Once años pasaron desde el inicio del conflicto sirio. En el marco de las revueltas civiles que se estaban desarrollando en otros países de la región del Medio Oriente –conocidas como Primavera Árabe– las primeras protestas vieron la luz en el interior de Siria, y fueron el puntapié inicial de lo que luego se convertiría en un conflicto de mayor escala, con la intervención de múltiples actores estatales y no estatales.
El territorio sirio se constituyó en escenario de intereses contrapuestos entre potencias regionales y globales, al mismo tiempo que vio expandirse sobre sílos tentáculos de una nueva organización terrorista: ISIS o EstadoIslámico de Irak y Siria, que tenía sus raíces en Irak, y buscaba extenderse por todo el histórico Levante, constituyendo un califato que borrara las fronteras nacionales tal como existen hoy en día, al mismo tiempo se instauraría una sociedad regida por una tergiversada interpretación del islam.
El conflicto fue complejizándose debido al número de actores que entraron en juego, pues no sólo ISIS tenía presencia en Siria, sino también Al Qaeda, a través de diferentes “filiales”, así como nuevos grupos que se escindían unos de otros, dispersándoseen cada ciudad siria. Así es que Bashar Al Asad pasó de enfrentarse a opositores políticos, a enfrentar grupos terroristas que actuaban en Siria bajo diferentes nombres.En ese marco, en el cual la actuación de potencias globales y regionales será fundamental, el rol de la Federación Rusa será protagónico.
Rusia, en un primer momento con una intervención limitada a un rol diplomático, cobraría mayor protagonismo en el ámbito estratégico-militar, a medida que el gobierno de BasharAl Asad se hacía más débil. El accionar ruso no solo garantizó la estabilidad del gobierno de Al Asad, quien se convirtió en el único líder que se mantuvo en el poder después de las revueltas en la región, sino que tambiénposicionó a Rusia como un interlocutor válido e imprescindible en la mesa de negociaciones. Su rol como intermediario entre el gobierno sirio y la comunidad internacional a partir de una serie de acuerdos para que Siria se deshiciera de armamento químico en 2013, dotaron a la Federación Rusa de prestigio y legitimidad.
Sin embargo, a partir del 2014, la actuación rusa estuvo mayormente condicionada por factores externos a Siria, vinculados a los acontecimientos en Europa Occidental.La salida de Víctor Yanukovichdel gobierno de Ucrania-líder prorusoque ponía freno a la “europeización” del país-desató la anexión de Crimea, y puso a Rusia definitivamente fuera de la esfera occidental, descartando, por ejemplo, su participación en el G-8. Es entonces, a partir de la anexión de la Península de Crimea por parte de Rusia, cuando Vladimir Putin decide jugar un papel más presente en términos estratégicos y militares, y Siria será escenario de ello.
Por otro lado, la caracterización de Rusia como un estado revisionista del status quo, según las diferentes doctrinas de Seguridad Nacional de Estados Unidos posteriores al 2001, la colocaba junto a China en un eje anti-occidental, lo que incentivó a Putina reafirmar su papelprotagónico en Siria, y reclamar el lugar de Gran Potenciaque siempre planteócomo imprescindible a los fines de establecer un orden mundial multipolar.
Por su parte, la percepción del descenso de capacidades del poder norteamericano–quevenía de atravesar una fuerte crisis económica en 2008-se trasluce en campañas fracasadas en Irak y Afganistán. El análisis no puede soslayar la actitud dubitativa de Barack Obama ante los acontecimientos de la Primavera Árabe, y la llegada de Donald Trump, quien no demostraba ningún interés en las cruzadas norteamericanas por la libertad y la democracia.
Todos los elementos mencionados precedentementedieron a Putin la confianza ante la opción de la actuación de manera unilateral. Una serie de oportunidades sumadas a la sensación de amenaza clara ante los avances de la OTAN hacia el este de Europa, un área sensible para Rusia, fueron determinantes en su impronta militarista, desplegada oportunamente en Siria, y hoy, en Ucrania.
Once años después de iniciado el conflicto, la mayor parte del territorio sirio está bajo control del gobierno de Bashar Al Asad y la presencia de Rusia es sumamente visible, sobretodo en sus bases del Mediterráneo. A pesar de que la conflictividad en ciertas zonas continúa, y las consecuencias económicas devastadoras para Siria aún subsisten, muchos países retomaron relaciones con este país, y poco a poco van reabriendo las puertas de sus embajadas en Damasco.
Este balance, muestra un triunfo de Putin frente a las aspiraciones de cambio de régimen por parte de Estados Unidos, manteniendo a Al Asad en el poder (en 2021se llevaron a cabo elecciones donde volvió a ganar la presidencia). Sin apoyo ruso, su permanencia en el gobierno hubiese sido imposible. Al mismo tiempo, Siria constituye hoy un territorio prácticamente controlado por Rusia, salvo en bastiones donde aun se registra presencia de otros actores.
La sensación de triunfo de Rusia en el caso sirio, acompañada nuevamente de la percepción de un “retiro” norteamericano, gracias a la salida de las tropas de Estados Unidos de Afganistán, fueimportante para Vladimir Putin. Se trata de un conjunto de señales que aparentemente interpretó como la certeza respecto de que la OTAN no reaccionaría en pos de defender un estado democrático que no pertenece a su organización. Las amenazas percibidas por el gobierno ruso respecto de las ampliaciones de esta organización, dieron una oportunidad para demostrar que los discursos y documentos de política exterior rusa donde se advierte a Occidente respecto de acciones unilaterales que afecten los intereses rusos, las cuales no quedarían en palabras. Ahora el peligro de Ucrania es convertirse en escenario de conflicto permanente, como ha sucedido en Siria durante once años, con grupos no regulares actuando en su territorio, y, obviamente, con las consecuencias económicas que toda guerra trae, en este caso, tanto para la población ucraniana, como para toda la economía global en su conjunto.
Leila Mohanna
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI – UNLP