Departamento de América Latina y el Caribe
Artículos
América Latina en la iniciativa de la Franja y la Ruta: una revisión de la literatura académica
Abundio Martín Gadea[1]
Introducción
A partir de la crisis económico-financiera de 2007/08 se produce un cambio en el sistema internacional que muchos académicos llaman “transición histórico-espacial contemporánea”. Schulz (2018) lo entiende como un quiebre en el sistema de relaciones de poder que había ordenado el mundo luego de la Segunda Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética, el cual brindó la posibilidad de emergencia de nuevos actores. El autor comenta que la crisis permitió a nuevos actores aparecer en el escenario mundial planteando que la arquitectura global, como estaba ordenada, había quedado obsoleta y que era tiempo de un nuevo orden mundial diferente.
Los actores que comenzaban a ganar más influencia dirigieron sus inversiones a economías emergentes o países en desarrollo. Por lo tanto, el centro de poder unipolar comienza a fragmentarse y localizarse hacia otras regiones como China, Rusia, India, América Latina, Asia-Central y África. Por su parte, de acuerdo con Schulz (2018), Latinoamérica representa un actor fundamental por dos razones: por un lado, constituye una de las principales reservas hidrocarburíferas del mundo y es una de las principales regiones de producción de alimentos; por otro lado, representa una de las mayores reservas de biodiversidad global.
En esta coyuntura, en el año 2013, el presidente chino Xi Jinping anuncia en su visita a Kazajistán la iniciativa de construir conjuntamente el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda (la “Franja” o One Belt en inglés) y, el mismo año en su visita a Indonesia, anuncia también la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI (la “Ruta” o One Road en inglés). En conjunto forman lo que se conoce como la Iniciativa de la Franja y la Ruta o One Belt One Road Initiative (OBOR) en inglés, y que Merino, et. al (2022) entienden que mediante este proyecto “… el gigante asiático había destronado a Estados Unidos como principal potencia exportadora de bienes y servicios, profundizando la gran revolución geoeconómica que contiene la transición hacia la región Asia-Pacífico, encabezada por China.” (p. 7).
Ahora bien, en principio, la iniciativa OBOR se centra en vincular a China con Europa a través del Asia Central y Rusia, con Medio Orienta a través de Asia Central y con el sudeste asiático; recorriendo también el continente africano a través del Cuerno de África y atravesando el Golfo de Adén hasta llegar al Mar Rojo. América Latina entonces quedaría fuera de esta fórmula, sin embargo, en el año 2017, el presidente Xi Jinping ha afirmado a su par argentino de ese entonces, Mauricio Macri, que nuestro continente es una “extensión natural” de la Franja y la Ruta.[2]
Sin perjuicio de la afirmación, previamente varios estados latinoamericanos habían consolidado la relación con China en materia de inversiones en infraestructura, comercio internacional y otros aspectos que por su naturaleza algunos analistas y académicos ya empezaban a pensar que se realizaban en el marco de la iniciativa OBOR. Ahora bien, con la afirmación del presidente chino, América Latina quedaría incorporada en el proyecto chino, al menos dentro de su retórica.
En este contexto, muchos analistas internacionales y académicos de diversas áreas comenzaron a trabajar el significado que tiene la iniciativa OBOR para América Latina en sus distintos aspectos, así como también sus implicancias, los desafíos, las dificultades, los beneficios, su impacto de cara al sistema internacional, entre otras esferas. Ahora bien, pensar en la interacción entre América Latina y China en el marco del proyecto de la Franja y la Ruta, la cual se encuentra en constante dinamismo, puede resultar precipitado. No obstante, creemos que la producción del conocimiento sobre la realidad que nos rodea resulta de gran importancia para comprender eventualmente la construcción de los paradigmas que imperaban en aquel entonces.
En este sentido, mediante el presente texto, nos proponemos realizar una monografía de compilación del estado de situación en la que se encuentra el pensamiento latinoamericano desde la región rioplatense -especialmente- sobre su relación con China a partir del anuncio de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Es decir, buscar las reflexiones y conclusiones a las que -algunos/as- autores y autoras latinoamericanos/as han arribado hasta el momento de la relación de América Latina con la República Popular China (RPCh) en el marco de la iniciativa.
Atento a la gran difusión de la temática, hemos seleccionado aquellos textos de autoría latinoamericana haciendo énfasis en autores y autores de la región rioplatense que contienen como sus variables de análisis principales a la iniciativa OBOR y a América Latina. Es decir, que los autores y autoras han centrado sus reflexiones en la relación entre los dos actores indicados, y no que han tomado a la iniciativa como una variable circunstancial o secundaria en sus reflexiones. Asimismo, hemos ordenado los textos en aquellos donde los autores o autoras han arribado a conclusiones teóricas o conceptuales, y en aquellos que piensan a la iniciativa china desde sus efectos pragmáticos.
Implicancias teóricas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta
En la literatura latinoamericana encontramos diversos textos que analizan el impacto de la iniciativa OBOR desde lo teórico y las implicancias que el proyecto tendrá en nuestra percepción del mundo. En primer lugar y a modo de contextualización del sistema, quisiéramos traer a colación los dichos de Ramón-Berjano (2019) sobre una nueva globalización en el sistema internacional.
La autora afirma que estamos evidenciando un proceso que puede ser definido como una globalización con “características chinas”, cuyo marco es la iniciativa OBOR y a la cual le atribuye aristas como: desarrollo económico doméstico de China, la inserción internacional, un rol geopolítico y una nueva modalidad de globalización por parte de China hacia el resto del mundo. En el mismo sentido y analizando la retórica del proyecto chino, Serrano Moreno (2021) afirma que la Iniciativa de la Franja y la Ruta ha sido utilizada generosamente en las esferas públicas fuera de China como un argumento frecuenta para señalar la aparición de un modelo de globalización alternativo asociado al declive de Estados Unidos (consenso de Beijing).
Ahora bien, en lo que respecta a América Latina en este proyecto, nos interesa enfáticamente la reflexión que tienen Staiano y Bogado Bordazar (2019). Muy asertivamente, las autoras entienden que la difusión de acuerdos evidencia la multiplicidad de realidades en los países de Latinoamérica y la fragmentación en la constitución de los procesos de integración en la región. Por lo tanto, pensar en América Latina como una unidad conceptual resulta muy difícil, aunque inapropiado. Esta reflexión inicial nos brinda el puntapié para empezar a pensar el vínculo entre el continente y el gigante asiático, por cuanto cada relación bilateral tendrá sus propias características independiente de las otras y también la importancia de los procesos de integración regional. Sin embargo, resulta interesante también alinear este pensamiento con lo que dice Juan Cruz Margueliche.
Margueliche (2019) trabajó la iniciativa OBOR desde la perspectiva de la (des)territorialización. A partir del entendimiento de Grimson sobre la redefinición de las fronteras, el autor piensa como se van a (re)configurar las fronteras en el marco del proyecto chino. Concluye que los flujos tomarán protagonismo, para lo cual deberán pasar por diferentes territorios que tendrán que exponer sus fronteras y espacios para sostener la interconexión. Agrega también que el desafío no solo será sostener y acrecentar la circulación y la dinámica de intercambio, sino que tendrá que generar confianza entre los actores intervinientes. Asimismo, un punto que nos parece de lo más relevante es la mención del autor sobre la “lógica estadocentrista” de la iniciativa, la cual entiende debe ser mínima para sostenerlo, en la comprensión de que se presente como una plataforma geopolítica y una manera de China de extender su influencia por fuera del epicentro regional asiático.
Por otro lado, a partir de declaraciones de dirigentes chinos, Oviedo (2018) analiza el origen de la expresión “extensión natural” y que entiende China por “ideas afines”, y que implicancias tiene para América Latina. El primer término el autor plantea que proviene del ámbito diplomático, de la geografía y el Derecho Internacional Público para reclamar soberanía sobre territorio. Por otro lado, “ideas afines” sería la traducción del refrán 志同道合 (zhitongdaohe) que significa “apreciar los mismos ideales y seguir el mismo camino”.
Ahora bien, considerando estos términos, el autor plantea que la extensión natural hacia los países latinoamericanos que profesen las ideas afines con la Iniciativa de la Franja y la Ruta plantea ciertas características, beneficios y desafíos: relación emisor-receptor; articular estrategias de desarrollo (la propia estrategia China de desarrollo se articula con la de otros países); infraestructura latinoamericana (vial, ferroviaria y comunicacional); asimetrías y desequilibrios económicos; y reorientación de capitales hacia América Latina.
Iniciativa OBOR: ¿Oportunidades o riesgos para América Latina?
En esta sección, nos centraremos en aquella literatura que analiza las implicancias prácticas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta para los estados de América Latina. En primer lugar, encontramos que Staiano y Bogado Bordazar (2019) analizan los impactos en la integración regional latinoamericana, preguntándose si la iniciativa OBOR tendrá efectos integrativos o fragmentarios. Concluyen inicialmente que América Latina se encuentra en un momento histórico favorable en cuanto a las relaciones internacionales con China, no así en sus relaciones intrarregionales. Se produjo un entramado de nuevas alianzas entre estados de la región con objetivos diversos, lo que provocó nuevos procesos de integración que se sumaron a los vigentes y, por lo tanto, significó una mayor fragmentación regional y diversificación de estrategias políticas y económicas con relación a los principales ejes de poder internacionales, incluyendo a China.
Las autoras reflexionan que, con la elección de la alianza de cooperación de los países de nuestra región con China, probablemente se derrumbe parte de la fragmentación existente en Latinoamérica entre países del pacífico y del atlántico, y la división entre América del Sur y México.
Asimismo, Schulz (2021) se pregunta si la iniciativa OBOR es una oportunidad multipolar o una nueva colonialidad dependiente para América Latina, considerando un marco de proceso de transición histórico-espacial de la hegemonía mundial. El especialista reflexiona que el proyecto chino puede posibilitar la construcción de una nueva arquitectura productiva que se sustente en la instalación de redes de interconexión y cooperación regionales; o bien puede reproducir el patrón dependiente y reprimarizante de nuestras economías. Entonces, el autor concluye que el rol del estado y la unidad regional con una propuesta integral resultarán fundamentales, siendo necesario recuperar la geopolítica como herramienta crítica de análisis, superando enfoques clásicos europeos y norteamericanos. Resalta entonces el “pensamiento geopolítico crítico latinoamericano” como la herramienta decolonial.
Por otra parte, Ramón-Berjano (2019) afirma que hubo un cambio en la relación entre América Latina y China a partir de la primera década del nuevo milenio. La autora indica que la relación antes estaba marcada por el comercio, mientras que en esta segunda década los sectores energéticos y de inversión en infraestructura han ganado en importancia. La participación de empresas chinas en el sector portuario, ferroviario y en infraestructura como rutas, puentes y túneles se han vuelto cada vez más presentes en la región.
En este sentido, la autora entiende que China siempre propone una estrategia de mutuo beneficio (win-win), sin embargo, también afirma que es de vital importancia a la hora de diseñar una estrategia o de negociar con China tener bien en claro en que consiste el beneficio para cada uno. Insiste en que parecería que América Latina no tiene en claro cuál es el beneficio y que, en el caso de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el objetivo es lograr una mayor inserción internacional, pero resulta vital que no replique patrones de siglos pasados de tipo extractivos y neocoloniales. Por el contrario, el beneficio debería ser la generación de un modelo de desarrollo económico local, nacional y regional de tipo inclusivo, equilibrado y de largo plazo, según Ramón-Berjano (2019).
En otro orden, encontramos también el aporte que hace Ghiotto y Slipak (2019) caracterizando las estrategias de empoderamiento y construcción hegemónica sobre países periféricos de la RPCh en el globo, poniendo énfasis en el rol que juega el proyecto OBOR. A través de su desarrollo, los autores explican que esa estrategia global se plasma en el particular modo en que se plantea el debate sobre la Inversión Extranjera Directa (IED), tanto en el marco multilateral en general como en la región latinoamericana.
Afirman que lo que rige la relación entre China y América Latina es la necesidad del país oriental de garantizar su seguridad energética y alimentaria, abasteciéndose de recursos primario-extractivos de la mayor cantidad de fuentes posibles. En segundo lugar, América Latina aparece como un mercado en el cual expandir la colocación de manufacturas provenientes de la RPCh, especialmente aquellas de alto contenido tecnológico y maquinaria pesada específica para grandes obras de infraestructura. Como consecuencia de ello, los autores entienden que la lógica china es de empoderamiento del “sur global” y que, desde nuestra óptica, resulta una forma de exponer el poderío en el mismo orden global, al que tan solo pretende moldear a las necesidades de expansión tecnológica y abastecimiento de productos primarios.
