Las revoluciones de febrero y octubre de 1917 fueron el resultado de una agónica crisis, tanto social como económica y política, que sacudió a Rusia desde 1905. En aquel año, el descontento social fue fuertemente reprimido por el zarismo, durante la icónica manifestación del “Domingo sangriento”. La situación de Europa con el inicio de la Gran Guerra en 1914, intensificó el caos interno en el país y evidenció la fragilidad del sistema político, la profundización de la crisis económica y la agitación y el descontento social. Ante esta situación, sin embargo, la respuesta del gobierno siempre fue la misma: el aumento de la represión y la escalada de violencia a niveles que parecían ilimitados.
En este contexto, a finales de 1915, surgieron asociaciones y comités que intentaban gestionar lo cotidiano. El sistema de suministros se quebró y en el ejército se inició una peligrosa agitación que luego de cinco días de motines, en febrero de 1917, sellaron la revolución. Fue así como los líderes del movimiento detuvieron a la familia real y obligaron al Zar Nicolás II, que se encontraba al frente de sus
tropas, a retornar y abdicar. Un año y medio más tarde, en julio de 1918, todos fueron ejecutados.
En los primeros días se formó un Gobierno Provisional liderado por los Mencheviques y acompañado por los Bolcheviques. La tensión entre los dos bandos fue evidente, dadas las diferencias en cuanto al rumbo que la revolución debiera tomar; mientras que los nuevos gobernantes aspiraban a hacer de Rusia un país capitalista, moderno y liberal, muy parecido a Francia e Inglaterra, los Bolcheviques, pedían el poder para los soviets a fin de iniciar el camino al socialismo.
Tres equipos de gobierno se sucedieron entre marzo y octubre. Ninguno pudo resolver los problemas heredados: la crisis económica, la continuación de Rusia en la guerra, el problema de los obreros y el de los campesinos. Entre los miembros del poder se profundizaban los desacuerdos y el temor a las masas callejeras. En agosto, la situación empeoró con asesinatos e incendios sistemáticos. El gobierno ya no podía controlar la situación y las estructuras del Estado – justicia, administración y ejército – se declararon incapaces para salir de la crisis.
La impotencia del gobierno para enfrentarse con los grandes problemas, la debilidad de las instituciones y de las autoridades tradicionales y el desarrollo de los movimientos sociales, crearon las condiciones para que el partido bolchevique saliera a la superficie a finales de agosto de 1917 y se preparara para tomar el poder mediante una insurrección armada. Serían ellos y, en particular, la figura de Lenin, quienes pudieron captar las demandas más urgentes – expresadas a través de su lema paz pan y tierras – y establecer un sistema socialista en octubre de ese mismo año 17.
Rocío Cortés
Colaborador de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP