Antes de comenzar queremos aclarar que esta nota de opinión es producto de la convergencia política, teórica y afectiva de dos militantes feministas interseccionales pero, sobre todo, de nuestro compromiso con la reflexión, escucha y aprendizaje atento de quienes encarnan los cuerpos, viven y sienten día a día lo que es transitar por un mundo estructuralmente normalizador y capacitista. Es la visibilización de este colectivo lo que buscamos sea el espíritu fundante de las palabras aquí vertidas.
Para no pecar de informalidad, pertinentemente debe aclararse que en 1992 la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante la resolución 47/3, declaró el 3 de Diciembre como “El Día Internacional de las Personas con Discapacidad (PcD)”, con el objetivo de promover los derechos y el bienestar de este colectivo en todos los ámbitos de la sociedad, así como concientizar respecto de la situación de vulnerabilidad que estos atraviesan en todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural. (Organización de las Naciones Unidas, 2020)
Ello así, pues pese a la existencia de diversos instrumentos internacionales de Derechos Humanos que nos garantizan en tanto personas nuestros derechos humanos fundamentales, los derechos humanos de este colectivo, que representa alrededor del 15% de la población mundial – en particular las mujeres y las diversidades sexogenéricas con discapacidad- continúan siendo vulnerados en virtud de las diversas barreras físicas, sociales y culturales existentes e históricamente construidas. Esto dio lugar a que en el año 2006 se apruebe la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad que viene a establecer el modelo social de la discapacidad, en virtud del cual las causas que originan la discapacidad no son ni religiosas, ni científicas sino más bien sociales.
Por siglos la diversidad corporal y psicomotriz ha sido significada como dispositivo de clasificación/exclusión de las personas tal como lo han sido la etnia/raza, la diversidad sexo genérica, la edad, la nacionalidad, etc. Todos instrumentos de subjetivación que han servido como marcos de inteligibilidad de lo correcto y/o natural, frente a lo errado, lo marginal y lo que debía ser corregido.
A lo largo de la historia se distinguen cuatro grandes paradigmas: el de la prescindibilidad, el de la marginación, el rehabilitador y, el actual modelo social.
De un modelo que desechaba a personas con discapacidad, que les daba muerte, a otro que los excluía, los escondía, los mantenía en las sombras o creaba de ellxs un espectáculo para la bufonería clásica y atroz de las clases burguesas o los estamentos nobles. Para luego llegar a un supuesto modelo rehabilitador.
¿Rehabilitación? ¿Qué debe ser rehabilitado? Para que exista algo a “rehabilitar” debe existir un ser, un cuerpo “habilitado”. Un cuerpo hábil, aquel que solemos llamar hegemónico. Un idilio sin parangón al que todxs, de alguna forma u otra somos impelidxs a pertenecer y para lo cual el sistema ha creado tecnologías de todo tipo que han de moldear cuerpos, subjetividades, y afectos.
Así llegamos al modelo social anteriormente mencionado, Por primera vez el foco no se pone en el cuerpo ni la subjetividad de las personas con discapacidad, sino en el entorno sociocultural que ha configurado tales vidas como abyectas y ha sido el productor de tal cosmovisión. Por fin, se disputan los discursos productores de la exclusión y comienza a pensarse por fuera de un núcleo subjetivo y corporal prototípico.
Tanto Género como Discapacidad son construcciones sociales que varían de una sociedad a otra y de un tiempo histórico a otro.
Esta interseccionalidad entre género y discapacidad, reúne elementos de discriminación que se convierten en una doble barrera social, para las mujeres con discapacidad. El hecho de habitar cuerpos atravesados por la generización y la discapacidad conlleva la existencia de opresiones específicas hacia las mujeres con discapacidad que no se dan en otros colectivos, y las predisponen a sufrir mayores niveles de discriminación, exclusión, falta de oportunidades, maltratos y abusos.
Respecto a esto último, conforme ONU Mujeres, en 2012 se reportaba que hasta 7 de cada 10 mujeres con discapacidad informan haber padecido violencia física y/o sexual en algún momento de su vida y hasta el 50 % de las agresiones sexuales fueron cometidas contra niñas menores de 16 años (Hermanas olvidadas: violencia contra mujeres y niñas con discapacidad). Asimismo, la mayoría de dichos abusos y maltratos son cometidos por familiares o responsables de su cuidado. (Posicionamiento institucional de igualdad de género de Plena inclusión 2018)
Esto último se ve agravado por la representación asexual imperante de los cuerpos con discapacidad en general, y de las mujeres con discapacidad en particular, que ha incidido en la configuración de sus subjetividades y la aprehensión de sus cuerpos por fuera de la matriz sexuada o, más bien por fuera de la matriz del deseo impidiendo abordar y problematizar todos los procesos que esto implica en consecuencia. Cuestiones tales como: el tratamiento hormonal, la extracción de glándulas mamarias, la esterilización forzada, el aborto eugenésico y aborto coercitivo producto de los resabios de un paradigma excluyente, y vulneraciones de derechos fundamentales varios.
Por todo esto, resulta imperante en este día visibilizar a este colectivo, cuyos derechos históricamente han sido vulnerados pese a la existencia de diversos instrumentos internacionales de derechos humanos.
Resulta necesario por parte de los Estados, en cumplimiento de los compromisos internacionales asumidos, el establecimiento de una política pública transversal en materia de género y discapacidad, para lo cual es imprescindible la participación de Organizaciones Sociales de Personas con Discapacidad.
Pero también, resulta necesario una modificación de los roles y estereotipos sociales existentes y ubicar a la diversidad humana en el centro de la disputa frente a los discursos hegemónicos de la matriz hetero cis sexual, blanca, burguesa, racializada, capacitista, edadista, entre otros, para de esta manera dar paso a una sociedad realmente inclusiva y respetuosa de la diversidad humana existente.
Bibliografía
Foucault, Michel (1976). Historia de la Sexualidad.
Cañizares, O., Guilló, C., Moruno, M., Pérez Gil,, R., Rodríguez, I., Soriano, N., & Tur., R.- (2018) Posicionamiento institucional de igualdad de género de Plena inclusión. Disponible en https://www.plenainclusion.org/informate/publicaciones/posicionamiento-institucional-de-igualdad-de-genero-de-plena-inclusion
Organización de Naciones Unidas (2020). Participación y el liderazgo de las personas con discapacidad: Agenda de Desarrollo 2030. Disponible en: https://www.un.org/es/observances/day-of-persons-with-disabilities.
Jorgelina Ferraris
Florencia Di Giorgio
Integrantes
Centro de Estudios en Género(s) y Relaciones Internacionales (CeGRI)
IRI – UNLP