Hace 25 años, el 18 de julio de 1994 a las 09.53, nuestro corazón se hacía añicos. Un atentado cobarde, contra población civil segaba la vida de 85 personas, todas ellas únicas e irrepetibles. No importa su religión. No importa su nacionalidad. No importa su raza. No importa su género. No importa suedad. Eran 85 inocentes haciendo lo que cualquier persona indefensa hace ensu vida cotidiana.
Sería una simplificación decir que la Argentina fue víctima del terrorismo trasnacional ese día. El terrorismo busca generar miedo en todos y cada uno, hacernos sentir que cualquiera, cualquier día, en cualquier lugar, puede ser una nueva víctima. Por eso nos atrevemos a afirmar que el objetivo es la humanidad en su conjunto.
Esos 85 sueños hechos trizas merecen que su pérdida no haya sido en vano. Merecen justicia. Desde entonces han pasado gobiernos de todas las banderías políticas, y los cálculos mezquinos, las chicanas, la indecencia y la ineptitud han garantizado la impunidad a quienes buscan atemorizarnos.
La mejor forma de combatir al terrorismo es dejar de temerle. Pongámonos de pie… exijamos Justicia. Busquemos y juzguemos a los responsables. En la medida que ante la impunidad permanezcamos en silencio, somos cómplice de ella.
Hace 25 años, en la editorial de la revista “Relaciones Internacionales” (Nº7/1994) pedíamos una profunda revisión del sistema que no pudo anticipar ni impedir el atentado. Hoy, 25 años después, demandamos una profunda revisión del sistema que no pudo darnos respuestas que permitieran a las víctimas y a sus familiares encontrar la paz.
Demandemos respuestas, sin importar las consecuencias, respetando los medios que nos permitan acceder a ella. No seamos cómplices por acción u omisión. Dejemos de temer. Pongámonos de pie. Sin Justicia, no hay Memoria posible.