Este domingo serán las elecciones presidenciales en la República Federativa de Brasil. Más allá de la particularidad de que el líder del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, sigue encarcelado y será representado en las urnas por Fernando Haddad; el foco de este sufragio parecería estar por estas semanas en otro aspecto de la disputa electoral y del potencial futuro democrático de nuestro vecino.
Como en tantos otros momentos cruciales de la historia, donde las mujeres latinoamericanas nos autoconvocamos y expresamos en el espacio público contra distintas formas de opresión y violencia, ahora son nuestras hermanas brasileñas las que se encuentran protagonizando esta resistencia contra el conservadurismo más recalcitrante: “el Trump sudamericano”. Por eso, su campaña en las redes y en las calles, bajo la consigna #ELENÃO (#Él no), atravesó las fronteras.
Y es que el candidato de la ultraderecha, Jair Bolsonaro, sigue subiendo en las encuestas de opinión respecto al candidato de la izquierda, Haddad. Lo preocupante de este personaje, que cuenta con denuncias por violencia de género y es defensor de las dictaduras, es que –además- tiene un evidente perfil misógino, racista y homofóbico.
Hace unos pocos meses, cuando entrevisté a María Sylvia Aparecida de Oliveira, Presidenta del Geledés (Instituto de la Mujer Negra) en San Pablo, sostuvo que actualmente son 51 millones las mujeres negras en Brasil (más que toda la población argentina). Un porcentaje altísimo de ellas aún ocupan los cargos de más bajo estatus y remuneración, por los prejuicios que aún perduran en un país que recién hacia fines del s. XIX puso fin al esclavismo.
Me preocupa pensar cuál será el destino para estas brasileñas que ya de por sí, por el hecho de existir en una de nuestras sociedades patriarcales y colonialistas, sufren la triple discriminación de la que tantas/os autores/as hablan: pobres, negras y mujeres.
¿Y si además son lesbianas o responden a otra identidad de género no binaria? Recuerdo cuando en Río de Janeiro, Taniâ de Paula, concejala y amiga de Marielle Franco afirmó que para un país como Brasil, que aún no supera el racismo y donde el poder de los fundamentalismos avanza, ser mujer negra, pobre y lesbiana era sinónimo de ser algo muy poco deseado, era casi un delito. Y si encima te interesa la política para intentar cambiar tu realidad y la de otros/as, seguramente te convertirás en una persona que el sistema intente callar (a veces, de forma definitiva).
¿Qué expectativas podemos tener con un potencial presidente brasileño como Bolsonaro? No lo sé, sólo tengo claro que si él gana, la democracia pierde. Si él gana, las/os campesinas/os pierden; los pueblos originarios, pierden; las mujeres, pierden; el colectivo LGBTI+, pierde; los derechos humanos, pierden; los y las trabajadores pierden; la lucha contra la xenofobia y la misoginia, pierde. Por eso, él no.
Dulce Daniela Chaves