No 1 – Octubre de 2022
Responsables de la Edición Coordinador del Departamento de Seguridad Internacional y Defensa Juan Alberto Rial Secretario del Observatorio de Terrorismo: Gonzalo Salimena |
Las opiniones escritas por los autores son estrictamente personales y no reflejan, necesariamente, las del Departamento o del Instituto de Relaciones Internacionales. |
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Es muy grato para mí presentar como secretario del Observatorio el primer boletín sobre terrorismo que presenta a continuación un conjunto de ejes temáticos que se caracterizan por su heterogeneidad. Es así como el Vicedecano de la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) el Mg. Gonzalo Cáceres, presenta el primer tema relacionado al tratamiento científico sobre terrorismo, entendiendo el creciente interés en tema y el abordaje cada vez más interdisciplinario necesario para su correcta aproximación que incluyen disciplinas tales como ciencia política, sociología, economía, psicología y antropología y que requiere de un mayor “financiamiento institucional y político que ayuden a identificar tempranamente amenazas que están a la orden del día en nuestras latitudes”.
El Mg. David Martínez de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y reconocido asesor de varias administraciones en México, reflexiona sobre las implicaciones de las declaraciones de Greg Abbott sobre los carteles mexicanos. Su análisis se centra sobre la orden que designa a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, e instruyó al Departamento de Seguridad Pública del estado a que tome medidas al respecto. El experto detalla con mucha elocuencia en su escrito las fallas conceptuales y el discurso que tiene como finalidad “ejercer presión en una zona fronteriza compleja que atraviesa condiciones críticas por el trasiego de fentanilo”. El impacto que detalla Martínez, se sitúa en la frontera con México, e intenta proyectar una “imagen de la limpieza, la moralidad, la seguridad de la sociedad estadounidense” por contraste con la sociedad mexicana. Otro tema que forma parte de la agenda del terrorismo internacional para parte de la comunidad internacional y América Latina, es la presencia de Hezbollah. El Mg. Danilo Gelman como especialista en terrorismo y contraterrorismo de la Universidad Reichman, comienza desarrollando en su escrito cuando esa organización comenzó a ser una amenaza para Latinoamérica y el mundo, para luego ahondar sobre si esta organización es un partido político, una organización militar terrorista o quizás representa todo eso junto. Termina su escrito describiendo cuales son los territorios en los cuales opera la organización y las dos razones por las cuales su expansión ha sido exitosa.
La reconocida profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Dra María Cristina Rosas presenta un brillante escrito académico donde desarrolla un análisis profundo del terrorismo de una perspectiva distintiva y académica, que resalta su extensa trayectoria focalizada sobre esta amenaza.
Por último el Dr. Cesar Niño de la Universidad de la Salle Colombia, aborda la región de América Latina donde nos encontramos con organizaciones criminales “con mayor capacidad de control territorial, de agencia y de integración con otros actores, que los mismos Estados soberanos”. El profesor Niño considera que las razones debemos buscarlas en una pluralidad de variables, entre las cuales sin dudas debemos mencionar las debilidades estatales y a las instituciones inconclusas e incompletas.
Secretario del Observatorio de Terrorismo
* Actualidad del tratamiento científico del terrorismo
Gonzalo Cáceres[1]
El estudio sistemático del terrorismo es un área de trabajo en ciencias sociales que reviste cada vez más interés. Podemos identificar cronológicamente la efervescencia luego de los atentados a las torres gemelas en el año 2001 y la aplicación por parte de los Estados Unidos de la doctrina de guerra contra el terrorismo a nivel mundial. El proceso de identificación de las tendencias del fenómeno terrorista fue ampliando su espectro para dar cuenta de sus características en tanto organizaciones, sus motivaciones declaradas, la psicología de sus miembros, redes de financiamiento, entre otros. El área de estudio hoy cuenta con aportes principalmente de la ciencia política, pero también de la sociología, la economía, la psicología y la antropología entre otras disciplinas. Esto se refleja en los índices de citación de los trabajos científicos que abordan la temática, de los cuales más del 60% de las publicaciones de los últimos 70 años suceden desde el 2001 (Silke, Schmidt-Petersen 2017). El tratamiento sistemático de la cuestión reorienta la producción científica al tiempo que la articula con los estudios del conflicto y la sociología política cada vez en mayor medida.
Algunos patrones de producción científica de interés
Algunos patrones de producción científica de interés En la literatura de la región, predomina la producción científica orientada al análisis del terrorismo en torno a la cuestión del narcotráfico y los carteles del crimen organizado por lo menos hasta el año 2020 (Teiner 2020). Esta particularidad, se observa en relación a las temáticas que ocupan la principal parte de los trabajos sobre la materia en otras latitudes. La temática del terrorismo inspirado en el fundamentalismo religioso fue uno de los tópicos más desarrollados en los primeros 20 años de este siglo (Ulianov 2022). Los espacios geográficos que suscitaban mayor interés eran Irak, Afganistán, con un corrimiento a partir del año 2014 al fenómeno del terrorismo en el territorio de Siria (ibid.). En término de los grupos de interés, aproximadamente el 75% de los estudios tratan sobre el yihadismo dejando un 8% para el análisis de los grupos de liberación nacional (ETA e IRA principalmente) y un 8% para el denominado extremismo de izquierda (ibid., p. 115). El crecimiento luego del 2001 también se encuentra en gran medida explicado por una inyección muy importante de fondos por parte de los Estados Unidos para fortalecer la producción de conocimiento que sustente la denominada guerra contra el terrorismo (ibid., p. 116). Uno de los cambios de producción que se verifica en los últimos años es el estudio del terrorismo en relación con el extremismo político de derecha. Esto guarda directa relación con la identificación de los supremacistas blancos norteamericanos como organización terrorista por parte del gobierno de los Estados Unidos (Bill S.894 2019).
La prensa anglosajona comienza a desarrollar la temática y prestarle especial interés.
En particular, hay un trabajo por transitar de la comprensión de los lobos solitarios a las redes de violencia política terrorista que permitan entender fenómenos contemporáneos que se están produciendo en países del espacio noratlántico principalmente (Klikauer 2020). El hecho que señala el autor es que históricamente la policía y los servicios de inteligencia han prestado atención a las organizaciones radicalizadas de izquierda, mas no a las de derecha. Pero, además despierta una señal de alarma al indicar que ciertas agencias estatales pueden incluso prestar apoyo o resguardar a las organizaciones terroristas de extrema derecha, como en el caso de la NSU alemana (ibid., p. 432). La temática despierta interés desde hace unos años debido a los cambios políticos que se han sucedido en varios países. Otros estudios señalan que las variables que contribuyen al fenómeno del terrorismo político de extrema derecha en el espacio noratlántico son: a) un resentimiento generalizado contra los inmigrantes que poseen diferentes tradiciones culturales en general y los musulmanes en particular; b) el miedo a una recesión económica cada vez más fuerte; c) el meteórico ascenso político de lo que la literatura en la materia denomina el populismo radical de derecha que aumenta la tolerancia social a las ideas y acciones extremistas; y d) la consolidación de redes en la internet cuya existencia y resiliencia depende en la dinámica de la internet más que en el caso de las redes yihadistas, en particular puesto que esta ecología en línea permite la formación e interconexión de clusters autoorganizados de odio en una dimensión global que son difícilmente susceptibles de reglar desde un punto de vista estatal tradicional (Atran 2021).
Los estudios sobre las nuevas derechas en Europa y su relación con los movimientos deccorte fascista indica que los procesos de radicalización política y utilización de la violencia han cobrado una actualidad relevante. Hace ya unos años, se reconocía la incidencia de los teóricos neofascistas en las posiciones políticas de extrema derecha a través de dispositivos político-ideológicos sofisticados visibles en sus prácticas discursivas (Kallis 2015). Estos procesos hoy en día se encuentran fortalecidos por la utilización de redes y tecnologías de la información como medio de circulación y organización de grupos extremistas y terroristas. En un estudio desarrollado sobre grupos extremistas de derecha y su interacción en la red, Gaudette, Scrivens y Venkatesh (2020) proponen una metodología de estudio e intervención a través de estudios en profundidad que puede replicarse a condición de observar las limitaciones que señalan los autores (ibid., p. 14). Al mismo tiempo, se promueven trabajos que indagan sobre diferentes aspectos del terrorismo motivado por violencia política de extrema izquierda (Re 2022) o de liberación nacional (Belmonte 2022).
Algunas reflexiones finales
Luego del atentado sufrido por la vicepresidenta de la Nación el 1ro de septiembre último, la cuestión de la violencia política se muestra como uno de los tópicos sobre los cuales hay que formular nuevos estudios en nuestro país. Los esfuerzos de investigación parecen orientarse en gran parte del mundo a la comprensión de la violencia política fundamentada en cosmovisiones ideológico-políticas de extrema derecha o incluso de carácter religioso como puede ser el caso de otros países. Del conjunto de amenazas presentes en nuestro país, la orientación de los estudios a nivel internacional parece señalar un camino de trabajo para el cual hay que fortalecer las vías de financiamiento institucional y político que permitan identificar tempranamente amenazas que están a la orden del día en nuestras latitudes.
Referencias
Atran, S. (2021). “Psychology of Transnational Terrorism and Extreme Political Conflict” in Annual Review of Psychology, nro. 72, pp. 6.1-6.31
Belmonte, A. (2022). “Punishing or rallying ‘round the flag? Heterogeneous effects of terrorism in South Tyrol” in Kyklos, nro. 75, pp. 536-563
Gaudette, T.;Scrivens, R; Venkatesh, V. (2022). “The Role of the Internet in Facilitating Violent Extremism: Insights from Former Right-Wing Extremists” in Terrorism and Political Violence, nro. 34:7, pp. 1339-1356
Klikauer, T. (2020). “Right-wing Terrorism in the 21st Century – The NSU, Terrorism and Political Violence” in Terrorism and political violence, 32:2, pp. 430-433
Kallis, A. (2015). “When Fascism Became Mainstream: The Challenge of Extremism in Times of Crisis” in Fascism, nro. 4, pp. 1-24.
Re, M. (2022). “Cómo financiar el terrorismo: el caso de las Brigadas Rojas italianas (1970-1988)” en Ayer, nro. 126/2022 (2), pp. 301-327
Silke A., Schmidt-Petersen J. (2017). “The golden age? What the 100 most cited articles in terrorism studies tell us” in Terrorism and Political Violence. 2017. Vol. 29. No. 4. Pp. 692—712
Teiner D. (2020). “Bibliography: Terrorism and Organized Crime in Latin America” in
Perspectives on Terrorism, agosts 2020, Vol. 14, No. 4, pp. 118- 154
Ulianov, M. V. (2022). “Modern trends in foreign studies of terrorism” in Legal Science and Practice: Journal of Nizhny Novgorod Academy of the Ministry of Internal Affairs of Russia, no. 1, vol. 57, pp. 113-11.
Documentos
Bill S. 894, 2019 “To authorize dedicated domestic terrorism offices within the Department of Homeland Security, the Department of Justice, and the Federal Bureau of Investigation to analyze and monitor domestic terrorist activity and require the Federal Government to take steps to prevent domestic terrorism”. Publicado online: https://www.congress.gov/116/bills/s894/BILLS-116s894is.xml
* Implicaciones de las declaraciones de Greg Abbott sobre los carteles mexicanos
David Martínez[2]
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Breve descripción de los hechos
- El gobernador de Texas, Greg Abbott, emitió una orden ejecutiva que designa a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, e instruyó al Departamento de Seguridad Pública del estado a que tome medidas inmediatas para proteger a los texanos, en medio de la crisis del fentanilo.
- El gobernador sostiene que los cárteles mexicanos trafican con humanos en la frontera y los someten a agresiones sexuales, asalto, extorsión y otros actos “deshumanizados, violentos y atroces”.
- Envió, además, una carta al presidente Joe Biden y a la vicepresidenta Kamala Harris,en la que solicitó la clasificación de terroristas federales para el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, así como a otros que producen fentanilo.
- También ordenó al Departamento de Seguridad Pública de Texas y a las agencias de aplicación de la ley que identifiquen a las pandillas del estado que apoyan a los cárteles mexicanos y les confisquen sus bienes para interrumpir las redes que operan en las comunidades de Texas.
Algunas fallas conceptuales
◦ El enemigo “delincuencial”, es decir, no político, siempre ha estado presente en la retórica norteamericana, pero en un lugar relativamente secundario.
◦ La medida del mandatario estatal es paralela al llamado que hizo el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, en 2019, cuando ocurrió la masacre de algunos integrantes de la familia LeBarón, de origen estadounidense, en el estado mexicano de Sonora.
◦ El gobernador acusa a estas fuerzas criminales mexicanas de causar la muerte de miles de estadounidenses por trasegar fentanilo desde México a Estados Unidos. La intención de implicar a los cárteles mexicanos de la droga tiene como objetivo endurecer las políticas de seguridad de Texas, un estado donde se celebrarán elecciones el 8 de noviembre. Abbott buscará reelegirse. Su rival es el candidato del Partido Demócrata, Beto O’Rourke. Ante esto conviene tener claro una serie de conceptos importantes:
◦ No es lo mismo el terrorismo que el narcotráfico, según los diversos organismos internacionales. A decir de la Organización de Naciones Unidas, el terrorismo reivindica una ideología, no sigue un programa económico: busca generar presión contra los Gobiernos mediante el miedo, principalmente inducido entre los ciudadanos. En cambio, dice, el narcotráfico es eminentemente económico y forma parte del crimen organizado trasnacional. En algunas ocasiones hay algunas similitudes en cuanto a sus métodos, sobre todo por la violencia que se ejerce, pero en el caso particular del impacto de las drogas en los Estados Unidos, no podemos de ninguna manera vincular ambos fenómenos.
◦ Los grupos criminales mexicanos no buscan destruir al Estado mexicano ni tampoco a los Estados Unidos. Si se sirven de ellos y requieren de una clase política cómplice que faculte, en los hechos, sus operaciones; es decir, no tienen una agenda política reivindicatoria de un programa administrativo que sustituya al existente
◦ Las similitudes surgen de una cuestión táctica, no conceptual. Es decir, ambas actividades dirigen su violencia hacia personas no combatientes.
◦ Los grupos criminales en México no son terroristas si vemos el fin de sus acciones, pero si vemos los medios, entonces sí que pueden ser agrupaciones terroristas por los métodos o los medios que utilizan (como la propaganda de terror y aún más el control territorial).
El discurso electoral
◦ Pese a estas posibles inconsistencias conceptuales y políticas, Abbott busca, con su declaratoria en contra de los cárteles mexicanos, ejercer presión en una zona fronteriza compleja que atraviesa condiciones críticas por el trasiego de fentanilo.
◦ Lo que realmente sucede, es que el Partido Republicano busca promover su voto duro mediante un discurso del miedo, poniendo como ejemplo la crisis del fentanilo para sostener que está en riesgo la gobernabilidad del estado.
◦ La retórica del crimen organizado, ha servido en los últimos años para mantener y aumentar los recursos de vigilancia en la frontera. El problema es que no pueden ofrecerse resultados concretos para tranquilizar a nadie, porque no se ha detenido el tráfico de drogas, ni han desaparecido de las ciudades estadounidenses los narcotraficantes y pandilleros mexicanos. Ahora bien: el fantasma del narco, junto con las insinuaciones que mezclan a pandillas, migrantes indocumentados y terroristas, sirven para que alguien pida al gobierno mexicano una explicación oficial cada cierto tiempo.
◦ La decisión de Texas está pensada para conquistar a los electores texanos, de cara a los comicios locales a celebrarse en poco más de un mes. Abbott está muy pegado en las encuestas con Beto O’Rourke, su contrincante demócrata, y está apelando a un voto duro. Es más una forma de decir que él tiene una mano dura en la frontera, que él va a hacer todo lo posible para exterminar estos grupos que han creado una crisis de salud pública. El voto republicano se ha quedado huérfano del discurso de mano dura que empleaba el expresidente Donald Trump, por lo que la posición del mandatario texano podría satisfacer este apetito del grupo conservador local.
◦ Revisando la relación entre el gobierno mexicano y Texas, se estima improbable que la decisión de Texas contra el CJNG y el Cártel de Sinaloa tenga un matiz injerencista en nuestro país, dimensión que sí se adquiriría si la reivindicara el Gobierno de Joe Biden. Por eso, parece más una cuestión más de discurso electoral, de llamar la atención, que otra cosa.
Impactos
◦ Cuando la amenaza terrorista se sitúa en la frontera con México, se refuerza por contraste la imagen de la limpieza, la moralidad, la seguridad de la sociedad estadounidense. El gobernador Greg Abbott dijo que acompañaba su decisión con una carta dirigida a la Casa Blanca para sumarse a su estrategia.
◦ Aunque podría resultar atractivo en términos electorales, dada la polarización política en los Estados Unidos, se descarta que el presidente Joe Biden se sume a la estrategia del gobernador texano. En este preciso momento, Joe Biden no tiene ningún incentivo político ni electoral para que esto suceda, no es un tema esté en la discusión ni en la agenda federal de los Estados Unidos.
◦ Lo más probable es que esta declaración ocasione sanciones económicas, investigaciones sobre cuentas bancarias, personas de interés, inclusión o la petición de incluir a más personas en la lista OFAC (Office of Foreign Affairs Control, la lista del Departamento del Tesoro, la llamada ‘lista negra’) para que no se hagan negocios con ellos. Este es el escenario más factible.
◦ El Partido Republicano sí puede elevar la discusión a nivel federal si otros estados fronterizos siguieran el camino de Texas.
Hay otros riesgos de carácter político:
◦ El planteamiento de Texas puede sumarse a la narrativa que busca plantar la idea de que la estrategia de seguridad del Gobierno del presidente López Obrador es un “fracaso”.
◦ Aunada a esta idea, difunde también que el país “carece de gobernabilidad” y, por lo tanto, se vuelve necesario el apoyo desde el exterior. Derivada de esta falta de gobernabilidad se busca posicionar la idea de que el país no tiene capacidad para hacer frente a las olas de violencia.
◦ Aceptar que en México se catalogue a los delincuentes como ‘narcoterroristas’ es ampliar las posibilidades de una intervención extranjera, tal como lo pretenden los sectores más conservadores de Estados Unidos.
◦ Dada la posición geográfica de Texas, hay un impacto en los temas de la relación entre los países y sobre todo hay una nueva elaboración simbólica de la asimetría entre México y Estados Unidos. La carga emotiva que tiene la declaración, la magnitud de la amenaza que se evoca con ella, no dejan margen de maniobra: cuando eso está sobre la mesa, el tono del gobierno de Estados Unidos puede ser imperativo. Significa que hay límites insalvables y cercanos.
◦ Significa una amenaza verosímil de uso de la fuerza. Inevitablemente, la relación entre México y Estados Unidos está mediada por el narcotráfico, el crimen organizado, el terrorismo, pero del mismo modo la política mexicana con respecto al narcotráfico y al crimen organizado está mediada por la adicción de los Estados Unidos a las drogas, a las armas y al dinero.
◦ La preocupación por la amenaza del narco se ha mantenido en un nivel relativamente estable. La estrategia de comunicación del gobierno estadounidense incluye desmentidos protocolarios cada tanto tiempo, que disminuyen el volumen y desvían la atención del tema. El resultado es que la idea ha permitido ejercer presión, modificar la política fronteriza, gestionar los miedos de la sociedad estadounidense, pero sin derivar en el estallido de un “pánico moral”, que requeriría una acción drástica, inmediata, violenta.
* Hezbollah
Danilo Gelman[3]
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Visión General
Hezbollah (partido de dios) es una organización libanesa designada terrorista por gran parte de la comunidad internacional. Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, la Liga Árabe, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Australia, Israel, y en Latinoamérica Argentina, Paraguay, Colombia, Honduras y Guatemala se encuentran entre los países y organismos que la designan como tal, dada su probada participación en diversas actividades terroristas alrededor del mundo.
Actualmente, Hezbollah ocupa un rol preponderante en la política interna libanesa, y sus miembros son funcionarios activos en los diversos poderes del Estado. Pertenece a la corriente chiíta del islam, por lo que en términos religiosos y geopolíticos responde a la República Islámica de Irán, tal es así que su líder, Hassan Nasrallah, es considerado un emisario directo del Ayatollah Khamenei, líder supremo de Irán. En América Latina, especialmente en la “Triple Frontera” entre Argentina, Brasil y Paraguay, Hezbollah opera en actividades vinculadas al reclutamiento, el lavado de dinero, el tráfico de estupefacientes y mantiene vínculos estrechos con organizaciones del crimen organizado. ¿Cómo Hezbollah comenzó a ser una amenaza para Latinoamérica y el mundo? Por un lado, Hezbollah surgió como referente de la facción chiita en el Líbano sosteniendo el estandarte frente a la “opresión occidental” representada en el oriente medio por Israel.
En el Líbano conviven cristianos, musulmanes sunnitas y chiítas, pero históricamente han existido tensiones entre ellos. Entre 1975 y 1990 tuvo lugar un proceso de conflictos complejos, que enfrentó principalmente a facciones musulmanas y cristianas, pero involucró también a otro actor regional con fuerte presencia en el Líbano, la Organización para la Liberación Palestina (OLP), quien se encontraba en los territorios del sur, desafiando a la soberanía libanesa y representando una fuente de inestabilidad en la zona. En respuesta a ello en 1982 el Estado de Israel movilizó sus fuerzas armadas al sur del Líbano, lo que tuvo como efecto incrementar entre los libaneses el fuerte sentimiento antioccidental y antisionista que ya venía germinando en Medio Oriente desde tiempo atrás.
Fue en este contexto que nació Hezbollah, como “vanguardia” de la resistencia del pueblo libanés frente a la “opresión occidental” representada por el Estado de Israel. Tal objetivo quedó plasmado en su carta fundacional: “nuestra lucha terminará sólo cuando esta entidad sea eliminada. Nosotros no reconoceremos ningún tratado con él, ningún alto el fuego, ni ningún acuerdo de paz”[4]. Sin embargo, en segundo lugar, otro proceso político en la región también fue clave para explicar la emergencia de Hezbollah. La autodenominada “Revolución Islámica de Irán” sentó las bases ideológicas y forjó la alianza entre Hezbollah y la nueva potencia regional que perdura hasta hoy. A principios de 1979, un alzamiento popular derrocó a la dinastía prooccidental del último Sah (monarca) de Persia e instauró el régimen teocrático islámico que continúa vigente hasta la actualidad. Este acontecimiento marcó un fuerte impulso para la difusión de una versión radicalizada del islam que tuvo efectos sobre todo el mundo musulmán.
Es así como Hezbollah e Irán, comparten su versión chiíta del islam y también grandes intereses regionales y geopolíticos; fueron consolidando sus lazos de cooperación e influencia, y Hezbollah se convirtió en un agente iraní en el Líbano que sirvió (y continúa sirviendo) como brazo de acción para operaciones terroristas alrededor del mundo.
Actualmente Hezbollah es una organización armada, entrenada y equipada con alta tecnología. Es mucho más peligroso que el Hezbollah revolucionario de la década de 1980, tanto por los medios a su disposición como por la política de doble cara que emplea. En efecto, Hezbollah no abandonó sus objetivos; simplemente cambió el ritmo de su implementación. Hezbollah opera simultáneamente tanto dentro como fuera del sistema político libanés, hecho que le permite un mayor margen de maniobra en ambos ámbitos. La fachada pragmática de la organización ha engañado y sigue engañando a investigadores y actores en el ámbito internacional. De hecho, la entrada de Hezbollah en el parlamento libanés en 1992 y el gobierno libanés en 2005 fue percibido por muchos como un primer paso importante que demostró la moderación de la organización y el abandono de su ideología radical. Hezbollah incluso implementó una serie de medidas destinadas a resaltar el cambio por el que supuestamente pasó.
