En las últimas horas se ha dado a conocer el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Mauritania y Qatar. Cabe recordar que estos dos países rompieron su vínculo en el mes de junio de 2017, luego que Nuakchot decidiese cortar sus lazos con Doha.
En aquel entonces, tres países miembros del Consejo de Cooperación de Estados Árabes del Golfo (CCG)- Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin- buscaron distanciarse de su vecino qatarí, romper relaciones diplomáticas y aplicarle un bloqueo aéreo, marítimo y terrestre. En línea con las monarquías del Golfo, Egipto, Yemen, Maldivas, y también Mauritania, procedieron a cortar sus relaciones con Qatar. Mientras tanto, otros países, como es el caso de Jordania, se inclinaron por degradar sus vínculos con el emirato.
El accionar de las monarquías del Golfo respondió a que las mismas entendían que Qatar mantenía lazos con organizaciones terroristas, entre las cuales estos países sitúan a la Hermandad Musulmana. Asimismo, los contactos entre Qatar e Irán y el rol asumido por Al Jazeera, con un discurso muchas veces crítico a las políticas de los países del Golfo, fueron otros factores que impulsaron el estallido de la crisis en el Golfo.
En lo que respecta a Mauritania, los nexos entre Qatar y la Hermandad Musulmana también resultan centrales para explicar el motivo de la ruptura. Nuakchot acusó a Qatar de interferir en sus asuntos internos alegando que Doha financiaba el accionar de la citada organización dentro del país, concebida por el gobierno como una organización terrorista.
Ahora bien, en enero pasado, Arabia Saudita, EAU y Bahréin junto con Egipto firmaron el acuerdo de Al-Ula que sentó las bases para poner fin al bloqueo que pesaba sobre Doha, así como también para el restablecimiento de relaciones diplomáticas con dicho país.
En dicho marco, Egipto restableció sus relaciones diplomáticas con Qatar. En efecto, hacia finales del mes de enero El Cairo reabrió su embajada en Doha, si bien la representación continúa a nivel de encargado de negocios. Desde entonces, las partes han protagonizado encuentros de alto nivel que han tenido por fin reconstruir las relaciones bilaterales. A posteriori fue el turno del gobierno de Yemen y, en las últimas horas, Mauritania decidió continuar en la misma dirección.
En lo que respecta a las naciones del Golfo, el devenir de los vínculos con Qatar varía de Estado a Estado. Arabia Saudita abrió sus fronteras aéreas y terrestres a principios del mes de enero, poco tiempo después se señaló que la apertura de la embajada saudí sería una cuestión de días y, finalmente, en febrero, el encargado de negocios del reino en Doha fue recibido por altas autoridades qataríes.
Con Emiratos Árabes la situación es más difícil, tal como se evidencia en declaraciones de altos funcionarios en las cuales se da cuenta de que, más allá de la apertura de rutas aéreas o del restablecimiento de las relaciones comerciales, existen temas cuya solución resulta más difícil. No debe pasarse por alto que la rivalidad entre Adu Dhabi y Doha es ideológica pero también geopolítica. Tal es así que estos dos países han apoyado a bandos contrarios en diversos escenarios de conflicto tanto en el Magreb como en el cuerno de África, viéndose enfrentados tanto en Túnez y Egipto como en Somalia y Sudán. Ello sin mencionar sus posturas encontradas en Siria y en Libia.
Mientras tanto, las desavenencias con Bahréin no son nuevas si se atiende a la disputa que históricamente ha existido con Manama por el control de las Islas Hawar. Lo cierto es que a la misma vienen a sumarse las acusaciones del pequeño país del Golfo que sostiene que Qatar habría brindado apoyo a grupos de la oposición tras el inicio de los levantamientos en el reino que tuvieron lugar en el marco de la primavera árabe. Todavía más, en los últimos días, y lejos del espíritu del acuerdo de Al-Ula, ambos países han vuelto a enfrentarse a raíz de un informe emitido por la cadena de noticias Al Jazeera e, incluso, como producto de un conjunto de testimonios a los cuales la emisora dio difusión días atrás, en los que se daba cuenta de que Bahréin aplica la tortura en sus cárceles contra detenidos pertenecientes a sectores de la oposición.
A la vista de lo hasta aquí expuesto se traslucen las diferencias de criterio entre los socios del Golfo respecto a cómo encauzar los vínculos con Qatar. De esta forma, se observa que Arabia Saudita ha traccionado la reconciliación con el emirato, en gran medida como parte de una apuesta por mejorar su imagen internacional y congraciarse con la nueva administración de los Estados Unidos. En tanto, Emiratos y Bahréin se han mostrado más reacios a este acercamiento en razón que Qatar no ha cambiado sus políticas ni modificado sus relaciones con un conjunto de actores que sus socios del golfo consideran una amenaza a la estabilidad regional.
En virtud de lo dicho, y más allá de las buenas intenciones de Kuwait y Omán, dos países que han intentado mediar entre las partes en la disputa, la realidad es que si bien el acuerdo de Al-Ula expresa el interés de los países firmantes de alcanzar la coordinación política, la integración económica e, inclusive, el deseo de avanzar en la conformación de una unión del Golfo lejos se encuentran las monarquías de la región de poder avanzar en esta dirección cuando las diferencias con Qatar continúan latentes.
Ornela Fabani
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI – UNLP