La guerra entre Rusia-Ucrania, y el posicionamiento argentino:
entre integridad territorial, derechos humanos
y restricciones internacionales

Por Lucrecia Pasos

Comenzando el 2021 se dio el punto cúlmine para que se desencadené el conflicto armado entre Rusia y Ucrania. Rusia reunió alrededor de 100 mil soldados, y a su equipo militar cerca de su frontera con Ucrania[1]. Ahora, Moscú acusa a Ucrania y a los occidentales aliados -como Estados Unidos y Gran Bretaña- de amenazar su seguridad frente a las costas de la península de Crimea. A mediados del año pasado, la flota rusa había realizado disparos de advertencia contra un destructor británico en ese lugar^[2]. En febrero del presente, Rusia finalmente invadió el territorio de Ucrania, luego de que Estados Unidos rechazara exigencias de renunciar a planes de incorporar a la OTAN a la ex república soviética.

En tanto, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció un paquete de ayuda militar para Ucrania de casi 3.000 millones de dólares, mientras la Unión Europea (UE) renovó su apoyo al país gobernado por Volodimir Zelenski​^[3]. Cuestiones bélicas que no solo hacen rememorar al momento de la separación de la ex Unión Soviética, la guerra fría, y el conflicto con Crimea; sino también, la libre determinación de los pueblos, los derechos humanos, y la importancia de la ONU para su resolución.

Argentina y Rusia, una relación histórica.

Las relaciones entre la Argentina y Rusia se establecieron en 1885, y desde el inicio de las mismas, el criterio que las orientó fue coordinar las posibilidades económicas que tenían ambos países, en especial en el mercado cerealero[4]. El conflicto bipolar, y la guerra con Ucrania hoy, permiten re-pensar escenarios similares en lo que respecta al posicionamiento en relación a Occidente, como también el lugar que Argentina jugo en el mismo. Es decir, cuando Argentina tuvo que buscar nuevas alianzas en Rusia, ya que Occidente representaba para ellos el imperialismo y la dependencia. Hoy el lugar de Occidente, lo ocupa Argentina con respecto a Rusia. La diferencia es que Rusia fue un importante aliado de nuestro país, primero durante el conflicto de Malvinas, y en la actualidad, como proveedor de vacunas para enfrentar al COVID 19.

Rusia alertó sobre un supuesto «programa militar biológico» que estarían desarrollando los militares ucranianos en colaboración con Estados Unidos y, a la vez agradeció a las autoridades argentinas por no aplicar sanciones económicas contra Moscú^[5]; sanciones que sí emitieron los países de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, el Reino Unido, Australia y Canadá, entre otros, y que hacen tambalear su economía.

¿Cuáles fueron esas sanciones?

Mientras que a principios del presente año nuestro presidente se encontró abierto a lograr acuerdos con Rusia, en aras de una mayor integración económica. A la par, se fueron desarrollando diferentes sanciones desde el sector occidental contra ese país. Entre ellas se encuentran: la decisión de los Estados Unidos de congelar los activos del Banco Central Rus, los esfuerzos coordinados de Europa y de los Estados Unidos para expulsar a dos de los bancos privados rusos más importantes: Sberbank y VTB Bank, de la red de comunicación financiera SWIFT. Y la casi absoluta interconexión del sistema financiero mundial, lo que complica el hecho de que las empresas puedan desprenderse de la moneda rusa ^[6].

En el caso de Argentina las compañías están atravesando un campo minado para cumplir con las sanciones, o bien afrontar costos altísimos, sí no lo hacen. Las empresas deben comenzar a preguntarse ahora, sí sus fondos de pensión están invertidos en el VTB o en el Sberbank, o en algunas de sus varias subsidiarias, o si han adquirido equipamiento o materias primas claves de Rusia, que ahora deberán poner en pausa de manera indefinida[7].

Para la Argentina, la incertidumbre que las sanciones provocan en el mercado obstaculiza aún más su crecimiento económico, y aumenten la inflación, en especial en lo que respecta a energía. Pero recientemente nuestro país, ha hecho grandes progresos en pos de generar sus propios recursos de gas natural, abogando por el desarrollo de un nuevo ducto para conectar con las reservas de gas esquisto (shale gas) de Vaca Muerta.

Por otro lado, la guerra también provocó un aumento en los precios de los alimentos, frenó las exportaciones de estos países, lo que desemboco en el disparo de los precios de algunas commodities como el trigo y la soja, aun siendo estos junto con nuestro país, los productores de granos más importantes del mundo. Además, complicó el intercambio comercial con la Argentina, con quienes gozaba de una tradicional balanza positiva.

En cuanto a las exportaciones argentinas a Ucrania están lideradas por limones, merluza y maní: desde abril de 2020 sólo dos meses había habido déficit en la balanza comercial con Kiev. Sin embargo, tras el comienzo de la guerra se acumularon cuatro meses consecutivos en rojo (marzo, abril, mayo y junio), y recién en julio pudieron recuperarse los números de las exportaciones nacionales. Ferro-sílico-manganeso y minerales de titanio y sus concentrados, excluida ilmenita. En tanto, el vínculo comercial con Rusia había visto las consecuencias de la necesidad de adquirir vacunas Sputnik V, lo que inclinó la balanza a favor de Moscú. En lo que a las importaciones se refiere, desde Rusia fueron mayores a las exportaciones de productos argentinos, situación que se mantuvo durante el trimestre marzo-abril-mayo. En marzo pasado, el principal producto comprado a Rusia fue gasoil, por 39 millones de dólares, mientras que desde estas tierras se vendieron peras por poco más de un millón^[8].

A pesar de que el conflicto bélico continúa, el comercio bilateral con ambos países parece haber retomado su aspecto favorable para la Argentina, algo que el Gobierno necesita con urgencia para acomodar las arcas públicas a partir de la entrada de divisas^[9]. A este respecto, hay que tener en cuenta que en este conflicto un aspecto a considerar muy importante es la economía, Argentina se encuentra bien posicionada en el ámbito diplomático para ganarse un lugar en la mesa de conversaciones en torno a la restructuración de la economía mundial. Puede como afirma Clarín, que una de las lecciones que los Estados Unidos y Europa seguramente aprendan de este conflicto, es que los recursos esenciales deben diversificarse y no concentrarse en países autocráticos y antiliberales. Sin embargo, lo que sí parece cierto es que, tras los recientes sucesos, Rusia se encuentra más aislada que nunca^[10].

Posicionamiento Argentino ante el conflicto

Argentina se encuentra en una encrucijada. Por un lado, como afirmamos, Rusia es un socio económico histórico de nuestro país, reconsideremos los primeros contactos con el presidente ruso Vladimir Putin[11], que, a comienzos de año, tuvo nuestro presidente. Por otro lado, rechazó la invasión a Ucrania, apegándose al cumplimiento de las normas de las Naciones Unidas, llamando al diálogo a ambos países, para lograr «compromisos mutuos que aseguren la esencial convivencia pacífica”^[12]. Estas cuestiones que están en el centro de preocupación del gobierno tienen que ver con las relaciones que unen ambos países; otras, con intereses propios del gobierno; otras con nuestra historia nacional y el conflicto de Malvinas; y otras con la inserción internacional.

En un primer comunicado la Cancillería Argentina[13] evitó llamar invasión a la acción militar de Rusia, mientras demandaba el cese del fuego y el diálogo entre las partes.  Al otro día, Argentina se abstuvo al votarse una moción de condena a Rusia en la OEA, siendo parte de un grupo minoritario de cinco países que incluyó a Bolivia, Brasil, Nicaragua y Uruguay.  Ya finalizando el mes, el canciller Santiago Cafiero intervino en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, condenando directamente la agresión rusa. Al inaugurar las sesiones legislativas, a principios de marzo, el presidente Alberto Fernández se refirió a la operación militar rusa como “invasión”, y acompañó la condena a este país, en la Asamblea General de la ONU.  El 4 de marzo, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el gobierno respaldó una resolución sobre “la situación de los derechos humanos en Ucrania a partir de la agresión rusa”, se instó a que cese el uso de la fuerza, y reafirmó el compromiso de Argentina con los principios de soberanía e integridad territorial de los Estados, y los derechos humanos[14].

Este breve repaso sobre la manera que nuestro país vivió el conflicto, tiene sus raíces en los debates que se suceden al interior de la coalición de la que es parte el gobierno, es decir, el Frente de todos; la posición oficial acertada busca no perder aliados, ni tampoco violar los derechos humanos. A las declaraciones en foros internacionales, Argentina ha sumado otros gestos que la acercan a Occidente, como el envío de asistencia humanitaria para los refugiados ucranianos en Polonia, a través de Cascos Blancos el 18 de marzo[15], postura del grupo más cercano al presidente.  El sector que se nuclea en torno a CFK mantiene otra mirada, que enfatiza la presión de la OTAN sobre la posición rusa, aunque sin justificar el uso de la fuerza por parte del Gobierno de Putin[16].

A través de las redes sociales, el 27 de febrero la ex-presidenta recordó que en 2014 -en ocasión de la ocupación de Crimea por parte de Rusia- su Gobierno apoyó a Ucrania en defensa del principio de integridad territorial. Sin embargo, evitó condenar abiertamente la conducta rusa en el presente conflicto[17]. Exigiendo a Fernández que debe hacer una pausa en sus relaciones con Moscú, por la fuerte presencia de la comunidad ucraniana en la Argentina, segunda a nivel mundial[18], que emiten convocatorias, y marchas frente a la embajada[19]. Sí el gobierno ordenó, la evacuación de la embajada argentina en Kiev, y se ofreció a recibir refugiados ucranianos, a través de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur^[20])^[21].

En el plano internacional, nuestro presidente se reunió con su par español, Pedro Sánchez. Ambos reforzaron la condena a la guerra. Y Alberto Fernández planteó la posibilidad de que la Argentina se convierta en «proveedor estable y seguro» de alimentos y energía, en el contexto de la guerra en Ucrania[22]:

Identidades, valores e inserción internacional.

