Una organización internacional más amplia, fuerte, con una renovada vitalidad, con un futuro del cual se dudaba hace unos años[1] y con una fuerte solidaridad de sus Estados miembros en torno a un objetivo compartido. Esa es la primera consecuencia directa de la invasión rusa a Ucrania, un efecto no deseado ya que fundamentó la “Operación Militar Especial” en la ampliación de la OTAN hacia el Este… y eso es lo que obtuvo: Finlandia (país con el cual comparte 1.340kms. de fronteras) se convirtió en el 31er. miembro el 4 de abril[2] y el 10 de julio, previo al inicio de la cumbre de Vilna (Lituania), el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan estrechó la mano del primer ministro de Suecia, Ulf Kristersson, ante la atenta mirada del secretario general de la OTAN, JensStoltenberg (imagen que dio vuelta el mundo) oficializando que Ankara retiraba las objeciones preexistentes a Estocolmo, allanando el camino para el ingreso del socio número 32.
No se trató del único de los temas que reunió a los socios euroatláticos en el Báltico. La posibilidad cierta del ingreso de Ucrania a la Organización ha sido uno de los puntos “urticantes”. Si bien algunos de los socios han pedido que se trazara una hoja de ruta cierta (los estados bálticos han presionado para hacer una gran demostración de apoyo y trazar una senda concreta de acceso para Ucrania), otros (entre ellos, EE.UU. y Alemania) han manifestado reservas al respecto. Así, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, expresó a la CNN que los miembros de la OTAN deben “cumplir todas las cualificaciones, desde democratización a toda una gama de otros asuntos”, (refiriendo a las preocupaciones de Washington con respecto a gobernanza y corrupción en Ucrania)[3]. A pesar de ello, el mismo Biden ha abonado a las elucubraciones que muchos analistas sostienen, señalanando que (en los hechos) Kiev ya es parte de la OTAN, al expresar que “estar o no estar no es relevante”[4].
Sin embargo, Stoltennberg se ha mostrado más que optimista al respecto, declarando que “Ucrania se convertirá en miembro de la OTAN (en referencia al principio de acuerdo al cual se arribara en 2008)… Ucrania está mucho más cerca de la OTAN, de modo que creo que ha llegado la hora de reflejarlo en otras decisiones de la OTAN”, a la vez que señaló las bondades de la profundidad del diálogo al cual se llegó con Kiev, ya que la alianza “reforzará nuestros lazos políticos” al formar un Consejo OTAN-Ucrania, que sería “una plataforma para decisiones y consultas de crisis”[5].
No podemos dejar de señalar una verdad más que evidente: hasta tanto el conflicto armado no cese, no hay ninguna posibilidad cierta de que Ucrania acceda a la Alianza, ya que el artículo 5[6] de su tratado constitutivo convertiría de manera automática a los 31 miembros en parte directa de una guerra en marcha. Otro tema tanto (o más) espinoso es responder a la pregunta si el día después el ingreso de Kiev a la OTAN es funcional o no a la estabilidad del sistema internacional. El centenario analista de las Relaciones Internacionales, Henry Kissinger, con notable claridad, declaró al respecto:
“… Ahora hemos armado a Ucrania hasta el punto en que será el país de liderazgo mejor armado y estratégicamente menos experimentado de Europa. Si la guerra termina como probablemente lo hará, con Rusia perdiendo muchos de sus éxitos de batalla, pero conservando el control de Sebastopol (en Crimea), podemos tener una Rusia insatisfecha, pero también una Ucrania insatisfecha: en otras palabras, un balance de insatisfacción… para la seguridad de Europa, es mejor tener a Ucrania en la OTAN, donde no puede tomar decisiones nacionales sobre reivindicaciones territoriales”[7].
Es parte del epílogo de esta película de final incierto. Y partiendo de la idea de que Rusia y las consecuencias de la agresión de Moscú contra Kiev son, en lo inmediato, las principales preocupaciones de la OTAN (de hecho, Rusia aparece mencionada 65 veces en la Declaración de Vilna, en tanto Ucrania lo hace 45) no hay que perder de vista la preocupación más importante que tiene Washington en su horizonte: la República Popular de China. Beijing aparece nombrada 16 veces en la Declaración (Suecia, el inminente nuevo miembro, no aparece ni siquiera una). En tal caso, hablamos de la película que se convertirá en el “Gran Tanque” (y no solo de Hollywood) en este siglo. Algunos de los coprotagonistas de ella se han convertido en invitados recurrentes a estas cumbres. Hablamos de los “cuasi aliados” de la OTAN, los socios imprescindibles de los Estados Unidos en el Pacífico: Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda[8] hacen parte de estas citas, en consideración de que ya son necesarios en los esfuerzos de contención al Imperio del Centro en un escenario en permanente ebullición, como lo es el del Pacífico.
Al respecto, en la Declaración de Vilna la OTAN ha manifestado que las ambiciones y políticas coercitivas del Imperio del Centro amenaza sus intereses, seguridad y valores, y a pesar de permanecer abierta a compromisos constructivos, la Alianza continúa siendo confrontada por ciberamenazas, y también espaciales, híbridas y otras asimétricas, así como por el malicioso uso de la emergencia de tecnología disruptivas. En tal sentido (señala en otro párrafo) Beijing usa un amplio rango de herramientas políticas, económicas y militares para incrementar su huella global y proyectar poder, mientras oculta su estrategia, intenciones y crecimiento militar. China se encontraría embarcada en operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas, y con su retórica confrontativa y desinformativa, tiene a la Alianza como objetivo, dañando su seguridad. La República Popular busca el control de tecnología clave, de sectores industriales y de infraestructura crítica, materiales estratégicos y cadenas de suministros. Haría uso de su peso específico, en materia económica, para crear dependencia estratégica y profundizar su influencia. Por otro lado, se verifica una búsqueda por subvertir el orden internacional basado en normas, incluso en los ámbitos espacial, cibernético y marítimo.
La Alianza toma nota de la profundización de la asociación estratégica entre Beijing y Moscú, y sus intentos de reforzarse mutuamente, con el objetivo de socavar el orden internacional basado en normas, yendo por ello en contra de los valores e intereses de Bruselas. Es por ello que hacen un llamamiento a la RPCh. para que desempeñe un papel constructivo como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y condene la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, se abstenga de apoyar el esfuerzo de guerra de Rusia de cualquier manera, abandone la falsa narrativa de la Federación que culpa a Kiev y a la OTAN por la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, y adhiera a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, a la vez que le pide que actúe de manera responsable y se abstenga de proporcionar cualquier ayuda letal a Rusia (las negritas son propias).
Por último, se señala que Beijing está expandiendo y diversificando rápidamente su arsenal nuclear con más ojivas y un mayor número de sistemas de vectores sofisticados para establecer una tríada nuclear, en tanto no muestra transparencia al respecto ni hace esfuerzos de buena fe para lograr el control de armas nucleares o la reducción de riesgos. Por ello, la Alianza se opone a cualquier intento de producir o apoyar la producción de plutonio para programas militares bajo la apariencia de programas civiles, que socave los objetivos del TNP, a la vez que se opone a cualquier intento de producir o apoyar la producción de plutonio para programas militares.
Se ve que, paulatinamente, Bruselas abandona (al menos, como principales) las ideas de gestión de crisis y resolución de conflictos, y se embarca de manera decidida al que fuera su objetivo inicial, el de la disuasión. Quizás, lentamente, comienza a virar su proa dirigiéndose a disuadir al Gigante de Oriente.
