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A2022 Medio Oriente Artículo Civallero

Departamento de Medio Oriente

Artículos

A 70 años de la “jornada heroica” en Egipto:
¿las revoluciones sirven para caminar?

Cecilia Civallero

Introducción

El pasado 23 de julio se cumplieron 70 años de la revolución llevada a cabo por un grupo de oficiales del Ejército egipcio que puso fin a la monarquía en ese país. Aquel día amaneció con la cúpula de los Oficiales Libres, siete de ellos, ocupando el cuartel general del Ejército en el barrio de Abbasieh. El alto mando es arrestado y tres días después el rey Faruk se ve obligado a abdicar. La monarquía fue abolida casi un año después de la toma revolucionaria, el día 18 de junio de 1953.

Realizando un análisis de los primeros pasos de esta nueva cúpula de Estado, Abdel-Malek (1967) en su clásico “Egipto sociedad militar” se pregunta “¿es esto la revolución?” (p. 66). Partiendo de una interpelación similar, en el presente artículo nos dedicamos brevemente a describir algunos de los alcances y desafíos iniciales de este evento caracterizado como revolucionario. Al igual que en experiencias similares en otras naciones, aquella toma abrupta del poder no traía consigo un programa preciso y predeterminado. En cambio, los liderazgos y proyectos políticos se fueron erigiendo por medio de disputas que involucraron a las estructuras sociales, económicas y políticas en Egipto e incluso en la región. En torno a este acontecimiento y a la figura de Nasser se erigió un imaginario que perdura hasta nuestros días, conformándose como ​​un “sitio de la memoria”, un “pasado presente” (Khalifah, 2017). Además, este acontecimiento nos remite y forma parte de un calendario de eventos de las sociedades postcoloniales abocados a una profunda transformación política.

Los Oficiales Libres

A diferencia de otros países de Oriente Medio, en Egipto existía ya una historia de partidos nacionalistas y seculares relacionados, con más o menos tensiones, con la figura del rey y la presencia británica. Tal es el caso del mayor partido nacionalista llamado Wafd, el cual lideró procesos políticos relevantes como la “Revolución de 1919”, la supresión del sufragio indirecto en 1926, la declaración de independencia en 1922, el tratado anglo-egipcio de 1936, entre otros. A su vez, no puede comprenderse el surgimiento de estos grupos nacionalistas -y del relato “árabe” que retomaría el nasserismo- sin considerar experiencias durante el siglo XIX como la nahda o “era del renacimiento” árabe, el rol de Muhammad Ali entre 1805 y 1848 y las tensiones y resistencias frente al Imperio Otomano. Embarcado en un estrepitoso camino de endeudamiento y rodeado de presiones diplomáticas y militares, la caída de este gigante reflejó la profunda penetración del mercantilismo europeo y del capitalismo mundial hacia la periferia. ​​De esta forma, la Primera Guerra Mundial y la abolición del califato luego de doce siglos de existencia, explican los diversos desenlaces en los países en Oriente Medio y su emancipación de la presencia extranjera en una tensión entre legados islámicos y las nuevas ideas sobre la organización política moderna (Martin Muñoz, 1999)

Los oficiales responsables de la conformación del movimiento detrás de la jornada del 23 de julio provenían de un sector social e ideológico diferente y en auge. A raíz de una disposición que eliminó en 1936 la discriminación para el acceso a la Academia Militar, los hijos de las clases medias recientemente urbanizadas comienzan a acceder a esta fuerza antes monopolizada por una casta terrateniente y asentada en el poder central del país. Contra la corrupción de la burocracia estatal y de un régimen aliado con las potencias coloniales, una nueva generación dentro del ejército fue impulsora de un nacionalismo y una “egipcianidad” desde la cual deciden contrarrestar a los partidos tradicionales y liberales. De esta forma, un grupo de militares que habían sido derrotados en la guerra de 1948 toma el nombre de Oficiales Libres y se propone la toma del poder. La legitimidad que fue cosechando este movimiento se deriva de formar parte de un nuevo grupo social, la clase media urbana, y del único sector que no había caído en el descreimiento popular: “Los jóvenes oficiales pueden poner al servicio de su prestigio una fuerza, la única salida moralmente intacta de la catástrofe de la guerra de Palestina y del incendio de El Cairo: el Ejército” (Abdel-Malek, 1967, p. 65).

