El concepto de seguridad ha sido un factor determinante en el desarrollo de las relaciones internacionales, esencialmente durante la etapa de la bipolaridad rígida Este-Oeste, cuando la significación del concepto de seguridad, incorporado centralmente a la hegemonía del realismo como teoría preeminente en la disciplina, formaba parte de lo que el realismo denominaba la alta política.
Celestino Del Arenal en su análisis respecto al americanocentrismo de las relaciones internacionales, deja en evidencia que para el realismo, lo que siempre ha estado en discusión ha sido la seguridad de los Estados Unidos, y que la disciplina (y el realismo en particular) cobró vigor, dado que fue fomentada fuertemente por Estados Unidos, en donde la comunión entre académicos (que han estado y están en la cocina del poder) y políticos ha sido muy fuerte, y en donde los académicos han ocupado funciones de importancia dentro del estado, generando teorías y justificaciones respecto del accionar internacional de Estados Unidos.
La irrupción de la escuela de Copenhague, desarrolló opciones a las agendas de seguridad que primaron durante la bipolaridad Este-Oeste, pero que ya a mediados de los 80 comienzan a ser cuestionadas, dado que se comienzan a modificar los tradicionales conceptos y agendas de seguridad, para dar paso a nuevas formas comprender la seguridad, añadiendo elementos como pueden serlo las migraciones, los derechos humanos, el cambio climático, el crimen organizado o los procesos de integración que ingresaron al debate sobre seguridad.
Con el fin de la Guerra Fría, lo que también sucedió es que se amplió el campo para salir de la visión de la seguridad nacional clásica. Se profundiza su objeto de estudio y se profundizan las agendas, que dejan de ser exclusivamente el Estado para centrarse en las personas (seguridad humana,PNUD 1994), la humanidad en su conjunto (cambio climático, agenda 2030 para el desarrollo) y en teorías feministas, aunque aún muchos la sigan ubicando en los márgenes de la disciplina.
LA AGENDA 2030
La aprobación por parte de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en septiembre de 2015 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, plasmada en 17 objetivos –conocidos como Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)– y 169 metas, ha sido un avance significativo.
la Agenda 2030 nos permite que la misma sea analizada desde el concepto de paz positiva y paz negativa en términos de Galtung. La paz negativa es aquella que se define por la ausencia de violencia, represión o intimidación, en tanto que la paz positiva es aquella en donde hay ausencia de violencia estructural, ya que existen instituciones políticas que permiten el desarrollo, ello nos permite afirmar que la Agenda 2030 está dirigida a la paz positiva.
EL ODS 16, clave en la agenda 2030:
El ODS 16 nos habla de paz, justicia e instituciones fuertes. En primer lugar, debemos tener en cuenta que este ODS es de carácter eminentemente político y medular en la Agenda 2030. Se centra en la idea de paz, seguridad y desarrollo, y se da en un marco complejo, en donde la globalización como estructura hegemónica entra en crisis y resurgen con fuerza factores de agencia disruptivos como la extrema derecha, los nacionalismos y los regímenes iliberales, como lo ha definido con precisión el Presidente de Hungría ViktorOrban.
Es clave tener en cuenta que el año 2014 (el año previo a la aprobación de la agenda 2030) fue el de mayor número de muertos en conflicto desde el fin de la Guerra Fría (104 mil) con 33 países involucrados, por ello el ODS 16 marca una agenda claramente identificada con un esquema multilateral de validez global, aun con las dificultades del caso, sabiendo que en los debates no se encontraron consensos para introducir los conceptos democracia y derechos humanos, pero es un avance significativo en un mundo que en 2015 se mantenía dentro del esquema westfaliano de Estados soberanos, en donde las normas internacionales tienen escasa imperatividad.
Actualmente, con la crisis de la globalización liberal es más clara, se han vuelto a poner fuertemente en debate el dilema seguridad y libertad (se cercenan libertades en pos de la seguridad, es el riesgo de securitización de la Agenda 2030) y el dilema cañones o mantequilla (gasto militar versus gasto social, ya que el gasto militar ha vuelto a subir poniendo enriesgo el gasto social que una agenda de desarrollo como la 2030 requiere para su efectivo cumplimiento)
Conclusiones:
La aprobación de la Agenda 2030, los 17 ODS y las 169 metas han sido un avance sustancial. Uno de sus logros clave está dado por el ODS 16, objetivo claramente político de la Agenda, que trae consigo la noción de paz positiva, y que agrega una nueva dimensión al desarrollo sostenible. Es decir, a las ya conocidas dimensiones social, ambiental y económica, sumaríamos una cuarta dimensión, que sería el buen gobierno.
Si estudiamos las 169 metas de los 17 ODS dispuestos por la Agenda 2030, nos encontraremos con que casi un 50% de ellas hacen referencia a la paz positiva. Lo vemos con claridad en el ODS 16 y sus 12 metas para formar la agenda de buen gobierno.
Insistimos en que el ODS 16 no se limita a las tres dimensiones conocidas del desarrollo sostenible –ambiental, económica y social–, sino que agregaría una cuarta dimensión, centrada en la paz, la seguridad, los derechos humanos y las libertades públicas, más allá de que algunos de esos conceptos, como el de democracia o derechos humanos, no formen parte del texto por las discrepancias en el seno del debate.
El desafío hacia el futuro será observar si prevalecen los acuerdos encontrados en marcos multilaterales, como la Agenda 2030, o si la crisis de la globalización liberal se traducirá en la securitización de la misma, y la renacionalización del poder logre impedir que se lleve a cabo el cumplimento de la agenda 2030.
Luis María Nielsen
Alumno
Maestría en Relaciones Internacionales
IRI – UNLP