Tras los enfrentamientos entre Azerbaiyán y Armenia por la región de Nagorno Karabaj y los otros siete distritos azerbaiyanos lindantes, la atención de la comunidad internacional retorna a un conflicto iniciado en el ocaso de la Guerra Fría.
El fin de la era soviética
La disolución de la URSS trajo aparejados desafíos a la hora de delimitar las fronteras que conformarían el espacio postsoviético. Así, durante la segunda mitad de la década de 1980, las tensiones entre el gobierno central de Bakú y la población étnicamente armenia de la región azerbaiyana de Nagorno Karabaj aumentaron. El conflicto se profundizó con protestas en la capital de la República de Armenia, Ereván, a raíz del pedido de unificación de esa región azerbaiyana con Armenia.
Pronto, las escaramuzas y enfrentamientos armados entre el naciente ejército azerí y los armenios locales apoyadas por Armenia, así como unidades militares y pertrechos soviéticos, se hicieron cada vez más recurrentes. Los enfrentamientos armados duraron hasta el alto el fuego de 1994, dando por resultado la ocupación de Nagorno Karabaj y los siete distritos adyacentes de Azerbaiyán por parte de Armenia, así como decenas de miles de muertos, refugiados y desplazados.
Desde ese año se sucedieron varios intentos de acercamiento entre Azerbaiyán y Armenia en el marco del denominado Grupo de Minsk, copresidido por Francia, Rusia y Estados Unidos, perteneciente a la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE).
La escalada del conflicto
Tras 22 de años de conflicto, las tensiones entre Azerbaiyán y Armenia se acrecentaron en 2016, convergiendo en la llamada “Guerra de los Cuatro Días”, ocurrida en el mes de abril, donde Bakú logró recuperar algunas hectáreas de su territorio ocupado. Aunque un nuevo alto el fuego fue auspiciado por el Grupo de Minsk, el intercambio de disparos, las movilizaciones de tropas y las rispideces discursivas continuaron. En 2017, la región de Nagorno Karabaj, tras un referéndum constitucional, pasó a llamarse República de Artsaj, acción que también minó cualquier posible negociación.
Tras un 2018 con tensiones, del 12 al 30 de julio de este año se produjeron nuevos enfrentamientos, esta vez en zonas no disputadas; una señal clara del agravamiento de la situación.
El 26 de septiembre, una nueva fase de enfrentamientos comenzó, llevando en los días siguientes a una escalada en el conflicto que continúa al momento de escribir estas líneas, seis días después.
El comienzo de los enfrentamientos directos, trajo aparejado la destrucción de objetivos militares por parte de ambos bandos, daños a infraestructura, así como muertes militares y civiles.
Los dirigentes de la autoproclamada “República de Nagorno Karabaj” reconocieron haber perdido territorios, como en 2016.
Potencias y abstinencias
Las posiciones de los actores externos con influencia en la región demuestran, en líneas generales, los límites existentes a la hora de facilitar la solución a un conflicto que ya transita su tercera década.
Azerbaiyán cuenta con cuatro resoluciones del Consejo de Seguridad y la Asamblea General de Naciones Unidas (822, 853, 874 y 884) emitidas a principios de los años noventa que dan razón a su reclamo basado en el respeto a su integridad territorial de acuerdo al derecho internacional.
La política de los Estados Unidos hacia el conflicto se ha desarrollado en varios frentes. Sin embargo, más allá de la copresidencia en el Grupo de Minsk y la visita en 2018 del por entonces Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, Washington no tiene intenciones de desplegar recursos para liderar un proceso de paz en esta área del espacio postsoviético.
Por otro lado, en ciertas ocasiones durante los últimos años, Armenia ha criticado a sus pares de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), por el escaso apoyo diplomático así como por la venta de equipamientos militares a Azerbaiyán por parte de algunos Estados miembros; específicamente, Kazajstán, Rusia y Bielorrusia.
En cuanto a Rusia, su influencia en el conflicto está basada en el pragmatismo: por un lado, es parte de la misma organización de seguridad que Armenia, posee una base militar en Gyumri y cuenta un acuerdo de defensa mutua; por otro lado, la industria militar rusa encuentra a Azerbaiyán dentro de sus 10 mayores compradores. De hecho, Moscú es el principal proveedor de Bakú en términos de insumos militares-alrededor del 31% en los últimos 5 años-, por delante de Israel. Además, ambos Estados poseen acuerdos de cooperación en materia de hidrocarburos.
En cuanto a Turquía, Ankara mantuvo una posición con cierta distancia respecto el conflicto hasta la década de 2010, momento en que el acercamiento con Bakú aumentó, a partir de elementos culturales comunes: “una nación, dos Estados”, a lo que suman otros ámbitos de cooperación. Sin embargo, es extremadamente poco probable que se involucre directamente en el conflicto, más allá de las recientes acusaciones por parte de Ereván de derribar una aeronave armenia, algo que no se ha confirmado y que tanto Turquía como Azerbaiyán han negado.
Consideraciones finales
Nagorno Karabaj es una disputa territorial, enmarcada en un statu quo conflictivo desde 1994. Para su supervivencia, depende del respaldo militar y económico de Armenia, debido a que su presupuesto está constituido, casi en su totalidad, por impuestos que cobra en su territorio, además de los donativos otorgados por organizaciones armenias en el exterior –especialmente en Rusia y Estados Unidos. Inclusive, Bakú ha denunciado en varias ocasiones a Ereván por ingresar a refugiados libaneses y sirios de etnia armenia y establecerlos dentro de los territorios ocupados.
Por su parte, Azerbaiyán ha logrado inclinar la balanza del poder militar a su favor; proceso que ha sido beneficiado por sus ingresos tanto por su producción de hidrocarburos como su posición indispensable en la ruta de estos recursos desde el Mar Caspio hacia Europa, sin atravesar territorio ruso o iraní, como el oleoducto Bakú-Tiblisi-Ceyhan (BTC) -el segundo más largo del mundo-, Bakú-Supsa, y el gasoducto del Cáucaso Sur (Bakú-Tiblisi-Erzurum).
Nicolás Alesso
Miembro
Grupo Jóvenes investigadores
Departamento de Eurasia
IRI – UNLP