Desde principios de la década de 1990, Hezbollah fortalece su imagen como un movimiento de resistencia libanés legítimo que lucha contra un ejército de ocupación. Como parte de este esfuerzo, Hezbollah ha limitado el alcance de sus actividades terroristas contra objetivos occidentales en el Líbano y en el ámbito internacional. La organización sólo llevó a cabo ataques clandestinos de “alta calidad”, no asumió la responsabilidad oficial de los ataques y negó cualquier conexión con las operaciones. Los atentados contra objetivos judíos e israelíes en Argentina (1992 y 1994) y el atentado contra estadounidenses en las Torres Khobar en Arabia Saudita (1996) son ejemplos destacados de atentados con las características mencionadas. Hezbollah logra convencer a diferentes autoridades de que su actividad se centra en la arena sociopolítica en el Líbano y la protección del país de la agresión israelí sirviendo como elemento disuasorio. Después de la retirada israelí del Líbano en mayo de 2006, Hezbollah comenzó a apoderarse sistemáticamente del sur del Líbano y trabajó para profundizar su control sobre la población al hacerse cargo de las arenas sociales y administrar los servicios civiles.
Hezbollah logró establecer una red operativa en el sur del Líbano que incluye: varias armas avanzadas, cuarteles generales, puestos de comunicaciones, depósitos de armas, sitios de lanzamiento de cohetes y puestos de recopilación de inteligencia. Además, Hezbollah colocó armamento táctico y estratégico avanzado en el terreno, como cohetes terrestres de mediano alcance, miles de cohetes Katyusha, misiles tierra-mar y misiles antitanque avanzados. Estas armas, proporcionadas a Hezbollah por Irán y Siria, permitieron a la organización construir un marco militar sustancial que no tiene paralelo con ningún otro grupo terrorista en el mundo.
Esta realidad creó una “disuasión mutua” con Israel, que tenía una parte importante de su población e instalaciones de infraestructura vitales a una distancia de ataque de los misiles de Hezbollah.
¿Es Hezbollah un partido político, una organización militar, terrorista o todo eso junto?
Una organización terrorista híbrida es aquella que tiene dos o más patas, una combinación de legítima e ilegítima. Ganor (2015) explica que “la organización terrorista híbrida conjuga dos, y a veces tres, componentes: un ala militante-terrorista, un ala política y un ala dedicada a brindar servicios de bienestar social”. La organización terrorista híbrida se esfuerza por “integrar da’wa [trabajo misionero], infraestructura social y yihad, y aprovechar los tres para ganar poder político” (Azani 2013). Estos tres elementos fueron las piedras angulares de la Hermandad Musulmana y ayudaron a consolidar aún más la organización terrorista en la sociedad del pueblo. Hay factores tanto internos como externos que hacen que una organización terrorista se convierta en híbrida. Uno de ellos es la falta de un gobierno eficaz.
La adopción de ramas legítimas no exime a la organización de seguir siendo terrorista. Uno de los targets objetivos de una organización terrorista son principalmente los civiles. Si bien pretende representar a la gente, a menudo la organización se integrará en áreas densamente pobladas. “La organización terrorista híbrida planta sus bases militares de operación, sus lanzacohetes y sus combatientes en escuelas, mezquitas, hospitales y otros edificios públicos, convirtiendo efectivamente a sus partidarios en escudos humanos” (Ganor 2012).
El uso de civiles inocentes como escudos humanos de acuerdo con el Derecho Internacional está prohibido y constituye una actividad terrorista. Si se examina en profundidad la actividad y el comportamiento de Hezbollah en los escenarios internacionales y regionales, surge una imagen muy diferente de la que Hezbollah intenta retratar. El Consejo Shura -la junta ejecutiva de la organización- está al mando de sus operaciones militares y terroristas por un lado y de su actividad social y política por el otro. Además, sus propios líderes revelan la verdadera realidad. Por ejemplo, en enero de 2002, el representante parlamentario de Hezbollah, Muhammad Fanish, declaró que “no se puede separar la rama militar de Hezbollah de su rama política”. “Desde 1982, Hezbollah ha pasado de ser una organización terrorista de ‘vanguardia revolucionaria’ empeñada en derrocar violentamente al gobierno libanés a una organización terrorista híbrida que utiliza herramientas políticas legítimas con el mismo fin” (Azani, 2013).
Azani argumenta que Hezbollah pudo hacer esta transformación porque profundizó “su compromiso con tres áreas de actividad relacionadas y complementarias: da’wa y bienestar social, resistencia militar (yihad) y actividad política”. Hezbollah, como organización terrorista híbrida, intenta mostrarse como organización con legitimidad y así ganar el apoyo de la comunidad internacional. Desde el punto de vista de la organización terrorista híbrida, al lanzar ataques terroristas que conducen a contraataques por parte de los estados, es intentar de deslegitimar y demonizar al estado, quien necesita abstenerse de caer en la trampa que está tendiendo la organización terrorista híbrida y calcular sus campañas ofensivas en consecuencia.
Es necesario aclarar la legitimidad o ilegitimidad de una organización. Las democracias liberales occidentales se enfrentan a un dilema: ¿qué hace que una organización sea legítima? Algunos creen que el proceso político, como las elecciones, legitima una organización terrorista. Más bien, la legitimidad debe provenir de los objetivos de la organización, la plataforma política y los tipos de actividades que eligen utilizar para lograr sus objetivos políticos. Por lo tanto, la comunidad internacional necesita crear pautas básicas que describen qué es una organización legítima para evitar confusiones.
Hezbollah y sus territorios de operación
Más allá de su centro operacional en el Líbano, donde ya hemos mencionado su intervención política partidaria y de influencias en el sistema político libanés; Hezbollah también opera en diversas regiones, entre las cuales destacaremos algunas. En el ámbito regional Hezbollah mantiene una estrecha relación con Irán y Siria, vínculos importantes y poderosos que influyen en las capacidades de la organización, ya que Hezbollah cuenta con el apoyo militar, político y financiero de ambos países. El pacto de defensa estratégica firmado entre Irán y Siria en junio de 2006 fortalece la posición de Hezbollah y asegura el apoyo militar y financiero continuo incluso después de la Segunda Guerra del Líbano.
Irán puede utilizar a Hezbollah para promover los objetivos de la revolución islámica, promover los intereses iraníes en el Medio Oriente y servir como fuerza de represalia en caso de que la crisis que rodea al programa nuclear iraní lo amerite.
En la arena internacional, Hezbollah estableció su infraestructura de red terrorista en más de 40 países y la controla centralmente a través de los Consejos Shura y Jihad encabezados por Hassan Nasrallah.
Esta red terrorista internacional, cuyas células han intentado y llevado a cabo ataques terroristas desde la década de 1990, es la red terrorista más organizada del mundo y es una amenaza para los intereses de muchos estados, no sólo los occidentales. La red terrorista internacional de Hezbollah se utiliza para reunir inteligencia, atacar objetivos judíos, israelíes y occidentales (en su mayoría estadounidenses) en todo el mundo y como fuente de financiación para las actividades de la organización, donde gran parte de américa latina es un campo propicio para el nexo entre Hezbollah y el crimen organizado transnacional a fin de generar red de financiamiento ilícito para la organización. El éxito y la expansión de la organización, a pesar de los esfuerzos de oponentes y adversarios, se basan en dos elementos centrales:
- La capacidad de establecer redes operativas efectivas que se basen en fuentes internas y externas y estén compuestas por una organización eficaz y jerárquica del movimiento, capacidades militares, financiamiento financiero y cumplimiento de la autoridad organizacional.
- El elemento de legitimidad: este elemento se basa en el discurso organizacional que incluye la justificación religiosa de los cambios estratégicos realizados por la organización, la apropiación de la responsabilidad nacional libanesa, la adaptación parcial (aunque solo fuera para mantener las apariencias) y la voluntad de operar dentro del sistema político libanés existente, aunque esto último tiene grandes complejidades en la actualidad.
Si bien en el pasado se han descubierto células de Hezbollah en Estados Unidos y Canadá, la organización desarrolló durante largos años una amplia infraestructura de activistas en la zona de la triple frontera (Argentina, Brasil y Paraguay), que se involucra en actividades delictivas, terrorismo, apoyo logístico y financiamiento. Las operaciones en el área de la triple frontera sirven como una importante fuente de ingresos para Hezbollah. Además, mantiene presencia en otros países del continente, incluidos Colombia, Venezuela, Guatemala, Panamá, Costa Rica, Chile y México[5].