Luego de hacer un profundo y exhaustivo recorrido sobre las IED de China en América Latina, Ghiotto y Slipak arriban a varias conclusiones. En primer lugar, infieren que la participación de América Latina en la iniciativa OBOR y/o su participación en bancos de desarrollo chinos plasmaría y ayudaría a concretar estos proyectos de infraestructura extractiva, consolidando a la región como un laboratorio de nuevas tecnologías estratégicas. Para China, el férreo control sobre estas inversiones no solo se vincula con el negocio, sino que también tiene relevancia geoeconómica y geopolítica.
En segundo lugar, los autores concluyen que la Iniciativa de la Franja y la Ruta tiene una centralidad especial para facilitar la circulación de mercancías e inversiones en pos de incrementar la tasa de ganancia de los capitalistas a nivel global; implicando también la necesidad de “moldear” el mundo a sus necesidades, tanto en términos económicos como institucionales. En este marco, América Latina no sería la excepción y, de acuerdo con los autores mencionados, la relación asimétrica entre la región y China le permitieron a este último sacar provecho y satisfacer sus necesidades de productos primario-extractivos y de ahorro de energía y agua virtual, como así también diversificar las fuentes de insumos relevantes como el petróleo.
En un mismo orden de análisis, Gatón (2015) hace un recorrido de las relaciones bilaterales entre estados latinoamericanos y la RPCh, y concluye que existente una eficacia en la política llevada a cabo por Beijing en América del Sur para asegurar las materias primas básicas: petróleo, hierro, cobre, cobalto, bauxita, cromo, molibdeno, entre otros. También, corona con la caracterización de China en la región como una “invasión”, la cual dejó de ser silenciosa y que su arribo será para permanecer por muchos años.
Este tipo de inversiones y relaciones bilaterales entre estados latinoamericanos y China es comprendido por Girado (2018) como un modelo que políticamente puede ser sostenido por China más allá del debate ideológico.
Continúa la literatura pensando si el proyecto OBOR generará beneficios mutuos o serán de carácter asimétrico y encontramos en esta oportunidad a Castañeda y Margueliche (2019) quienes se preguntan este interrogante desde el rol de la infraestructura. Los autores buscaron entender la relación de China y América Latina problematizando la categoría de infraestructura desde la perspectiva espacial haciendo hincapié en sus impactos (geo)políticos en el territorio. Para ello, su trabajo transitó una breve descripción sobre la situación de ambos actores en cuanto a sus sistemas de producción y estado de infraestructura.
Los autores basan su análisis en la pregunta “¿infraestructura articulada o poder infraestructual?” y entienden que respondiendo este interrogatorio podremos saber si la infraestructura se dará de manera articulada y complementaria tomando no solo las necesidades y objetivos de espacios receptores, sino también proponiendo activamente exigencias en el marco de la cooperación. O si, por el contrario, ingresará a América Latina un poder infraestructural que (des)articule lo preexistente para imponer una totalidad espacial que responda a las necesidades de China llevando a una nueva dependencia y una reprimarización de las economías.
También, Mosquera (2020) se pregunta sobre la implicancia en oportunidades o desafíos para la integración de América Latina en la Iniciativa de la Franja y la Ruta desde la cooperación. El estudio del autor busca determinar el grado de distribución de la cooperación en múltiples áreas y subniveles temáticos; y describir la cooperación según las diferencias entre países. Como reflexión final, Mosquera entiende que, por un lado, la cooperación omnidireccional puede ser una oportunidad para el intercambio en múltiples áreas, evitando una relación centrada únicamente en el comercio y representando entonces la iniciativa OBOR una mirada restrictiva. Por otro lado, como riesgo, la cooperación omnidireccional china puede estar representando una contradicción entre los fundamentos de la omnidireccionalidad y su aplicación efectiva, adquiriendo forma de discurso hegemónico.
Por otra parte, cierta literatura afirma -más o menos categóricamente- que la iniciativa OBOR es una oportunidad para América Latina. Por ejemplo, Seijas y Terrugi (2019) trabajan sobre las oportunidades que tiene América Latina en general en una inserción inteligente, ordenada y estratégica en la iniciativa OBOR, para lo cual desarrollan tres aspectos que creen relevantes: los lineamientos generales y estratégicos de China hacia la región; el significado y el alcance de la iniciativa OBOR; y las oportunidades para potenciar vínculos entre ambas regiones.
A partir de este marco metodológico, los autores concluyen que la RPCh tiene la intención de construir un escenario global a largo plazo, donde América Latina tiene grandes oportunidades de plantear una cooperación win-win, soñando un escenario donde se logre trascender la posición de “proveedora de materias primas”. En este sentido, Seijas y Teruggi (2019) afirman que el principal desafío que enfrenta América Latina en el vínculo con la RPCh radica en la necesidad de poder hacer sinergia entre ambas regiones evitando la reprimarización de las economías latinoamericanas. Para ello, entienden que los países de la región deberán redefinir su estructura económica y matriz productiva basada en políticas públicas enfocadas en el desarrollo productivo, diversificando la matriz económica, potenciando las exportaciones de alimentos, servicios y turismo a fin de lograr insertarse de manera inteligente en las nuevas cadenas globales de valor.
Por su parte, Remes Lenivoc y Quesada (2019), estudiando un caso más concreto en la inserción de América Latina en la iniciativa, afirman que Zhuhai -ciudad vecina de Macao- promoverá las relaciones económicas y comerciales con América Latina porque se ha convertido en las primeras zonas especiales de China con políticas de apertura al comercio con diferentes países desde la antigüedad con la Ruta de la Seda. Además, agregan que la relación entre China y América Latina está basada en el modelo de las materias primas, siendo esta heterogeneidad lo que no facilita la verdadera asociación. Por lo tanto, entienden que lo óptimo sería que la situación cambie con las iniciativas chinas como la zona de cooperación económica y comercial que está creando la ciudad de Zhuhai.
También, Acuña Ortigoza, Aguirre Saavedra, Ávila Ramírez y Mendoza Vera (2018) entienden que el proyecto chino es una oportunidad para Latinoamérica para consolidar el nuevo relacionamiento internacional de la región. Los autores afirman que las relaciones entre la RPCh y América Latina arrojan un balance positivo, y que la Iniciativa de la Franja y la Ruta ofrece la posibilidad de enfrentar desafíos comunes a ambos actores, fundamentos en propósitos compartidos relativos a democratización de las relaciones internacionales, la cooperación y el beneficio mutuo.
Por último, nos resulta de lo más interesante el aporte que plantea Serrano Moreno (2021) sobre la retórica de la conectividad de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en América Latina. El autor aborda la participación de los países de América Latina en la iniciativa a partir de un análisis crítico de la literatura en relaciones internacionales y economía política y los documentos oficiales de fuentes diplomáticas, adoptando una perspectiva constructivista.
Desde este marco metodológico, el autor observa cierta tendencia a “esencializar” la iniciativa, es decir, a reproducir de manera acrítica los objetivos y promesas presentes en los documentos oficiales, en especial en lo relativo a los montos declarados sobre la inversión china en el exterior, el número de países participantes y el etiquetaje de proyectos de infraestructura. También, afirma que el proyecto OBOR vehicula representaciones de una visión sino-céntrica del mundo en el que China jugará un papel “estabilizador” como defensor, promotor y líder del capitalismo en red en curso de transición hacia un modelo más beneficioso para los países en desarrollo aliados de China y en el que Estados Unidos reducirá progresivamente su influencia.
Por otro lado, Serrano Moreno (2021) plantea que su estudio sostiene que la iniciativa no debe ser entendida como una nueva política, ni siquiera como una plataforma de cooperación, sino en cambio como una actualización y un cambio de imagen de la política exterior anterior de China en la región. Además, el proyecto chino no debe interpretarse como una política monolítica, sino como un marco discursivo amplio con el potencial de crear una narrativa coherente para una amplia gama de proyectos y políticas para mejorar la conectividad con China a través del desarrollo del comercio y la inversión, y también fomentar el papel de China como prestamista.
