En 1996, el general congoleño Laurent-Desiré Kabila, fundó el Partido de la Revolución del Pueblo (organización fuertemente influenciada por el maoísmo) cuyo único objetivo era derribar la dictadura impuesta por Mobutu SeseSeko desde 1995, en la República Democrática del Congo. Las sucesivas batallas fueron debilitando al dictador hasta que, en octubre de 1996, Kabila realizó un último golpe que duraría hasta marzo de 1997, mes en el que las tropas del líder del PRDP tomaron la capital congoleña Kinshasa y Mobutu huyó al exilio en Marruecos. Desde ese momento Laurent Kabila se autoproclamó Jefe de Estado de la República Democrática del Congo.
En 1998 dio inicio la Segunda Guerra del Congo que, aun con breves periodos de paz, se extendió hasta 2003 y sus consecuencias se hacen sentir hasta el día de hoy.
Las causas de la guerra son muy diversas, pero podemos estar seguros de que hay una en especial que fue la que la detonó.
El Congo tiene reservas exorbitantes de coltán, mineral compuesto por colombita y tantalita, de color negro y marrón muy oscuro, que se utiliza para fabricar productos electrónicos como microchips, ordenadores portátiles o teléfonos móviles. En el 2000, la empresa Sony
presentó la Playstation 2 y la arrolladora demanda del producto provocó miedo a la escasez del mineral en los países que lo poseían. Brasil, Australia y Tailandia comenzaron a tambalear en la liquidez del coltán por lo que las multinacionales volcaron su interés en la República Democrática del Congo. Por la misma incertidumbre de la escasez, el coltán se cotizó en alza y pasó de costar 100 dólares el kilogramo a 300 dólares. Así, el tan codiciado mineral se convirtió en un objetivo estratégico y para obtenerlo, se justificaba el uso de cualquier medio.
En la guerra hubo dos bandos. Por un lado, estaban las milicias rebeldes como el Movimiento de Liberación del Congo (MLC), el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) comandado por el general renegado Laurent Knunda, y la Coalición Congoleña para la Democracia (ACD). Estas milicias fueron fuertemente respaldadas por Ruanda, Uganda, Burundi, EEUU, el FMI y el Banco Mundial. Y, por otro lado, estaba el ejército de la República Democrática del Congo con sus propias milicias, los Hutus y los mai-mai apoyados por Angola, Namibia, Zimbabue y Chad.
Los intereses del primer bando, comandado por las multinacionales sedientas de coltán, desataron un cruenta iniciativa y defensiva hacia las milicias del Congo.
La élite política ugandesa y ruandesa, lideradas por Yoweri Museveni y Paul Kagame, respectivamente, estuvo detrás de esta guerra. El gobierno de Ruanda, que se había introducido en tierras congoleñas con el propósito de capturar a los genocidas (1994), regresaba de nuevo con fines muy distintos. Incluso Estados Unidos consideró en aquella época la posibilidad de que sus aliados estuvieran involucrados en eso por dinero. Se creó el RCD. (Agrupación Congoleña por la Democracia), una milicia rebelde que, a pesar de su nombre, no era congoleña, sino ruandesa. Su objetivo: saquear los recursos naturales del Congo.
En 2001, Human Rights Watch informó de que las tropas de Ruanda en el Congo superaban a las congoleñas en una proporción de casi 4 a 1, que Ruanda controlaba un área superior a 15 veces a la misma Ruanda y que las afirmaciones de conflicto étnico eran una mera tapadera de la invasión al Congo.
Las guerras del Congo fueron guerras por delegación, donde los Estados Unidos utilizaron a Ruanda y Uganda para llevar a cabo los derrocamientos de las presidentes congoleños que no se ajustaban al perfil requerido para garantizar el control de los recursos por las
multinacionales occidentales. A su vez Ruanda y Uganda utilizaron guerrillas proxis congoleñas para que no se notase demasiado que estaban invadiendo el Congo. Pronto se establecieron unos frentes de batalla que determinaron que casi todo el este del Congo con sus minas, quedara en poder de Ruanda, Uganda y sus guerrillas congoleñas proxis en una situación muy cambiante especialmente después del enfrentamiento militar entre Ruanda y Uganda que se disputaron las zonas de diamantes y oro; la mayor parte del coltán y la casiterita quedaron en manos de Ruanda. Las zonas más violentas fueron aquellas cercanas a las principales minas.
Naciones Unidas en su informe S/2002/1146 del 16 de octubre de 2002 dijo: “para los más de 20 millones de personas que viven en las cinco provincias de la región oriental de la República Democrática del Congo, el número de defunciones directamente atribuibles a la ocupación de Ruanda y Uganda puede estimarse entre 3 y 3,5 millones de personas”. Más recientemente, en julio de 2004, el Internacional Rescue Committee estimaría en 3,8 millones el número de muertes atribuibles directa o indirectamente a la guerra desde el año
1998.
Lo más escandaloso es que, durante aquel periodo, se produjo en la comunidad internacional un silencio absoluto a este respecto. Nadie admitía que Ruanda estuviera invadiendo el Congo en aquella época.
El 30 de junio de 2002 se firmó, en la ciudad sudafricana de Pretoria un tratado de paz que puso término a buena parte de los problemas entre Ruanda y la RDC. Los dos principales puntos del acuerdo fueron: la retirada de 20.000 soldados ruandeses del territorio congoleño; y el desarme de las guerrillas hutu interahamwe, uno de los actores principales del genocidio ruandés, todavía activas en el este del Congo.
El 17 de diciembre de 2002, en un día trascendental para la historia de la RDC, el Movimiento para la Liberación del Congo, la Asamblea para la Democracia Congolesa y dos de sus facciones, la oposición política, representantes de la sociedad civil y miembros de las milicias Mai-Mai firmaron el “Acuerdo Global e Inclusivo de Pretoria” que ponía término al conflicto y establecía un cronograma definido para la instauración de un sistema democrático en el país. Este acuerdo puso término formal a la Segunda Guerra del Congo.
Maria Sofia Zelaya
Colaborador de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP