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14 de mayo de 1948. Creación del Estado de Israel

“Israel ha sido la cuna del pueblo judío. Aquí se ha forjado su personalidad espiritual, religiosa y nacional. Aquí ha vivido como pueblo libre y soberano; aquí ha creado una cultura con valores nacionales y universales”. Con esas palabras, el 14 de mayo de 1948, David Ben Gurión, líder del movimiento judío, declaró unilateralmente la creación del Estado de Israel. La ceremonia, desarrollada con prisa en el Museo del Arte de la ciudad de Tel Aviv, marcó uno de los hitos más significativos de la historia reciente de Medio Oriente y, por sus implicancias internacionales, del mundo entero.

El camino recorrido hasta el establecimiento del moderno Estado israelí fue extenso y estuvo atravesado por numerosos conflictos. Ya a fines del siglo XIX, los intelectuales judíos habían creado en Europa la organización Sionista: un movimiento político que tenía por objetivo la instauración de un Hogar Nacional Judío. La entonces región de Palestina, habitada por árabes y ubicada en el seno del Imperio Otomano, fue el lugar elegido por los fundadores del movimiento para la instalación del Estado hebreo. De acuerdo a los datos bíblicos, esas tierras constituían el Sion o Tierra de Israel, es decir, el lugar donde por milenios y hasta el siglo II d.C. estuvo asentado el pueblo israelí. No obstante, para el siglo XIX, la presencia de judíos en la región era casi nula.
Conscientes de ese obstáculo, los sionistas promovieron la migración de contingentes judíos al territorio palestino y, con el correr de las décadas, la situación empezó a revertirse. El progresivo aumento de la población hebrea en Palestina ocasionó las primeras hostilidades con los árabes (musulmanes, en su mayoría) establecidos de antaño en la región.
Con la caída del Imperio Otomano, luego de la Primera Guerra Mundial, el territorio anhelado por los sionistas quedó bajo el Mandato Británico de Palestina. Para ese momento, el primer paso para la aceptación de la creación del Estado Judío ya había ocurrido: en 1917, James Balfour, secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, había declarado la “simpatía” del gobierno británico hacia el establecimiento del Hogar Nacional Judío en Palestina. En la década de 1930, frente a la imparable emigración hebrea a la región, los árabes decidieron detener las ventas de terrenos.
Las revueltas y los focos de violencia, entre los nuevos habitantes y la población que rechazaba categóricamente la creación de un Estado judío, eran cada vez más frecuentes.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los horrores de la Shoá (el holocausto) y la necesidad de acoger a miles de judíos damnificados, produjo una nueva ola de emigración a Palestina. Frente a la dilatación británica de las exigencias sionistas, algunos sectores judíos se radicalizaron y organizaron una serie de atentados contra la autoridad de Gran Bretaña en la región. En 1946, la explosión del Hotel Rey David de Jerusalén y el asesinato del representante británico del Mandato, puso de manifiesto que la situación había escapado del control del Reino Unido. Al año siguiente, condicionada por la creciente beligerancia, la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) ofreció un Plan de Partición territorial para crear dos Estados: uno árabe-palestino y otro judío. Aceptada por los sionistas y rechazada por los árabes, la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, también preveía la administración
internacional de Jerusalén. Sin una solución a la vista, el gobierno de Londres informó el retiro de sus fuerzas y la expiración de su Mandato para el primer minuto del 15 de mayo de 1948. Un día antes de que ocurriera, las autoridades judías decidieron declarar, finalmente, su independencia respetando las fronteras demarcadas por el Plan de Partición de 1947.
Ese mismo día, los ejércitos de Egipto, Líbano, Siria, Irak y Transjordania (actual Jordania) atacaron al recién nacido Estado israelí. Se iniciaba así un conflicto al que los judíos llamaron Guerra de Independencia; y que para los árabes-palestinos fue la
Nakba, es decir, la “tragedia”, puesto que miles se vieron forzados a abandonar sus hogares y se convirtieron en refugiados. Al finalizar la guerra en 1949 con la victoria israelí, el nuevo Estado se consolidó con una extensión mayor a la prevista. Un nuevo
y conflictivo capítulo -sin final hasta hoy- quedaba abierto en la historia de Medio Oriente.

Juan Martín de Chazal
Colaborador de la Red Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP