La experiencia del gobierno técnico conducido por Mario Draghi desde febrero de 2021 concluyó. El presidente Mattarella lo había nombrado para llevar adelante las reformas que permitieran a Italia obtener más de 200.000 millones de euros asignados por la Comisión Europea en su plan de recuperación post pandemia Next Generation EU, y concretar el plan de vacunación contra la COVID-19. Dos objetivos para los que el ex gobernador del Banco Central Europeo había logrado amplio consenso: todos los partidos presentes en el parlamento, salvo la extrema derecha de Fratelli d’Italia, apoyaron al primer ministro Draghi.
Fue el cuarto gobierno técnico de la historia de Italia (luego de los de Carlo Azelio Ciampi 1993-1994, Lamberto Dini 1995-1996 y Mario Monti en 2011), un instrumento al que el presidente de la República recurre cuando los consensos entre las fuerzas políticas del parlamento son mínimos y ninguna de ellas cuenta con el aval de las demás para posicionar un primer ministro. Draghi no pertenecía a ningún partido pero formó un gobierno compuesto por miembros de (casi) todo el espectro político. Sin embargo, la del primer ministro se convirtió pronto en una gestión con una fuerte orientación política, empujado especialmente por las circunstancias: la invasión rusa en Ucrania llevó el ejecutivo a renovar su compromiso con la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y su estrecha relación con Washington, algo deslucida durante el primer gobierno de Giuseppe Conte que llevó a Italia a convertirse en el primer país europeo en entrar oficialmente en la Belt and Road Initiative de China. Asimismo, el gobierno Draghi también encauzó al país con sus compromisos europeos, que habían entrado en tensión a causa del intento de Roma de rever los límites al déficit impuestos por Bruselas. En el ámbito doméstico se impuso una mayor disciplina fiscal en detrimento de algunas políticas sociales ensayadas con los ejecutivos anteriores.
Un programa que, a la hora de refrendar consensos en las urnas, premió a algunas de las fuerzas políticas del gobierno y castigó a otras. Las elecciones regionales, provinciales y municipales que se realizaron en el último año marcaron un fuerte revés para el Movimento 5 Stelle (M5S) y la extrema derecha de La Lega. El caso del M5S es quizás de lo más ilustrativo de la crisis de representación que vive la política italiana. En las elecciones parlamentarias de 2018 fue el partido más votado, y formó parte de los tres gobiernos que se formaron desde entonces (dos con Conte a la cabeza, hoy líder político del M5S y el de Draghi). Pero las desavenencias internas, las inconsistencias en la dirección del partido y las peleas, llevaron a la principal fuerza parlamentaria de Italia a un lento desmembramiento: el 54% de los diputados, y el 45% de los senadores elegidos en 2018 por el M5S hoy pertenecen a otros partidos, o generaron grupos unipersonales en sus cámaras. La dirección del M5S entendió que esta debacle estaba ligada a su pertenencia a un gobierno guiado por un hombre, Draghi, que representaba ese sistema que el movimiento se había prefijado destruir en sus orígenes. El M5S fue desde un principio un partido antisistema que se presentó como alternativa a todos los partidos con los que compartió gobierno desde 2018. La decisión de este partido de romper con Draghi fue la que originó la crisis de gobierno.
La derecha se encargó de rematar lo que habían comenzado los “antisistema”. Desde su Villa Grande, rebautizada Villa Zeffirelli en honor al director de cine que la habitó hasta su muerte, el ex primer ministro, Silvio Berlusconi, ordenó a los senadores de la coalición conservadora retirar su apoyo al gobierno Draghi, junto con Matteo Salvini, el líder de La Lega. Éste había visto su aprobación en los sondeos derrumbarse por el mismo motivo que el M5S, su apoyo a un gobierno técnico, europeísta y atlantista, luego de años de campaña contra el Euro y el apoyo explícito recibido por Rusia Unida, el partido de Vladimir Putin.
En los días previos e inmediatamente posteriores a la caída del gobierno Draghi, hubo llamados por parte de diversos actores de la política internacional para sostener al banquero central -como él mismo suele presentarse- al mando del gobierno italiano. El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky expresó[1] su gratitud al ex primer ministro ni bien se conoció la noticia de su renuncia, y el influyente economista francés, Pierre Moscovici[2], le dedicó palabras halagadoras en sus redes sociales. A fomentar la preocupación por la colocación internacional de Italia en la era post Draghi fue el asesor especial de Barack Obama y ex director de Asuntos Europeos en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Charles Kupchan, que en una entrevista al diario La República sostuvo que la caída de Draghi “inflige un duro golpe a Italia, a la UE y la coalición transatlántica que apoyó a Ucrania frente a la agresión rusa”[3]. El diario francés Le Monde llamó inclusive a “los italianos europeistas a movilizarse”[4] para evitar un escenario de pesadilla para Europa.
