Un año, ese efímero período bastó para que la Espada de Damocles cayese sobre la cabeza de Michel Temer. La revelación por parte de Joesley Batista, empresario de la firma JBS, de una grabación donde el Presidente de Brasil se pronuncia sobre un soborno al ex Diputado y aliado Eduardo Cunha, ha causado un terremoto político en el gigante sudamericano y poniendo entre las cuerdas a la breve presidencia de Temer, quien está siendo investigado por el Supremo Tribunal Federal de Brasil por los delitos de corrupción pasiva, obstrucción a la justicia y organización criminosa.
La posible salida de Temer, ya sea por una renuncia o por un desplazamiento producto de la imputación judicial, debe comprenderse desde las secuelas que dejó el traumático proceso de impeachment sobre Dilma Rousseff. La clase política brasileña decidió en aquel entonces resolver la crisis política y de legitimidad que atravesaba la institución presidencial con un juicio político “flojo de papeles”. Como señalé en su momento, “un juicio político sin un claro crimen de responsabilidad representa un jaque permanente a la democracia brasileña. El “fantasma Rousseff” será una “Espada de Damocles” siempre presente en el Palacio del Planalto, máxime en el presidencialismo por coalición brasileño. Ante la pérdida de capital político de cualquier futuro presidente, la tentación de apostar al cambio de gobierno estará a la orden del día”. Como bien argumenta el politólogo Anibal Pérez-Liñan, quizás Temer comprenda ahora que el juicio político a Dilma Rousseff fue demasiado apresurado.
En ese sentido, ante un gobierno sin legitimidad popular (su elección no es fruto de la voluntad de las urnas) ni social (las encuestas ubican la popularidad de Temer inferior al 8%) y salpicado por la causa de corrupción lava jato, la tentación de muchos de los actores de apostar a un cambio de gobierno parece concretarse. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido hace un año, el dedo acusatorio sobre el Poder Ejecutivo no vendrá del Poder Legislativo sino del Poder Judicial. Cabe señalar que ha sido la justicia brasileña quien acordó con el empresario de JBS, en el marco de delación premiada, grabar al Presidente para poder imputarlo como partícipe de actos de corrupción. Si se eyectó una presidenta sin una verdadera causa como no se va a poder embaucar a un Presidente, seguramente fue el pensamiento de muchos judiciales en Brasil.
Si en 2016 el clivaje que dividía a Brasil era el Partido de los Trabajadores vs el resto de la clase política, en 2017 se ha resignificado pasando a ser la Justicia contra toda la clase política. El Poder Judicial en Brasil se presenta como el “reservorio moral del país” ante un sistema político y empresarial entrelazado por una corrupción sistémica. El mismo Joesley Batista dice tener pruebas de coimas a más de 1000 políticos y más de 20 partidos políticos en los últimos 10 años. El proceso contra el Presidente parece ser la avanzada mayor para implosionar todo el sistema político. Los tres partidos políticos más importantes de Brasil (PT, PSDB y el PMSB) tienen a sus principales referentes bajo la lupa de la justicia. En realidad, la Espada de Damocles no solo ha caído sobre Temer sino sobre todo un sistema.
Dicho esto, el interrogante ahora radica en pensar cuál va a ser un escenario “pos Temer” en Brasil. A la fecha parece difícil que el pemedebista logre quedarse en el Palacio Planalto, al igual que ocurrió con Rousseff la fuerza centrífuga del poder parece irreversible. Ante una salida de Temer, el Presidente de la Cámara de Diputados asumiría previsionalmente la presidencia y debería llamar en los próximos 30 días a una “elección indirecta” tal cual lo establece la Constitución. De no mediar enmienda que habilite el llamado a elecciones (Diretas ja como reclama la mayoría de los brasileños) será el Congreso quien elija quien debe culminar el mandato de la fórmula Rousseff-Temer hasta finales del 2018. 513 Diputados y 81 Senadores deberán votarán para seleccionar a una figura que pueda aplacar la crisis política, institucional y económica que enfrenta Brasil. En este escenario, un actor del sistema judicial, como por ejemplo la Presidente del STF Cármen Lúcia, parece ser una opción que muchos imaginan.
En definitiva, la posible caída de Temer abre un sinfín de interrogantes y dos certezas. ¿Será el Poder Judicial quien asuma el rol político de tomar el timón de un barco a la deriva hasta el 2018?; ¿es la justicia un actor ajeno a un sistema político cruzado por la corrupción, o de lo contrario, forma intrínsecamente parte del mismo?; ¿Podrá Brasil salir de una crisis política que lleva más de dos años sin llamar a elecciones para que sea el pueblo quien legitime? ¿La implosión del sistema político conllevará una nueva instancia constituyente que siente nuevas bases para la vida política en Brasil? Ante tanta pregunta, dos aspectos en Brasil parecen no tener discusión. El primero es que más allá de la resolución de la crisis, el programa de reformas económicas iniciado por Temer no se modifica. Ese parece ser el único “bien preciado” que coindicen es resguardar todos los actores involucrados. El segundo, la caída de la Espada de Damocles sobre la cabeza de Temer y sobre todo el sistema político brasileño, también hirió de muerte a la democracia brasileña. La misma está en terapia intensiva y nadie sabe cómo salvarla.
Esteban Actis
Cátedra Brasil
Departamento de América Latina y el Caribe
IRI – UNLP