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14 de enero de 1919: asesinato a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, íconos revolucionarios de Alemania

Después de la Primera Guerra Mundial, Alemania se encontraba devastada económicamente y sumergida en una profunda crisis política. En ese contexto, las masas obreras, inspiradas por la Revolución Rusa, intentaron forzar el curso de los acontecimientos. Sin embargo, este sueño terminó, en parte, el 15 de enero de 1919 cuando dos de sus más grandes exponentes, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, fueron asesinados.

Ambos habían nacido en 1871, aunque en entornos y lugares muy diferentes. Liebknecht provenía de la ciudad alemana de Leipzig y era hijo de Wilhelm Liebknecht, reconocido cofundador del Partido Socialdemócrata de Alemania. De profesión abogado, fue encarcelado en 1907 por participar en las huelgas antimilitaristas y,aún estando en prisión, fue elegido representante de la Cámara de Diputados de Prusia. Luxemburgo, por su parte, nació y se crió en la ciudad polaca de Zamość (parte del Imperio Ruso) y desde joven se involucró en diversas agrupaciones de izquierda. Tras exiliarse a los 18 años en Suiza, se formó intelectualmente y emigró a Berlín en 1898, donde continuó una prolífera carrera política dentro del movimiento proletario. De hecho, a pesar de sus posteriores discrepancias, Vladimilir Lenin la bautizó como “el Águila de la Revolución”.

El inicio de la Primera Guerra Mundial fue clave en la vida de ambos. Liebknecht fue el único diputado del Reichstag (parlamento alemán) en votar en contra de las partidas económicas para el ingreso a la contienda. Luxemburgo, por su parte, inició una intensa campaña antimilitarista. Ambos, ya reconocidos referentes del movimiento obrero, fueron encarcelados en 1916. Dos años más tarde, fundaron el movimiento Liga de los Espartaquistas, semilla de lo que luego sería el Partido Comunista Alemán.

Hacia fines de 1918, la situación en Alemania era crítica y la guerra era insostenible. El

9 de noviembre, se firmó el armisticio y el emperador Guillermo II fue forzado a abdicar. Se instauró una República, pero la estabilidad estaba lejos de llegar. Entre el 5 y 12 de enero de 1919, Berlín se sumergió en una huelga general acompañada de fuertes enfrentamientos. Este episodio se conoció posteriormente como el “Levantamiento Espartaquista”. Sin embargo, ni Luxemburgo ni Liebknecht lo convocaron o dirigieron, solo cooperaron con él.

Tan solo dos días después de estos tumultuosos hechos, Luxemburgo y Liebknecht fueron secuestrados, torturados y asesinados. Con su muerte, el sueño revolucionario alemán se marchitó, el fantasma ruso desapareció y se instauró finalmente la República de Weimar.

Jessica E. Petrino
Colaboradora de la Red Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP