La Cumbre del Grupo de los Veinte, que tuvo lugar este último fin de semana en Nueva Delhi, se ha visto rodeada de una intensa actividad diplomática. Ello quedó demostrado a raíz de acontecimientos que han sido capaces de poner en tensión la geopolítica del continente euroasiático.
El primer día del mes el Papa llegó a Mongolia. Dado que la Patria de Gengis Kan, guerrero y fundador del imperio mongol, posee una modesta feligresía de no más de 1400 católicos, se conjetura que los objetivos de la visita papal excedían lo relacionado estrictamente con lo pastoral. Es sabido que el Vaticano desde hace tiempo anhela poner un pie en China pero hasta ahora sus autoridades no se han mostrado dispuestas a otorgar los visados. Acaso ¿se propuso Francisco influenciar con su cercanía?
Por otra parte, en Sochi se reunieron Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía, con Vladimir Putin, su homólogo de la Federación Rusa, para tratar cuestiones relativas a la seguridad alimentaria. Fue una dura labor componedora que puso a prueba el temple negociador de ambos líderes. El levantamiento del bloqueo ruso a los puertos del Mar Negro permitiría exportar libremente los cereales ucranianos. Sin embargo, Rusia pone como condición que se respete lo que también fue acordado, es decir, poder comerciar libremente, sin sanciones de ningún tipo, sus propios insumos agrícolas. La moneda está en el aire.
Acto seguido, el binomio presidencial estadounidense se dividió las tareas. La vicepresidente fue a Indonesia para la reunión de la ASEAN que tuvo lugar en Yakarta del 4 al 7 de septiembre. Kamala Harris tuvo una ardua tarea. En línea con su política hacia el Indopacífico, la intención de EEUU es aventar probables alineamientos de la ASEAN con Pekín. Por añadidura, se especula con la incorporación de Indonesia a los BRICS, una credencial que no sería del gusto americano.
El presidente Biden no tuvo mejor suerte. El propósito principal de su participación en la Cumbre del G20 era encontrarse con Xi Jinping pero a última hora éste anunció que no asistiría. “Ya habrá otra oportunidad” dicen que dijo el Presidente sin poder ocultar su desilusión ante los periodistas que lo entrevistaron.
Por su parte, el secretario de Estado, Antony Blinken, viajó en tren a Kiev, como si la guerra no pusiera en peligro su vida, para reiterar el apoyo de EE. UU. a la solución del conflicto ucraniano en el campo de batalla, suministrando para ello bombas de racimo con cargas atómicas de uranio empobrecido.
Asimismo, la realización del Foro Económico Oriental (EEF) en Vladivostok es la oportunidad para que Putin se entreviste con Kim Jong-un. El supremo líder de Corea del Norte viaja en tren blindado por el estrecho corredor que une ambos países sobre el Pacífico. Son un misterio los verdaderos objetivos del encuentro aunque dadas las características de ambos mandatarios no debe ser por la paz que trinan las trompetas.
Como se ve, el momento y el contexto de la realización de la Cumbre del G20 generan un clima de proclividad para el repaso de las agendas a nivel global, inter-nacional y regional, el tratamiento de las relaciones entre los países, la actividad de los organismos multilaterales y las situaciones conflictivas. A lo largo de sus 18 versiones, las cumbres del G20 han sido una oportunidad única para el encuentro de los líderes mundiales en un ambiente distendido, y con el tiempo suficiente como para realizar las reuniones sin estar mirando el reloj. Salvando las licencias permitidas en los lenguajes utilizados para la comunicación, confrontativos y/o ambiguos, la irradiación de sus influencias componedoras son evidentes.
La India ha sido un perfecto anfitrión para la Cumbre de Líderes. Con un mayor grado de exposición internacional, sobre todo por sus performances en el crecimiento de la economía y los logros tecnológicos que le ha permitido depositar una complejísima nave en el polo sur de la luna, la mayor democracia del mundo se propone seguir incrementando su protagonismo en los próximos años. Su posición, no carente de cierta ambigüedad en sus alineamientos frente a la grieta, le facilita la intención que se le atribuye de transformarse en vocera del Sur Global.
A su líder, Narendra Modi, se lo vio exultante. La foto del abrazo al presidente de la Unión Africana por su incorporación a una silla del G20, dio la vuelta al mundo, tal vez como un símbolo del resarcimiento al continente negro por las penurias a las que ha sido sometido a lo largo de la historia moderna.
Se destaca la ausencia de Rusia y China, como una confirmación de que la grieta se va consolidando. China de gran protagonismo presencial en la reciente cumbre de los BRICS en Sudáfrica, en este caso operó a distancia: cuestiona que EEUU sea sede del G20 en 2026.
Brasil es el anfitrión en 2024 y Sudáfrica lo será en 2025. Por alguna razón la Unión Europea ha sido privada de hospedar a la Cumbre, siendo que será el único miembro que hasta ese momento no habrá tenido la oportunidad, y su lugar será ocupado por EE. UU..
Una de las sorpresas de la Cumbre fue que Rusia in absentia fue el gran favorecido: en la declaración por primera vez en este tipo de eventos la invasión a Ucrania no es condenada explícitamente, por el contrario se deploran los atentados a los gasoductos, y se destaca el rol de Erdoğan como encargado de reflejar la posición rusa sobre la cuestión de los cereales y otros insumos agrícolas contemplados en el Acuerdo del Mar Negro. Las flagrantes contradicciones existentes sobre la guerra fueron salvadas con una alusión de compromiso destacando que “hubo diferentes opiniones y valoraciones de la situación.”
Otra foto emblemática fue la llegada del primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, nacido en Inglaterra pero de inocultable ascendencia india. Desde 1770 la India formó parte del Imperio británico y por su importancia la llamaban la joya de la Corona. El rutilante descenso del avión por parte de Sunak y su esposa –hija de un multimillonario industrial tecnológico de Bangalore- fue toda una manifestación de la estética descolonizadora que matizó la Cumbre.
La dinámica del Grupo de los Veinte
Si hay un ámbito donde los principales problemas del mundo quedan al descubierto ese es el del G20. Para tratar la agenda global con el máximo de competencia y representatividad, el Grupo se ha venido auto convocando con regularidad desde hace 15 años con el aporte de los principales líderes mundiales, organismos internacionales y personalidades relevantes.
Las sedes son rotativas; ahora le ha tocado el turno a la India. Según se informa en el portal oficial, a lo largo de 10 meses, se realizaron un centenar y medio de reuniones en modalidades presenciales y a distancia: 44 fueron del denominado canal de las finanzas, 22 de representantes de los ministerios y 89 de los sherpas, una denominación esta última que se refiere al diplomático de cada país miembro que está encargado de conducir las deliberaciones del Grupo hacia la cumbre. Con un amplio sentido federal, los encuentros tuvieron lugar en 41 lugares distintos, 35 ciudades de la India, y 6 del extranjero.
Todo el peso conceptual de la preparación radica en las reuniones ministeriales. Los principales temas abordados, que luego enriquecerán la declaración de los líderes, giran en torno al fortalecimiento del multilateralismo, la seguridad alimentaria y energética, una acción climática y ambiental ambiciosa, la profundización de la cooperación en materia de desarrollo sostenible, la lucha contra el terrorismo y las drogas, la salud global, la reserva mundial de talentos, la asistencia humanitaria y la reducción del riesgo de desastres, la Igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
La agenda es tratada en forma consensuada con un elevado grado de pormenorización, dando lugar a una gran cantidad de documentos de amplia disponibilidad y fácil acceso. Los problemas insolubles se generaron en torno a la cuestión geopolítica, léase guerra de Ucrania. Sin convergencias plausibles, la creatividad diplomática y el indubitable interés por conciliar, encontraron una salida.
