Las Operaciones de Paz han sido una herramienta recurrente de las Naciones Unidas allí donde la situación demanda la acción de un tercero que aparezca como absolutamente imparcial. Allí donde el desinterés de las potencias es la regla, donde la pobreza es endémica, y donde la paz es un anhelo casi inalcanzable, Naciones Unidas suele ser la única que se atreve a dar el paso al frente. Pero dicho paso está rodeado de riesgos: falta de recursos, profunda inestabilidad en el escenario, falta de colaboración de las partes implicadas y de quiénes pueden dar soluciones a los problemas, entre tantos otros.
Quienes ponen el pie en el terreno son los famosos “cascos azules”, la cara visible de las Operaciones de Paz. A lo largo de la historia de las 71 operaciones (que contaron con más de un millón de funcionarios militares, civiles y de policía) han perdido su vida más de 3.400 efectivos de mantenimiento de la paz prestando servicios bajo la bandera de las Naciones Unidas desde 1948, incluidos los 128 que la perdieron el pasado año.
Las Operaciones han repercutido con suerte variada en la solución de conflictos a lo largo de su historia. Las dificultades con las cuales las mismas se encuentran se han profundizado en los últimos años, a la vez que los escenarios en los cuales se desplegaban se complejizaban más y más.
Uno de los ejemplos de la complejidad de los escenarios en los cuales Naciones Unidas actúa es el de la empobrecida nación africana de Malí, donde se han sucedido las emboscadas a los efectivos de MINUSMA (el último de ellos el día de ayer), donde varios casos azules han perdido la vida (12 en lo que va del año de esa misión).
En conmemoración de quienes han sido parte de las misiones de paz de la ONU es que se ha establecido el 29 de mayo como el día internacional del Personal de Paz de las Naciones Unidas. Valgan estas breves líneas como homenaje a quienes están dispuestos a ofrecer su vida para que otros puedan construir la suya en paz.