Hezbollah recluta su infraestructura de soporte de las comunidades chiítas y generalmente incluye los siguientes componentes:
- Una red religiosa de adoctrinamiento, vital para el reclutamiento de activistas. Se basa en centros islámicos, Internet, el canal de televisión Al-Mannar y vínculos personales.
- Una red financiera que se basa en actividades delictivas.
- Una red operativa que recauda fondos, realiza contrabando y recopila inteligencia sobre objetivos potenciales.
- Una red de adquisición de armamento.
- Una estructura de enlace con las filas operativas en el Líbano y/o en Irán: en la mayoría de los asuntos que se expusieron públicamente, resultó que los activistas se comunicaron con los líderes de la organización en el Líbano, algunos incluso se comunicaron directamente con Imad Mugniyah en su momento o con Hassan Nasralah.
Las células de Hezbollah que fueron expuestas en el extranjero mantuvieron vínculos locales dentro de los países, a nivel regional y con el liderazgo de la organización en el Líbano. Por ejemplo, varias células de Hezbollah que operaban en varias ciudades de Estados Unidos se comunicaban entre sí, al igual que activistas estadounidenses y canadienses. Asimismo, la célula de Hezbollah que quedó expuesta en la zona de la triple frontera mantuvo vínculos con activistas locales, activistas regionales y con Líbano.
* Dos décadas y contando: el terrorismo en el siglo XXI
María Cristina Rosas *
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Han pasado 22 años desde los atentados terroristas del 11 de septiembre contra Estados Unidos, sucesos que le pusieron nombre y apellidos a la agenda de seguridad internacional del nuevo siglo. A lo largo de este tiempo, el terrorismo ha sido caracterizado como la amenaza principal a la seguridad internacional, pese a que en el mismo período se reconoce que otros flagelos, como los fenómenos naturales y las epidemias/pandemias, por citar sólo dos casos, han probado ser tan destructivos y atentatorios contra el bienestar de las sociedades.
Como parte del militarismo enarbolado para enfrentar a la amenaza terrorista, de 2001 a 2022 el presupuesto bélico a nivel mundial experimentó un dramático ascenso y en el caso de Estados Unidos su aumento llegó a niveles nunca antes vistos, en contraste con las asignaciones destinadas a combatir epidemias/pandemias y a hacer frente a fenómenos naturales que suelen devenir en desastres.
Las primeras décadas del siglo XXI también están acompañadas de un enorme desgaste que padeció la hegemonía estadunidense, y que se originó, al menos en parte, en la imagen de indefensión que los ataques del 11 de septiembre generaron en el imaginario colectivo a nivel mundial en torno a un país que al término de la confrontación Este-Oeste se proclamó vencedor de la guerra fría e, inclusive, la única nación indispensable. De manera análoga han proliferado los análisis que sugieren que el presunto declive de la hegemonía estadunidense es menos importante que el ascenso de otros países, como la República Popular China (RP China), el reposicionamiento de la Federación Rusa e, inclusive, India, a quien se le augura un futuro próspero, en contraste con la percepción de que Estados Unidos tiene demasiados problemas que no podrá resolver, al menos, en el corto plazo y menos aun si no se apoya y coopera con otros influyentes actores.
Los cuatro primeros lustros del nuevo milenio también fueron escenario de fuertes cuestionamientos a los servicios de inteligencia de Estados Unidos, debido a que se les acusaba –ahora hay más información que revierte esta percepción- de no haber sido capaces de anticipar las acciones de al-Qaeda y del terrorismo internacional, como tampoco la devastadora pandemia del SARSCoV2, agente causal del COVID-19. Washington puso a prueba su eficiencia, liderazgo y capacidad de gestión de crisis durante las operaciones en Afganistán desde octubre de 2001 hasta agosto de 2021, momento en que Estados Unidos se retiró del atribulado país sin haber concretado el objetivo de combatir el terrorismo en la región, mucho menos hacer de Afganistán una democracia.
Terrorismo, seguridad y otros flagelos: ¿dónde están las prioridades?
Cuando Estados Unidos caracterizó -a la luz de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001- al terrorismo como la mayor amenaza a su seguridad, se entiende que el impacto psicológico de los ataques perpetrados en el territorio estadunidense fue brutal, amén de la imagen de indefensión que la única nación indispensable le mostraba al mundo. El país que al término de la guerra fría emergía como el vencedor, una suerte de globocop, quien garantizaría la seguridad y la prosperidad del planeta, era atacado en su propio territorio y las imágenes de las torres gemelas en llamas y luego desmoronándose fueron importantes no sólo por la tragedia humana, sino sobre todo por el mensaje que conllevaron. Los sucesos del 11 de septiembre, ampliamente mediatizados, cumplieron con su objetivo: mostrar que a Estados Unidos se le podía vulnerar en su propio territorio, o bien, que ese país que supuestamente garantizaría la seguridad del mundo, no era capaz siquiera de cuidarse a sí mismo.
Las autoridades estadunidenses, al tanto del significado e impacto de los ataques terroristas en su contra, se dieron a la tarea de articular una respuesta igualmente mediatizada, que incluyó, entre otras cosas, poner en circulación la imagen del presunto autor intelectual de los ataques, amén de señalar puntualmente a la organización responsable de materializarlos, y de ubicar dónde –en el mundo- se encontraba ésta y quién la ayudaba. Así las cosas, la guerra contra Afganistán, gobernada en ese momento por los talibán, quienes daban protección a células de la organización terrorista al-Qaeda era inminente y se inició a tan sólo un mes de los ataques contra Estados Unidos. Osama Ben Laden fue colocado en la lista de los hombres más buscados y el mundo, o al menos la mayor parte de las naciones, se solidarizaron con la Unión Americana condenando los ataques y cerrando filas con Washington en la guerra global contra el terrorismo. Asimismo, el terrorismo fue elevado al rango de principal amenaza a la seguridad del mundo y a la de Estados Unidos en particular.
Hay que recordar, sin embargo, que calificar a un flagelo como amenaza a la seguridad nacional, supone que dicho flagelo pone en jaque la existencia y supervivencia de la nación. Por lo tanto es pertinente analizar si los sucesos del 11 de septiembre de 2001 pusieron en riesgo la supervivencia de la nación estadunidense. No parece haber sido el caso.
A comparación de las amenazas letales del siglo XX, la amenaza estratégica que plantean los terroristas islámicos radicales son ligas menores. El 11 de septiembre de 2001, los terroristas mataron a unas 3 mil personas, y los ataques subsecuentes en Bali, Madrid, Estambul, Londres y Mumbai han masacrado a otros cientos más. Aun cuando estas muertes son trágicas, palidecen en comparación con los cerca de 100 millones de muertos de las dos guerras mundiales (Carpenter, Op. cit.: 92).
La pandemia del SARSCoV2, para citar sólo una de múltiples enfermedades nuevas o emergentes que han azolado al mundo del siglo XXI; en el momento de escribir estas líneas ha cobrado las vidas de 6 590 357 personas. Su efecto disruptivo se ha hecho presente en la vida económica, social, educativa, laboral, etcétera, de las sociedades.
Otro flagelo más, los fenómenos naturales y algunos de los problemas derivados del calentamiento global, ilustran la manera en que la seguridad de las naciones puede verse afectada. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, en los siguientes 20 años, los costos derivados de los fenómenos naturales –que devienen en desastres- podrían oscilar entre 6 mil y 10 mil millones de dólares. Y si bien los fenómenos naturales se producen tanto en países desarrollados como en desarrollo, los segundos cuentan con menores márgenes de maniobra para hacerles frente.
