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Diplomacia Pública y Poder Nacional

Tradicionalmente se entendía que, para poder ejercer coerción o influencia en el ámbito internacional, los Estados recurren a su poder militar, económico, su peso ideológico y cultural. Para aquellos países que no cuentan con esos factores de poder y con dificultades para marcar su lugar en el mundo, el pragmatismo tiende a triunfar sobre el dogmatismo teórico y normativo. En otras palabras, solamente pueden descansar en su capacidad diplomática para defender sus intereses. Por lo mismo, algunos autores, han distinguido entre los conceptos de poder duro (hard power) y poder blando (soft power), estando el primero relacionado más estrechamente con la capacidad de coerción y fácilmente cuantificables, mientras el segundo descansa mayormente en factores intangibles como el impacto social del comercio, la cultura, la cooperación y la diplomacia, entre otros elementos.

Derivado de lo anterior, la diplomacia pública ha surgido como un instrumento o factor del poder blando, ya que ésta emplea medios ideológicos o culturales, pero no militares o económicos, y puede ser ejercida por agentes no estatales como académicos, artistas, deportistas o estudiantes de intercambio, entre otros. Pese a ser un término reciente en el lenguaje de las Relaciones Internacionales, refleja algo inmanente en la interacción de los diferentes actores internacionales. La capacidad de comunicar, de tejer alianzas para, en un último término, conseguir una mayor influencia en la escena global (independiente de su posición relativa en la comunidad internacional), son los tres elementos de la Diplomacia Pública.[1]

Con lo anterior, la diplomacia pública amplía su campo de actuación. Si el campo de actuación ya se ampliaba desde los representantes oficiales de los Estados a sus élites, hoy se sigue desarrollando hacia una opinión pública, entendida como conversación global (o geográficamente localizada), que afecta a los temas que preocupan directamente a los ciudadanos. Una transformación que se ha visto acelerada por los medios digitales (X), el auge de las televisiones internacionales (CNN y Al Jazeera) y la irrupción de la transparencia en nuestras vidas (Wikileaks). En este marco, es notable observar por ejemplo el diseño y despliegue de la diplomacia pública del Príncipe Heredero de Arabia Saudita Mohammed-bin-Salman, quien ha logrado posicionar la imagen de su país, en un esfuerzo inédito y notable, en consideración a las dificultades propias de la geopolítica del Oriente Próximo.[2]

En tal sentido, las modalidades en que se desarrolla la diplomacia pública pueden llevarse a cabo a través de un programa oficial y/o ser resultado de un trabajo individual, colectivo, público y/o privado, o sencillamente, ser efecto de otros procesos que convergen hacia ella. Por ejemplo, los triunfos en tenis de los españoles Carlos Alcaraz o Rafael Nadal, junto con ser alicientes y paradigmas deportivos a nivel nacional, lo son también en la esfera internacional, dan honra a sus respectivos países. En consecuencia, los reconocimientos deportivos, culturales o económicos son también una forma de diplomacia pública.

De esta forma,  la opinión pública, en mayor o menor medida, se ha constituido en una variable a considerar durante el siglo XX, especialmente a partir del aumento de la alfabetización, la práctica y extensión democrática, y la masificación de los medios de comunicación con su progresiva injerencia mediática en la conformación de ideas y tópicos de una sociedad.[3] Esta aseveración también es atinente a este siglo, el cual ha sido  testigo de un avance incontrarrestable de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs).

Para concluir, existe un consenso amplio en torno a que la diplomacia pública tiene como propósito principal la búsqueda de influencia en la opinión pública (nacional y/o extranjera). En consecuencia, habrá que estar atento a la valoración que ésta realice sobre la forma como se está diseñando y ejecutando la política exterior de los países de América Latina.

Francisco Javier Devia Aldunate
Invitado por el IRI
Diplomático, abogado y magister en Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile

Referencias

[1] La Diplomacia Pública como reto de la política exterior. Página 7 Introducción. María Claver Ruiz. Seminario Septiembre 2014.Escuela Diplomática Madrid y Real Instituto Elcano, 2014.

[2] https://www.lavanguardia.com/internacional/20180416/442570221471/mohammed-bin-salman-arabia-saudi-oriente-medio-islam.html

[3] Historia de la política exterior española de los siglos XX y XXI. José María Benetton y Juan Carlos, Pereira (Directores). El mundo exterior en la opinión pública, española. Percepciones ante la era global (1989/1991-2010). Pedro Antonio Martínez Lillo y Juan I. Radic Vega. pág. 562. CEU Ediciones, 2015.