* La Seguridad Internacional vista desde el prisma de los halcones y los búhos
Gonzalo Salimena[1]
Parece que la política internacional de nuestros días puede ser explicada en los mismos términos del mundo que describió y pensó muy fehacientemente Hobbes y no Kant. En ese marco, Kenneth Waltz en su obra Teoría de la Política Internacional (1978) explica que el mundo se encuentra frente a un estado de guerra, pero no a través de la significación común de que “la guerra sea constante sino en el sentido de que cada Estado puede decidir por sí mismo cuando usar la fuerza, la guerra puede estallar en cualquier momento” (WALTZ, 1988: p. 151). Parece que el ecosistema internacional nos conlleva a pensar que este es tal estado de cosas en la política internacional de nuestros dias. De esta manera, el uso de la fuerza se transforma en recurso recurrente al que los Estados deciden invocar para dirimir sus intereses contrapuestos en un entorno descentralizado y desregulado. Allí reina un marco de inseguridad, donde las unidades políticas se preocupan en primer término por la supervivencia y la alta política se transforma en los tema de agenda del momento, tomando distancia de una posible desjerarquización de la misma mediante otras problemáticas que nos circundan y exigen una rápida resolución. Pero lo cierto, es que más allá de esta contextualización, tanto hacia el interior de la unidades políticas y como en el marco internacional, parece darse una constante confrontación en torno a la seguridad entre los denominados “los halcones”, que propugnan un accionar más asociado al uso de la fuerza y al unilateralismo, frente a otro grupo denominado “los búhos” que sostienen que es posible una resolución más pacífica de las controversias antes que usar la fuerza como instrumento. Este esquema fue puesto en evidencia por Benjamin Barber en el apartado I de su libro El Imperio del Miedo (2004). Desde el principio elegí tomar esta dicotomía para el análisis ya que me pareció interesante la reflexión y las categoría de análisis de “búho” en detrimento “palomas” como usualmente se los suele denominar aquellos más moderados en la política doméstica o internacional. Dentro de este esquema, si bien el análisis del autor se circunscribe al caso norteamericano y al contexto inmediato del 11-S, creo que sus categorías pueden ser capaces de “viajar” para aplicarse a la actualidad.
Cuestiones filosóficas separan las aguas en ambas facciones. Los halcones en general tienden a robustecer el papel del derecho soberano y el unilateralismo sostenido por un “destino manifiesto” (en el caso de Estados Unidos). La seguridad por lo tanto emana de la creencia y convicción, de que hay un único actor internacional que es lo suficientemente poderoso y temido desde lo económico, militar y político para actuar por sí mismo y brindar seguridad. En consecuencia, se producen una serie de actos unilaterales estratégicos que tienen como finalidad imponer el dominio y la hegemonía por medio de amenazas, guerras o el uso del instrumento militar. La nueva estrategia impone una conflictividad permanente, en búsqueda de nuevos objetivos y sustentada sobre una doctrina de guerra preventiva. La visión que otorgan los prismáticos a los halcones es aguda pero reducida o limitada al mismo tiempo, ya que muchas veces esa fuerza de convicción y empuje no se puede controlar y precipita anticipadamente el uso de la fuerza militar y desata la conflictividad. Su panorama es claramente cortoplacista. Para Barber “ya no son realistas tenaces de los tiempos de la guerra fría, cuando el delicado equilibrio del terror nuclear dictaba prudencia y paciencia, contención en lugar de prohibición, disuasión en lugar de transformación de los regímenes agresivos” (BARBER, 2004: p. 42). Esta prudencia no sólo era uno de los rasgos distintivos de esta corriente de pensamiento, sino que “el realismo considera a la prudencia como la suprema virtud en política” (MORGENTHAU, 1986: P. 21). Hoy para el autor son los “nuevos idealistas” que abogan por el unilateralismo y la guerra, promoviendo la convicción de que el poder hegemónico les da la posibilidad de atacar rápida y decisivamente (Barber, 2004).
En contrapartida a esta perspectiva más extrema, nos encontramos con los búhos que parten de una valoración filosófica antitética a la presentada con anterioridad: No hay una única nación que pueda garantizar la seguridad y la libertad por sí misma en el actual contexto de conflictividad. El derecho soberano y el uso de la fuerza no dejan de ser elementos claves para pensar esta realidad compleja, pero debe realizarse sin dejar de considerar a la interdependencia en la cual estamos inmersos. Es evidente, entonces, que el uso de la fuerza debe darse en un marco de legalidad. La seguridad internacional y el uso de la fuerza deben alcanzarse como parte de un proceso en el cual la diplomacia, la cooperación y la seguridad colectiva, cumplen la misión de ser los medios a través de los cuales se logre un consenso suficiente constituyendo una coalición duradera y una prudencia virtuosa. Allí es donde el Derecho Internacional se revitaliza y cobra un vigor inusitado y los prismáticos visualizan una confianza tal que se proyecta en un largo plazo. De alguna manera, el autor nos está conduciendo a un planteo distinto: los que solían ser realistas en la Guerra Fría ya no lo son tanto, de hecho serían los “nuevos idealistas” y éstos habrían dejado de serlo para inclinarse por un mayor realismo. Tanto los halcones, como los búhos han tenido sus victorias en la política internacional, aunque la interdependencia y la globalización amenazan a los Estados más vulnerables pero también a los poderosos y a las diversas facciones con sus respectivas estrategias.
¿Cuál de las dos posturas prevalece hoy en el entorno internacional interdependiente y conflictivo? Si el ecosistema está signado por un estado de guerra, donde la fuerza es el recurso aplicar y esto desemboca en guerras preventivas, parece que prima la postura de los halcones por sobre la de los búhos y que los primeros se adaptan mejor a un contexto donde las relaciones de poder y el uso de la fuerza conducen a una arena política que nos indica que el tablero internacional es juego de una sola una mano y quién se anticipa corre con ventaja sobre sus enemigos o adversarios dada la desconfianza y la incertidumbre. Sin embargo los búhos hacen sentir su presencia en un mundo interdependiente, a través de la diplomacia y la cooperación, pero sobre todo por medio de un sistema de seguridad colectiva de contención frente al creciente expansionismo, que cree que basta con tener poder para generar temor y conseguir sus metas en la política internacional. El poder sin legalidad carece de sustento y un mundo que se caracteriza cada vez más por la desconfianza y el egoísmo, la coexistencia de halcones y búhos, requiere de la construcción de pequeños pasos bien orientados y prudentes que ayuden a matizar el uso de la fuerza y pensar una realidad intersistémica en la cual no hay un único actor con capacidad global que garantice la seguridad.
Referencias bibliográficas
Barber, B (2004), El imperio del miedo. Guerra, Terrorismo y Democracia, editorial Paidós, Capítulo I, Barcelona, España.
Morgenthau, H, (1986), Política entre naciones. La lucha por el poder y la paz, Editorial Grupo Editor Latinoamericano (GEL), sexta edición, capítulo I, Buenos Aires.
Waltz, K, (1978), Teoría de la política internacional, Editorial Grupo Editor Latinoamericano (GEL), capítulo VI, Buenos Aires.
[1] Posdoctorado en nuevas tecnologías, DD.HH y Diplomacia Parlamentaria (Universidad Mediterránea di Reggio Calabria). Estudios posdoctorales en Diplomacia Parlamentaria (Universidad Complutense de Madrid). Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Miembro del Departamento de Seguridad y Defensa del IRI-UNLP. Secretario del Instituto Universitario de Terrorismo IRI-UNLP. Miembro de la Comisión Asesora del Doctorado del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor del doctorado del IRI-UNLP.