La muerte de Tzvetan Todorov el 7 de febrero de 2017 en Paris, nos ha llenado de tristeza. El mundo ha perdido una de sus voces más sagaces.
Nació en Sofía, capital de Bulgaria en 1939, donde realizó sus primeros estudios en el seno de una familia de bibliotecarios hasta que a los 23 años, por una beca de estudios, abandonó su país con destino a Francia, lugar donde se radicó hasta su fallecimiento.
Fue en el Hexágono donde logró encumbrarse como profesor e investigador del CNRS, el prestigioso centro de pesquisa francés, aunque su renombre también le abrió las puertas de famosísimas universidades como Yale, Harvard y Berkeley. Esta labor le permitió ser un justo merecedor del premio Príncipe de Asturias en 2008.
En sus años formativos su trabajo giró en torno a la lingüística, bajo la tutela de Roland Barthes, pero sus escritos tuvieron siempre ciertos rasgos que impedían encuadrarlo absolutamente como un estructuralista, ya que el tiempo y los sujetos, no se desvanecían de sus análisis.
Esos trazos personales le permitieron orientarse cómodamente hacia la Historia de la Cultura, donde encontramos uno de sus trabajos más influyentes, La Conquista de América. La cuestión del otro (1982) Como dijera sobre ella tiempo después:
“Hay algo dramático, (en la conquista), un símbolo trágico, el encuentro de los hombres puede provocar la muerte” (Folha, 14/8/1992)
Crítico de la URSS y su sistema, al cual calificó de totalitario, una categoría que tras su fin volvió a utilizar para referirse a la elite global triunfante neoconservadora y neoliberal, como lo muestran sus textos de los años noventa en adelante y cuyas opiniones pública sobre estos temas conformaron su perfil de humanista crítico.
En el Nuevo Desorden Mundial (2002) -título de otro de sus trabajos de referencia- , desnuda bajo su mirada certera las características, podríamos decir, hemipléjicas del régimen internacional vigente en donde la defensa de los derechos humanos son utilizados selectivamente por las grandes potencias -con Estados Unidos a la cabeza-, para intervenir en estados que no le son afines y desarrollar un programa de dominio global como lo muestran las intervenciones en la ex Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Siria, etc. Como dirá a propósito de los bombardeos contra el régimen de Gadafi:
“La causa humanitaria resulta ser una especie de caballo de Troya, un buen pretexto para intervenir militarmente y cambiar la orientación política de los estados rebeldes.” (El País, 8/7/2011)
Estas críticas al momento actual, a las que podríamos sumar otras, se asientan un una sólida concepción histórica fundada en la superación de “la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables” y teniendo como “únicos imperativos” a la Verdad y a la Justicia. La primera de ella entendida como la búsqueda de la objetividad que “permita establecer los hechos con precisión”, y la segunda como una instancia que “intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad. (El País, 7/12/2010)
Verdad y Justicia valores que trascienden la Historia, como lo sabía Todorov y hacían de su defensa, un auténtico intelectual comprometido con su presente.
Alejandro Simonoff
Coordinador
Centro de Reflexión en Política Internacional
IRI-UNLP