Tal como lo indican los protocolos y los usos y costumbres de la corte nipona, a la muerte del emperador Yoshihito, ascendió al trono su primogénito, Hirohito, nieto del emperador Meiji, quien fuera el líder simbólico de la revolución que lleva su nombre.
La figura del emperador tenía carácter divino, era intocable y sagrado, el símbolo supremo de la unidad de la nación japonesa y concentraba los poderes de jefe de estado y comandante supremo del ejército y la marina. Sin embargo, jamás daba una orden directamente, sino a través de un complejo sistema de jerarquías, lo cual configuraba una estructura de hermetismo político, indescifrable para occidente.
El reinado de Hirohito tuvo una vital relevancia debido a los procesos históricos que le tocó atravesar. Entre los principales acontecimientos de ésta época se pueden puntualizar:
– En 1931, tras el anuncio de la “doctrina Amau” que proclamaba el principio de: Asia para los asiáticos, Japón inició un proceso de expansión. En primer término, invadió la península de Manchuria, en el noreste de China, donde instaló un gobierno adicto al que denominó “Imperio del Manchukúo”.
– Desde 1936, y debido a diversas crisis políticas, los principales puestos de gobierno fueron ocupados por jefes de las fuerzas armadas, lo cual, según algunos analistas, disminuyó la influencia política del emperador.
– En 1937, se inició la guerra Sino-Japonesa que habría de continuar durante la 2ª Guerra Mundial.
– Tres años después, Japón suscribió una alianza militar con Italia y Alemania. En ese mismo año, ocupó la Indochina Francesa y empezó a concebir la idea de atacar a los Estados Unidos a fin de eliminar su presencia en el Pacífico. Esto se concretó finalmente el 7 de diciembre de 1941, con el ataque a la base norteamericana de Pearl Harbour, lo que provocó la entrada de Estados Unidos a la guerra.
– Entre 1943 y 1945, el desgaste de las fuerzas japonesas se profundizó. En Agosto de 1945, la URSS le declaró la guerra e invadió el “Manchukúo”. Por su parte, los EEUU lanzaron las bombas atómicas “Little boy y Fatman” en la ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Poco después, el emperador aceptó la rendición y dio un mensaje por radio. Era la primera vez que la población escuchaba la voz de su emperador.
A partir de entonces, Japón fue ocupado por las tropas norteamericanas, lideradas por el comandante en jefe designado, el Gral. Mc Arthur. Los objetivos más importantes de esta ocupación fueron: la democratización del sistema político, la recuperación económica y la instauración de un aliado en la región. Para lograrlo, era fundamental eliminar los vestigios militaristas y ultra nacionalistas de la cultura política, con la
redacción de una nueva constitución. Para ésta tarea y mediante un inédito proceso político, Mc Arthur optó por preservar la figura del emperador, quitándole la responsabilidad política por los crímenes de guerra, lo cual evitó que Hirohito fuese juzgado. A partir de entonces, el emperador perdió su carácter divino y se convirtió en el símbolo del Estado y la unidad del pueblo. El simbólico reinado de Hirohito continuó durante todo el proceso de la Guerra Fría, hasta su muerte en 1989.
Hasta la fecha, su figura continúa generando polémicas entre el relato tradicional y los nuevos planteos revisionistas, que cuestionan su verdadero papel en el proceso de la Segunda Guerra Mundial.
Ismael Elias Adriss
Colaborador de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP