La Declaración Universal de Derechos Humanos firmada en París el 10 de diciembre de 1948 es el instrumento base que garantiza el respeto y dignidad de todas las personas del mundo sin importar su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Incluye los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales que, con posterioridad, se han ido profundizando en una amplia diversidad de instrumentos universales y regionales.
Este año, hoy 10 de diciembre, es un día perfecto para recordar que esta Declaración fue aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas luego del proceso histórico de la Segunda Guerra Mundial en la que se sucedieron secuestros, torturas, persecuciones y asesinatos masivos, entre muchos otros horrores. Hechos que, actualmente, 76 años después, continúan en plena vigencia.
Pese a la inmensidad de conflictos armados que rodean el globo: Rusia-Ucrania, Israel-Territorios Palestinos Ocupados, Siria, y demás, la Declaración no es un mero papel casi octogenario. También, al igual que los horrores, hoy, 76 años después, continúa en plena vigencia.
Los Derechos Humanos son la puerta a la negociación, a la paz, no por la vía del acero, sino por la vía del diálogo. El apartamiento del camino que se marcara hace casi ocho décadas implicaría una caída a un infierno al que se le cerró la puerta en diciembre de 1948.
Las guerras en diferentes puntos del planeta, los flagelos que viven los civiles, muestran lo cerca que se está de ese infierno. Los Estados tienen la obligación moral de revertir, de “pegar el volantazo” y evitar lo que, sin dudas, sería convertir el respeto a la dignidad humana en un sueño inalcanzable.
La Agenda 2030, el Pacto del Futuro, los Objetivos de Desarrollo Sostenible se enmarcan en un cumplimiento al ciento por ciento de la Declaración. Son los objetivos particulares para arribar al objetivo general que se dictara hace más de siete décadas.
“Los Juegos del Hambre” debe seguir siendo una trilogía de libros o de películas; no debemos acercarnos a la frase “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, aunque algunas veces “la realidad supera a la ficción”.
Es momento de que los Estados tengan un efectivo rol activo de cumplimiento de todos los Acuerdos, Declaraciones, Pactos que garantizan los Derechos Humanos. El único problema al que nos enfrentamos para lograrlo son los propios Estados.
Noeli Scarpelli
Coordinadora
Departamento de Derechos Humanos
IRI-UNLP
