera una coalición que busca frenar el avance hutí, cuyo accionar, por cierto, ha recibido fuertes críticas de parte de distintos actores de la comunidad internacional. Según han denunciado las autoridades de Yemen, así como las de Arabia Saudita, los hutíes, reciben apoyo iraní. En efecto, tanto el gobierno de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi como su vecino saudí insisten en que hace años la República Islámica viene brindado respaldo a los hutíes por medio del aprovisionamiento de armas y el entrenamiento a miembros de sus filas. Mientras tanto, Irán niega estas acusaciones y se manifiesta en contra del accionar de la coalición que opera en el país vecino alegando que éste viola el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados y que sus acciones constituyen un grave crimen (Kirkpatrick, 2015).
Lo cierto es que el encuentro del 9 de abril representó una instancia en la cual el reino, agotado de participar en una guerra que sólo le ha traído dolores de cabeza al príncipe heredero Mohamed bin Salman -atendiendo a que los hutíes han logrado atacar ciudades e, incluso, infraestructura estratégica saudí- busca encontrar un camino que le permita retirarse de este conflicto con la frente en alto. Más aún, tras la llegada al poder del presidente de los EE.UU., Joe Biden, quien ha hecho manifiesta su voluntad de repensar sus relaciones con su aliado sunní. De hecho, diversas fuentes dan cuenta de que el conflicto en Yemen fue uno de los temas abordados en el referido encuentro.
De esta forma, para entender por qué se arriba a este primer contacto en cinco años, no sólo debe atenderse al escenario yemení sino que, por el contrario, todo indica que resulta vital atender al cambio de gobierno en los Estados Unidos. Ello en función de que, desde su llegada al poder, y como adelantó durante su campaña, el presidente Biden ha intentado tomar distancia de las políticas adoptadas por Trump en Medio Oriente -por ejemplo, buscando abrir la puerta para reflotar el acuerdo nuclear con Irán-. En dicho marco, hasta el momento las negociaciones entre Washington y Teherán se han desarrollado en forma indirecta en la ciudad de Viena. A su vez, el reino saudí busca un espacio en la mesa de negociación que le permita abordar cuestiones tales como el programa misilístico iraní y el apoyo a sus regímenes aliados.
Para concluir, resta por ver cuál será el impacto sobre este incipiente acercamiento de la decisión de Irán que enriquecer uranio al 60%, una medida adoptada luego del ataque que sufrieron sus instalaciones nucleares en Natanz el pasado 11 de abril y hecho por el cual la República Islámica culpa a Israel, un actor que, tras la firma de los acuerdos Abraham, podría suponerse más próximo al reino saudita.
Bibliografía
GAUSE, Gregory (2014), “Beyond sectarianism: the new Middle East Cold War”, Brooking Doha Center, Analysis Paper, n° 11.
JAHNER, Ariel. Saudi Arabia and Iran: The struggle for power and influence in the Gulf, International Affairs Review, vol. XX, nº 2, spring, 2012.
STEINBERG, Guido. Leading the counter-revolution. Saudi Arabia and the arab spring, Stiftung Wissenschaft und Politik German Institute for International and Security Affairs, SWP Research Paper, Berlin, June, 2014.
KIRKPATRICK, D. Tensions Between Iran and Saudi Arabia Deepen Over Conflict in Yemen, The New York Times, 9th of April 2015.
Ornela Fabani
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI – UNLP