A veces las palabras son extrañas, representan un anhelo, una aspiración, un ideal, que no siempre se puede realizar. Quizás por esta razón, la utopía sigue siendo una característica única del ser humano.
Un ejemplo de esta discrepancia es ciertamente el maravilloso nombre de la Plaza de Tian’anmen en la ciudad de Beijing, un centro urbano que representa el epicentro en cuya base se articulan varios centros concéntricos, los llamados «anillos», que nos muestran la expansión de la ciudad, marcando el rumbo del desarrollo dinámico de toda China, siendo el símbolo del País en el Medio (中国, Zhongguo). A los lados de la enorme plaza, se suceden monumentos muy importantes, como la Ciudad Prohibida, signo de los milenios de sucesivas dinastías imperiales, donde el edificio de la residencia del emperador sobresalía y se podían mirar los techos azules de los edificios alrededor, tan sofisticados y artísticamente delicados para dar a la ciudad el nombre de «Ciudad Celestial»; la Asamblea Nacional del Pueblo, signo de la transición a la República, el Mausoleo de Mao, Presidente revolucionario y fundador de la Patria. En resumen, la Plaza de Tian’anmen es en China el símbolo de la mezcla entre los valores autóctonos de los antiguos valores tradicionales y la nueva China revolucionaria y audaz.
Sin embargo, Tian’anmen (天安门) literalmente Puerta de la Paz Celestial, es hoy recordada por la prensa extranjera principalmente por la dramática represión de miles de estudiantes del 4 de junio de 1989.
Las revoluciones, las guerras, las manifestaciones, como sabemos, no comienzan ni terminan en un solo día. Hoy conmemoramos el dramático día de hace 30 años, pero para tratar de descifrar un evento sobre el cual el gobierno chino todavía no proporcionó una versión oficial, es necesario marcar algunas circustancias precisas.
A partir de 1978, comenzó en China la famosa «Política de puertas abiertas», un impulso modernizador que se desarrolló principalmente por el reformador Deng Xiaoping. De hecho, en el diciembre pasado se celebraron los 40 años de las Políticas de Reformas y Apertura de Deng, consideradas como generadoras del súper desarrollo que ha llevadoa China a representar actualmente la primera economía mundial, con el consiguiente anscenso internacional del país.
Sin embargo, la opción de estimular la implementación de la economía de mercado capitalista en un sistema inmaduro como era el de China, hasta entonces completamente agrícolo y atrasado, siempre produce dificultades sistémicas: entre estos, sin duda los más dramáticos fueron aquellos a costa de los trabajadores, de la hiperinflación, de la corrupción, dela búsqueda del mero enriquecimiento individual, de la competencia empresarial y, finalmente, de la desigualdad social. Por estas razones, después de unos 10 años desde el inicio del llamado «socialismo con características chinas», representado porla «economía socialista de mercado», justificado en sus aspectos más críticos en cuanto“etapa de transición”, «primera etapa del socialismo», necesaria para eliminar la «contradicción china de tener un sistema socialista avanzado y sus fuerzas productivas atrasadas”, algo empezó a necesitarse: un diálogo político hacia la “democratización”.
Fueron años favorables para nuevas instancias de cambio: en 1980, Deng, «el líder supremo», había dejado sus cargos, con la excepciónde Presidente de la Comisión Militar, pero todavía tenía el poder de nombrar a sus protegidos. Entre ellos, el más interesante fue Hu Yaobang (1915-1989), que ingresó en el Ejército Rojo a los 15 años y sobrevivió a la Gran Marcha. Hu tenía grandes aspiraciones democráticas cultivadas entre las filas de los intelectuales marxistas más iluminados. Por otro lado, Zhao Ziyang (1919-2005) fue nombrado por Deng como Primer Ministro de China: fue Zhao el verdadero teórico de la «Estrategia costera», el dinámico desarrollo de las zonas económicas especiales. Los dos miembros pertenecían a la «mejor joventud china» en aquel entonces, «inspirados» también por las «mejores experiencias occidentales». Debido a estas inspiraciones democráticas, Hu fue destituido en el 1987 de su cargo como Secretario del Partido Comunista. Ya durante unos años, Hu había acompañado movimientos de profesores y otros intelectuales y estudiantes, que más adelante formaron parte del «Movimiento por la Democracia» a través de los «salones de la democracia». Hu, idealista y joven Secretario del Partido Comunista, fue derrotado por el «líder supremo»: Deng ya no soportaba más su desalineación, en un momento histórico de gran fermento del pueblo, sobre todo las nuevas generaciones, que ridiculizaban su figura comopolítico que había elegidoel capitalismo occidental, con sus tempranas malas consecuencias en la economía nacional, sin abrir el partido comunista a las voces del pueblo.
La muerte improvisada de Hu y los 70 años de la revolución del 4 de mayo representaron la ocasión para estudiantes, intelectuales, obreros, personas de toda extracción, para mostrar la necesidad de una evolución política para que fuese más madura, democrática, justa. Los jóvenes estudiantes iniciaron una huelga de hambre, en busca de una modernización democrática, de un desarrollo social paralelo al económico, obsequiosos de los resultados obtenidos hasta ese momento, pero ansiosos por ser escuchados por la política en un diálogo de intenciones hacia la construcción de una nueva China. Pero estos jóvenes protagonistas tenían antagonistas: la corrupción de la política, la gerontocracia predominante de los «ocho inmortales» (el grupo de los viejos políticos que con Deng seguían la línea dura contra estos movimientos de cambio), el miedo a las revoluciones después de los horrores de la Revolución Cultural, la repetición de viejos esquemas, la jerarquía aniquiladora.
Deng, junto con los «ochos viejos», eligió implementar la ley marcial, Zhao votó en contra de esta decisión, ya sabiendo que su trayectoria hacia una paulatina democratización lo habría llevado afuera del Partido. En una acción desesperada fue personalmente a dialogar con los estudiantes, pero ya era demasiado tarde para cambiar el destino de esta “revolución jóven”, desordenada e incapaz de entender las consecuencias que ya se habían desencadenado.
Los jovenes militares del Ejército de LiberaciónPopular rechazaron de ir en contra de sus pares y por eso Deng tuvo que reemplazarlos con veteranos del Ejercito para que cumplieran con la linea dura proclamada.Durante la noche del 3 y el almanecer del 4 de junio 1989 el ejercito entró en la Plaza Tian’anmen, ya circundada desde unos días y reprimió todo espírito reformista.
A menudo se nos ha dicho que en ciertas circunstancias de la historia, con referencia a la Revolución Francesa o las Guerras por la Independencia, vale la pena sacrificar vidas humanas en nombre de la afirmación de un principio: Tian’anmen ha representado el sacrificio de vidas humanas y el fin de un principio bajo el nombre de la Puerta de la Paz Celestial.
Lo que queda como herencia de la tragedia de Tian’anmen es una implacable parálisis política, a pesar del continuo movimiento jovenil, es la victoria de una gerontocracia que nunca se dejó moldear por las nuevas instancias sociales, es la tragedia de una joventud quemada por manifestar intereses no “alineados” con el poder político, es una ocasión perdida de aprender de los errores, teniendole miedo a un cambio que antes o después se prevé como necesario e inevitable. Lo que queda de Tian’anmen son “brotes de sociedad civil” [1] que están esperando su primavera.
[1] Tomando inspiración de una hermosa expresión de Franceschini y Cavalieri, Germogli di Società civile in Cina,F. Brioschi, 2010.
Maria Francesca Staiano
Coordinadora
Centro de Estudios Chinos
IRI-UNLP