Hasta ese momento solo se había dado una situación equiparable en la Cumbre de Alemania (2017). Cabe destacar que en aquel momento Trump se manifestó en contra del Acuerdo de París referido al cambio climático lo que obligó a una salvedad a pie de página.
En esta oportunidad en todos los documentos preparatorios había figurado un párrafo de condena a la intervención rusa pero también una cita con las objeciones. Una formalidad carente de importancia pero que sin embargo había permitido dar salida a una situación que no se hubiera podido zanjar de mediar rígidas actitudes de principios. Finalmente, como se ha descripto, en la declaración de los líderes, en medio de un sorpresivo clima conciliatorio, se eliminan las rispideces y se morigeraron los relatos.
La flexibilidad en el proceder da una idea de la importancia que le dan todos sus integrantes a la preservación del G20. Es evidente que los resultados de sus deliberaciones y los aportes de los think tank y otras fuentes de creación, son útiles para cualquier país, esté a un lado u otro de la grieta.
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El hecho de arribar a consensos capaces de elaborar documentos minuciosos en sus definiciones, a veces en temas conflictivos, está hablando de la intención de trabajar en conjunto y vencer las dificultades implicadas en el abordaje de ciertas cuestiones. Esto se vio claramente en las posiciones adoptadas al referirse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030.
Como se sabe los ODS son el core de dicha agenda, y muestran una mirada integral, indivisible, y una colaboración internacional renovada. En conjunto, construyen una visión del futuro posible, probable, deseable y factible.
La Agenda 2030 es un gran plan estratégico conformada por 17 objetivos y 169 metas. Muestra patrones (patterns), aporta un método de trabajo, propone acciones y diseña un camino para llegar a una situación de vida más sostenible. Nos brinda las gafas 2030 para mirar el país y el mundo, y aprender de las mejores experiencias.
La profundidad con que el G20 trata su relación con los ODS se expresa en el Plan de acción del G20 2023 para acelerar el progreso en los ODS formulado de la reunión de Ministros de Desarrollo del G20 en Varanasi. En la declaración de los ministros se comprometen a “promover acciones colectivas existentes y nuevas del G20 que contribuirán a encaminar y acelerar el avance hacia la implementación oportuna, plena y efectiva de la Agenda 2030 y sus ODS”.
El tipo de vínculo del G20 con los ODS está evidenciando por lo menos dos características: la similitud de ambas agendas pero también una salvedad referida a la forma en cómo las NNUU están abordando la gestión de la Agenda 2030.
“Desafortunadamente –se dice en la mencionada declaración- tres años después de lo que esperábamos que fuera la ‘década de acción’ para el logro de los ODS, con la pérdida de impulso en la dinámica o, peor aún, el atraso referido a logros de años de actividad encaminada a los ODS, todavía enfrentamos el desafío de la recuperación”. Para el presidente anfitrión Narendra Modi “muchos señalan con gran preocupación que el progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no se encuentra bien encaminado”
Para el G20 la problemática de la Agenda 2030 no es una cuestión meramente académica sino una guía para la acción tendiente a “poner la Agenda 2030 en acto…. enriquecer la praxis, utilizando las plataformas existentes y aumentando su potencial para el logro de los objetivos perseguidos”.
En los documentos se reconoce el papel de los gobiernos locales y regionales, y de otros actores locales, en un enfoque de toda la sociedad. El G20 requiere “mayor colaboración, asociaciones y contribuciones de todos los socios y partes interesadas, incluidos la sociedad civil, el sector privado y el mundo académico… fortaleciendo las capacidades institucionales y locales de las partes interesadas pertinentes, promoviendo el intercambio de conocimientos”.
Se busca apoyar acciones colectivas, incluidas las relacionadas con la financiación del desarrollo, el fortalecimiento de entornos propicios, a través de marcos coherentes de políticas y herramientas para abordar las sinergias y los efectos indirectos, el desarrollo de capacidades (educación, capacitación y habilidades, intercambio de conocimientos), la innovación digital, las tecnologías de la información y las comunicaciones (redes y plataformas), enfoques eficaces para la localización de los ODS que apuntan a lograr conjuntamente los objetivos climáticos, ambientales y de biodiversidad y los ODS de una manera más coherente e integrada.