Las reacciones frente al conflicto ponen de manifiesto las diferencias en materia de identidades y valores de los diferentes sectores que conforman la coalición del frente de todos. Pero también hablan la existencia de restricciones externas y de intereses permanentes que deben ser tenidos en cuenta para analizar la disputa. Empecemos por las diferencias pragmáticas, para el kirchnerismo la cercanía con Rusia (una potencia que, al igual que China, limita el poder norteamericano), es una credencial que confirma sus preferencias por un orden multipolar y una política exterior autónoma. Es sobre esta dimensión política que se funda la preferencia por un vínculo fuerte con el país euroasiático[25]. No debemos de dejar de tener en cuanta, que ambos países forman partes de los BRICS, potencias emergentes, que le han permitido al gobierno desarrollar su antimperialismo, y hermanarse con el Mercosur a nivel regional.

Cristina Fernández durante su gobierno realizó dos visitas oficiales a Rusia en 2008 y 2015, mientras que Dmitri Medvédev y Vladimir Putin estuvieron en nuestro país en 2010 y 2014, respectivamente. En 2015 una declaración conjunta otorgó a la relación entre ambos países el carácter de asociación estratégica integral en seña de autonomismo, una pieza importante de la identidad política del kirchnerismo[26]. Y de correrse de los valores hegemónicos que envagonaban al mundo occidental.

Los sectores más cercanos al presidente, mantienen una mirada más matizada del vínculo con Rusia. Por un lado, valorizan la importancia que tuvo el gobierno al proveer vacunas[27] para superar la pandemia del COVID 19[28]. Por otro lado, el viaje del presidente a Rusia en febrero de este año (momento en que la posibilidad del conflicto armado era clara), hacen pensar que estos sectores, son los que concentran la conducción de la política exterior del gobierno. Mostrando como el ejercicio del poder, se aprecian los límites que impone la realidad[29], es decir, las restricciones internacionales. Por ejemplo, la de financiamiento externo.

Argentina se encuentra en la fase final de la negociación de un nuevo acuerdo con el FMI, por lo que necesita del respaldo norteamericano y la neutralidad frente a la invasión rusa es incompatible con ello, junto con las obligaciones con el Club de París[30], de las que debe hacerse cargo. Además, nuestro país debe preservar los intereses que trascienden la coyuntura: un país mediano como el nuestro, debe defender el multilateralismo y el derecho internacional, aspectos que constituyen intereses a largo plazo. Al respecto, dos cuestiones son especialmente imprescindibles: la integridad territorial, y los derechos humanos[31].

La afirmación del principio de integridad territorial de los Estados, tiene que ver con la cuestión de Malvinas: Argentina no puede respaldar o permanecer neutral frente a una invasión sin contradecir su posicionamiento en relación a una porción de su propio territorio que se encuentra ocupado por una potencia extranjera, a partir de su intento de recuperación en 1982 a través de un conflicto armado. Por lo que la condena a Rusia se vuelve algo indispensable[32].

La defensa de los derechos humanos por parte de nuestro país, muestra las propias controversias que posee este mecanismo en el interior mismo. Rusia hoy se encuentra aislada, como en su momento lo estuvo Argentina a partir de la dictadura militar de 1976, por lo que se tuvo que recurrir en su momento, a partir de la vuelta de la democracia al desarrollo de un Soft Power, como también al apoyo de las diferentes potencias, a partir de valores comunes que iban en consonancia al movimiento de No Alienados. Manifestarse claramente frente a la situación en Ucrania (ataque a civiles inocentes y desplazamiento forzado de millones de personas) constituye no sólo un imperativo moral, sino la defensa de un interés vital de la Argentina en la arena internacional. Un recurso de soft power en permanente construcción^[33], que está en el desarrollo mismo de nuestra amada democracia^[34].

La posición del Gobierno argentino frente al conflicto, en resumen, expresa la heterogeneidad ideológica del Frente de Todos, pero también la diversidad de perspectivas entre aquellos que tienen responsabilidades ejecutivas, y aquellos que se apegan a su identidad política, y buscan conservar su capital simbólico^[35]. De ahí que Nebrat, el Encargado de Negocios de Ucrania en Buenos Aires sostuvo en su momento, que el presidente Alberto Fernández es «considerado un gran amigo», y evaluó que, por su llegada a Putin, podría llegar a tener un importante rol en la resolución de esta crisis. Para el diplomático ucraniano no hay dudas de que Rusia busca «reestablecer el orden imperial de la Unión soviética con toda esta presencia militar en Ucrania»^[36], y que Argentina es un actor fundamental para desarrollar su bienestar.

Mas allá de este conflicto particular, y de la instancia que sacude a la arena internacional, la violación de los derechos humanos, y la integridad territorial, también es histórica, y se enlaza con intereses que van más allá de ciertos antecedentes coyunturales. Argentina rememora, se re posiciona y construye a partir de las mismas, la posición más acorde al respecto.

Referencias