El discurso de Javier Milei ante la 79 Asamblea General de las Naciones Unidas
La palabra que mejor califica a la política exterior de la Argentina de hoy es “ignorancia”. Hoy nuestro país lleva adelante una política exterior hecha por personas que claramente son ignorantes y no temen demostrarlo.
El discurso de Javier Milei ante la Asamblea General del 24 de septiembre de 2024 no es más que otra muestra de ello, y estaría reprobado si fuese una exposición que un maestro pide a un estudiante avanzado de secundaria por sus falacias, errores y falta de noción sobre lo que son las Naciones Unidas, sus medios de trabajo y su historia.
El presidente de la Argentina no ha hecho más que repetir las denuncias más básicas sobre los problemas de la organización, que son muchos y graves, entremezclados con errores técnicos y conceptuales graves, exponiendo contradicciones y rompiendo poco de lo que años de malas gestiones de la política internacional aún mantenían vivo en el prestigio internacional de la Argentina.
El presidente ha señalado que la ONU impone un “programa de gobierno supranacional”, lo que implica un absoluto desconocimiento de la idea de supranacionalidad: la ONU es un organismo internacional, no supranacional, y es muy diferente. No entiende Milei, ni su equipo de política exterior, que la ONU no “dicta” documentos, sino que son adoptados por los Estados en el marco que les da la ONU. La ONU no impone, ni podría imponer, agendas a sus Estados miembros.
La Agenda 2030 a la que tanto temor tienen, y que demuestran reiteradamente no haber siquiera leído, no incluye una sola medida que los Estados estén jurídicamente obligados a tomar. Incluye, sí, compromisos políticos de priorizar la lucha contra la pobreza y el hambre, brindar educación de calidad y acceso a servicios de salud para todos, asegurar la disponibilidad de energía suficiente y asequible, el respeto al Estado de derecho, la reducción de las inequidades, también las de género claro está, el acceso al agua potable, la preservación y el cuidado del medio ambiente. ¿Esas son prioridades que resultan repugnantes a la Argentina?
La Cumbre del Futuro y su documento final, el Pacto del Futuro que, por cierto, no requiere ser firmado por nadie, no pretenden “extender” la Agenda 2030 hasta 2045 ni nada parecido. Sería un paso inteligente que los que hacen la política exterior del país leyeran los documentos que van a criticar antes de demostrar su ignorancia de forma tan evidente.
Dijo el presidente que “el colectivismo y el postureo moral de la agenda woke, se han chocado con la realidad, y ya no tienen soluciones creíbles para ofrecer a los problemas reales del mundo”. Me pregunto si sabe que la agenda woke (del inglés “despierta”) se basa en la idea de que las desigualdades no son meros accidentes de corte individual, sino que están arraigadas en estructuras sociales, económicas y políticas. Es una agenda de libertad de la opresión (¿he dicho libertad?) que volvió a tomar fuerza con movimientos como el “Black Live Matters” y el “Mee Too”, que apoyan sus reclamos en derechos humanos, esos mismos que Milei pide a la ONU retomar.
El presidente ha dicho que la ONU, en lugar de enfrentar conflictos cono el de Ucrania, “invierte tiempo y esfuerzo en imponerle a los países pobres, qué y cómo deben producir, con quién vincularse, qué deben comer y en qué creer, como pretende dictar el presente Pacto del Futuro”. El Pacto, como cualquiera puede leer, no dice nada sobre los temas que menciona Milei.
El presidente ha pedido que cuenten con Argentina para defender la libertad, al tiempo que su postura frente al Pacto del Futuro lo ha puesto en un bando minoritario que comparte con algunos de los mayores exponentes internacionales del desprecio por la libertad, entre ellos Rusia y Venezuela, (a quienes mencionó en su discurso como ejemplos de lo que debe evitarse), Nicaragua o Siria. Se ha apartado de las posiciones de Estados Unidos, los países europeos o Canadá, entre otros.
El presidente ha dicho que fue “el abandono de los principios esbozados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, lo que tergiversó el rol de esta institución”. No debe recordar el presidente que la Declaración Universal, de la cual mencionó únicamente el artículo 1, incluye en su artículo 2 la referencia a que toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esa Declaración, sin distinción alguna de, entre otros elementos, su “opinión política”, algo que no se condice con sus comentarios sobre las “ratas” de la izquierda. En realidad, al calificar a los “zurdos” de “ratas” les quita condición humana, por lo que los derechos humanos no los alcanzarían… Tampoco debe recordar que el artículo 22 establece que “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social”, o que el 23 otorga “protección contra el desempleo” y el “derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana”. Tampoco parece saber, a partir de las infundadas críticas a la Agenda 2030 y al trabajo de la ONU, que el artículo 28 establece que “toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”, lo que da base internacional a su odiada idea de justicia social.
El presidente ha hablado de Malvinas como demostración de la incapacidad de la ONU para “defender la soberanía territorial de sus integrantes, como sabemos los argentinos de primera mano en relación con las Islas Malvinas”. Lo ha hecho casi al mismo tiempo que ha acordado con el Reino Unido que se renueven los vuelos desde Brasil hacia las Malvinas haciendo una escala en Argentina y enfrentándose en cada posicionamiento a los países que históricamente acompañaron a la Argentina en su reclamos (esperen a ver lo que ocurrirá cuando se vote la resolución que solicita al gobierno del Reino Unidos volver a la mesa de negociaciones con Argentina por la soberanía de Malvinas y verán las consecuencias de los maltratos de Milei a socios tradicionales del país).
No contento con la cantidad de errores y faltas de precisión en sus palabras, a las que los argentinos ya estamos acostumbrados pero que ahora escala a nivel global, dio un peligroso paso al afirmar que “la República Argentina va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó”. Eso es, definitivamente, una locura que implica no comprender el lugar de la Argentina en el mundo y que traerá unos costes políticos enormes al país en el corto plazo. Con esa afirmación en 15 segundos ha quebrado un principio fundamental de la política exterior argentina que le ha valido reconocimiento y posibilidades de acción en favor de la paz.
El discurso de Milei ante la ONU que escuchamos pasará a la historia como una blasfemia o como una vergüenza internacional. Una vez más, las consecuencias las pagaremos todos los argentinos (y argentinas).
Javier Surasky
Coordinador
Departamento de Cooperación Internacional
IRI-UNLP