Premio nobel de la paz, ex presidente de la extinta Unión de Repúblicas Soviéticas, impulsor de la Perestroika y la Glasnot, el nombre Gorbachov despierta sentimientos adversos en diferentes puntos del globo. Para occidente, fue el defensor de los derechos humanos, mientras que para el mundo comunista fue el hombre débil que no pudo con los desafíos de su tiempo.
Hacia fines de la década del 70, luego de un periodo de distensión, la guerra fría resurgía: la unión soviética invadía Afganistán. En Polonia, dos hombres forjaban la historia de un país: Lech Walesa, un joven electricista desempleado, quien logró junto con los astilleros Lenin, en la ciudad de Gdansk, desafiar el régimen comunista de Jaruzelski en 1979; Y otro no menos importante, un obispo católico de nombre Karol Wojtyla, que luego el mundo lo recordará como el Papa Juan Pablo II. En su primera visita a Varsovia, el pontífice reclamaba cambios de un modo bastante claro “Yo, hijo de la tierra polaca, llamo a renovar la faz de la tierra”. Ambos habrían de contribuir positivamente al proceso de democratización en marcha en los países comunistas en Europa del Este. Los cambios se avecinaban.
Precisamente en 1985, un hombre relativamente joven toma el poder en el kremlin. Sopla un viento de cambio por el Bloque soviético. Designado como “el símbolo de esperanza para la URSS” por la revista Times, impulsó la Perestroika en el que une socialismo con democracia. Definido tradicionalmente como reestructuración, también se refiere a la democratización. En este sentido se trataría de una revolución desde arriba. “El esfuerzo de reestructuración- dice el líder soviético- comenzó con el partido y sus líderes. Comenzamos por la punta de la pirámide y bajamos hasta la base”. En el pensamiento de Lenin, según Gorbachov, deberíamos encontrar la justificación ideológica de la Perestroika, sobre todo cuando tenemos en cuenta la fuga táctica hacia el capitalismo a través de la NEP, descripta como una concesión al campesinado.
En oposición a la doctrina Breznev, en la que establecía la soberanía limitada, Gorbachov no solo permitía la autodeterminación de los pueblos en Europa del Este, sino que impulsó dichos procesos. Sin embargo, cuando de los límites de la república soviética se trata, impera la doctrina Breznev. No renunciaba al socialismo ni al país de partido único; solo buscaba fortalecer la legitimidad del sistema y de sus autoridades. “Queremos desarrollar formas democráticas, intrínsecas al socialismo”.
No se planteaba abiertamente regresar al capitalismo, pero empleaba otras expresiones para evitar la aversión de los funcionarios celosos de cualquier cambio en el sistema. Se mencionaba la combinación del mercado con el socialismo.
Producto de la Perestroika y con objetivo de no alterar el status de la súper potencia mundial, era necesario que se abandonara gradualmente el modelo de economía planificada y centralizada, para crear un sistema de gestión flexible y eficiente. Sin embargo, al no existir un sistema de mercado capaz de tomar relevo, la economía soviética cayó en picada provocando la escasez de alimentos y de productos de primera necesidad. Para reactivar la economía, Gorbachov recortó el gasto militar y llegó a un acuerdo de desarme con el presidente Reagan. Un año después, retiraba las tropas soviéticas de Afganistán
En sentido opuesto, el delfín de Andropov, se enfrentaba a los dirigentes del partido, del estado y de gran parte de la sociedad, quienes negaban a reconocer los graves problemas por los que atravesaba la URSS. Tal es el caso del accidente en Chernóbil, en el que Gorbachov intentó responder pero se vio atrapado en los mecanismos de propaganda del régimen; algo que hizo aún más compleja la situación. En efecto, es casi imposible solucionar los problemas cuando no se sabe cuáles son.
“Se nos decía que vivíamos mejor que los demás, pero cuando viajé al extranjero, me di cuenta de que vivíamos peor”. Esto manifestaba un ciudadano opositor y reflejaba el sentimiento de muchos ciudadanos de la URSS.
El lanzamiento de la Glasnot, un término que puede traducirse como apertura, expresión y hacer público, obedeció al interés de estimular debates públicos en la URSS para tratar de concientizar a las autoridades y a la sociedad de la envergadura de la situación. Redujo la censura a la prensa y propició la libertad de expresión y de culto para los ciudadanos. Un programa aperturista atractivo para Occidente, pero no para los soviéticos. El intento de democratización en la URSS tenía lugar en un país que carecía de una tradición democrática y que bajo el yugo del monopolio del partido comunista había frustrado el desarrollo de otros partidos y con ello el pluralismo político.
And now the end is near. And so I face the final curtain
A través de la difusión de la Doctrina Sinatra, quedó claro que Moscú no iba a reprimir el descontento político en los países de los estados satélites. Efectivamente, los civiles no tardaron en tomar las riendas de su porvenir: triunfaron los no comunistas en Polonia; caía el Muro de Berlín; en Checoslovaquia tuvo lugar la Revolución Terciopelo que llevó a la presidencia al escritor Vaclav Havel.
El cismo dentro de la URSS tuvo su epicentro en los estados bálticos, quienes fueron las ultimas repúblicas en incorporarse involuntariamente (Estonia, Lituania y Letonia). El movimiento de liberación lituana marcó un precedente. El 12 de marzo de 1990, Lituania declaró unilateralmente su independencia de la URSS, entrando en un claro conflicto con el gobierno soviético. En ese mismo mes, los tres países formaron un frente unido. Los conflictos se sucederán uno tras otro, con el gobierno soviético hasta culminar con los sangrientos hechos de enero de 1991, tras la represión desatada sobre los pueblos de Vilna, capital de Lituania y Riga capital de Letonia. Por medio de un referéndum, los países de Letonia y Estonia aprobaron la independencia por una mayoría abrumadora.
Paulatinamente, Rusia se fue despegando del gobierno soviético: estableciendo que sus leyes tenían prioridad sobre la legislación soviética. Así, el parlamento ruso declaró a la Federación Rusa como Estado soberano. Similares declaraciones se producirán después en Ucrania, Uzbekistán, Moldavia, Bielorrusia, Armenia y Turkmenia y la mayoría de las 15 repúblicas que componían la URSS.
Gorbachov era un dirigente de un Estado que ya no existía. En agosto de 1991, sufrió un fallido golpe de estado que duro tres días y Gorbachov volvió al poder.
Finalmente, el 25 de diciembre de 1991 anunció su dimisión y al día siguiente, el soviet supremo reconoció el colapso y se auto-disolvió.
En una ocasión, en una entrevista realizada por la BBC, el ex mandatario se refirió a uno de los momentos más dramáticos de su vida política: «El enfrentamiento y la división en un país como el nuestro, repleto de armas, incluyendo armas nucleares, podía haber causado numerosas muertes y causado una inmensa destrucción. No podía permitir que eso pasara. Renunciar fue mi victoria»
María Emilia Hassan
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales (CoFEI)
Departamento de Historia
IRI – UNLP