M5S y La Lega, además de ser partícipes necesarios en el hundimiento del gobierno Draghi, comparten el hecho de ser los dos partidos que más han puesto en tensión algunos de los axiomas de la cultura política italiana en los últimos veinte años. La cultura política dominante en Italia desde la segunda mitad del siglo XX siempre ha estado ligada a su compromiso con Europa Occidental y la OTAN como una premisa que sólo el Partido Comunista Italiano (PCI, el más grande del continente por fuera de la URSS) se atrevía a cuestionar. Luego de la disolución de la Unión Soviética y la implosión del PCI, todas las fuerzas políticas parlamentarias mantuvieron al “euroatlantismo” como norte en su acción internacional. La Lega (antes Lega Nord) fue el primer partido con representación nacional y presencia institucional en rechazar el Euro y poner en cuestión la pertenencia italiana en la Unión Europea. Varios integrantes de la cúpula del partido están procesados desde 2019 por haber recibido fondos de Rusia para la campaña por las elecciones europeas de ese año. En el programa presentado por el M5S de cara a las elecciones europeas de 2014, el partido promovía la realización de un referéndum sobre la permanencia de Italia en la Zona Euro. En 2015 el entonces líder político del partido, Luigi Di Maio -canciller en el gobierno Draghi-, había condenado las sanciones occidentales contra Moscú por la anexión de Crimea por considerar que afectaban las actividades de las Pymes italianas. Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, tiene inclusive una amistad de larga data con el presidente ruso. El magnate de los medios y la construcción suele vanagloriarse con la idea -toda suya- de haber sido “el hombre que puso fin a la guerra fría”. Fue bajo su gobierno que, por primera vez, Vladimir Putin y George W. Bush estrecharon sus manos públicamente, en el aeropuerto militar de Pratica di Mare, en la periferia de Roma en mayo del 2000.
En las elecciones de 2018 Lega y M5S fueron los partidos más votados, y contra todos los pronósticos sellaron una alianza para introducir una agenda en abierta contradicción con la colocación internacional de Italia. Por ello la llegada de Draghi al gobierno representó un verdadero alivio para Washington y Bruselas, que hoy ven con gran preocupación el panorama electoral italiano.
Las encuestas revelan que el partido con más intención de voto hoy es Fratelli d’Italia (FdI), una formación heredera del Movimento Sociale Italiano, el partido que durante la guerra fría representó a los nostálgicos del fascismo y que se coloca hoy en la extrema derecha del espectro político italiano. Su líder es Giorgia Meloni, principal aliada de Vox en Europa. Pero a diferencia de la mayoría de los partidos de la derecha extrema del continente (incluyendo La Lega), FdI tomó una posición muy clara sobre Rusia: condenó la invasión de Ucrania y apoyó la cooperación militar brindada por el gobierno Draghi a Kiev. La coalición formada por Lega, FdI y Forza Italia de Silvio Berlusconi es, según todas las encuestas, la que gobernará el país luego de las elecciones del 25 de septiembre, y sólo resta saber cuál de los tres líderes ocupará el rol de primer ministro. El New York Times[5] publicó un editorial lapidario sobre un posible gobierno liderado por Meloni, hablando abiertamente de deriva fascista para la tercera economía de la UE. El programa de FdI sostiene el “universalismo de la cruz”, se lanza contra el supuesto “complot internacional” de la “ideología de género”, y advierte sobre la “invasión” del islamismo en Europa a través de la inmigración. Sin embargo, el euroatlantismo italiano, en esta coyuntura tan marcada por la situación ucraniana, no correría mayores peligros, y un acercamiento entre Roma y Moscú no sería predecible en un gobierno traccionado por el post-fascismo de Meloni.
El panorama electoral se completa con la constelación de partidos que ocupan el centro y el centro-izquierda del espectro político italiano. Destaca el Partido Demócrata (PD), técnicamente heredero del PCI pero volcado completamente sobre posiciones en favor del establishment económico. Se presenta como el abanderado de la Agenda Draghi, y hasta plantea la posibilidad de formar una nueva coalición que reposicione al banquero central como primer ministro, esta vez a la cabeza de un gobierno político, y no técnico. El M5S, que araña el 10% de la intención de voto, correrá solo en estas elecciones intentando posicionarse a la izquierda de los demás partidos y resolver sus múltiples crisis internas. Y luego media docena de partidos de centro que apuntan a llegar al 4% necesario para poder tener algún representante en el parlamento. Imposible pensar en un “frente republicano” como en el caso francés entonces. Y el futuro próximo de Italia se cocina nuevamente en las reuniones de Villa Zeffirelli, en las semanas que le quedan al verano más cálido de las últimas décadas en el país.
Referencias:
[1] https://twitter.com/ZelenskyyUa/status/1550067427827933186
[2] https://twitter.com/pierremoscovici/status/1550025631479595010
[3] https://www.repubblica.it/esteri/2022/07/15/news/gli_usa_la_sua_una_guida_determinante_kupchan_lultima_cosa_che_ci_voleva-357850486/
[4] https://www.lemonde.fr/idees/article/2022/07/21/la-fin-de-l-ere-de-draghi-en-italie-un-choc-pour-toute-l-europe_6135623_3232.html
[5] https://www.nytimes.com/2022/07/22/opinion/italy-draghi-meloni-government.html
Federico Larsen
Integrante
Departamento de Europa
IRI – UNLP