Centro de Estudios Coreanos
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El detrás de escena del “milagro coreano”, implicancias del desarrollo económico en Corea del Sur.
El crecimiento económico fue tan rápido que el país caracterizado por altos índices de pobreza y un conflicto armado a principios del ’50, pudo en pocos años revertir la situación, llegando a ingresar a la OCDE en 1996, como parte de los tigres asiáticos.
Uno de los elementos principales que permitió la eficiencia de las políticas desarrollistas fue la centralización del poder y la sólida burocracia, que históricamente delineó el sistema coreano, influenciado por el confucianismo.
El proceso de desarrollo se inició con el presidente Park Chung-hee (1961-1979), quien llegó al poder mediante un golpe de estado y decidió implementar una estrategia a largo plazo para impulsar la economía, centrada en la industria y mediante la promoción de exportaciones. La legitimidad del proceso de industrialización se basaba en el creciente nacionalismo, junto con la necesidad de contrarrestar la competencia de Corea del Norte y contener al comunismo.
La política se llevó a cabo con una marcada participación del gobierno, a través de la aplicación de planes quinquenales con metas para la movilización de recursos, el control del sistema financiero y la restricción a las importaciones. Por ejemplo en el primer plan, de 1962 a 1966, se fomentó la industria minera y manufacturera, con el objetivo de incrementar la competitividad internacional. Mientras que en el segundo, 1967 a 1971, se impulsó la industria pesada y química, como la siderurgia, maquinaria y petroquímica.
Una de las problemáticas acaecidas por el proceso de desarrollo focalizado en sectores y los incentivos desproporcionados a las empresas, fue la conformación de los grandes conglomerados o chaebols, oligopolios industriales de administración familiar, que terminaron consolidando gran parte del poder económico. Con el fin de estimular la industria, se brindaron créditos baratos y exenciones impositivas, llegando incluso a elevar el estatus social de los empresarios mediante el otorgamiento de premios no pecuniarios, como condecoraciones y reconocimiento a su patriotismo.
Los chaebols, tales como Samsung o LG, continúan detentando la mayor riqueza del país, bajo un carácter monopólico del mercado nacional, que impide una competencia justa y muchas veces fomenta los vínculos de corrupción entre el sector público y el privado.
Asimismo otra de las consecuencias del desarrollo intensivo se relaciona con los derechos humanos y laborales. En el periodo previo a la conformación de la República de Corea y durante la Guerra de Corea, el Gobierno promulgó legislación relativa a la protección laboral básica, pero dada la debilidad gubernamental fue imposible su implementación.
Con la llegada del gobierno militar en 1961 las leyes laborales se suspendieron, se disolvió la Federación de sindicatos y se restringieron los tres derechos laborales básicos de los funcionarios públicos: derecho a organizarse, a la negociación colectiva y a la huelga. Posteriormente en la Constitución de 1973 se estipuló que los derechos de los trabajadores podían limitarse, o directamente ser denegados por ley. Estas medidas opresivas del mercado de trabajo se aplicaban bajo la justificación de que permitían el crecimiento económico y la rápida creación de empleos.
Los bajos salarios daban una ventaja en comparación con la producción extranjera, de manera tal que un trabajador coreano percibía un 11% del sueldo de un trabajador estadounidense, el equivalente al costo de una taza de café, y con una jornada laboral de 15 horas promedio. De acuerdo a declaraciones de trabajadores y obreros, no se les permitía hablar entre compañeros ni usar el baño, no contaban con luz natural y soportaban hasta 40 grados de temperatura. Además las prácticas laborales en las fábricas seguían una disciplina militarista, con lemas como “el guerrero industrial” y “producir mientras se combate”.
Es interesante resaltar que en los comienzos del desarrollo focalizado en la manufactura, las mujeres representaban gran parte de la mano de obra intensiva, principalmente textiles, alcanzando un estimativo de 2 millones. Es por ello que un importante porcentaje del sindicalismo de la época estaba conformado por trabajadoras.
La represión del movimiento sindical continuó durante el gobierno de Chun Doo Hwan en los ’80, conllevando al fortalecimiento y recrudecimiento de las prácticas laborales, que continuaron perjudicando la integración social y generando inestabilidad política. En este período de explotación laboral se produjeron diversas movilizaciones, donde incluso un joven trabajador, Chun Tae Il, decidió inmolarse como forma de protesta.
Finalmente en 1987 el Presidente Roh Tae woo se comprometió públicamente a ampliar los derechos ciudadanos e iniciar la apertura democrática.
Otra repercusión negativa de la industrialización fue el daño medioambiental, provocado por la industria pesada y química, cuyos desechos industriales y aguas residuales recibían un escaso tratamiento. Como resultado Corea del Sur poseía un bajo nivel de protección ambiental comparado con otros Estados desarrollados, en la década de los ’90.
En concordancia con los cambios ocasionados en el medio ambiente, el proceso desarrollista generó una clara separación entre la zona urbana y la rural, que modificó drásticamente la población por el movimiento masivo de personas, en su mayoría trabajadores, que migraron del campo a las ciudades. Los trabajadores agrícolas quedaron relegados, incrementando el desempleo y la pobreza rural, dado que los costos de producción aumentaron por la escasez de mano de obra.
En este contexto surgió el movimiento Saemaul en 1971, con el propósito de mejorar las condiciones de vida de las áreas rurales. Como iniciativa propuso tres objetivos o “liberaciones”: la innovación de herramientas agrícolas y transporte, para reemplazar el trabajo manual de cargas pesadas; el suministro de luz eléctrica, para reemplazar las velas; y mejoras en infraestructura, para reemplazar las viviendas de techos de paja.
En conclusión es claro que el proceso desarrollista no fue armonioso y generó altos costos sociales, políticos, medioambientales y económicos.
Gracias a la constante lucha de agrupaciones y movimientos sociales, que dieron sus vidas en protestas como las acontecidos en la “Masacre de Kwanju”, Corea del Sur se transformó en un país democrático, y el desarrollo económico dejó ser justificativo de la represión y la violencia contra la ciudadanía.
A pesar de ello debemos preguntarnos si el “milagro” del rápido crecimiento podría haberse producido sin la presencia de éstos problemas.
Referencias bibliográficas
Lopez Aymes Juan Felipe (2016). Bases del desarrollo industrial en Corea del Sur: análisis de la política económica integral. Observatorio Virtual Asia Pacífico.
Manríquez José Luis León (2009). Historia mínima de Corea. México, El Colegio de México.
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Sakong y Youngsun, Koh (Ed.) (2012). La economía coreana: Seis décadas de crecimiento y desarrollo. Santiago: CEPA