A propósito del cambio climático, Naciones Unidas estima que hacia el año 2100, el archipiélago de las Islas Maldivas –constituido por unas mil 200 ínsulas-, ubicadas en Asia del Sur y con una población estimada en 350 mil habitantes, quedarán sepultadas bajo el agua, debido al aumento en el nivel del mar provocado por el calentamiento global (La Nación, 18 de octubre de 2009).[6]
En los dos ejemplos anteriores y recordando que los elementos constitutivos del Estado son el territorio, la población y el gobierno, la desaparición o merma de alguno (s) de ellos supone una amenaza para la supervivencia de la nación. En los casos del VIH/SIDA, la influenza AH1N1 y el SARSCoV2, la población ha sido la principal víctima, lo que ha llevado a considerar a las epidemias y pandemias como amenazas a la seguridad de las naciones (Rosas, 4 de mayo de 2009). Inclusive, la Secretaría de Salud (SSA) de México, afirmó, dos años antes de que se produjera la crisis generada por la influenza AH1N1, que la gripe estacional –distinta de la cepa descubierta en 2009-, constituía una cuestión de seguridad nacional (Medicina Digital, 28 de septiembre de 2007).
En el otro ejemplo, a propósito del calentamiento global, la desaparición del territorio, sea porque aumenta el nivel del mar o por cualquier otro cataclismo, constituye también un problema de seguridad, dado que pone en riesgo la supervivencia de la nación (Palacios Barrera y Díaz Ibáñez, 2008: 97).[7]
Estados Unidos hubo de entender a raíz de un terrible suceso en 2005, que el terrorismo no era la única fuente de todos sus males: se trata del huracán Katrina, un gran ciclón tropical que azotó el sur y el centro de los Estados Unidos en agosto de 2005. Produjo una gran destrucción en Florida, Luisiana y Misisipi, además de las islas Bahamas, incluyendo cuantiosos daños materiales y graves inundaciones. En sí, la tormenta causó la muerte de unas mil 836 personas más la desaparición de otras 705, y se le considera el huracán más mortífero de Estados Unidos desde el Huracán San Felipe II de 1928.[8]
Las autoridades estadunidenses reaccionaron con mucha lentitud, algo que sorprendió a propios y extraños dado que, países con menores recursos –por ejemplo, Cuba- están mejor preparados en materia de prevención y auxilio a la población. A las autoridades del vecino país del norte también se les acusó de racismo en el aprovisionamiento de la ayuda, dado que las comunidades negras y latinas no fueron auxiliadas con la misma celeridad que las comunidades blancas. El titular de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), Michael Brown, hubo de renunciar como resultado de todas las críticas, en tanto los medios acuñaron el concepto de Katrinagate para referirse a las irregularidades que caracterizaron a la tardía respuesta gubernamental ante la crisis (BBC News, 5 September 2005).
La crisis generada por Katrina llevó a que el Departamento de Seguridad de la Patria añadiera a su gestión para garantizar la seguridad y la capacidad de respuesta de Estados Unidos, a los fenómenos naturales, con un nivel de prioridad equiparable al terrorismo. En este sentido, Washington hubo de entender, tras una gran desgracia humana –que en términos de víctimas fatales se acercó a las que perecieron el 11 de septiembre de 2001- y material, que además del terrorismo existen otros flagelos que pueden causar estragos a la seguridad nacional.
Esto no significa, sin embargo, un cambio radical de enfoque en torno a la agenda de seguridad de Estados Unidos, donde la asignación de recursos a rubros como la preparación y prevención para hacer frente a fenómenos naturales simplemente palidece ante el exacerbado presupuesto para la defensa. Lo que es más grave es que tras el bochornoso episodio provocado por Katrina, la administración de George W. Bush anunció en 2006 la creación de una nueva generación de satélites que en lugar de satisfacer necesidades en materia de clima y evolución de fenómenos naturales en la Tierra y desde el espacio, eliminaron esas capacidades de los dos programas anunciados: el sistema satelital ambiental operando en zonas polares y la serie de satélites ambientales operativos geoestacionarios, ambos pensados para satisfacer las necesidades civiles y militares (GAO, April 2010: 6).
Ante la avalancha de críticas de parte, sobre todo, de la comunidad científica, las atribuciones en materia climática y ambiental fueron reintegradas a los nuevos satélites. Sin embargo, había suficientes razones para suponer que la intención era desaparecer los satélites ambientales, o bien, las funciones que éstos cumplían.
Así, diversos científicos advirtieron que era muy peligroso eliminar los satélites ambientales que orbitan la Tierra, dado que gracias a ellos es posible predecir y/o calcular, hasta cierto punto, los huracanes, el calentamiento global y otros fenómenos naturales que pueden poner en riesgo a las sociedades. Este es claramente un problema de prioridades. Si bien el 21 de julio de 2011 la era de los transbordadores espaciales llegó a su fin, en 2006 el director de la Agencia Nacional Aeroespacial de Estados Unidos (NASA), obligado a disminuir los gastos de dicha agencia, anunció en ese año, la cancelación de tres satélites de observación, en tanto que el desarrollo de la nueva generación de satélites climáticos sería pospuesto de 2010 a 2012. Las cifras son muy elocuentes: en el presupuesto de la NASA para 2007, el transbordador espacial y las actividades en la Estación Espacial Internacional (EEI) recibirían 6 mil 200 millones de dólares; la planeación de misiones futuras a la Luna y Marte se embolsaría otros 4 mil millones de dólares; y, para los satélites ambientales sólo se asignarían 2 mil 200 millones (West, s/f).
Por lo anterior se le encargó a la Oficina del Auditor del Gobierno (GAO) un estudio acerca de la situación y luego del análisis respectivo concluyó, en un informe que dio a conocer en abril de 2010, que Estados Unidos carecía de una estrategia de largo plazo para el aprovisionamiento de información climática espacial. Asimismo, la GAO encuentra que la nueva generación de satélites, genera “limbos” de cobertura muy graves.
Los limbos en la cobertura satelital se espera que afecten la continuidad de importantes medidas climáticas y ambientales del espacio, como nuestro entendimiento acerca de la manera en que los ciclos del clima afectan la producción global de alimentos, y cómo es que el ambiente espacial impactará muy probablemente las comunicaciones de satelitales de radio y GPS.
Visto de una manera más amplia, a pesar de los reiterados llamados a estrategias interagenciales para el aprovisionamiento de largo plazo de información ambiental (tanto para propósitos climáticos como del ambiente espacial), nuestra nación todavía carece de esos planes (GAO, Op. cit.: 30).
Pareciera entonces que pese a Katrina, Estados Unidos no aprendió la lección, y sus prioridades en materia de seguridad tienden a mantenerse en otro lugar, aun cuando, al igual que el resto de las naciones, está expuesto a desafíos como las epidemias y pandemias, los efectos del cambio climático, e innumerables fenómenos naturales.
Lo anterior se explica por la insistencia en mantener al terrorismo, como la principal preocupación en el terreno de la seguridad, lo cual no debería ser tan malo, siempre que la atención que se le prodiga a ese tema no ocurra en detrimento a la atención de otros flagelos. Pero inclusive en un escenario en el que se destinaran recursos materiales y humanos significativos para atender desafíos como las epidemias y pandemias y los fenómenos naturales, parecería una necedad insistir en asumir al terrorismo como el mayor flagelo, porque además los efectos de cada acto terrorista, aunque momentáneamente causan una gran conmoción, con el tiempo disminuyen. El terrorismo, como es sabido, toma ventaja del factor sorpresa y también de la difusión de los actos perpetrados, por los medios. No cabe duda que, los sucesos del 11 de septiembre causaron una gran conmoción y fueron sorpresivos, pero no parece fácil que sea posible reproducirlos de nueva cuenta, considerando todas las medidas de seguridad desarrolladas por las autoridades estadunidenses. Ello no significa que el terrorismo deje de ser una posibilidad u opción a los ojos de las organizaciones y los individuos que lo auspician. Empero
En Occidente, los efectos del terrorismo han disminuido con cada ataque adicional. Tras el 11 de septiembre, los mercados financieros globales se colapsaron y no retornaron a los niveles del 10 de septiembre a lo largo de dos meses. Tras los bombazos en Madrid de 2004, al mercado español le tomó un mes recuperarse. Tras los bombazos en Londres de julio de 2005, la bolsa de valores británica regresó a los niveles precedentes en 24 horas. El espectro económico amplio es similar. Tras el 11 de septiembre, Estados Unidos perdió miles de millones de dólares en actividad económica. El siguiente ataque más grande, los bombazos en un centro nocturno de Bali en 2002, tuvieron un dramático efecto similar en la economía indonesia; con la evaporación del turismo, del comercio y las inversiones por meses. Un año después, tras otro bombazo en Indonesia, esta vez en el hotel Marriott de Yakarta, el mercado disminuyó aunque por un breve tiempo, y la economía indonesia padeció un daño muy leve. Los bombazos en Marruecvos y Turquía en 2003, tuvieron efectos similares. Los bombazos de 2004 en España, y de 2005 en la Gran Bretaña no tuvieron ningún impacto en el crecimiento (Zakaria, Op. cit.: 15-16).