La naturaleza integrada de los ODS, que se está volviendo cada vez más evidente frente a desafíos multifacéticos, hace imperativo garantizar la coordinación y la alineación en varias áreas de políticas, así como tomar acciones transformadoras que creen efectos multiplicadores para el logro de los ODS. En particular, se requieren acciones colectivas para la transformación digital.
Cuando le tocó a Japón ser sede del G20 en 2019 aprovechó la oportunidad para presentar su proyecto de Sociedad 5.0, la propuesta de mayor coherencia con respecto a las sociedades que puede ir tomando forma al calor de la brega por alcanzar los ODS y la Agenda 2030 en estos años que le quedan a la década.
En lo inmediato, la Cumbre sobre los ODS se celebrará los días 18 y 19 de septiembre de 2023 para marcar una «nueva etapa de progreso acelerado hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible». Asimismo, los días 22 y 23 de septiembre de 2024 los Estados miembros de las NNUU acordaron celebrar la Cumbre del Futuro. Ambos eventos están en el foco de las principales preocupaciones del G20.
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Se pueden tomar 3 temas relevantes de agenda para ver el lugar desde donde el G20 los aborda y la forma en que lo hace: 1) la fiscalidad de las cadenas de valor o cadenas de suministros, 2) la infraestructura de conectividad, 3) el cambio de paradigma energética en curso.
Re-shoring. El concepto de cadena de suministro corresponde a la interrelación organizada de materia prima, negociaciones y acciones que pasan por la distribución, comercialización y la entrega final de un producto. En otras palabras, resume todo el proceso desde la adquisición de materiales, elaboración de productos y su llegada al consumidor.
Por su parte, el concepto afín de cadena de valor (GVC), usados ambos indistintamente, consiste en una serie de actividades que buscan agregar valor desde el diseño, la producción, la entrega y todos los procesos que aseguren el nivel de satisfacción con el producto final.
No son bienes y servicios el grueso del volumen del comercio internacional; en su conjunto apenas llegan al 25% del total de las transacciones. Los ¾ restantes son componentes que ensamblados dan productos finales.
En la mayoría de los casos, las partes son fabricadas en distintos países provocando dos problemas: la dispersión del sistema de suministros y el control fiscal.
La pandemia de COVID-19 fue la encargada de evidenciar crudamente las dificultades de la logística. Asoma el concepto de relocalización (re-shoring) como uno de las soluciones a los problemas característicos del aislamiento registrado entre los países durante la pandemia; luego, por añadidura, también están pesando las sanciones inherentes a las guerras comerciales desatadas como expresión de la grieta global.
Por su parte, el segundo problema deriva de la dificultad para controlar el paso por las aduanas de una cantidad muy superior de componentes con relación a los productos finales, lo cual da lugar a distorsiones en la recaudación hasta ahora incontrolables.
El tema de la fiscalidad fue abordado por el G20, hace dos años en Venecia, cuando se estableció una tasa universal del 15% a las grandes tecnológicas para que la misma fuera abonada proporcionalmente en los distintos países según la facturación local. Por el contrario, el tema fiscal de los suministros de componentes tiene una dificultad enormemente mayor por lo cual se dan más tiempo para resolverlo, pero es donde las recaudaciones serían mayores.
La complejidad de las GVC requiere el uso de modelos e indicadores, que puedan proporcionar información clave a partir de dichos datos para el diseño de algoritmos tendientes a imponer y recaudar impuestos. Para ello, se ha creado un Marco genérico del G20 para mapear las cadenas de valor mundiales.
Conectividad global. Para la resiliencia de las cadenas de valor mundiales, son importantes las redes de tecnologías de la información, la eficiencia aduanera y la infraestructura logística y de las comunicaciones. La conectividad siguió siendo una parte clave de la agenda.
