La ausencia de confianza y de estrategias en el encuadre a seguir en materia de política exterior regional de los países miembros, sumadas a una cierta debilidad institucional en el MERCOSUR, presagian una nueva crisis interna dentro del bloque de integración.
Argentina tomó la decisión unilateral de suspender su participación en las negociaciones relativas a los acuerdos de libre comercio que se realizarían con Corea del Sur, Líbano, Canadá y Singapur.
Los fundamentos esgrimidos han sido expuestos en el comunicado de prensa N° 83/20 el pasado viernes 24 de abril, en el cual se expresa que en la reunión de coordinadores nacionales del Mercosur, la República Argentina señaló que “la integración regional es una forma de afrontar la pandemia global y sus consecuencias económicas y sociales. Es imperiosa en un mundo en el que los organismos internacionales predicen la caída del PBI en los países de mayor desarrollo, una disminución brusca del comercio global de hasta un 32% y un impacto imprevisible en la sociedad.”
En ese contexto indicó que “en su política interna la Argentina se previene de los efectos de la pandemia mientras protege las empresas, el empleo y la situación de las familias más humildes”, presentando diferencias con sus socios del Mercosur que plantean continuar con las tratativas de los acuerdos de libre comercio mencionados. Sin perjuicio de ello, Argentina aclaró en el comunicado que no se afectarán los acuerdos con la Unión Europea (UE) y con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA).
Esta decisión se basa, fundamentalmente, en el temor a una proliferación de los acuerdos de libre comercio que –ante la grave crisis económica y social profundizada por la pandemia – traigan aparejados un mayor debilitamiento del sector industrial argentino.
Estos desacuerdos tienen como trasfondo las discusiones que se vienen desarrollado desde el año pasado relativas al Arancel Externo Común (AEC), lideradas principalmente por Brasil que impulsa una disminución de los aranceles para lograr una mayor apertura del bloque. Este parecería ser el “quid” de la cuestión.
Asimismo, -según las estadísticas oficiales- el comercio intrarregional del bloque, mayoritariamente de bienes manufacturados, se encuentra estancado o en caída[1]. Entonces, se plantea el interrogante de si una política de mayor apertura extrarregional con acuerdos de libre comercio generará el beneficio esperado para la región o implicará el aumento de la exportación de materias primas, profundizando el modelo agro exportador y provocando seguramente la estocada final al “empobrecido comercio intrarregional”.
Ahora cabe preguntarnos si la forma en la cual Argentina suspende la continuación de las negociaciones ha sido adecuada o más bien responde a la gran desconfianza entre los socios, a la debilidad institucionalidad del bloque y/o a las diferencias políticas.
De existir confianza entre los socios, y respeto por las normas y la institucionalidad del Mercosur de los actores, la toma de posición por parte de Argentina, sin dudas debería ser cuestionada por unilateral e inconsulta, pues la integración se basa en la cooperación, en la confianza y en la negociación y, en lo posible, de calidad.
Sin embargo, en este marco, cabe recordar que el Mercosur dictó la Decisión N° 32/00 (MERCOSUR/CMC/DEC N° 32/00) titulada – Relanzamiento del MERCOSUR – Relacionamiento externo, en la cual se explicitaba que el Mercado Común implica contar con una política comercial externa común y que para ello es necesario priorizar las negociaciones como agrupación, estableciendo una fecha límite para la negociación de acuerdos bilaterales. Por ello dispuso en su artículo 1° que los Estados Partes se comprometen a “…negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias”.
De existir la confianza requerida y la institucionalidad afianzada, la postura de Argentina sería, cuanto menos, inadecuada ya que el país encontraría el resorte institucional para impedir las negociaciones de los acuerdos de libre comercio en disputa, atento la necesidad de consenso que se requiere para que los mismos puedan prosperar.
Pero no es en las normas donde evidentemente se apoya esta decisión, sino en varios factores que han estado presentes desde el nacimiento mismo del bloque y que no se ha logrado, aún en períodos de sintonía fina en lo político – ideológico, desactivar.
La diplomacia presidencial como principal vía de negociación, la debilidad institucional en el bloque, la falta de incorporación de las normativas que de él emanan y la ausencia de políticas en clave regional no han hecho otra cosa que profundizar en tiempos de desacuerdos políticos, la desconfianza entre los socios.
Si bien compartimos los fundamentos de la decisión adoptada por Argentina, entendemos que la vía correcta era continuar en la negociación para dejar sentada su posición y generar una discusión comprometida –más aun sabiendo que las mismas pueden durar años- y llegado el caso recurrir al mecanismo institucional del consenso.
Negociar era la clave. El camino seguido por Argentina se puede interpretar como el reflejo de la profundización, en este último tiempo de pandemia, de las debilidades de las políticas regionales. Si queremos hablar de integración resulta necesario profundizar los lazos que nos unen, darle lugar a la cooperación y disminuir la desconfianza, para enfrentar una agenda regional e internacional que se prevé marcada por grandes incertidumbres.
Referencias:
[1] Según un informe de la CEPAL, desde aproximadamente 2012, los flujos de comercio de bienes del MERCOSUR tendieron a estancarse, ubicándose en 2018 por debajo de sus niveles alcanzados en 2011 (en 25% las exportaciones y 33% las importaciones). (CEPAL, Boletín de comercio exterior del Mercosur. El rol del Mercosur en la integración regional, 2018).
Laura Bono
Laura Bogado Bordazar
Coordinadoras
Departamento de América Latina y el Caribe
IRI – UNLP