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Negacionismo climático y rechazo al multilateralismo: El retiro argentino de la COP29 de Bakú

La Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) se da en un contexto global de creciente emergencia, incremento de las catástrofes, acumulación acelerada de evidencia científica y aumento de la brecha entre las necesidades para enfrentar el reto y los recursos a disposición. Por ello, la COP29 se vislumbraba como una oportunidad para avanzar en algunos aspectos clave para los países en desarrollo. Entre ellos el acceso a financiamiento, tecnología y construcción de capacidades (sobre todo a partir de una Nueva Meta Colectiva y Cuantificable de financiamiento). Por otro lado, en materia de adaptación se esperaba potenciar el trabajo que se viene desarrollando como parte de la Meta Global de Adaptación establecida por el artículo 7 del Acuerdo de París (consistente en aumentar la capacidad de adaptación, fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad al cambio climático con miras a contribuir al desarrollo sostenible y lograr una respuesta de adaptación adecuada).

A pesar de su relevancia para los países en desarrollo, la COP29 no comenzó de buena manera para el mundo, con el triunfo del negacionista Donald Trump en EE.UU. Para Argentina todo fue peor, envalentonando a una gestión con solo un par de aliados a nivel global a reafirmar el rechazo al multilateralismo y la marcha a contramano del mundo.

El abandono de las negociaciones de la COP29 de Bakú, incluso con una delegación ya acreditada, implica mucho más que discusiones en torno al acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, o los posibles impactos comerciales. El retiro pone en coma a la agenda ambiental Argentina, inducido por la profundización del discurso que rechaza la relevancia del ambiente como elemento necesario para el desarrollo, niega el cambio climático, busca desacreditar a los sectores científicos y académicos, promociona retrocesos en los marcos normativos domésticos y, destruye la cartera ambiental nacional.

El cambio climático, una de las principales crisis globales, requiere para su abordaje cultivar una serie de principios y valores que el gobierno nacional rechaza: solidaridad, basamento científico, responsabilidad ambiental y social, multilateralismo, capacidad de conciliación y tolerancia, entre otros.

El cambio climático no es un fenómeno lejano geográfica y temporalmente, no se trata solo de las catastróficas y dolorosas consecuencias de la DANA en España o de las estremecedoras proyecciones futuras, sino de un fenómeno con alcances locales y actuales, observables a lo largo y ancho de Argentina. La bajante del rio Paraná, las pérdidas millonarias en el sector agrícola por inundaciones o sequias, los incendios del Delta, la falta de agua en las regiones cordilleranas por el descenso de las precipitaciones níveas, entre otros, son todos fenómenos profundizados o directamente provocados por el cambio climático.

Negar lo observable y comprobado es rechazar tanto la realidad como la evolución de las discusiones multilaterales de los últimos 60 años, las cuales progresivamente colocaron al ambiente, y particularmente al cambio climático, como tema clave de la agenda. Se trata de una nueva desinteligencia y ridículo global para Argentina, como lo es rechazar la agenda 2030, principal horizonte ambiental en materia de desarrollo sostenible y, requisito base para el dialogo con la mayoría de los actores mundiales de peso.

En términos de negociaciones climáticas no solo supone dejar una silla vacía, sino dinamitar el compromiso transversal a gestiones de distintos colores políticos y el liderazgo en áreas clave de la lucha contra el cambio climático, como la adaptación, principal desafío para un país expuesto a riesgos climáticos y altamente vulnerable, con más de la mitad de la población en la pobreza.

Si bien la salida de este coma inducido a la política climática y ambiental argentina es un horizonte lejano, no todas son malas noticias desde Bakú. Como mencionó el secretario de ONU, António Guterres, en alusión a la inacción climática, poner “un alto a la locura”[1], encuentra un escenario que hoy más que nunca tiene a otros actores como protagonistas. Las ONG y los actores subnacionales (provincias, ciudades, comunidades) tienen una visibilidad cada vez mayor y es en gran medida de ellos de los que depende la implementación de iniciativas con impacto local y el sostenimiento de la voz de nuestro país en los espacios globales de discusión climática.

Joel Hernán González
Coordinador
Departamento de Ambiente y Desarrollo
IRI-UNLP

Referencias

[1] https://news.un.org/es/story/2023/10/1525337