No faltará quien argumente que según el sapo es la pedrada, es decir, que no es lo mismo que España, Indonesia, Marruecos, Turquía y/o la Gran Bretaña sean blancos de ataque del terrorismo, a que el país victimado sea Estados Unidos.[9] Con todo, el terrorismo es tan antiguo como la historia de la humanidad y no nació el 11 de septiembre de 2001, como tampoco desaparecerá de la faz de la Tierra. Las naciones han aprendido a lidiar con este flagelo y a seguir con sus vidas, expuestas, cotidianamente, a numerosas amenazas y riesgos. Las naciones también han tomado nota de la evolución del terrorismo, de las múltiples formas en que puede operar y materializarse y de las acciones que se deben emprender para enfrentarlo.
En cualquier caso, el éxito de al-Qaeda en las acciones perpetradas el 11 de septiembre de 2001, pareciera que no ha sido replicado en acciones subsecuentes y que los ataques desarrollados tienen, salvo algunas excepciones, una ubicación geográfica claramente establecida. Lo mismo aplica al terrorismo desarrollado por otros organismos o asociaciones extremistas. El Índice de terrorismo global 2022, señala que en 2021, las muertes por terrorismo se redujeron un 1. 2 por ciento siendo atribuidas a él 7 142 defunciones y ahora son un tercio de lo que eran en su apogeo en 2015. La pequeña caída se reflejó en una reducción en el impacto del terrorismo, con 86 países registrando una mejora, en comparación con 19 que empeoraron (Institute for Economics and Peace, 2022). Como se puede observar en el mapa anexo, el terrorismo actualmente se produce sobre todo en el Medio Oriente, África Subsahariana y el Sur de Asia. En otras regiones se han producido incidentes menores.
El índice califica a los países del 0 al 10, siendo el 10 el por escenario para un país, agobiado por el terrorismo. En este sentido, Afganistán figura como el país más golpeado en 2021 por el terrorismo con una calificación de 9. 11; seguido de Irak, con 8. 51; Somalia, con 8. 4; Burkina Faso con 8. 27; Siria, con 8. 25; Nigeria, con 8. 23; Malí, con 8. 15; Níger, con 7. 86; Birmania, con 7. 83; y Pakistán, también con 7. 83. Que el terrorismo se acentúe en países con profundas desigualdades sociales y bajos niveles de desarrollo, sugiere que las causas que lo generan no han sido debidamente atendidas a lo largo del presente siglo, lo que sugiere que hay un terreno fértil para su propagación en el mundo en desarrollo, sin con ello dejar de lado otros tipos de terrorismo que se han manifestado sobre todo en los países más desarrollados.
Consideraciones finales
A más de dos décadas de los atentados del 11 de septiembre de 2001, es importante reconocer que los ataques terroristas atribuidos a al-Qaeda bajo el liderazgo y planeación del hoy occiso Osama Ben Laden, nunca pusieron en riesgo la supervivencia de la nación estadunidense. Es cierto que la Unión Americana ha sido blanco de ataque sobre todo en el exterior, aunque, rara vez en su territorio. Por eso, cuando se produjeron los avionazos y posteriormente se corroboró que fueron ataques procedentes del exterior, es que Estados Unidos buscó dar un “castigo ejemplar” a los presuntos responsables, a fin de disuadir a otros a que siguieran sus pasos. Se sabe que en el transcurso del presente siglo han estado a punto de ocurrir nuevos ataques. Sin embargo, la preparación y reforzamiento de la seguridad en Estados Unidos y sus aliados, ha ayudado a aminorar la amenaza terrorista internacional.
Con todo hay que perder de vista que Estados Unidos fue víctima de un brutal atentado terrorista el 19 de abril de 1995 a manos de un ciudadano estadunidense, veterano de la primera guerra del Golfo Pérsico y guardia de seguridad, Timothy McVeigh, quien detonó un coche-bomba –era en realidad un camión- con explosivos que destruyeron el edificio Alfred P. Murrah Building en Oklahoma, provocando la muerte de 168 personas e hiriendo a otras 680. Es decir que, el enfoque en la guerra global contra el terrorismo, no debería perder de vista que existen amenazas a nivel interno, generadas por ciudadanos estadunidenses, antigobiernistas, capaces de generar un daño mayúsculo a los estadunidenses.[10] Por ejemplo, se tiende a perder de vista que tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, se produjeron ataques con esporas de ántrax deliberadamente colocadas en paquetes postales que provocaron la muerte de cinco personas y afectaron a otras 17. Curiosamente y a diferencia de la rapidez con la que se identificó a al-Qaeda y a Osama Ben Laden como los autores de los atentados, no hubo la misma certeza ni identificación de (los) responsable (s) de los ataques con esporas de ántrax. Dos sospechosos, el Doctor Stephen Hatfill –quien fue exonerado- y Bruce Edwards Ivins –quien se suicidó antes de que su nombre saliera a la luz pública- fueron lo único que pudo producir el sistema de justicia de Estados Unidos. Aun cuando inicialmente se intentó vincular a al-Qaeda con la liberación de las esporas de ántrax, esto no se pudo demostrar, lo que fortalece la hipótesis de que se trató de una acción desarrollada por antigobiernistas estadunidenses.
El tema del terrorismo interno, generado por antigobiernistas y/o personas que impugnan al gobierno en turno por cualquier razón, es importante, a juzgar por los atentados perpetrados el pasado 22 de julio en Noruega, y que fueron atribuidos a un individuo inconforme con el gobierno socialdemócrata en turno y vinculado a la ultraderecha. De hecho, los trágicos sucesos en Noruega sugieren que en gran parte por las presiones de Estados Unidos, a lo largo de la primera década del siglo XXI, los países europeos han centrado su atención en el terrorismo islámico, a costa del terrorismo que se puede generar, por ejemplo, por parte de la extrema derecha en el interior de un país (Martínez de Rituerto, 25/07/2011b). En contraste, el terrorismo que prospera en los países en desarrollo no merece la misma atención. Baste mencionar que la atención del mundo se centró, el pasado 24 de febrero en el inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, mientras que la noticia de un golpe de Estado en Burkina Faso, país aquejado por el terrorismo, mereció notas muy marginales en los medios de comunicación.
En suma, si el 11 de septiembre y las décadas que le siguieron aportan una lección al mundo es que ni el terrorismo nació ni murió en ese marco; ni que se le puede combatir con el simple uso de la fuerza bruta; que es necesario revalorar y mejorar los servicios de inteligencia, dado que son ellos quienes se encuentran en una situación privilegiada para valorar las amenazas a la seguridad; que hace falta una mayor cooperación entre las naciones para enfrentar los flagelos que se presentan y que más que buscar nuevos enemigos y/o amenazas es importante una visión de conjunto sobre la problemática, en el entendido de que tanto el terrorismo como las acciones de la delincuencia organizada, y otros desafíos más, tienden a ser la manifestación de problemas cuyas raíces se encuentran en la pobreza y la pésima distribución de la riqueza.
Por último, no es menos importante que el sobre dimensionamiento del terrorismo por parte de Estados Unidos y el mundo, llevó a ignorar la amenaza generada por enfermedades nuevas o reemergentes que, como lo muestra el SARSCoV2, demandaban una mejor preparación que la que hasta hoy se ha visto. Estados Unidos, el país que ha liderado la cruzada contra el terrorismo, ha sido el más golpeado por el SARSCoV2, con 1 070 480 defunciones y 97 507 409 casos confirmados en el momento de escribir estas líneas. Ello muestra que no sólo el terrorismo importa y que una enfermedad tan contagiosa puede erigirse en una amenaza a la seguridad internacional.