A pesar de que la figura de Nasser suele ser asociada completamente con un proceso iniciado el 23 de julio, la supremacía de su liderazgo fue algo en construcción. De esta forma, existió un proceso de afianzamiento de este liderazgo como parte y en representación del grupo de oficiales más jóvenes. Esto fue en detrimento del General Naguib, quien poseía el rango militar más alto dentro de aquellos y además un linaje militar y familiar elevado. Nacido en Sudán, Naguib se convirtió en el primer presidente de Egipto luego de iniciada la revolución. No fue sino hasta la primavera de 1954 que la disputa entre Nasser y Naguib, apoyado este último por la antigua burguesía y por los Hermanos Musulmanes, se resuelve a favor del primero y Nasser es proclamado presidente.

Basado en un capitalismo de Estado, el objetivo del grupo fue modificar el sistema económico tradicional y postergado por uno en el cual predominara la industrialización avanzada. Así, los militares asumirán estratégicamente una gran cantidad de responsabilidades dentro del gobierno y se irá conformando una “burguesía de Estado” o “élite burocrática” compuesta por oficiales, tecnócratas y administrativos, los cuales impulsarán un proceso de transformación que dará nacimiento a un nuevo sistema socioeconómico.

Los caminos de la revolución

En un comienzo, lo que se buscaba no era una reconversión de un capitalismo de tipo colonial (dependiente) a un modelo socialista, sino a un capitalismo industrial y moderno. En términos generales, Egipto se encaminaba hacia un período caracterizado por el arabismo, el no alineamiento y el capitalismo de Estado (Amin, 1986). De esta forma, se le asignó gran importancia a la consigna de “modernizar” el país junto a la institución de un orden constitucional y republicano. Además, algunos de los puntos enumerados por el programa de gobierno publicado en enero de 1953 expresaban cuestiones como dar primacía a la Liga Árabe, la evacuación de las tropas extranjeras del Valle del Nilo, la construcción de un Estado de bienestar y la edificación de un reparto equitativo de la riqueza. Como veremos, a esto debe sumarse la realidad de una concentración de poder y mecanismos autoritarios de su ejercicio con el objetivo de transformar y contrarrestar los mecanismos a favor de quienes lo detentaban anteriormente (la prensa, los bancos, partidos políticos como el Wafd, sectores del Ejército, etc.).

Sobre todo, este sector tenía muy en claro que al imperioso andamiaje industrial que requería el país del Nilo debía acompañarle un programa que modifique el reparto de la tierra y que transforme las características y el rol de la antigua burguesía y la aristocracia agraria. La dominación financiera por parte de  las potencias europeas, la dependencia de los bancos y la exorbitante concentración de la tierra, no sólo explica la participación de los sectores agrarios pequeños y medianos en los movimientos nacionalistas que acompañaron la revolución, sino que también marca los primeros tiempos de ese gobierno (expresado sobre todo en la ley 178 del 9 de septiembre de 1952, la cual instituye una reforma agraria de alcances problemáticos).

Existía una urgente necesidad de industrializarse, pero “industrializarse en la independencia” (Abdel-Malek, 1967, p. 73). En sus discursos Nasser apuntaba sobre esta necesidad y, a su vez, construía el relato acerca de dos tipos de sociedades: un antes y un después que solía marcar a partir de la denominada “jornada heroica” del 23 de julio. Sin embargo, resulta destacable, como hito político, la nacionalización de la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez. Anunciado por Nasser en su discurso en Alejandría el 26 de julio de 1956, este evento dio comienzo a una política de planificación estatal. Este canal se encontraba bajo control extranjero y ante la negativa de americanos y británicos de financiar la obra de Aswan, el gobierno de Nasser procedió a su nacionalización. Aquí comienzan a tomarse diversas medidas directamente vinculadas a la soberanía económica egipcia: tal es el caso de la creación del “Organismo Económico” en enero de 1957 o la disposición del 15 de enero que forzó a los sectores financieros clave (las sociedades extranjeras, a los bancos comerciales y a todas las compañías de seguros) a convertirse en sociedades anónimas egipcias. Los bancos ingleses, franceses y turcos son puestos bajo secuestro y vendidos a bancos egipcios.

Así, el Canal de Suez y el Organismo Económico marcan definitivamente el protagonismo estatal en la vida económica egipcia: control, gestión e inversión, en detrimento del capital privado considerado como inoperante. El apogeo del proceso económico descripto se produce con la “ola de nacionalizaciones” de 1961, con el objetivo de lograr una industrialización acelerada, produciéndose una ruptura en la alianza entre el ejército y la burguesía industrial y, por otro lado, el desmantelamiento de la base económica de la gran burguesía egipcia (Martin Muñoz, 1992).

En contraste con los comienzos del proceso revolucionario, cuando el proyecto político resultaba impreciso en términos ideológicos, en 1963 Nasser expone que comenzó a regir una nueva alianza basada en “el socialismo de la eficiencia y la justicia”, el cual trabajaba para “incrementar la producción, la industrialización, las áreas cultivables, las exportaciones y el volumen del comercio”. Nasser suele mencionar la necesidad de eficiencia, aclarando que en el “socialismo” no se trata solo de realizar nacionalizaciones o limitar la propiedad privada. En cambio, aclara, se trata de un proyecto social ambicioso en la cual todos los ciudadanos puedan vivir en bienestar y con dignidad y no “una sociedad dominada por el capital, el monopolio y por una minoría dominadora». Estos esfuerzos por delimitar un socialismo árabe son frecuentes en sus discursos y tienen que ver con la definición de los propios significados que se daba a sí mismo este movimiento, pero también con un contexto caracterizado por las vías nacionales hacia el socialismo en distintos países.

Transformaciones políticas e institucionales

El mayor desafío para el nuevo gobierno era que el sector de la burguesía y de la aristocracia agrícola, que dominaban la vida política egipcia hasta entonces, perdieran ese protagonismo. Con esa meta, los antiguos partidos políticos, aliados de estos sectores, fueron primero regulados, mediante la ley de reorganización de los partidos del 8 de septiembre de 1952, y luego disueltos el 16 de enero de 1953. Los únicos que permanecieron fueron los Hermanos Musulmanes, muy presentes en la formación de las fuerzas políticas contrarias a los poderes tradicionales. Sin embargo, un atentado contra Nasser en octubre de 1954 fue asociado a este grupo produciendo un cúmulo de acciones contra ellos y el definitivo distanciamiento entre ambos.

Otras medidas fueron la “depuración” llevada a cabo en el ejército egipcio, la derogación de la constitución de 1923, la promulgación de una nueva en 1956 (en la cual por primera vez Egipto se proclama “árabe”), la creación de la República de Egipto en 1954, la detención de Naguib en noviembre de 1954 y la elección de Gamal Abdel-Nasser como presidente. Este conjunto de sucesos, para Abdel-Malek (1967), constituyen los hitos que señalan el fin del poder de la gran burguesía agrícola (p. 107).

Con respecto a las instancias electorales, tal como menciona Gema Martín Muñoz (1999), y a diferencia de otros países de la región, las elecciones en Egipto mantuvieron cierta “irregularidad” dedicada a determinar las “reorientaciones políticas” buscadas (p. 101). Las primeras fueron en el año 1957 y reflejaron la alianza del nasserismo con la burguesía comercial e industrial. En cambio, las siguientes, realizadas el 10 de mayo de 1964, cumplieron el objetivo de renovar esa primera Asamblea del nasserismo afianzando la construcción socialista del régimen. Para esto, se estableció que al menos la mitad de los miembros de la Asamblea Nacional fueran campesinos u obreros.

Finalmente, las elecciones de 1969 se concretaron con la intención de enmendar los múltiples impactos de la derrota de la guerra de 1967. Uno de ellos, y a pesar de la muestra de apoyo popular que evitó la dimisión del propio Nasser, fue la existencia dentro del Ejército de un plan de golpe de Estado contra el líder egipcio. La “salida” que Nasser encontró a las necesarias transformaciones exigidas por diversos sectores sociales –entre las que estaba la democratización de la Asamblea– fue el “Programa del 30 de marzo” sometido a referéndum el 2 de mayo de 1968 y apoyado por el 99,98% de los votos. Sin embargo, al poco tiempo de esta derrota militar y del mencionado referéndum se produjo la muerte de Nasser. A la llegada de Anuar al-Sadat le siguieron las iniciativas políticas y económicas destinadas a “desnasserizar” Egipto, lo cual  no significó una transformación de los mecanismos político-institucionales para su democratización.

Un programa para el Tercer Mundo

A instancias de regímenes como el de Nasser en Egipto, Tito en Yugoslavia, Nehru en India, Nkrumah en Ghana y Sukarno en Indonesia, existió una articulación entre países recientemente independizados en pos de unificar sus esfuerzos y compartir visiones. Esto se dio en intercambios diplomáticos y reuniones multilaterales alrededor de un programa de “desarrollo”. En su discurso durante la Conferencia de Bandung del año 1955 -la antesala del movimiento no alineado-, Nasser caracteriza a los países presentes como aquellos que enfrentan las mismas problemáticas de “desarrollo económico y una reconstrucción política y social”. Para el egipcio, estas “condiciones” de desarrollo son justamente la similitud que emparenta y unifica a las naciones allí presentes.

A su vez, en Egipto esta consigna era parte de un relato reiterativo sobre la modernidad y la búsqueda de soluciones a un problema demográfico: la población crecía a gran escala y ese crecimiento no iba acompañado de una capacidad para producir alimentos suficientes. Resulta interesante que estos mismos problemas son los que plantea tener el país del Nilo en la actualidad. Esto se ve por ejemplo en el recientemente lanzado “Plan Nacional para el Desarrollo de la Familia Egipcia” (2021-2023)[1] presentado por Hala El-Said, Ministra de Planificación y Desarrollo Económico. Este Plan apunta sobre los modos de organización y construcción de la “familia egipcia”, en una lectura de que el aumento poblacional y la enorme cantidad de jóvenes con problemas de inserción en un mercado laboral escueto, constituyen un problema demográfico.

Finalmente, las propuestas e iniciativas relacionadas al socialismo y antiimperialismo poseen una relación directa con los vínculos externos entablados en el marco de la Guerra Fría. La crisis de Suez da término a un período de búsqueda de un programa y marca el comienzo de una nueva etapa en las relaciones exteriores de Egipto. Hasta entonces era impulsada la apertura al capital extranjero y las relaciones con Estados Unidos y Reino Unido eran cordiales y constructivas, como se refleja en las negociaciones para la independencia de Sudán o en el tratado anglo-egipcio de evacuación de la base militar británica del Canal de Suez. Esto no sería fácil de mantener y tampoco deseado cuando los objetivos egipcios vayan en contra de las intenciones de las potencias. Las fuertes presiones ejercidas por los países occidentales para instalar un vínculo político que retrocediera a los tiempos de la sujeción anglofrancesa, producen el efecto de conducir a Nasser hacia la URSS. La compra de armas a los soviéticos, el financiamiento de la represa de Assuán, entre otros proyectos, sellan este vínculo en un momento en el cual la Guerra Fría marcaba su agenda convulsa en Oriente Medio reflejado por ejemplo en el Pacto de Bagdad.

Conclusiones

El presente ensayo intenta aportar a la comprensión de un hito en la historia popular e institucional de la República Árabe de Egipto. La senda inaugurada a partir del 23 de julio de 1952 estuvo, como todo proceso de lucha política, marcado por diferencias, disputas y acontecimientos locales e internacionales. Consideramos que en este sendero algunas cuestiones resultan destacables: el afianzamiento del liderazgo de Nasser, las transformaciones institucionales que llevaron a la supremacía del Ejército en la vida política y estatal, la edificación de un programa económico que fue profundizando la disputa con la aristocracia terrateniente e industrial, y, como parte de un programa en construcción, el panarabismo y el no alineamiento que caracterizaron la política exterior.

A 70 años del suceso inaugural de este proceso, y observando sus alcances, logros y limitaciones, consideramos que estas consignas pueden asociarse a un largo camino de construcción identitaria de un nacionalismo árabe (algo previo al nasserismo). Este nacionalismo árabe, para Samir Kassir (2006) no “frenó la modernidad”, en cambio, y al contrario de lo que suele pensarse, el “arabismo ideológico que se desarrolla tras la irrupción colonial es también el producto del encuentro con Europa”, y del abandono de la “cultura imperial” en beneficio de una “nacional-estatalista” (p. 74). De esta forma, a instancias del nasserismo -pero también a procesos previos y posteriores- es posible observar la resistencia de un imaginario sobre lo árabe vinculado a un desafío por dar respuesta a problemas que son propios de la periferia y en particular de la región de Medio Oriente.

Notas

[1]  https://mped.gov.eg/singlenews?id=404&type=previous&lang=en

Referencias bibliográficas

Abdel-Malek, A. (1967). Egipto. Sociedad militar. Tecnos.

Amin, S. (1986). El desarrollo desigual. Planeta.

Kassir, S. (2006). De la desgracia de ser  árabe. Almuzara.

Khalifah, O. (2017). Nasser in the Egyptian Imaginary. Edinburgh University Press.

Martín Muñoz, G. (1992). Política y elecciones en el Egipto contemporáneo (1922- 1990). Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe. Madrid.

______________ (1999). El Estado árabe. Crisis de legitimidad y contestación islámica. Bellaterra.