El Global Infrastructure Hub (GIH) con sede en Australia es el organismo que se ocupa de la infraestructura por encargo del G20. En este momento está en proceso de actualización de la taxonomía de infraestructura a los efectos de incrementar la eficacia y efectividad de las inversiones focalizadas y los servicios logísticos a nivel mundial.
Infraestructura de conectividad es un tema poco tratado y menos comprendido, empero de la mayor importancia para el tratamiento del nuevo paradigma de la globalización. Si lo que se busca es dejar atrás el universo de las dependencias -coloniales, neocoloniales e imperialistas- con el fin de ingresar a una concepción territorial que las supere, hay que pasar de las parrillas radiocéntricas, invariablemente construidas a lo largo del mundo para sacar por el puerto recursos naturales, y construir redes, de trama y urdimbre, que contribuyan a equilibrar las sinergias endógenas y exógenas de los procesos productivos en todos los países.
NetZero. Una parte muy importante de la agenda es lo referido al paradigma energético. El mundo está cambiando aceleradamente. La guerra de Ucrania pone sobre el tapete el rol determinante de Rusia para la provisión de gas a Europa dando lugar a los intentos del Occidente Global para romper dependencias consideradas inaceptables.
El NetZero, por el cual se tiene en cuenta que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se compensen con las absorciones (lo que introduce una modificación del punto de vista tradicional que solo considera el primer efecto) hace que en los países desarrollados, que es donde habitualmente se dan los adelantos, se esté trabajando para el uso de combustibles no contaminantes como también para la plantación de sumideros de GEI.
En las discusiones se parte de que ya las tecnologías están maduras para el uso de energías limpias. En la concepción se incluyen diversas alternativas: solar, eólica, hidroeléctrica, incluido el almacenamiento por bombeo, geotérmica, bioenergética, bombas de calor, captura de carbón, utilización y almacenamiento (CCUS), y energía nuclear para aquellos países que opten por utilizarla.
En el G20 se reconoce la necesidad de acelerar el desarrollo y la implementación de otras tecnologías nuevas y emergentes, como los electrolizadores, la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS), la captura directa de aire (DAC), las pilas de combustible de alta eficiencia, el almacenamiento en baterías de Automotive Cells Company (ACC), y tecnologías avanzadas sostenibles de biocombustibles, así como pequeños reactores modulares (SMRs).
Es insignificante la consideración sobre la importancia que les depara el futuro a los combustibles fósiles los que, sin embargo, serán usados hasta un punto en que lo determine la ecuación costo/beneficio.
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Se ha producido un cambio muy importante derivado de la decisión secesionista producido por el Grupo de los Siete en Carbis Bay en junio de 2021, una villa veraniega del sudoeste inglés que mira hacia el Atlántico. En aquella oportunidad, con la presencia de la reina Isabel en lo que fue su última salida del palacio de Buckingham, el G7 volvió a reivindicar su esencia exclusivista, la que al ser cuestionada había servido de justificación para la ampliación del grupo a veinte miembros en 1999, buscando mayor representatividad con la incorporación de los países emergentes.
Ese retroceso a los orígenes se ha puesto en evidencia en el portal situado en la Universidad de Toronto. En los últimos días la base de datos ha modificado su competencia.
De ser “G20 Research Group” y “G20 Information Centre”, la denominación del sitio se desglosa en “G7 & G20 Research Group”, “G7 Information Centre” y “G20 Information Centre”.
El G7 pasaría a ser así una especie de “buró político” del G20 con mayor libertad para modelar sus contenidos y opinar con disgusto o en contra de las autocracias, sin las trabas a las que se veía sometido por respeto al consenso.
El G20, aunque mutilado en los aspectos (geo) políticos, seguirá funcionando como el principal hub para el tratamiento consensuado, el control y la promoción de la agenda global. Sin duda, en estos 15 años, ha demostrado su eficacia y efectividad, con el máximo posible de empoderamiento, profesionalismo y representatividad.
Alberto Ford
Integrante
IRI – UNLP