Con 61 votos a favor y 20 en contra se concretó en el día de ayer la destitución por parte del Senado, de la presidenta de la República, Dilma Rousef, quien había sido elegida por voto popular en el año 2014.
El proceso de impeachment o juicio político fue largo y confuso, y se lo podría calificar como “golpe parlamentario” o “golpe blando”, ya que a pesar de que Dilma tuvo las garantías constitucionales del debido proceso, no quedó claramente probado en el juicio que haya cometido un delito de responsabilidad que habilitara dicha separación del cargo, sino que fue acusada de presuntas irregularidades en el manejo del presupuesto.
Dilma enfrentó en su segundo mandato diversos problemas, en el orden económico: recesión, inflación y estancamiento del crecimiento, entre otros; y en el orden político, la coalición que la acompañó en la campaña para asumir la presidencia, comenzó a diferenciarse del PT, aislándolo. Recordemos que en esa coalición convivían sectores de izquierda hasta partidos de centro derecha, como el PMDB de Michel Temer, que provocó la ruptura de dicha alianza.
Las denuncias por corrupción, implicaron a varios funcionarios tanto del PT tanto como del PMDB y de otros partidos. La paradoja es que a Michel Temer se lo vincula con estos casos, en tanto que a Dilma no le han podido probar su participación o complicidad en los procesos de corrupción que se llevan adelante.
En parte eso explica, que en el juicio político que se llevó a cabo, parte de los senadores que votaron favorablemente por la destitución, se pronunciaron en contra de inhibir a Dilma para que pueda ocupar cargos públicos en un futuro, lo que se podría calificar como una suerte de “triunfo” pírrico del PT y de la propia Dilma, sin perjuicio de lo cual es probable que el escándalo de Petrobras pueda seguir alcanzando a nuevos funcionarios y ex funcionarios. El propio Lula Da Silva, quien goza aún de popularidad en gran parte de la opinión pública, enfrenta denuncias relacionadas con la corrupción.
¿Qué futuro le depara a Brasil y a la región?
Temer asume como presidente hasta el año 2018, en cumplimiento del mandato de Dilma. Con un porcentaje muy bajo de apoyo, con ministros acusados de corrupción y varios sectores de la izquierda –ahora opositora- que ya proponen que se adelanten las elecciones presidenciales (lo cual no está previsto en la Constitución nacional).
Es importante mencionar que de realizarse elecciones anticipadas en este momento, según pronósticos del vecino país, ningún posible candidato superaría el 25 % de la intención de voto, lo que da cuenta de una sociedad muy polarizada, enfrentada y afectada por la situación de crisis política y económica, que hasta el momento lleva más de 11 millones de desempleados y dos dígitos de inflación, sin haber llegado al piso aún.
Las reacciones ante esta situación, han sido también polarizadas. En Brasil se efectuaron grandes manifestaciones a favor del PT, y también se vieron expresiones a favor de la destitución. Este último grupo de personas, no necesariamente expresa su apoyo a Michel Temer y eso se refleja en el escaso apoyo que el mismo tiene.
Por otra parte la región también ha tenido posturas encontradas: tres países sudamericanos llamaron a sus embajadores a consulta desde Brasilia, estos son: Venezuela, Bolivia y Ecuador. Por su parte Uruguay no hizo pronunciamientos gubernamentales hasta el momento, lo cual preocupa aún más por la situación interna del Mercosur que ya había tenido su punto más crítico luego de que Uruguay realizara el traspaso de la presidencia pro témpore a Venezuela sin el apoyo de Paraguay y de Brasil.
El gobierno argentino, a través de un comunicado de la Cancillería reconoció al nuevo gobierno y señaló que respeta el proceso institucional y que confía que se consolide la democracia en Brasil. A lo que agregó que “continuará dialogando con las autoridades constituidas para seguir avanzando con el proceso de integración bilateral y regional”.
El escenario interno de Brasil y el escenario regional presentan interrogantes de importancia. A Temer le restan dos años para llevar a cabo las reformas políticas y económicas que propone, sin el apoyo necesario de la población, lo cual abre un interrogante en el futuro interno. Y a nivel regional, los procesos de integración como el Mercosur y la Unasur se verán afectados por los desencuentros de los diversos gobiernos que los componen. Venezuela pierde un aliado regional de importancia y el camino hacia la Alianza del Pacífico quizás comience a despejarse, privilegiando la integración comercial, por sobre la integración de carácter político.
Estas desavenencias que presenta la región sudamericana, con altos índices de pobreza y desigualdad, profundiza las debilidades políticas de la misma, que sumergida en emergencias económicas ha quedando a expensas de los intereses extranjeros con escasa capacidad de negociación.
Laura M. Bono
Laura Bogado Bordazar
Coordinadoras Departamento de América Latina y el Caribe
Cátedra Brasil
IRI – UNLP