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Espíritu Olímpico y Confucianismo: palpitando los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022*
Los JJOO han sido siempre una oportunidad única para fortalecer la marca ciudad (porque los recordamos ya sea por esta o por el área metropolitana donde tuvieron lugar), y por qué no también la marca país. Un gran recurso para fortalecer el poder blando. Ambos países han perdido en este contexto pandémico la chance de atraer a un público que quizás por otros motivos no los visitaría. Pero bueno, ya es tarde para arrepentimientos. Lo importante es que los deportistas puedan competir, y de eso justamente voy a hablar en este artículo.
En la fundación Sinological durante los últimos meses debatimos en grupo sobre las similitudes entre el espíritu olímpico y la sabiduría alojada en los clásicos de la literatura china. Cómo no podía ser de otra manera, hay puntos en común. Se trata sin duda de un ritual de enorme importancia que permite que el mundo entero conviva en paz y armonía. Y, por ende, estamos hablando también de aspectos que son parte también del confucianismo.
A continuación, les comparto un pequeño compendio de algunos pasajes que se relacionan con el deporte y la competencia.
Benevolencia
La benevolencia (仁 ren) es la primera y más importante de las cinco virtudes (ser buenos es más sencillo y trae más beneficios que hacer el mal, créanme). Se manifiesta a través del amor y la empatía, la compasión hacia los demás, y en el evitar envidiar o hacer daño. En cuanto a la conducta, actuar benevolentemente exige lo mejor de nosotros, con la regla de oro como estandarte.
La virtud que es la benevolencia nos lleva a actuar teniendo en cuenta no sólo nuestros propios intereses sino también los de los demás, conduciendo hacía la armonía entre los seres humanos.
Los JJOO, desde esta óptica, pueden ser vistos como una instancia ritualística, y de cultivación personal para los deportistas. La práctica del deporte, y no vencer a los demás atletas, debería ser el objetivo máximo. Palabras similares a las que recoge el neerlandés Johan Huizinga en su formidable tratado Homo Ludens (donde se hace eco de varias circunstancias de la China antigua). El juego por el placer del juego mismo. La competencia es un incentivo a darlo todo, pero ganar no es (o al menos, no lo era en el pasado) el objetivo máximo de jugar.
Para Confucio, la arquería ejemplifica como pocos la correcta realización deportiva. En primer lugar, los arqueros se saludan antes y después de tirar, siendo esto cómo los «caballeros» deben competir, tratando al otro como un camarada con el que se disfruta juntos de jugar, y no como un enemigo a aplastar (Capítulo 3 Ba Yi, versículo 7).
Pero eso no es todo. También en el libro de los ritos encontramos sobre la arquería que nos muestra el camino de la benevolencia. El arquero sólo debe velar por sí mismo, por guardar la postura correcta antes de soltar la flecha. Si el tiro no es bueno, el único culpable es sí mismo. De nada sirve mirar al de al lado si lo hizo mejor que uno (Capítulo Zhong Yong, también conocido como la “Doctrina del Justo Medio”, versículo 15). La mejora se consigue sólo a través del estudio de nuestras propias acciones, sólo así seremos mejores deportistas, competidores, etc.
Y ese espíritu implica también que el ser deportista va más allá de la autodisciplina. El profesional benevolente siente per se empatía por sus pares, que realizan sobre sí mismos un esfuerzo similar. Aquellos que no perciban esto se pierden la experiencia completa de la competencia. Por eso la benevolencia juega un rol clave, fomentando la competencia sana, el juego en equipo y el espíritu de comunidad.
Justicia
La justicia (义 yi), una de las cinco virtudes para el Confucionismo, se posa sobre uno como garante de nuestra identidad. A cambio, nos exige meditación, mucha reflexión, y un actuar racional. Un punto de vista fruto de una gran cantidad de trabajo interno. Hacer lo que debemos no sólo nos demanda racionalidad, sino también autocontrol para resistir tentaciones perjudiciales, y fuerza para realizar la tarea (no importa lo que suceda). Esta simple enumeración de condiciones nos permite indudablemente asociarlas a la vida del deportista de élite. Tras la impactante performance del nadador estadounidense Michael Phelps en los juegos de verano de Beijing 2008, se filtró una lista de lo que en apariencia era la hercúlea dieta que realizaba el atleta todos los días. Más allá de la inmensa ingesta calórica, sustentada por un entrenamiento feroz, lo que a mí me llamó la atención es la también enorme disciplina que requiere llevar a cabo esa rutina que bueno…dio resultados únicos en la historia de la natación.
Yendo a la temática general de los Juegos Olímpicos, este encuentro entre deportistas de todo el mundo también se puede analizar desde la sabiduría milenaria. En el capítulo 12 (Yan Yuan), versículo 2, Zhong Gong pregunta a Confucio sobre la virtud perfecta, y el Maestro le dice que esta es:
«cuando vas al exterior, comportarse con todos como si estuvieras recibiendo a un gran invitado; conducirse con la gente como si estuviéramos asistiendo a un gran sacrificio; no hacer a los demás lo que no quieras que te sea hecho; no tener a nadie murmurando contra ti en el país ni en la familia».
Si algo se da en las Olimpíadas es que reúne a personas de distintos orígenes en tierra ajena. No sólo eso, estos deportistas están efectivamente representando a sus naciones, de modo que si cometen algún acto incorrecto, no sólo manchan su propia reputación sino también la de la bandera cuyos colores defienden. Es evidente que se espera una conducta intachable porque… ¿Quién quisiera volver a casa y ser declarado persona non grata en su propia casa?