Para que la disuasión sea posible (aunque entendemos que el Imperio del Centro no tiene intenciones de plantearle un desafío a Occidente en la dimensión estratégico militar, sino en la económica[9]) es importante que Occidente no pierda de vista que una derrota aplastante a Rusia en Ucrania (el horizonte de corto plazo) puede fortalecer la posición de China (el horizonte de mediano plazo), haciendo más dificultosa la posibilidad de disuadirla, al entregarle en bandeja de plata a un socio (vasallo) imprescindible para su crecimiento, al ser su proveedor natural de insumos energéticos.
Independientemente de la insoslayable ilegalidad del accionar ruso al agredir a Ucrania, y de los crímenes de guerra cometidos durante este conflicto (que deberán ser juzgados para servir a la Justicia), Occidente no debe perder de vista los objetivos estratégicos que persigue, por lo cual debería echar mano de una importante dosis de pragmatismo el día después de terminada (o congelada) la guerra.
Ya lo advirtió Kissinger en el Foro Económico Mundial en Suiza (que tuviera lugar en Davos, en mayo de 2022): “sería fatal para Occidente dejarse llevar por el estado de ánimodel momento y olvidar el lugar apropiado deRusiaen el Equilibrio de poder europeo[10]”. A la luz del rumbo que está comenzando a transitar la OTAN, es evidente que su advertencia supera el ámbito europeo, traspolándose a lo global. No cabe dudas que la dimensión de una posible derrota militar rusa se encuentra en relación directamente proporcional a los beneficios que, de este contexto, obtendrá China…[11]
Kissinger lo manifestó claramente en Davos: Rusia ha sido “una parte esencial de Europa durante 400 años”y había sido “el garante de la estructura del equilibrio de poder europeo en momentos críticos”. Los líderes europeos “no deberían perder de vista la relación a más largo plazo, y tampoco deberían arriesgarse a empujar a Rusia a una alianza permanente con China”[12].
Una OTAN con los americanos adentro, los rusos abajo, y los chinos afuera (más bien, en la vereda de enfrente), puede resultar en un actor disruptivo en lo que a estabilidad internacional respecta.
No tenemos mucho que agregar, excepto que (desde nuestra humilde posición) podemos decir que de contención y de distensión, el ex secretario de Estado de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford entiende bastante.
Juan Alberto Rial
Secretario
IRI – UNLP
Coordinador
Departamento de Seguridad Internacional y Defensa
IRI – UNLP
Referencias:
[1] Ver RIAL, J.A., Sobre la última cumbre de la OTAN
[2] Ver La OTAN incorporó a Finlandia como su miembro número 31 – Infobae
[3] Ver La OTAN se reúne reforzada por el acuerdo para incluir a Suecia en la alianza – LA NACION
[4] Ver Los ruidosos mensajes de la OTAN que aturden al Kremlin (clarin.com)
[5] Ver La OTAN se reúne reforzada por el acuerdo para incluir a Suecia en la alianza – LA NACION
[6] Artículo 5. Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas, y en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ayudará a la Parte o Partes atacadas, adoptando seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer la seguridad en la zona del Atlántico Norte. Cualquier ataque armado de esta naturaleza y todas las medidas adoptadas en consecuencia serán inmediatamente puestas en conocimiento del Consejo de Seguridad. Estas medidas cesarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las disposiciones necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales.
[7] Ver Kissinger a «The Economist»: «Kiev debería unirse a la OTAN por el bien de Europa» (agenzianova.com)
[8] Ver La otra Cumbre de la OTAN con los cuatro países del Asia-Pacífico (abc.es)
[9] Ver RIAL, J.A., La gestión de la fuerza en la actual transición intersistémica hacia un nuevo Orden Internacional.
[10] Ver Para Henry Kissinger, no hay que «aplastar militarmente a Rusia» y Ucrania deberá ceder territorio (clarin.com)
[11] Ver RIAL, J. A., 90 días de guerra. Apuntes de la invasión rusa a Ucrania
[12] Ver Para Henry Kissinger, no hay que «aplastar militarmente a Rusia» y Ucrania deberá ceder territorio (clarin.com)