Como Canciller, desarrolló una política exterior sustentada en la autonomía relativa en lo que respecta a la inserción internacional de Argentina, y manteniendo relaciones dinámicas y cordiales con diversos actores internacionales al mismo tiempo, lo cual era expresado en su frase «la Argentina necesita una mesa con varias patas, si sólo tiene una es más probable que se tumbe».
Vale la pena recordar que en plena Guerra Fría, Argentina decidió ser parte del Movimiento de No Alineados, por lo que mantuvo buenas relaciones tanto con los Estados Unidos de América como con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. A su vez, mejoró sus relaciones con una Europa en pleno proceso de integración.
Todo ello sin renunciar a su visión profundamente latinoamericanista, siendo la misma una de las principales características de su política exterior, junto a su resistencia hacia quienes avizoraban el final de la guerra fría con el triunfo de Estados Unidos proponiendo el alineamiento automático con los intereses de Washington.
No sólo será recordado por el Tratado de Paz y Amistad con Chile, y el histórico debate con Vicente Leónidas Saadi previo al plebiscito por el Canal del Beagle, sino también por haber desarmado las hipótesis militaristas que la visión geopolítica de los gobiernos militares habían desarrollado en América Latina, y lograr diversos acuerdos con Brasil, cambiando el foco de la agenda bilateral, que transitó de lo relativo a la seguridad hacia “lo político”, construyendo las bases del Mercosur y la integración regional.
Luchador incansable por la democratización de la región, en la Crisis de la Deuda Externa fue un fiel defensor de la creación del Consenso de Cartagena (cabe recordarse que la década del 80 fue llamada la década perdida para América Latina en materia económica, por la crisis de la deuda y factores que golpeaban duramente a las economías, por ejemplo, el pronunciado descenso del precio por el piso de los productos de exportación y las altas tasa de interés).
Otro hecho destacable en su gestión fue la creación del Grupo de Apoyo a Contadora en busca de consolidar la paz y la democracia en el continente e intentando limitar la intervención de Estados Unidos en la región.
Pero no podemos olvidar también el Grupo de los Seis (cuyo objetivo era lograr el desarme nuclear); el proceso de apoyo a las transiciones democráticas en América Latina; las votaciones en apoyo al reclamo de Argentina sobre Malvinas, en las cuales se lograban mayorías importantes, el traslado a Ginebra (Suiza) de la Asamblea General de la ONU para que Arafat pudiera dirigirse al pleno de la Comunidad Internacional. Siendo todos estos hechos y otros tantos más sus logros más destacados no sólo en materia de política exterior argentina, sino de política internacional.
Sin dudas lo recordaremos por su talla intelectual notablemente superior a quienes lo sucedieron, y, fundamentalmente, porque su figura y la política exterior desarrollada colaboraron a recuperar el prestigio internacional perdido en tiempos de la dictadura.
Luis María Nielsen