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La creación de la ABACC: un ejemplo de Argentina y Brasil al mundo

El pasado 26 de julio se cumplieron 30 años de la creación de la Agencia Brasileño-Argentino de Contabilidad de y Control de Materiales Nucleares (ABACC), tras la firma de del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear entre Argentina y el Brasil suscripto en la ciudad Guadalajara (México). Esta Agencia, con sede en Río de Janeiro, es la primera organización binacional creada por Argentina y Brasil como corolario de un largo proceso de construcción de confianza y es la única en su tipo a nivel mundial. Cabe indicar que la misma sería la garantía para nuestro país, para Brasil y para la comunidad internacional, de que los materiales e instalaciones nucleares en ambos países serían usados exclusivamente para fines pacíficos, bajo un control serio, eficaz y eficiente.

Fue en 1991 cuando se acuerda la creación de la ABACC y se ingresó de forma conjunta al esquema de inspecciones de salvaguardias del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), mediante la firma del Acuerdo Cuatripartito entre Argentina, Brasil, la ABACC y el OIEA. Así, Brasil y Argentina se convirtieron en los únicos Estados del mundo cuyos programas nucleares están sujetos a la supervisión de dos organismos internacionales.

La creación de la ABACC no puede ser recordada como un acto aislado, sino como uno de los eslabones más robustos de una cadena que nos une con nuestro principal socio en la región. El advenimiento de la Democracia en América Latina trajo nuevos aires a nuestras tierras, y ellos permitieron a Buenos Aires y a Brasilia desarticular (no sin mucho trabajo) las tradicionales desavenencias que (heredadas de los choques entre españoles y portugueses durante la colonización de América) nos habían enfrentado. Tan así es que desde la finalización de la Guerra del Paraguay (1870), Argentina y Brasil planificaban sus políticas de defensa en torno a dicha rivalidad como principal hipótesis de conflicto. Ya con los presidentes Raúl Alfonsín en la Casa Rosada y José Sarney en el Palacio de Planalto, nuestros países encararon la titánica tarea de convertir la ya citada “hipótesis de conflicto” en “hipótesis de confluencia”.

Los primeros pasos fundamentales fueron la Declaración de Foz de Iguazú (30 de noviembre de 1985), el Programa para la Integración Argentino-Brasileña (29 de julio de 1986) y, en el área estrictamente nuclear, entre 1985 y 1987, una serie de Declaraciones Conjuntas sobre Política Nuclear (Iguazú, Brasilia, Viedma, entre otras), que permitieron abrir el camino para concretar las visitas de Sarney a la planta piloto de enriquecimiento de uranio de Pilcaniyeu (Río Negro), y de Alfonsín al centro experimental de uranio enriquecido de Aramar (San Pablo), siendo esas visitas de una notable relevancia ya que ambas instalaciones se encontraban fuera del sistema de inspecciones de salvaguardias del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y aparecían como la “piedra en el zapato” de ambos países, generando desconfianza respecto del carácter exclusivamente pacífico de ambos planes nucleares.

Aunque pueda entenderse a la ABACC como un hito cardinal en una senda de construcción de confianza recíproca, cabe señalar que es mucho más que eso. Es un paso ineludible en la construcción del MERCOSUR. Sin superar los recelos recíprocos en esta materia, no se hubiera podido avanzar en ninguno de los otros campos.

En este camino transitado juntos, la Agencia fue para Argentina y Brasil lo que la Comunidad Económica del Carbón y el Acero fue para Alemania y Francia: prácticamente, la piedra fundamental del proceso de integración del Cono Sur. Así, todo proceso de integración puede plantearse metas accesorias solo si alcanza previamente el objetivo de mantener la paz. Y la contribución de la ABACC, en dicho sentido, es inestimable.

Hoy, cuando el MERCOSUR está en entredicho y muchos auguran que se encuentra atravesando una crisis terminal, quisiéramos recordar estos actos de enorme valentía política por parte de los dirigentes de entonces, superando la desconfianza de amplios sectores de las fuerzas armadas y de gran parte del arco político. Se trataba el momento en el cual convivían Estadistas en nuestros países que, superando las anteojeras sectoriales, interpretaban el sentir profundo de nuestros pueblos: sin Paz no hay Democracia posible. Sin Democracia, no puede haber Desarrollo

No viene mal recordar que, por aquél entonces, quienes conducían nuestros destinos colectivos superaban los objetivos cortoplacistas, la endeblez de la coyuntura, lo inevitablemente transitorio, el cálculo egoísta, la insignificante pirotecnia verbal, para pensar en grande, en futuros que, entendían, construían lentamente juntos.


Norberto Consani
Director
Juan Alberto Rial
Secretario académico