El 4 de marzo en Italia se llevaron a cabo las elecciones de Parlamento (Camera y Senato) y Provincias (Regioni). Los resultados han sido netos: la coalición de derecha obtuvo el 37% de votos (Lega Nord con el 17,37 %, Forza Italia 14,1%, Fratelli d’Italia 4,35%, Noi con l’Italia-UdC 1,30%), pero fue el Movimento 5 Stelle (M5S), con el 32%, quien logró posicionarse como primer partido de Italia.
La coalición de derecha está guíada por la Lega que obtuvo la mayoría de los votos: hace un tiempo este partido representaba objetivos secesionistas del norte, ahora “mitigados” con anti europeísmo y medidas anti inmigrantes. El M5S es un movimiento político nacido y desarrollado en internet en el 2009, que promueve básicamente la eliminación del sistema partidario existente (de hecho no usa el término “partido”, sino “movimiento”), así como la expulsión de los políticos actuales, que considera corruptos e incapaces de gobernar según la voluntad popular.
Es importante señalar que Italia, tercera economía de la eurozona, es el país de la Unión Europea donde los partidos anti establishment tienen la mayor representación, ya que el M5E obtuvo el 32,60 % de los votos y la Liga más del 17,37%, sumando entre ambos aproximadamente la mitad de los votos emitidos. Ambas formaciones tienen mucho en común: euroescepticismo, dominio de las redes, hablan de abandonar el euro, capitalizan en voto protesta, cargan contra las ONG que ayudan a los inmigrantes y prometen implementar políticas asistencialistas dirigidas al pueblo italiano.
Indudablemente, ha habido dos grandes ganadores. El M5E ha subido siete puntos en cinco años, e indudablemente es el partido más votado (unos 10,5 millones de italianos han depositado su confianza en ellos), habiendo obtenido la victoria en casi la totalidad de las regiones meridionales, y convirtiendo la tradicional fractura de nivel de desarrollo existente entre el norte y el sur del país, también ahora en una cuestión política. La formación de Luigi Di Maio ha vivido un proceso de normalización y a la vez ha aprovechado el descrédito de los partidos tradicionales, recibiendo el aporte de muchos votantes, sobre todo de la izquierda, desencantados y cansados de las luchas internas producidas en ese sector ideológico. Por su parte, la Liga, liderada por Matteo Salvini, formación de corte lepenista que ha crecido en gran medida gracias a la crisis migratoria, en la última elección había logrado el 4,1% de los votos y ahora ha obtenido el mejor resultado de su historia, cosechando más del 17 %, y en consecuencia liderará la coalición de centro derecha a expensas de Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi, uno de los grandes perdedores de la jornada. Estas dos grandes fuerzas reivindican su derecho a formar gobierno, y ambas exigen ser las primeras en ser llamadas para hacerlo por el Presidente de la República, Sergio Mattarella.
Ambos partidos representan una elección muy atípica en Italia, en comparación con los más tradicionales Partido Democrático (PD) y Forza Italia. Parece una pérdida de significado de la política en el sentido tradicional, donde la ideología y el diseño político tenían una fuerza identitaria que unía a los ciudadanos en la lucha no sólo a nivel interno sino como objetivos de política exterior. Ahora, la política parece relegada a los extremistas (como el partido neo-fascista de Casa Pound) y dirigida a objetivos exclusivamente domésticos, tratando de convertir a los ciudadanos en espectadores de la post-democracia, totalmente incapaces de pensar en previsiones políticas de largo plazo con implicaciones globales y transnacionales.