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* Crimérica: una región criminal
César Niño[11]
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En América Latina hay organizaciones criminales con mayor capacidad de control territorial, de agencia y de integración con otros actores, que los mismos Estados soberanos. Lo anterior se debe a varias razones.
Por un lado, a las tradicionales debilidades estatales y a las instituciones inconclusas e incompletas. De hecho, la región tiene más geografía que instituciones. Por otra parte, se debe a que si bien América Latina no tiene importantes tensiones que lleven a hipótesis de guerra entre sus Estados, es una zona con graves violencias. En otras palabras, es una región pacífica pero altamente violenta. Una tercera arista tiene que ver con que algunas organizaciones criminales disfrutan de mejores sistemas de interlocución con otras (por ejemplo, los carteles mexicanos y grupos armados colombianos) y con algunos gobiernos (como el caso de la banda G9 y el gobierno de Haití).
El gasto del PIB de la región en seguridad y defensa fue de 1,20% en 2019 e incrementó a 1,28% en 2020, mientras que se redujo en 2,1% en 2021. América Latina es violenta, completa e insegura, pero paradójicamente pacífica. La región representa el 13% de la población mundial y el 40% de muertes violentas del planeta. Los vacíos estatales y la ausencia de Estado en ciertas zonas del continente conllevan a que aparezcan ciertos actores que hacen las veces de Estado.
En Colombia, Perú, Ecuador, Panamá, Venezuela, Paraguay, Brasil, El Salvador, Guatemala, México, Honduras, Haití, entre otros, la ecuación crimen y debilidad institucional es determinante para la violencia. Incluso estructuras criminales con repertorio de violencias y de acciones terroristas se valen de sus dominios para construir órdenes sociales, administrar justicia, brindar seguridad y formular políticas públicas (el ELN en Colombia ha construido puentes en el departamento de Arauca, frontera con Venezuela). Tras la pandemia de la COVID-19, quedó aún más clara la capacidad de las estructuras criminales de adaptarse a los escenarios pandémicos y postpandémicos. Construyeron reglas de juego en diferentes territorios y hasta impulsaron políticas de restricciones a la movilidad ciudadana en aras de evitar los contagios. Hubo ciudadanos confinados tanto por la enfermedad como por la violencia. Mientras tanto, los gobiernos de la región volcaron sus esfuerzos desde un punto de vista militar y policial a contener la pandemia, una suerte de militarización desordenada que produjo Estados desconcentrados.
Para los tomadores de decisiones y operadores de seguridad de los Estados les ha sido muy difícil combatir y suprimir dichas estructuras criminales. Hay aproximadamente 436 grupos localizados en la región con capacidad de ostentar una suerte de gobernanzas criminales y política exterior subterránea que lleva a que dicha cifra se complejiza y se difumina por las acciones en red y operaciones geométricas fuera del continente. Ésta última como acción exterior en la que grupos operan en coordinación con otros extracontinentales y llevan a cabo decisiones que benefician sus intereses. Por ejemplo, los vínculos existentes entre mafias italianas con algunas centroamericanas o la compleja relación del Estado Islámico con los ciudadanos de Trinidad y Tobago en la que los trinitenses forman una importante parte de algunas de sus filas en Medio Oriente. Lo anterior se explica a partir de lógicas diplomáticas alternas y subterráneas, así como de gobiernos criminales que permiten la construcción de legitimidades donde el Estado es extranjero en su propio territorio.
En efecto, los complejos criminales regionales alcanzan a ser una estructura lo suficientemente importante frente a los desafíos de la seguridad y defensa en América Latina. Ha sido evidente la configuración de una suerte de soberanías compartidas. Una lógica en la cual los grupos irregulares y los Estados comparten soberanía en los territorios. En muchas oportunidades, como en el caso colombiano, dicha soberanía es producto de arreglos entre élites tanto políticas como criminales y no de competencia entre ellos. En ese orden de ideas, los grupos criminales están más organizados que los Estados y gozan de facilidades burocráticas para operar sin mayores restricciones. Por aquellas razones, las agendas de investigación en materia de seguridad internacional se empiezan a preocupar por configurar nuevos marcos analíticos como el de las gobernanzas criminales, soberanías compartidas, complejos criminales de regionales, diplomacia catalítica, violencia entrópica, entre otras.
[1] Mg. Por la Universidad de París 7, lic. En Ciencia Política (UBA). Vicedecano de la FADENA – UNDEF. Docente ordinario en grado. Docente de posgrado en diversas universidades nacionales e investigador // gonza.caceres@gmail.com
[2] Máster en América Latina por la Fundación Ortega y Gasset (Toledo, España). En el sector público mexicano ha colaborado en varias campañas políticas, destacando la campaña presidencial de Porfirio Muñoz Ledo (en el 2000 por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana) y las de Andrés Manuel López Obrador (2006, 2012 y 2018), Ha coordinado cursos de capacitación para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
[3] Master or Arts en Terrorismo y contraterrorismo de la Universidad Reichman (Israel). Maestrando de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP).
[4]https://www.ict.org.il/UserFiles/The%20Hizballah%20Program%20-%20An%20Open%20Letter.pdf
[5] "Terrorist and organized crime groups in the tri-border area (TBA) of South America", Federal Research Division, Library of Congress, July 2003. See also http://www.canadafreepress.com/2006/hagmann071806.htm; http://www.adl.org/learn/extremism_in_the_news/Islamic_Terrorism/Hezbollah_Mahmoud_Kourani.htm;
* Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su libro más recientes se titula La seguridad por otros medios. La agenda de seguridad en el siglo XXI: lecciones para México (México, Centro de Análisis e Investigación sobre Paz, Seguridad y Desarrollo Olof Palme A. C.(Editorial e/Universidad Nacional Autónoma de México, 2011, 332 pp.). Correo electrónico: mcrosas@unam.mx Página electrónica: http://www.paginasprodigy.com/mcrosas
[6] En octubre de 2009, el Presidente de las Islas Maldivas y miembros de su gabinete enfundados en trajes de buzo, efectuaron una reunión bajo el agua a efecto de llamar la atención sobre el futuro lúgubre que enfrenta el archipiélago.
[7] Los autores señalan que los fenómenos naturales, el trasbordo de desechos nucleares por el Mar Caribe y la degradación ambiental, son considerados como amenazas a la seguridad de la región caribeña.
[8] Katrina tocó tierra en la costa de Luisiana el 29 de agosto convertido en un huracán categoría 3, y a pesar de que en el último momento se desvió ligeramente de su ruta, que atravesaba directamente la ciudad de Nueva Orleans, se produjo una gran devastación en la misma y en zonas cercanas. Por los daños producidos, se convirtió en uno de los huracanes más devastadores en Estados Unidos en la historia reciente, y quizás sea el mayor desastre natural en la historia de ese país. Se estima que el Katrina causó daños materiales por 75 mil millones de dólares, convirtiéndose en el huracán más costoso en la historia de los Estados Unidos.
[9] Como muestra, considérense los lamentables sucesos que acontecieron en Noruega, el viernes 22 de julio de 2011, cuando se produjeron explosiones en diversos edificios gubernamentales en pleno centro de Oslo, en tanto, en una isla cercana, Utoya, fueron masacrados decenas de jóvenes partidarios del Partido Socialdemócrata. Aunque naturalmente se pretendió atribuir ambos sucesos a al-Qaeda, las investigaciones arrojaron como principal artífice y ejecutor a un ciudadanos noruego, aparentemente con tendencias anti-gobiernistas, de extrema derecha, de nombre Anders Behring Breivik (Martínez de Rituerto, 25/07/2011).
[10] Sin embargo, a juzgar por la condena no tan enérgica formulada por la administración de Obama a los fatídicos sucesos del 22 de julio de 2011 en Noruega en los que perecieron diversas personas por las acciones presuntamente efectuadas por un individuo que simpatiza con la ultraderecha y que ha asumido actitudes antigobiernistas, sugiere claramente dónde están las prioridades en materia de seguridad, para Estados Unidos.
[11] Profesor Asociado de Relaciones Internacionales de la Universidad de La Salle (Colombia) @cesarnino4.