Todo pueblo tiene el derecho imprescriptible e inalienable a la autodeterminación.
Él determina su status político con toda libertad y sin ninguna injerencia exterior.
Todo pueblo tiene el derecho de liberarse de toda dominación colonial o extranjera
directa o indirecta y de todos los regímenes racistas.
Arts. 5 y 6 de la Declaración de Argel, 4 de julio de 1976.
El pasado 5 de julio, dos países africanos celebraron sus independencias: la República Argelina Democrática y Popular (1962) y la República de Cabo Verde (1975). Ambos procesos de descolonización fueron muy diferentes, tanto por quiénes fueron sus colonizadores como por la forma en que se llegó a la proclamación de estos Estados. Daremos cuenta brevemente en estas líneas, de algunas de sus características, como así también de los puntos en común.
En el caso argelino, Francia se había instalado en el territorio desde 1830 y permanecería allí más de un siglo, sometiendo al pueblo colonizado a todo tipo de abusos, discriminaciones y brutal represión de las protestas en reclamo de la independencia. Con el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial, el nacionalismo argelino comenzó a organizarse, liderado por Ferhat Abbas y, ya para 1944, se había creado el Frente de Liberación Nacional.
Sin ahondar en datos históricos, es necesario destacar que la guerra de liberación nacional duró 8 años (1954-1962), precedida por masacres perpetradas por el colonizador. Esta lucha por la libertad, costó al pueblo de Argelia cientos de miles de vidas, a pesar de los férreos reclamos de la ONU por un referéndum de autodeterminación, que fue prometido por Francia pero nunca se concretó: muy por el contrario, la potencia colonial respondió a sangre y fuego.
La independencia de Cabo Verde fue fruto de un proceso distinto. Excolonia portuguesa, en el archipiélago no hubo lucha armada. Su descolonización se produjo como resultado de las luchas armadas en el continente. Con el liderazgo de Amílcar Cabral (encabezando el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde, PAIGC), el mozambiqueño Samora Machel y el angoleño Agostinho Neto, promediando los años ‘70 del siglo pasado, Portugal abandonó las cinco colonias que tenía en África: Cabo Verde, Guinea Bissau, Santo Tomé y Príncipe, Angola y Mozambique.
Cabe recordar que las excolonias portuguesas formaron parte de la tercera etapa de descolonización africana, que se conoce como “descolonización tardía”. En pocas palabras, Portugal no quería retirarse de sus colonias y lo hizo recién después de la “Revolución de los Claveles” (25 de abril de 1974), que puso fin a la sangrienta dictadura que gobernaba ese país, cuya figura tristemente destacada fue António de Oliveira Salazar.
Hasta aquí las principales diferencias. Sin embargo, encontrar las continuidades o puntos en común de ambos procesos -y que se repiten en casi todo el continente africano- no es una tarea demasiado compleja. En un contexto de pérdida de poder de Europa tras la Segunda Guerra Mundial y de un mundo bipolar controlado por Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, estos dos hegemones alentaron la descolonización de un continente enorme en superficie y recursos naturales. Argelia fue, así, un referente de las luchas de liberación que se desarrollarían en las décadas posteriores a su propia independencia, a tal punto que Amílcar Cabral, padre de la independencia caboverdiana, bautizó a Argel como la “Meca de los Revolucionarios”.
En ese marco, cabe hacer mención también de hitos tales como la Conferencia de Bandung, el surgimiento del Movimiento de Países No Alineados y el apogeo de los movimientos de liberación nacional africanos que, a la luz de la Resolución 1514 de la Asamblea General -conocida como la “Carta Magna de la Descolonización”- reclamaban su independencia y su derecho a la autodeterminación política, económica y cultural.
Si bien el colonialismo se terminó en casi toda África (a excepción del Sáhara Occidental, colonizado por España y con su derecho a la autodeterminación aún sin poder hacerse realidad), a nadie escapa que la colonialidad en su triple dimensión del poder, el saber y el ser continúa: tanto las injerencias en asuntos internos como el saqueo de riquezas y la subalternización de los pueblos africanos, son prácticas vigentes por parte de antiguos y nuevos colonizadores. Y aquí es donde una vez más las palabras de Agostinho Neto cobran nueva dimensión y se agigantan: África, “la lucha continúa”.
Luz Marina Mateo
Secretaria
Departamento de África
IRI – UNLP