Si los ganadores de estas elecciones han sido M5S y la Lega, los perdedores han sido los Democráticos del PD. Renzi, Secretario del PD, no ha entendido el descontento de la población que desde años sufre medidas de ajuste y asiste hace tiempo a luchas de partido, que no ayudaron en la afección política. El PD ha logrado el 18% de los votos, el mínimo histórico desde su fundación y en general como formación de izquierda. Renzi, después de este triste resultado, finalmente ha anunciado su renuncia como secretario del Partido, pero ha declarado que renunciará sólo después de la formación del Gobierno, porque hasta el final de marzo nos encontraremos en una fase de transición. Durante este mes, de hecho, empezarán los pasos institucionales para designar a los nuevos Presidentes de las cámaras (Camera y Senato) y formar el nuevo gobierno. Los nuevos diputados y senadores ya se han registrado en el Parlamento el 8 y el 9 marzo, y el 23 marzo se llevará a cabo la primera sesión de las nuevas cámaras, durante la cual serán elegidos los nuevos Presidentes de estas.
Una vez elegidos los presidentes de la Cámara y el Senado, y después formar los grupos parlamentarios, a fines de marzo o principios de abril, Paolo Gentiloni, que sigue como Primer Ministro ad interim, renunciará, terminando oficialmente su cargo, y comenzarán las consultas para la formación del nuevo gobierno con el Presidente de la República.
Terminadas las consultas al Quirinale, Sergio Mattarella tendrá que elegir un posible Presidente del Consiglio dei Ministri y se encontrará con el dilema de decidir si le asigna un, así llamado, “cargo explorativo”, es decir transitorio, porque todavía no se ha llegado a un acuerdo entre las distintas fuerzas políticas, o un “cargo pleno”. Si el designado presenta la lista de ministros al Presidente de la República, jurará con su equipo en el Quirinale y acudirá a la Cámara y al Senado para obtener el voto de confianza (voto di fiducia). De esta manera se constituirá el nuevo Gobierno. Si, en cambio, el designado renuncia, una nueva ronda de consultas comenzará para reasignar el puesto.
Mattarella se encuentra en un impasse muy difícil a resolver, porque la actual ley electoral, fuertemente sostenida por el PD – que ha necesitado 8 votos de “fiducia” (es decir, el ejecutivo puede decidir de vincular su destino al de un diseño de ley, si no obtiene la mayoría de los votos, se retira) – está generando muchos problemas para la estabilidad del Parlamento. De hecho, no obstante la victoria neta de M5S y la coalición de derecha, ninguno de los dos podrá formar un Gobierno sin crear alianzas con otros partidos. Los escenarios posibles son:
1) Una coalición entre M5S y Lega Nord, aunque Salvini (el líder de la Lega), ha declarado que no dejará la alianza con Berlusconi. Esta es la opción que más inquieta a la Unión Europea y a los mercados;
2) Una coalición entre M5S con PD, parece imposible porque Renzi centró su campaña electoral contra del M5S, y sus dimisiones son “postergadas” precisamente para asegurarse que el PD no se junte con el M5S. Por otra parte, podría significar la extinción definitiva del PD.
3) Una alianza entre el PD y la coalición de derecha sería posible, pero poco probable considerando el grado de consenso que han obtenido los del M5S.
Nos encontramos frente a un problema de estabilidad gubernamental, debido también a una discutible ley electoral que no deja mucha posibilidad de maniobra.
También es notable la caída de la izquierda a nivel europeo: pensamos que la misma situación ha pasado con las elecciones en Alemania, con la difícil alianza entre Merkel y Shultz ( http://www.iri.edu.ar/wp-content/uploads/2017/10/opiniones-en-el-iri-staianoeleccionesalemania-octubre.pdf ); así como en España donde fue muy difícil llegar a una formación de gobierno compartida.
En conclusión, hemos asistido a la campaña electoral de una clase política que aparece involucionada, afásica, sin programas de amplio espectro, reducida a una mera administración de “condominio”, que no les otorga las soluciones que merecen los electores. La distancia entre el malestar popular y las instancias políticas estaban tan lejanas que ganaron partidos de personas comunes, con propósitos reducidos a la satisfacción mínima del ciudadano medio. Los tiempos de las grandes utopías parecen estar desapareciendo. Así como los grandes hombres políticos.
Juan Carlos Pérsico
María Francesca Staiano
Centro de Estudios Italianos