Adolf Hitler nació el 20 de abril de 1889 en el seno de una familia humilde. Su educación fue precaria y no siempre estuvo en sus aspiraciones llegar a ser uno de los líderes políticos más influyentes de su tiempo. En su juventud y durante la Primera Guerra Mundial, se alistó en el ejército, donde nacieron sus prejuicios racistas y su idea pangermánica: desde entonces, tuvo un claro objetivo de establecer un “Nuevo
Orden” basado en la absoluta hegemonía de la Alemania Nazi en el continente europeo.
Terminada la guerra, en 1919 Hitler se afilió al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán- precursor del Partido Nazi- y gracias a su excelente oratoria y su capacidad para atraer a las masas, se convirtió en el líder del partido en 1921. El partido rechazaba fervientemente las condiciones por las cuales se firmó la paz en el Tratado de Versalles, las consideraba humillantes para la Gran Alemania. Desde este punto de
vista, las acciones que emprendería iban a ser para reivindicar lo que le quitaron a su nación.
En la tarde del 8 de noviembre de 1923 comienza lo que se conoció en la historia de la humanidad como el Putsch de Múnich, el intento fallido de un Golpe de Estado, Hitler, junto con un grupo de las SA (una suerte de brazo armado del Partido Nacionalsocialista Obrero Aleman), llegó a la cervecería Bürgerbräukeller donde el gobernador de Baviera, Gustav von Kahr, pronunciaba un discurso delante de tres mil personas. Cerca de seiscientos hombres de las SA bloquearon las salidas. Hitler, rodeado por sus copartidarios Hermann Göring, Alfred Rosenberg y Rudolf Hess, entró por la puerta delantera a las 20:30 horas, disparó un tiro al techo y saltó sobre una silla gritando: «¡La revolución nacional ha comenzado!». De inmediato se declaró un gobierno provisional en la misma cervecería.
Al amanecer del 9 de noviembre, las fuerzas del comandante de las SA Ernst Röhm (entre las que se encontraba un joven Heinrich Himmler), siguiendo órdenes de Hitler, ocuparon el Ministerio de Defensa bávaro y se enfrentaron a las fuerzas gubernamentales, sufriendo dos bajas. Mientras tanto, los tres hombres del gobierno retenidos en la Bürgerbräukeller fueron liberados, inmediatamente después de este hecho, dieron órdenes a la Policía de acabar con la revuelta y se mostraron firmes en sus puestos. Ante esta situación, se propone marchar al centro de la ciudad para tomarla, seguros de que su presencia inhibiría a soldados y policías de cualquier acción represiva.
Una vez que la marcha llegó a la entrada de la Odeonsplatz,(plaza de Odeón) justo a la altura del Feldherrnhalle (monumento a los generales alemanes de las guerras patrias) la SA y miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán se encontraron con un grupo de policías que les bloqueaban el paso. Ambos grupos de hombres armados quedaron frente a frente durante unos segundos, hasta que de pronto sonó un disparo y comenzó un importante tiroteo. Hitler y Göring fueron heridos, el último pudo escaparse. Nunca quedó claro quién disparó primero.
Tres días después del Putsch, Hitler y algunos otros conspiradores fueron arrestados por cargos de alta traición, mientras que otros escaparon a Austria. Las oficinas del partido fueron cerradas, y su periódico, el Völkischer Beobachter (El Observador del Pueblo) fue secuestrado y prohibido. Tras un juicio en el que fue tratado con cierta clemencia, cumplió sólo nueve meses, de los cinco años a los que había sido
condenado.
La cárcel en la cual Hitler fue recluido autorizó que recibiera a visitantes casi diariamente y durante muchas horas debido a su cercanía y amistad con hombres muy poderosos y que simpatizaban con sus ideas. Durante este tiempo dictó Mein Kampf a su secretario Rudolf Hess. Libro en el que esclareció y expuso sus ideales para Alemania.
María Sofía Zelaya
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP