La invasión en Ucrania, en este día número 218, nos presenta a la Federación Rusa dispuesta a cruzar otra línea roja más: a la invasión y ocupación de la península de Crimea en febrero de 2014 a la cual anexó en marzo del mismo año tras un “referéndum”, desconociendo principios elementales del derecho internacional como el de no uso de la fuerza en las relaciones internacionales y el de no intervención en asuntos domésticos de los Estados, así como la vulneración de su integridad territorial (corolario del principio de igualdad soberana) le sucederá otro atropello a las reglas mínimas de la convivencia del sistema internacional.
Recordemos que el 24 de febrero de este 2022, la “Operación Especial” lanzada por el Kremlin volvió a transitar la misma senda iniciada ocho años atrás, esta vez en la búsqueda de llegar a Kiev en pocos días y convertir a Ucrania en un Estado vasallo.
La inusitada respuesta del pueblo ucraniano ante la invasión, más la imprevista predisposición de Occidente en acudir en auxilio de las autoridades legítimas en Kiev (no se dividió la OTAN entre los europeístas y los atlantistas por la dependencia del gas y petróleo ruso, como estimaban las autoridades rusas[1]) ha convertido a esta guerra en un conflicto de final abierto y, de acuerdo a la opinión de los expertos, de largo aliento. Sin embargo, todo ello torna más incierto aún el futuro del conflicto ante el paso dado por la Federación este 30 de setiembre y que, de acuerdo a lo que ha trascendido, formalizaría el próximo 4 de octubre: la anexión de 4 provincias ucranianas ocupadas (Jersón, Zaporiya, Donestk y Lugansk[2]) por el ejército ruso tras los respectivos “referéndums” celebrados, evocando el realizado en Crimea.
Lamentablemente, anticipamos la gravedad de los sucesos y nos expedimos al respecto oportunamente[3]. Nuevamente debemos alzar nuestra voz: como país que tiene en su historia reciente un conflicto armado con una potencia que superaba (con creces) nuestro poder militar; como Estado que ha sufrido en carne propia el colonialismo y, al día de hoy, tiene parte de su territorio ocupado por una potencia nuclear; y, finalmente, como pueblo amante de la paz nuestra única opción es condenar, de manera indubitable, las acciones de la Federación Rusa con respecto al territorio ucraniano ocupado, conservando la expectativa de que los crímenes de guerra cometidos en su vecino reciban una justa satisfacción, a la vez que instamos a las autoridades argentinas a desconocer los resultados de estas políticas de fuerza, violatorias de los más elementales principios del Derecho Internacional. Al respecto, también nos cabe llamar la atención sobre las declaraciones ambiguas, las sinuosidades, las aseveraciones que generan dobles lecturas: la falta de condena sin cortapisas ante la comisión de este tipo de crímenes convierten al dubitativo y al silente en cómplices.
La historia nos enseña que estas acciones, si no se castigan severamente, son el preludio de las grandes tragedias de la Humanidad: a no olvidarlo.
Juan Alberto Rial
Secretario
IRI – UNLP
Notas
[1] Ver Por qué la OTAN está dividida sobre Rusia (eldiario.es)
[2] Ver Putin presidirá el viernes el acto de anexión de los territorios ucranios donde celebró referendos ilegales
[3] Ver https://www.iri.edu.ar/index.php/2022/02/24/reflexiones-sobre-los-sucesos-en-la-europa-oriental/