También en este fragmento aparece la famosa, famosísima regla de oro. El espíritu Olímpico saca lo mejor de nosotros, nos lleva a competir entre sí como hermanos y hermanas. Y si algo hemos podido ver en los Juegos de Tokio, además de grandes proezas deportivas, es la aplicación práctica de esta regla. Me refiero a los saltadores qataríes e italianos abrazarse tras compartir la medalla de oro. Ambos quisieron ganar, ninguno quiso ver al otro perder.
Si bien esta regla dorada, como se plantea en el Yan Yuan, supone de que uno debería hacer a los demás como no queremos que hagan con uno, esto también se puede interpretar por su fórmula opuesta «haz a los demás como quisieras que hagan contigo». Insisto, elijo pensar que ellos realmente quisieron ganar más que el que su oponente pierda.
Constancia
La constancia no forma parte del cuerpo selecto de las 5 virtudes, pero se deriva de estas, pues es un componente indispensable de la victoria. Ese triunfo, representado por un lugar en el podio o un récord personal (porque eso también es ganar), o simplemente haber participado de los juegos (¿Quién no quisiera estar ahí arrojando una jabalina?).
En el Capítulo 12 (Zi Lu), versículo 22, encontramos al Maestro Confucio evocando a la gente del sur de China que solía decir que “un hombre sin constancia no podía ser ni mago ni doctor”, de modo que los “inconstantes en sus virtudes serán visitados por la desgracia”. Y lo curioso es que los deportistas de excelencia son un poco de ambas cosas. Son doctores, porque como pocos deben saber lo que sucede en sus cuerpos, para poder dar las respuestas que se necesitan en la cancha, en la pista, en el tatami, y similares. Pero al mismo tiempo son magos que logran transformar su esfuerzo en medallas de oro, plata, o bronce.
También en ese mismo capítulo, pero en el versículo 25, observamos un episodio similar, también se trata de un dicho de la gente del Sur, pero que reza que los “hombres que no son constantes en su virtud no podrán ser adivinadores”.
Estos alquimistas modernos que vemos en la tele, o en la cancha (ahora que podemos volver a ir!) lo dan todo para cumplir con sus objetivos, y para ello deben trabajar muy duro todos los días. Esto no es producto de la suerte. Del mismo modo, tampoco debemos echar la culpa al “proceso” cuando las cosas no salen de la manera que esperamos. En el dicho sobre los adivinadores, Confucio nos invita al encuentro con nosotros mismos, a trabajar diariamente nuestras virtudes. Es nuestra falta de constancia, el levantarnos más tarde hoy porque llueve y está feo, el no seguir con la dieta, el no leer caracteres todos los días, lo que nos aleja de nuestros sueños.
Todos aquellos seres humanos que se desempeñan como deportistas son personas que han cultivado su virtud, y ya por ese simple hecho son ganadores. Han logrado dominarse a sí mismos y trabajar todos los días duramente para llegar allí.
Las medallas, un factor que nos aleja del propósito
La sabiduría de los clásicos nos lleva entonces a salir de la lógica exitista que reina en la contemporaneidad. Y quién se lleva la peor parte es el maldito medallero, cuya lista de naciones participantes (y comités porque Rusia, y deportistas refugiados, porque este mundo es un tendal de problemas) nos invadió 24/7, casi tan omnipresente como Bonadeo.
Se podría debatir quién fue el verdadero ganador de dicho listado, de por qué el Comité Olímpico Internacional distingue a Hong Kong y Taiwán como conjuntos independientes de China, y de que si sumamos las preseas (siempre quise usar esta palabra en algún relato) de la China continental y sus dos territorios marítimos (aunque Hong Kong también se extiende sobre tierras lindantes a la provincia de Cantón) el país asiático superaría a los Estados Unidos, y podemos seguir en una discusión en bucle. Cuestión que este “medirse a ver quien… (complete con las palabras que más le guste)” no le sirve a nadie.
En enfocarnos tanto en el resultado del “agón”, nos desviamos de la figura de aquellos que lo viven, de los miles de deportistas que llevan su dura preparación y la comparten entre ellos mismos en la competencia, y ante el mundo que los ve a través de las cámaras. Es más, estos deportistas quizás no van con el objetivo de una medalla, sino, como bien menciona el famoso conductor de TyC, el de romper sus marcas personales. Al punto de que muchos deportistas vencedores, ganadores de medalla, se quedan con un sabor amargo, porque en el fondo están convencidos de que su performance pudo haber sido mejor. La “plusmarca”, palabra que parece salida del diccionario de 1984, vale tanto o más que cualquier metal, pues es el verdadero registro del deportista que se supera a sí mismo.
La disputa de las medallas nos sumerge en un contraste blanco-negro que ignora los múltiples, ricos, matices que atraviesan este festival cuyo objetivo primigenio cuando fuera recuperado allá por los finales del siglo XIX, es el de promover la paz entre pueblos a través del encuentro y la competencia deportiva. Un espacio donde cada 4 años se apagan los conflictos, y la celebración es conjunta.
Cierre
El deporte ha sido un gran canalizador de la energía de nuestra raza humana, uniéndose alrededor de una competencia que nos hace a todos mejores, además de motivarnos a todos los que no estamos compitiendo, a dar lo mejor de nosotros en lo que hacemos. En definitiva, si bien la vida no es juego, es más divertido si la vivimos jugando.
La filosofía china dedica buena parte de su contenido a la cultivación personal, y los Juegos Olímpicos se erigen como la exposición máxima de superación. Los deportistas en su performance son la aplicación práctica de las virtudes que Confucio denominó como las fundamentales para el ser humano.