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16 de septiembre de 1987: firma del Protocolo de Montreal sobre las sustancias que agotan la capa de ozono

En 1987, se firma el Protocolo de Montreal que tendía a proteger la capa de ozono de las sustancias que la dañan y agotan. El mismo logró coordinar y hacer dialogar a múltiples actores, por lo que es un convenio internacional multilateral. El mismo recién entró en vigencia en 1989 y básicamente se propone reducir la producción de todo tipo de sustancia que afecte la capa de ozono pero específicamente los clorofluorocarbonos.

Estas sustancias tienen dos cuestiones que vuelven aún más problemática la situación de la capa de ozono. Son elementos que son muy inertes por lo que vuelven sus aplicaciones bastantes sencillas, pero tiene entre sus efectos negativos que dañan severamente el ozono ambiental y que tienen un periodo de degradación de casi 120 años. Para complejizar aún más los efectos ambientales, muchos de estos elementos químicos se encuentran en objetos de uso o aplicación que usamos los seres humanos que hoy no tienen sustitución y, que son de carácter vital como ser los extintores de fuego y los inhaladores para asmáticos.

En sus inicios se creía que estas sustancias no eran tan nocivas porque su densidad era mayor a la del aire, recién en 1974 y 1976 los científicos Mario Molina, Frank Sherwood Rowland,  Paul J. Crutzen y Harold Johnston descubren que  los gases de compuestos orgánicos artificiales se combinan con la radiación solar y se descomponen en la estratosfera liberando átomos de cloro y moléculas de monóxido de cloro que individualmente son capaces de descomponer gran número de moléculas de ozono. Estos científicos comprobaron sus efectos y fueron fundamentales sus aportes, su democratización de dicho conocimiento y sus esfuerzos para colocar la problemática en agenda política internacional y así firmar tal convenio.

La capa de ozono tiene entre sus funciones la protección del planeta de los rayos solares, por lo que su degradación y destrucción afectan a la población mundial, al conjunto de los ecosistemas y genera un fuerte desequilibrio ecológico. Por supuesto que todo es consecuencia de la acción humana, y está en manos de la misma acción humana evitar estos desgastes y colapsos ambientales que cada vez con mayor frecuencia muestran sus consecuencias. El convenio no busca ningún tipo de solución mágica, pero sí comprometer a los gobiernos a la reducción de emisiones. Es bastante certero el análisis que se hace del panorama de emisión de estas sustancias relacionándolo con la  producción económica de los países, y es por eso que clasifica a los países. Las exigencias no son las mismas para los países desarrollados que para aquellos que se encuentran en vías de desarrollo. El protocolo de Montreal se va a proponer establecer un límite de emisiones, y sobre ese límite cada 5 años se tienen que ir reduciendo aún más las emisiones. El propósito es que para 2050 se haya reducido drásticamente la producción y emisión de las mismas.

Los elementos que más se tratan de reducir son los llamados haloalcanos, los fluoroalcanos, cloroalcanos, bromoalcanos y yodo alcanos que son compuestos químicos que se producen de una mezcla entre un alcano, el flúor, el cloro, el bromo o el yodo respectivamente, y átomos de hidrógeno. Todos estos componen los clorofluorocarbonos  que son usados en la fabricación de dispositivos semiconductores, como refrigerantes, agentes espumantes, disolventes, propelentes en sprays, agentes extintores y reactivos químicos.

Obviamente estas reducciones van a requerir de una fuerte relación entre avances de la ciencia, inversiones para esos avances tanto de los gobiernos como privada. Para generar incentivos a esa inversiones es importantísimo el involucramiento de los diversos actores sociales con llegada a los ciudadanos para la difusión de la problemática, la coordinación con aquellos grupos que pueden presionar para instalar en agenda política, social y mediática la problemática; reducciones impositivas a las empresas que potencian la sustitución y reducción de estas sustancias. Pero muy por el contrario a todos estos incentivos que parecen obvios y que parecerían ser los que beneficien al conjunto social mundial global, se han dado grandes retrocesos políticos, y las obviedades sobre lo perjudicial que puede ser afectar el medio ambiente ya no son tan obvias. Las declaraciones y acciones de los primeros mandatarios negando las emergencias climáticas, retirando a sus países de convenios que luchan contra el calentamiento global, dan cuenta de ello.

La totalidad de los países miembros de las Naciones Unidas han suscrito al Protocolo de Montreal, sin embargo son muchos los que  han adherido a sus protocolos posteriores. La situación se vuelve aún más compleja cuando observamos las consecuencias de esta falta de intención política con posteriores acciones consecuentes. En los últimos años el deterioro de la capa de ozono nos ha hecho observar el incremento del calentamiento global, el derretimiento de zonas glaciares, mayores desastres naturales producto de los desequilibrios ecológicos, entre otras cuestiones.

Si todos estos índices son alarmantes y que para solucionarlos necesitaran de gran cantidad de recursos, la problemática aún nos parece poco seria, es necesario observar la relación entre las problemáticas climáticas y sus implicancias sociales, sobre todo frente aquellas poblaciones más vulnerables. Podemos citar como ejemplo el incremento de enfermedades relativas a la falta de protección de los cada vez más dañinos rayos solares como ser el cáncer de piel (Según el informe de la Fundación Piel Sana de la AEDV en la última década, los casos anuales de melanoma, el cáncer de piel con peor pronóstico, han aumentado casi un 50 por ciento y se sitúan en 287.723 diagnósticos al año en el mundo, lo que supone unas 60.000 muertes anuales por esta causa) , y zonas del planeta en donde el aire está tan contaminado que no se puede circular sin barbijo por el efecto de los gases presentes en el aire, casa paradigmático de ello es Pekín (China registró un promedio de 52,4 microgramos por m3 de partículas contaminantes PM2. 5, diez veces más que el límite recomendado por la OMS en la actualidad.)

El protocolo de Montreal es sumamente importante porque vino a concientizar sobre la importancia de la protección de la capa de ozono, pero se necesita de accionar político y social, con la adhesión a los protocolos posteriores y con acciones consecuentes que articulen y coordinen la reducción de degradaciones y efectos nocivos tanto para la capa de ozono como para el planeta en su conjunto.

Nazarena Estrade
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales (CoFEI)
Departamento de Historia
IRI – UNLP