En un sentido similar, Laufer (2019) expresa que el enfoque del vínculo con China en términos de “oportunidades” y “desafíos” elude caracterizar el tipo de países que se asocian, es decir, las clases o grupos sociales que las gobiernan, sus intereses y beneficiarios. Entiende que mirar a China como un “país en desarrollo” o perteneciente a un sur global configura una visión a-histórica tanto del cambio revolucionario que desde 1949 y durante tres décadas hizo de la China semicontinental y semifeudal un país independiente y una sociedad socialista en construcción, como de la “gran reversión” de 1978. Lo que actualmente se manifiesta en lo que Xi Jinping formula como el “sueño chino de revitalización nacional”. Entonces el autor se pregunta si el proyecto chino OBOR es otro norte para el sur y, como conclusión entiende que, en el actual contexto internacional, se podría acentuar la histórica vulnerabilidad externa de las economías latinoamericanas.
Reflexiones
Conforme el recorrido de la literatura seleccionada y desarrollada en los acápites anteriores, podemos culminar el presente texto con algunas reflexiones. Observamos que algunos autores y autoras comenzaron a pensar a la Iniciativa de la Franja y la Ruta desde una perspectiva conceptual o teórica. Es decir, construir paradigmas de pensamiento para comprender las implicancias que el proyecto tiene -o podrá tener- para nuestra América Latina.
En este sentido, encontramos los aportes de Ramón-Berjano sobre la globalización con “características chinas” que traería aparejada la iniciativa OBOR; así como también las enseñanzas de Staiano y Bogado Bordazar sobre la conceptualización de “América Latina” como unidad de análisis y de relacionamiento con China, considerando la fragmentación en la que se encuentra el proceso de integración regional. Por otro lado, encontramos la perspectiva de (des)territorialización de Margueliche que puede ser de gran utilidad para entender la iniciativa en las distintas regiones, incluyendo la nuestra.
Por otro lado, encontramos literatura académica que busca dirimir si la iniciativa china es una oportunidad o un riesgo para Latinoamérica. De nuevo, Staiano y Bogado Bordazar reflexionan acerca del impacto en los procesos de integración regional a partir del proyecto chino; mientras que Schulz se cuestiona acerca del impacto en término de oportunidad multipolar o nueva colonialidad dependiente para el continente. A partir de estas preocupaciones, autores como Ramón-Berjano, Ghiotto y Slipak, y Gatón advierten en sus conclusiones finales acerca de la conciencia que los estados de América Latina deben tener al momento de relacionarse con China en el marco de la iniciativa OBOR para no (re)caer en lógicas extractivistas, de re-primarización y dependencia.
En un sentido similar, Castañeda y Margueliche y Mosquera también hacen sus aportes en torno a las oportunidades y desafíos. Los dos primeros se preguntan sobre el rol de la infraestructura en el desarrollo de las economías latinoamericanas y advierten también el rol del estado en la recepción de inversiones. Mientras que Mosquera plantea la misma disyuntiva desde la cooperación omnidireccional de China hacia la región.
En otro orden de ideas, encontramos literatura que afirma que América Latina tiene oportunidades en su inserción en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Tanto Seijas y Teruggi, como Remes Lenivoc y Quesada, y Acuña Ortigoza, Aguirre Saavedra, Ávila Ramírez y Mendoza Vera, entienden que China le presenta a los estados de América Latina una oportunidad de inserción internacional y de desarrollo económico, aunque también advierten de costos que podrá tener para la región.
Por último, encontramos textos más críticos hacia la propia literatura y la retórica como los de Serrano Moreno y Laufer, quienes plantean que una perspectiva oficial o de “oportunidades y desafíos” podría sesgar el impacto real del proyecto en nuestra región.
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[1] Maestrando en Relaciones Internacionales (UNLP). Abogado (UNLP). Editor asociado de la Revista Electrónica de Derecho Internacional Contemporáneo (REDIC-UNLP). Miembro del Centro de Estudios Chinos del Instituto de Relaciones Internacionales (UNLP).
[2] Para ampliar véase http://spanish.xinhuanet.com/2017-05/19/c_136298216.htm